Dom 2.7.15. El pan es pan, y la economía, más que economía
18º dom. tiempo ordinario, Juan 6,24-35. El evangelio del domingo pasado contaba la historia de las multiplicaciones y decía que, al ver que les daba de comer, muchos quisieron coronarle rey; pero Jesús se escapó al monte, porque no quería ser rey de esa manera (no quería limitarse a dar simplemente de comer).
Y de esa manera, tras esconderse en el monte, marchó a Cafarnaúm, su pueblo. Pero la gente que había querido hacerle rey para comer de balde (¡a costa de los otros!) no dejó de insistir, y así llegó tras él a Cafarnaúm, exigiéndole lo mismo:
¡Quieren hacerle rey para quedarse así, en el nivel de la economía, como cebones satisfechos. Pero él se resiste: ¡No quiere ser rey dando de comer! Quiere hacer algo mucho más importante: ¡Enseñarles a ser pan, es decir, personas!
Esa respuesta de Jesús que se niega a darles de comer de esa manera no es un gesto de evasión, sino todo lo contrario: ¡Es un ascenso de nivel!
Jesús sabe que la cuestión del (de la comida y de los euros) no se arregla en un nivel puramente material, sino en uno más alto, en un nivel más alto, siendo de verdad personas.
Texto: Juan 6,24-35 (resumido)
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí… fueron a buscarle a Cafarnaún y le preguntaron: Maestro ¿cuándo has venido aquí?”
Jesús contestó: Os lo aseguro, me buscáis porque habéis comido pan hasta saciaros. No trabajéis por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna…
Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de este pan.
‒ Jesús les contestó: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.“
Confundieron a Jesús con la comida. Pero él no era pan de esa manera
Muchos le buscaban simplemente porque daba de comer, y, ciertamente, eso lo hacía siempre que podía, siempre que encontraba a personas con hambre y tenía algún pan a su alcance. Pero él sabía que el hombre no vive sólo de pan, sino (y sobre todo) de palabra. Pero vino a dar palabra antes que pan (porque el pan vendrá por añadidura, si tenemos de verdad palabra, y dialogamos y sabemos compartir unos con los otros).
En un determinado momento, al hombre hay que darle de comer (y, sobre todo, no hay que robarle, quitándole lo suyo e impidiéndole que coma). Pero, al mismo tiempo, sabiendo que hay darle de comer (¡y dándole de hecho, si es que tiene hambre!) hay que ofrecerle palabra, es decir, libertad y autonomía creadora, para que pueda así buscar el pan y aprenda a compartirlo (en un mundo donde mi libertad no consiste en tener yo todo lo que pueda a costa de los otros).
El tema es ¿quién y cómo puede alimentar de esa manera? Según el evangelio, la verdadera alimentación se logra sólo a través de la palabra y la justicia, allí donde los hombres y mujeres se hacen pan (como Jesús), dándose a sí mismos y viviendo de tal forma que los demás puedan acceder a la palabra y compartir también la comida.
El pan no es dinero, el pan soy yo
Desde ese fondo se entiende la conversación que sigue… Jesús les ha dicho que tiene una comida que dura para siempre:
– Ello le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan.
– Jesús les contestó: Yo soy el pan vivo (=de vida). El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed (Jn 6, 35).
El pan no es una cosa, el pan soy yo, y eres tú, y somos nosotros. Lo que pasa es que no queremos darnos y ser pan para los otros. El problema es que no hemos descubierto la belleza y gozo del compartir, la riqueza de ser para los otros.
Sólo un hombre o mujer puede saciar de verdad a otro humano, como sabe todo enamorado, como sabe todo hombre religioso. La vida humana es “vida compartida”, de manea que cada uno se hacer cuerpo del otro y así pueden vivir los dos en compañía (cf. Gn 2: Eres carne de mi carne…).
La misma existenciase vuelve de esa forma amor, de manera que cada uno ofrezca a los demás no sólo un pan externo (un dinero objetivo), sino que les dé su propia vida, para que se alimenten de ella, de lo que dice, de lo que es y de lo que tiene.
Subir de nivel. Un problema nunca se soluciona en su mismo plano
El pan cerrado en sí mismo es un problema material, y no se puede resolver en modo alguno en ese plano, discutiendo sobre bienes y dineros, como se está haciendo ahora. Ciertamente, en un sentido es bueno que la gente discuta también ese, en un nivel de economía pura, para que haya más seriedad “objetiva”. Pero si quedamos a ese plano nivel seguiremos discutiendo eternamente, y los más fuertes (los más “listos”, los más egoístas, los de menos de escrúpulos) se seguirán aprovechando de los débiles, y seguirá habiendo injusticia, nuevas formas de hambre.
La única solución está en subir de nivel, descubriendo que el hombre no vive básicamente de pan material (Mt 4, 4), pues de eso vive un “cerdo” o un esclavo, sino de la palabra compartida, de la solidaridad y del amor generoso, en libertad.
Eso es lo que Jesús descubre y dice. Es bueno y necesario dar de comer al hambriento (¡tuve hambre y me disteis de comer: Mt 25, 31- 46).Pero sólo podré dar de comer de verdad a los demás cuando sepa que la comida es más que comida, cuando descubra que hay nivel más hondo de hermosura y gozo, de posesión y generosidad que me permite vivir en alegría y dar (compartir) lo que soy y tengo con los otros.
No se trata de dar menos, sino más
No se trata de decir “hay otros bienes más altos” y así quedarnos con los bienes materiales, con el pan, sin compartirlo. Es todo lo contrario:
Cuando descubro que hay un bien más alto, cuando de verdad lo encuentro y lo disfruto, puedo y debo darlo todo, compartir lo que soy y lo que tengo con los otros, para que ellos sean, de una forma generosa.
No se trata pues de dar menos, sino más. No se trata sólo de dar pan, sino de darme a mí mismo, pero sabiendo siempre que no puedo dar el pan más alto que soy y tengo si no doy y comparto el pan material, los bienes de la tierra.
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