Tú solo tienes palabras de Vida eterna
Te busco desde siempre. No te he visto
nunca. ¿Voy tras tus huellas? Las rastreo
con ansia, con angustia, y no las veo.
Sé que no sé buscarte, y no desisto.
¿Qué me induce a seguirte? ¿Por qué insisto
en descubrir tu rastro? Mi deseo
no sé si es fe. No sé. No sé si creo
en algo, ¿en qué? No sé. No sé si existo.
Pero, señor de mis andanzas, Cristo
de mis tinieblas, oye mi jadeo.
No sufro ya la vida ni resisto
la noche. Y si amanece, y yo no veo
el alba, no podré decirte: “He visto
tu luz, tus pasos en la tierra, y creo”.
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Juan José Domenchina
incluido en Dios en la poesía actual (B.A.C., Madrid, 1970,
selec. de Ernestina de Champourcin).
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En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:
– “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?”
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
– “¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. “
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:
“Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.“
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:
“¿También vosotros queréis marcharos?”
Simón Pedro le contestó:
“Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.“
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Juan 6, 60-69
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Imagen: Cristo en el Otero y Campesino Ibérico oteando (Palencia)
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