“La cruz de Luis Espinal”, por Jesús Bastante
De su blog El Barón Rampante:
Espinal fue asesinado por la extrema derecha tres días antes que Romero
Reconozco que cuando, anoche, contemplé en directo el intercambio de regalos entre Evo Morales y el Papa Francisco, sentí cierta sorpresa: ¡el presidente regalaba al Papa un crucifijo de madera hecho con una cruz y un martillo! Una provocación, ingeniosa e innecesaria, pensé. También intuí que esa imagen daría la vuelta al mundo, y provocaría múltiples reacciones, casi ninguna positiva. No me equivocaba.
Horas después, vino la explicación, que no es baladí. Dicha cruz es una réplica de la que utilizaba, en su despacho, el jesuita Luis Espinal, a quien Francisco rindió un merecido homenaje junto al lugar en el que fue encontrado su cuerpo el 21 de marzo de 1980. Tres días antes del asesinato de monseñor Romero. Los dos, víctimas de la violencia de la extrema derecha, acusados de comunistas. Romero ya es beato, y pocos dudan que, después del homenaje que le rindió ayer el Papa, Luis Espinal lo será en breve.
A muchos les ha indignado que Evo Morales presentara al Papa una cruz con los signos de una ideología totalitaria que ha causado millones de muertos en todo el mundo y que ha perseguido con saña a los cristianos durante décadas. Nada dicen, probablemente porque no lo sabían, que esa cruz fue ideada por un mártir de la fe, el jesuita Espinal. Tampoco dicen nada de la utilización, en nombre de la falsa religión, de la cruz para la conquista, la masacre y la imposición de ideologías totalitarias. No es momento de colocar una balanza, tal vez porque, por fortuna, Cristo se impone a cualquier medida.
Hay que sacar la cruz del juego político, de la ideología que sea. Lo dice el Papa Francisco: el Cristianismo no es una ideología, es una forma de vida, es un modo de construir una sociedad más justa y solidaria. Los que se quejan de la utilización de la cruz por Evo Morales bien habrían de mirar la propia utilización, maniquea sin duda, que hacemos en ocasiones de la Cruz como signo de división, y no de encuentro. De muerte, y no de vida.
Hay que añadir, por cierto, que la actitud de Francisco fue modélica: aceptar el regalo pero no hacer ostentación del mismo. Con todo, me surgen muchas dudas acerca de la mezcla de símbolos, que por otro lado no deberían ser contradictorios. Pero vivimos en una sociedad simbólica, para bien o para mal.
Cristo no fue comunista ni responsable de las atrocidades de ese régimen en tiempos Stalin, por ejemplo. Pero tampoco de los cometidos por otros en su nombre, que se dedicaron a llevarlo bajo palio o a encerrarlo en jaulas de oro y diamante. O a construir mausoleos presididos por ella bajo los huesos de muchos muertos. Con todo, la cruz que más impacta, en este viaje, y ante la que Francisco se inclinó a rezar, fue aquella que recuerda la muerte del jesuita Luis Espinal, torturado y asesinado por proclamar al que estuvo colgado en el madero.
Porque, no lo olvidemos, el madero quedó vacío. La victoria es la tumba abierta, la Resurrección, no la Muerte. La cruz, por mucho que se empeñen los más radicales de un signo un otro, no es el signo fundamental del ser Cristiano. Es Jesús, su vida -también su Pasión y su Muerte- y, sobre todo, su modo de vencer la Muerte. Y el llamado a construir el Reino aquí, y ahora. El Cristo de las Bienaventuranzas, por el que lamentablemente murieron, a lo largo de los siglos, millones de cristianos: desde los mártires del Coliseo a los de la “persecución religiosa” de la España de los años 30 o las víctimas del Estado Islámico; desde Romero a Ellacuría, Angelelli o -sí, también- el “rojo” de Luis Espinal.
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