Del blog de Xabier Pikaza:
Asunción, fiesta de la mitad de los pueblos de España y de de medio mundo católico. Es el día de la “Subida” de María en “cuerpo y alma” al “cielo”, el día de la plena humanidad corporal de Dios, simbolizada y celebrada en la madre de Jesús
El 15 de Agosto ha sido y sigue siendo la fiesta de la Asunción de María en “cuerpo y alma” al “cielo”, es decir, a la plena humanidad corporal de Dios . Es, pues, fiesta de Santa María del Cuerpo, porque el alma sola, en sentido abstracto y separado ni muere, ni sube, ni entra ni sale (o, quizá mejor, no existe).
Éste es la fiesta de María-Cuerpo en su sentido más hondo y personal, es decir, la fiesta del Cuerpo de Dios.
Así decimos que María, recorrido su camino, ha sido y es “asunta” al cielo como “cuerpo” (véase el cuadro de Tiziano), expresando el despliegue más hondo del hombre, ser humano, el ascenso/plenitud de todos a los que Dios ama y acoge en Cristo, como amó y acogió a María (de manera que podemos hablar, al mismo tiempo, de de la humanización de Dios.
Siendo fiesta de “ascenso”, no es principio de evasión u olvido, sino de encarnación intensa, de plena humanidad del Dios de Cristo, que es Dios se encarnación y pascua, es decir Trinidad:
— es “ascenso” del cuerpo humano de María que “resucita”, en comunión personal (cuerpo y alma) que la vincula con todos los creyentes;
— es “encarnación “(no quiero decir “descenso”, pues se entendería mal) del cuerpo divino de Dios, que se expande en la humanidad y que acoge en su Vida a María, a quien la Iglesia mira como signo de todos los creyentes.
( El “icono” de Oriente que cierra esta postal “dualiza” de algún modo este misterio, distinguiendo el cuerpo externo que es cadáver para tumba y el cuerpo interno/profundo acogido y culminado en Dios por Cristo).
No digo en esta fiesta ¡viva María!, sino de manera mucho más humilde ¡vive María!, en Dios en y en los amigos de Jesús, que la recordamos con cariño, haciendo cuerpo, haciendo humanidad (que es cuerpo y alma en el lenguaje del dogma antiguo).
1. Un preámbulo casi judío
El hombre es un ser que nace por misterio de Dios y de la Vida, y que parece morir por múltiples razones (condición biológica, experiencia biográfica, asesinato y violencia…). Sea como fuere, sólo el hombre muere, pues él es el único que nace.
Las restantes plantas y animales ni nacen ni mueren, sino que se transforman, pues forman parte de un continuo biológico, sin identidad personal. Cada hombre, en cambio, es auto-presencia, se identifica consigo mismo desde Dios, es único en el mundo y en la historia.
Por la muerte, por el miedo a la muerte empieza el conocimiento del Todo… Todo lo mortal vive en la angustia de la muerte; cada nuevo nacimiento aumenta en una las razones de la angustia, porque aumenta lo mortal.
Así comenzaba Rosenzweig judío su libro más inquietante y luminoso de antropología (La Estrella de la Redención).Pues bien, al celebrar la fiesta de la muerte/redención/ascensión de María podemos añadir:
La muerte puede entenderse también como expresión del amor de Dios, como momento culminante de una experiencia personal de encuentro con Dios y de apertura a los demás, como culminación del “cuerpo”.
Muchos filósofos y pensadores han querido engañar a los hombres con la mentira piadosa de que son inmortales por sí mismos, añadiendo que la muerte es una pura apariencia (pues todo se transforma, muere y revive de nuevo). Pues bien, ese consuelo no sirve. Ninguna respuesta compasiva puede aquietar a los hombres, que nacen y mueren de un modo distinto al de los animales (pues son individuos estrictos, personas), ninguna “teoría teórica” puede responder a la pregunta de su vida: ¿por qué he nacido, por qué muero?
