Dom 5.7.15 ¿No es éste el artesano? Jesús, un trabajador
Dom 14 tiempo ordinario, ciclo B, Marcos 6,1-6. Jesús fue un judío piadoso, atento a la palabra de Dios, pero su piedad resulta inseparable de su estado social.
Parece que sus antepasados vinieron de Belén de Judá a Nazaret de Galilea, tras la conquista de Alejandro Janeo (104 a.C.), recibiendo unas tierras, pero debieron perderlas, convirtiéndose en artesanos.
En esa línea, Marcos 6,3 le define como el artesano (ho tekton) es decir, como alguien que debía vender su trabajo, según oferta y demanda, en un mundo sin piedad, que ya no estaba ya marcado por la “providencia” del “lcielo” (lluvia) y el esfuerzo de los hombres, sino por el mercado laboral.
Antes de (y para) ser el Cristo, Jesús ha sido un artesano/obrero, sometido al trabajo de otros. Sin duda, él tenía un conocimiento básico de la Escritura y, como nazoreo, asumía la tradición socio-religiosa del judaísmo, pero se hallaba a merced de las duras ofertas laborales del entorno, con indicaré en esta postal (situándole dentro del organigrama de trabajos de su tiempo).
El texto que sigue está tomado básicamente de Historia de Jesús, VD, Estella 2013 (y en parte de Comentario de Marcos, VD, Estella 2012). Buen domingo a todos.
Texto. Marcos 6,1-6
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el artesano, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?…
Marginado activo y pasivo.
Los años de Jesús en Galilea corresponden básicamente al reinado de Antipas en Galilea (4 aC–39 dC) y estuvieron marcados por una profunda crisis económica, de forma que muchas tierras pasaron a manos de unos pocos y gran parte de los galileos engrosaron el proletariado (y clientelismo) urbano de las nuevas capitales (Séforis, Tiberíades), o siguieron en el campo en situación de dependencia (de renteros o artesanos eventuales).
Jesús ha sido campesino sin tierra; no formaba parte de una estirpe sacerdotal probablemente acomodada, como la de Juan Bautista (cf. Lc 1) o F. Josefo (según su Autobiografía), sino que era pobre efectivo, un marginal, un marginado . No se enfrentó a los poderes dominantes desde arriba, ni pidió limosna, ni se limitó a mejorar con pequeños retoques lo que había, desde el interior del sistema, pero inició una mutación social (por revelación de Dios), precisamente desde aquellos que, como él, carecían de poder y tierra, desde la escuela de pobreza y trabajo alienado de millones de personas, que dependían de aquello que otros quieran ofrecerles.
‒- Era marginado pasivo, pues los cambios de los últimos decenios, en un mundo controlado por escribas, sacerdotes oficiales y nuevos aristócratas dirigidos por H. Antipas (en pacto con Roma), le habían arrojado al margen de la sociedad, sin más medios que su trabajo eventual de artesano. Fue víctima de la nueva globalización comercial romana, y no podía cumplir la Ley como aquellos que tenían tiempo para ello (muchos fariseos).
‒ Era marginado activo. La misma situación que le había vinculado con otros expulsados, le permitió entender (en otra línea) la Escritura de Dios y la tarea de su pueblo. Era un expulsado de la vida, pero no resentido (no propugnó la violencia reactiva en contra de los ricos), sino un hombre con un inmenso potencial de creatividad. Desde ese fondo se entiende su respuesta a los retos de la realidad israelita, tal como se expresa en su contacto y Juan Bautista y luego con su mensaje de Reino en Galilea .
2. Marginado dependiente.
No fue un carpinteros rico y acreditado, con trabajo seguro y tiempo libre para argumentar sobre temas de Ley, sino un artesano-dependiente, sin acceso a tierra propia, ni pensador de tiempo libre, dispuesto a mejorar en lo posible lo que existe, sino un profeta en tiempo de opresión, teniendo que buscar y descubrir a Dios desde unas circunstancias sociales marcadas por la comercialización herodiana (romana) de los campos, que empezaban a depender de las ciudades y los nuevos ricos. Todo nos permite pensar que su mismo trabajo marcó su experiencia humana y religiosa:
‒ El trabajo en casa y campo propio arraiga al hombre (familia) en una tierra que puede entenderse como don trasmitido por generaciones (de padres a hijos). El antiguo Dios israelita tendía a revelarse así a través de la propiedad sagrada y la continuidad del grupo, sancionando unos valores de justicia y solidaridad que duran por generaciones, expresándose en la heencia de los propietarios. Pues bien, ese Dios antiguo ya no respondía a las necesidades de los obreros sin tierra, entre los que hallamos a Jesús.
‒ Campesinos y artesanos galileos se parecían a los hebreos en Egipto. Muchos estaban perdiendo su herencia, y no podían creer en el Dios de los «buenos» propietarios. No tenían patrimonio (en línea patriarcal), ni herencia para dejarla a los hijos, de manera que. Eran itinerantes obligados a “pedir” trabajo en aldeas y pueblos, sin estructuras familiares fijas, ni casas vinculadas a la tierra. Ciertamente, algunos pudieron enriquecerse, pero les faltaba la tierra/heredad que se transmite y mantiene en familia, por generaciones. La mayoría eran pobres. Para ellos proclamó Jesús ante todo el Reino .
