Dom 9.8.15. Es el hijo de José, y su Comunión va más allá del Mar Mediterráneo
Domingo 19 tiempo ordinario. Juan 6, 41-45. Sigue el tema del domingo anterior: Jesús es “pan”, su vida es alimento, es comunión que nosotros compartimos y ofrecemos, unos a los otros, siendo de esa forma Eucaristía.
—Este evangelio de la comunión, según el libro de Juan, empezó en Cafarnaum, donde Jesús se definió a sí mismo como Eucaristía, pan compartido, comunicación de Vida, junto al mar de Galilea, según dice Juan este domingo.
— Pero hoy (7.7.15) nosotros hacemos que la comunión acabe en el Mar Meditarráneo, en cuyas aguas terminan de morir, ahogados y con hambre, varios cientos de seres humanos sin más delito que tener hambre y buscar pan en la Europa llamada Cristiana.
Donde mueren de esa forma los que mueren (viniendo por pan a una tierra que se dice cristiana) no se puede hablar de Eucaristía, pues sin pan compartido en nombre de Jesús no hay cristianismo, como sabe y proclama la Escritura y el Dogma de la Iglesia.
a) Éste es el sentido de la creación, cuando Dios ofrecía a Adán y Eva los frutos del jardín, diciendo así que son los hombres y mujeres los que han de hacerse pan, unos en los otros y para otros, para que no venga la Serpiente, que como pan aparte (no se hace Eucaristía, Gen 2).
b) Ésta es la verdad del Éxodo judío, en el que Dios mismo regalaba maná (pan del camino) para hombres y mujeres, por igual a todos, de manera que ninguno acaparara en contra de los otros, sino todos tenían lo bastante/suficiente para comer, amarse, alimentarse (cf. Ex 16; Núm. 11).
c) Ésta es la verdad del evangelio, leyendo y aplicando a los cristianos (y a los hombres y mujeres), aquello que Jesús dice de sí mismo, porque él es Eucaristía y porque compartimos su vida, para hacernos comunión de vida, para que no acabe nuestra patria en el Mar Mediterráneo, pues todos somos hijos de José, pan de Eucaristía
Texto,
En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían: “No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”
Jesús tomó la palabra y les dijo: “No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.
f) Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo (Juan 6, 41-51).
a)Trasfondo sinóptico: Enseñar, dar de comer
En un determinado momento Jesús quiso que sus discípulos descansaran. Han compartido su tarea han comenzado a enseñar y curar sobre la tierra (cf. Mc 6, 30), están cansados. Jesús les lleva a reposar, pero la gente les ha visto y aún les necesita. Sobre el cansancio de los discípulos (de la iglesia) está el vacío y angustia de los hombres que llaman y que buscan.
La misericordia de Jesús vence al cansancio y así sigue enseñando. Se hace tarde, están en un lugar muy apartado ¿Qué pueden hacer? Los discípulos (¿la iglesia?) quieren que los hombres y mujeres se marchen, cada uno a su camino, conforme a sus propias posibilidades (a pie o en patera de mar, buscando comida). Pero Jesús no les puede enviar así vacíos, y pregunta:
¿Cuántos panes tenéis? ¡Mirad bien! Y mirando respondieron cinco panes y dos peces. Y les mandó sentarse en grupos sobre la hierba verde. . . Y tomando los cinco panes y los dos peces miró hacia el cielo, dijo la bendición y partió los panes y los fue dando a sus discípulos, para que los repartieran a la gente. Y tam¬bién repartió los dos peces para todos. Y comieron todos y se hartaron (Mc 6, 38 42).
Este es el relato, simple y terso, con sus dos elementos centrales (a) Jesús enseña, comparte la palabra. (b) Jesús da de comer, hace que los hombres que le siguen compartan la comida
b) Una novedad mayor hacerse comida
Dando un paso más en esta línea, el evangelio de Juan ha descubierto y desvelado un gran misterio: Jesús no sólo enseña y da de comer, sino que se convierte él mismo en comida. Ésta es su novedad “teológica”, su novedad humana, la verdad más honda de la Eucaristía: compartiendo el pan de Jesús (en recuerdo de su vida y de su muerte), sus discípulos descubren que él mismo en comida, de tal forma que ellos han de hacerse comida unos para los otros.
Yo soy el pan de la vida.
El que venga a mí no tendrá hambre.
El que crea en mí ya no tendrá más sed (Jn 6, 35).
Estas palabras deben entenderse desde el fondo del milagro precedente los discípulos comparten su comida (el pan y vino, los panes y los peces) con todos los hombres de la tierra. Sólo sobre esa base, con el nuevo espíritu de Jesús, con la confianza que ofrece su camino, ellos descubren una forma nueva de existen¬cia, en la que el mismo Cristo es pan de Dios para los hombres, de manera que en él y por él tienen que hacerse pan unos para otros.
c) Un hombre cualquiera ¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?