Ante la muerte personal (la mía, la tuya, la nuestra, no la del género humano…) sólo existe la respuesta del Dios de la Vida, que se expresa por la entrega del hombre a los demás, en “cuerpo y alma” es decir, en el camino y el don de la muerte, no en contra de ella.
Sólo se puede superar el dolor de la muerte aceptándola con Alguien, es decir, con Aquel nos está dando su Vida en este cuerpo de muerte, para que seamos en él, como “dioses corporales”, es decir, terrenos.
— Ésta es la fe que los judíos creyentes siguen poniendo en manos del Dios en quien esperan…
— Ésta es la fe que los cristianos descubrimos y proclamamos en la resurrección de Jesús quien, al morir por los demás, ha desvelado y realizado por su pascua el don de la Vida de Dios en el “cuerpo” de la vida humana.
En esta línea se entiende el dogma de Asunción de María, que Pío XII definió en 1950, poniendo de relieve la vinculación de la Madre con su Hijo Jesucristo, diciendo: que «la Inmaculada Madre de Dios… cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial» (Denzinger-Hünermann 3903).
La antropología helenista, dominante en la iglesia, ha venido afirmando que el alma de los justos sube al cielo tras la muerte (porque ella es inmortal), pero que el cuerpo tiene que esperar hasta la resurrección del fin de los tiempos.
En contra eso, situándose en otro camino de experiencia antropológica y culminación pascual, este dogma afirma que María ha culminado su vida en Dios, por medio de Jesús, en cuerpo y alma, es decir, como carne personal o, mejor dicho, como persona histórica.Por eso podemos llamarle Santa María del Cuerpo (de la Carne de Dios).
2. Un dogma católico: Asunción en cuerpo y alma.
Como he dicho ya, Pío XII definió este “dogma” el 1 del XI de 1950 “por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra…” (Denzinger-Hünermann 3903).
Estrictamente hablando, esto “dogma” no era necesario, pues católicos y ortodoxos lo aceptaban sin necesidad de definiciones ulteriores. Hoy (año 2015) no se habría proclamado, pues los “sentimientos e intereses” de la iglesia van por otro lado.
Pero es bueno que entonces (¡hace sólo 65 año, yo lo recuerdo!) se hubiera proclamado, para evocar así la culminación el misterio personal (cuerpo/carne) de la Madre del Señor, según la experiencia gozosa de muchos cristianos. Este dogma vincula, pues, a María con la Resurrección y Ascensión de Jesús en el cuerpo, y es una protesta en contra de todo espiritualismo descarnado de aquellos que separan la vida de Dios del camino de la historia.
Una tendencia helenista, dominante en la iglesia, había venido afirmando que el alma de los justos sube al cielo tras la muerte, pero que el cuerpo tiene que esperar hasta la resurrección final.
En contra de eso, este dogma afirma que María ha culminado su vida en Dios, por medio de Jesús, en cuerpo y alma, alcanzando de esa forma el cielo pleno. Según eso, el evangelio no es una experiencia de pura intimidad sino de transformación integral, en cuerpo y alma.De esa manera, los católicos afirmamos que la resurrección de Jesús se está expresando ya y cumpliendo en los hombres, como muestra el signo de María.
3. Primera cristiana. Un dogma abierto históricamente.
Conforme a la visión de millones de cristianos, María aparece como la primera salvada completa, pues la vemos en Jesús y por Jesús como primera de los resucitados. En su nivel de plenitud no existe posible separación de cuerpo y alma: ambos unidos forman la carne de María, su historia personal abierta a la resurrección o eternidad de Dios por Cristo.
El texto de la definición no dice cómo murió María (ni siquiera si murió) ni el modo externo de su ascensión-resurrección, de tal manera que se han dado y pueden darse en este campo varias hipótesis. Leer más…
Biblia, Espiritualidad
Cuerpo, La Asunción, María de Nazaret
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