Oliver Sacks revela su homosexualidad en su libro de memorias
En su sincera autobiografía, ‘On the Move, a life’, confiesa que su madre nunca aceptó su orientación sexual.
Durante 35 años se mantuvo célibe y ya septuagenario se enamoró del escritor Billy Hayes.
Raúl Jimenez
El neurólogo Oliver Sacks (Londres, 1933) ha publicado recientemente un libro de memorias titulado “On the Move, a life” para despedirse del público, ya que a sus 81 años, los médicos no son optimistas respecto a su cáncer de hígado. El autor de Despertares comentó que quería “estrechar mis amistades, despedirme de las personas a las que quiero, escribir más y viajar si tengo fuerza suficiente…”.
Estos fueron los deseos de Sacks cuando el pronóstico de su enfermedad se reducía a pocas semanas de vida. En la portada del libro aparece Sacks, con cazadora de cuero sobre su moto BMW a lo Marlon Brando en “Salvaje”. Quizá es una portada bien calculada a juzgar por las confesiones que el insigne neurólogo hace en su autobiografía. Por primera vez habla sin censura sobre su homosexualidad y sobre la aversión de su madre, que lo consideraba “una abominación”.
Sacks cuenta cómo perdió la virginidad en los años 50 en Amsterdam y sus años de culto al cuerpo en San Francisco y Los Ángeles. En Venice Beach le llamaban Mr. Sentadilllas por su afición a hacer ejercicios con pesas de más de 270 kilos en sus hombros. Fueron tiempos de autodestrucción, de anfetaminas, de LSD, de velocidad, de culturismo, de encuentros sexuales descontrolados y de vivir muy deprisa, quizá para no pensar demasiado en los demonios que lo perseguían.
El hecho de no ser aceptado por su madre en cuanto a su opción sexual, pudo ser el mayor desconsuelo de Sacks durante toda su vida. Contó su amigo, el escritor Lawrence Weschler, en la revista “Vanity Fair”, quizá el episodio más duro de Sacks con su familia: “Tenía 21 años y estaba en la universidad. Había regresado a casa y acompañé a mi padre en coche. Él me preguntó qué tal me iban las y cosas y si tenía alguna novia. ‘No’. ‘¿Por qué no sales con chicas?’. ‘No sé, quizás porque no me gustan’. El silencio lo invadió todo. ‘¿Eso significa que te gustan los chicos’. ‘Sí, soy homosexual’.
“Le pedí que no se lo dijera a mi madre bajo ninguna circunstancia, que le rompería el corazón, que no lo iba a entender… A la mañana siguiente, ella bajó las escaleras llorando, me gritaba y me hacía terribles acusaciones… Esto duró una hora. Después se calló y se mantuvo en silencio durante los tres días siguientes. Después de aquello, volvió a la normalidad. Nunca habló de este episodio a lo largo de su vida”.
Un día Sacks se miró al espejo después de tanta autodestrucción y se dijo a sí mismo que era el momento de cambiar o no tardaría en llegar la pálida dama. Fue entonces cuando decidió parar y permaneció 35 años sin mantener relaciones sexuales sin que este hecho haya sido explicado razonablemente. En ese momento emergió su mayor inquietud que no era otra que investigar todo lo referente al cerebro.
Con sus ideas comenzó a revolucionar el hasta entonces demasiado estricto mundo de la neurología. Pensaba que el diagnóstico era sólo el principio de su aventura con los pacientes porque la medicina, según Sacks, debía centrarse en el paciente y no en la enfermedad.
Sus libros empezaron a venderse como rosquillas, quizá porque fue capaz de escribir de una manera científica pero siempre dirigiéndose a un público neófito en la materia, de manera que todos entendían sus ideas y compartían su manera de enfocar el enrevesado mundo del cerebro.
A los 75 años se enamoró de Billy Hayes, con el que sigue compartiendo su vida, y también le diagnosticaron lo que sería el inicio de su actual enfermedad. Según sus propias palabras: “He sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura“.
A modo de epitafio, puede ser una magnífica despedida para el hombre que revolucionó la literatura clínica.
Fuente Cáscara Amarga
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