Los “judíos” critican a Jesús porque dice que es “el pan bajado del cielo”. Le critican porque saben que es “un hombre cualquiera”, como todos ellos: «No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».
Éste es el tema. Los “judíos”, es decir, aquellos que no logran comprender el misterio del pan compartido conocen bien a Jesús y saben que no es un ángel del cielo, ni siquiera es un hombre de alcurnia. Saben de dónde viene: de José y de María… ¿De dónde le han salido las ínfulas que tiene para presentarse como “pan del cielo”. Es un hombre como los demás, como sabe el himno de Flp 2.
Éste es el tema: la salvación de Dios (el pan del cielo) forma parte de nuestra propia historia. Jesús no es pan del cielo por ser un tipo de “monstruo” o prodigio celeste, sino, simplemente, por ser un hombre, un simple ser humano. No hace falta más para ser presencia de Dios, pan del cielo.
(d) El Padre me ha enviado… La atracción de Jesús.
Ha nacido de José y María y, sin embargo, al mismo tiempo, ha venido de Dios, porque el mismo le ha enviado. Es un hombre normal y, sin embargo, Dios mismo se expresa en su vida y en la vida de aquellos que le buscan (atraídos por Dios). Jesús, como hombre, es según eso la revelación y presencia de Dios, el auténtico alimento, de manera que en su vida y en la vida de aquellos que le escuchan viene a revelarse el misterio de la VIDA DE DIOS. De esa forma se vinculan los cuatro rasgos de un único misterio, es decir, de la Eucaristía.
(a) Dios ha enviado a Jesús, de manera que Jesús proviene de Dios, habiendo nacido de unos padres de este mundo. En esa línea podemos añadir que cada hombre o mujer viene de Dios.
(b) Dios mismo atrae a los hombres hacia Jesús, de tal forma que pueden descubrir en él un potencial que les llama, les emociona, les sacia. Dios mismo es el que hace que unos atraigan a otros, que cada uno pueda descubrir en otro la vida de Dios
(c) En el fondo de esta “atracción” de Jesús y de la saciedad que brota de ella se descubre el poder de la resurrección: en la misma unión con Jesús, en la unión de unos con otros, viene a expresarse el poder de la vida que resucita.
d) Todo esto se celebra y despliega en la Eucaristía, es decir, en el sacramento concreto del pan y del vino, que los hombres y mujeres comparten, recordando la vida y la muerte de Jesús. Él está allí, haciéndose presente… allí donde los hombres y mujeres se hacen presenten unos a los otros y en los otros.
(e) Todos serán discípulos de Dios… El que cree tiene vida et eterna.
Jesús cita una palabra bíblica que no aparece literariamente en el Antiguo Testamento, pero que está su raíz: “Serán todos discípulos de Dios”. La historia de las religiones ha sido a veces una disputa de maestros y escuelas, de jerarcas buenos y falsos maestros… Pues bien, Jesús sabe que el único Maestro es Dios, de manera que todos, cada uno de los hombres y mujeres, tienen que recibir la palabra de Dios, como adultos, como mayores de edad.
En este fondo se vinculan el “escuchar a Dios” y el “venir a Jesús”. El texto repite así lo que ha dicho ya en el apartado (en el d). Dios mismos nos permite descubrir su verdad en Jesús y buscarle, confiando en él… Confiar en Jesús (creer), eso es la vida eterna… Se trata de creer en otra persona, de creer en las personas… Quien cree en los demás, creyendo así en Jesús, tiene ya la Vida Eterna.
— Hay una vida “biológica” que pasa y se transmuta, pues todo nace y todo muere…
— Pero hay una “vida humana, una vida personal” que nace de Dios y nos permite creer en unos en otros. Creer en los demás, confiar en ellos, vivir para ellos: eso es la vida eterna.
Ésta es la verdad de la Eucaristía, el encuentro y comunión de unos con otros… Quien creen en los demás, quien comparte con ellos la vida (haciéndose eucaristía) tiene la vida eterna, porque Dios es Comunión de Vida y porque Jesús es la revelación más alta de ese Dios entre nosotros.
Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.
(f). Yo soy el pan de la vida, el que coma de este pan vivirá para siempre.
Sólo Jesús ha logrado decir estas palabras, dándoles un sentido, proclamándolas como palabras verdaderas. Pero, una vez que él las ha dicho, estas palabras se revelan como verdaderas para todos…
1.- La comida externa, cerrada en sí misma, termina en la muerte… incluso la comida del “maná”, entendido por los judíos como pan religioso, pan sagrado: «Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron». Conforme al estilo de Juan (según su teología) esto significa que las religiones, cerradas en sí mismas, como sistemas de sacralidad objetivada llevan a la muerte y permanecen en ella.
2. «Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo». Éste pan que da Jesús es la “vida de Dios, la carne de Dios”: es su misma vida hecha pan, su misma realidad personal, carne y sangre, entendimiento y voluntad, potencia engendradora y donación de vida…, la vida que unos hombres han de compartir con otros.
Por eso hay que afirmar que la eucaristía termina en el Mediterráneo
Esto significa que la vida de un hombre (ser humano: hombre o mujer) es otro ser humano. El único pan que sacia a un ser humano y le da vida (palabra, amor, esperanza) es otro ser humano, sea en forma de padre o de hijo, se hija o de madre, de hermano o hermana, de novio o de novia, de esposo o de esposa, de amigo o de amiga… En sus diversas formas de manifestación y diálogo, un ser humano es “pan” para otro ser humano.
Hay eucaristía (somos Eucaristía) allí donde nos damos unos a los otros, nos acogemos mutuamente y somos (vivimos) dando vida. Por eso, allí donde Europa se cierra a los que vienen con hambre de otros campos y lugares, dejándoles morir en el Mediterráneo, podemos afirmar que allí termina la eucaristía, por más que se celebran misas y misas en ermitas o grandes catedrales.
En el límite material (o simplemente vital) las realidades se agotan y mueren, en un círculo eterno (o al menos indefinido) de generación y corrupción (como sabía Aristóteles, como ha vuelto a definir Lavoisier). Pero en su dimensión humana, cada ser humano que se entrega a otro ser humano como “pan” es principio de vida eterna. Cada ser humano es “pan vivo, bajado del cielo” para otro ser humano; cada hombre o mujer es “Dios” (revelación de Dios, pan de vida eterna) para los otros. Por vivir en este nivel, por entregarse y compartir la vida en este plano, los hombres y mujeres “no mueren”, tienen vida eterna.
(g) Conclusión Eucaristía, los tres panes.
(1) Pan del principio, el pan de la creación. Según la Biblia, en el principio de la creación humana estaba el pan de la gracia que Dios quiso darnos en el paraíso toda la tierra, que viene a presentarse como fruto de vida para Adán y Eva. Pero el pecado de los hombres ha cambiado el sentido del pan, haciendo que de ahora en adelante sea pan de los sudores y de divisiones, de manea que unos no sean pan de vida para los otros (cf. Gén 3, 19;4, 1 l6). Es el pan que Adán consigue con fatiga, trabajando con dolor sobre los campos. El pan que disputan en combate a muerte Caín y Abel, los dos hermanos. De esa forma, lo que era don de Dios se ha convertido en objeto de ansiedad y de batalla dentro de la historia.
(2) El pan del camino. Pero la historia siguió abierta y los hebreos, buscadores de la libertad, descubren nuevamente el pan (maná) de gracia mientras tienden a la tierra de sus esperanzas (cf. Ex y Núm). Ciertamente, ellos consiguen conquistar un tipo de tierra en este mundo, pero no logran compartir el pan. Pierden el maná y no logran vivir en comunión de trabajo y esperanza dentro de la historia. Por eso Jesucristo, en su oración mesiánica, nos dice que digamos: «el pan nuestro de cada día dánosle hoy». Este sigue siendo el pan nuestro, pan de todos, producto del trabajo de los hombres, que deben compartirlo sobre el mundo. Pero, al mismo tiempo, es pan de Dios; por eso lo pedimos mientras vamos buscando en esta tierra.
(3) El pan de la vida eterna. En ese fondo puede ya entenderse mejor nuestro pasaje. Jesús, mientras predica y cura, abre a los hombres un camino de existencia compartida que se expresa en la comunicación del pan, que culmina en la comunicación de vida. Así se vinculan los dos planos, y se abren a un tercero:
(a) Ciertamente, Jesús quiere que los discípulos y todos los hombres de la tierra puedan compartir la palabra y la oración, la vivencia del misterio.
(b) Pero esa palabra y oración compartida pierde su sentido si los hombres no comparten el pan de su fatiga, su esperanza y su cansancio mientras van en el camino.
(c) Pero ese pan “material” (que debe ser en la misma cantidad, como decían los textos del Éxodo) debe culminar en el pan del encuentro personal, en la entrega de vida. Por eso, el mismo Jesús, que es la Palabra de Dios, viene a presentarse como el Pan de vida para hombres y mujeres, para que ellos se “den y se coman en amor unos a otros. Así se revela la vida eterna.
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