((Jesús debió trabajar como artesano desde los 12 años. Así, cuando más tarde recorra Galilea como itinerante del Reino, volverá a los pueblos que había conocido de artesano, con otros oprimidos de Israel, en albergues y caminos. Sobre la situación de Galilea, cf. R. Aguirre, Los estudios actuales sobre Galilea y la exégesis de los evangelios en: A. Borrell (ed.), La Bíblia i el Mediterrani, Associació Bíblica, Barcelona 1997, 249-262; E. M. Meyers (ed.), Galilee through the centuries. Confluence of cultures (Duke Judaic Studies), Eisenbrauns, Winona Lake IN 1999; K. H. Ostmeyer, Armenhaus und Räuberhöhle?: Galiläa zur Zeit Jesu, 147-170; J. L. Reed, Population Numbers, Urbanization, and Economics: Galilean Archaeology and the Historical Jesus, ZNT 96 (2005), 203- 219; El Jesús de Galilea. Aportaciones desde la arqueología, Sígueme, Salamanca 2006; J. D. Crossan y J. L. Reed, Jesús desenterrado, Crítica, Barcelona 2003; S. Freyne, Jesús, un galileo judío, Verbo Divino, Estella 2007)).
Los rasgos anteriores trazan una fuerte disonancia. (1) Como israelita (nazoreo), Jesús era portador de una promesa de posesión o heredad. (2) Pero formaba parte de aquellos que habían perdido la tierra, expulsados de la promesa de Dios, a quienes él quiso anunciar el Reino. Esta experiencia plantea un problema, y para precisarlo debo analizar la división de clases que había por entonces en Galilea (Palestina) .
1. Clase gobernante, funcionarios.
En la cúpula se hallaban los altos oficiales romanos (Procurador…) y los reyes vasallos herodianos (Antipas o Filipo) bajo Roma (unas pocas decenas de personas). Tenían muchas tierras y recibían grandes impuestos, para disfrute personal y para financiar edificaciones y empresas militares y sociales. Se apoyaban en una subclase militar, sacerdotal e intelectual (un 5% de la población):
Jesús no luchó directamente contra los gobernantes y soldados de Roma, pero su visión de Dios y de su Reino se oponía a la estructura sagrada del imperio, y al orden superior de los sacerdotes, que decidieron su muerte, unidos a Roma. Por otra parte, el proyecto de Jesús se oponía a la clase intelectual de los escribas oficiales, que tenían una visión distinta de la Ley (Escritura) y de su incidencia en la vida del pueblo.
‒ Subclase militar. No había entre los judíos una clase militar estricta, pues el gran ejército estaba en manos de Roma y de su gobernador (Poncio Pilato), de manera que en conjunto ellos se hallaban bajo el mando de una milicia exterior (que se juzgaba sagrada), aunque Antipas, rey vasallo de Galilea-Perea, mantenía un pequeño ejército, que podía considerarse israelita, aunque integrado en la milicia romana. Ciertamente, en tiempo de Jesús no existía un ejército celota (anti-romano) estricto, que sólo surgirá en los años anteriores a la guerra (67-73 dC), pero había un conflicto militar latente, pues muchos judíos veían el ejército de Roma como signo demoníaco. Jesús no reclutará soldados, ni planeará un levantamiento militar, pero morirá condenado por el comandante del ejército romano (Poncio Pilato).
‒ Subclase sacerdotal. Roma ejercía un control militar de tinte religioso indirecto (reconocía a todos los dioses, a condición de que estuvieran sometidos a la “diosa” Roma), pero, a fin de asegurar su dominio, pactó con la clase levítica judía, presidida por un Sumo Sacerdote, con gran autoridad, con templo propio e instituciones vinculadas a un Dios tradicional, reconocido por Roma. El judaísmo formaba una comunidad de templo y sus sacerdotes, en pacto con Roma, eran servidores imperiales; por eso, y por su propia tradición, poseían mucha autonomía y tenían además un pequeño ejército (guardia para-militar del templo) y controlaban una parte considerable de la economía de Jerusalén.
‒ Subclase intelectual. En tiempo de Jesús estaba surgiendo una élite pensante muy significativa, formada por escribas (especialmente fariseos), que interpretaban y recreaban la Escritura y tradiciones, adaptadas a las necesidades de la población. Ellos estaban vinculados con los sacerdotes, pero, al mismo tiempo, disfrutaba de gran autoridad, aunque no tanta como la que lograrán después, en el judaísmo rabínico, a partir del II dC. Pues bien, al lado de esa “élite pensante oficial” había en el conjunto de Israel un intenso movimiento “intelectual” (lo que he llamado un thinking tank), en línea más profética y mesiánica. En esa línea se sitúa el movimiento de Jesús, que no puede entenderse como creador de una nueva clase intelectual, sino como superador de todas las clases elitistas.
2. Clase mercantil.
Según el ideario de la Biblia, al comienzo de Israel no había una clase superior, que controlara los excedentes agrícolas y organizara los intercambios monetarios, pues apenas había excedentes, dentro de una economía de subsistencia. Pero en los años de infancia de Jesús, con la política social de los herodianos, quebró la economía familiar de subsistencia, vinculada al trabajo directo de la tierra, y en su lugar se impuso una casta de comerciantes, unidos a los reyes, militares y comerciantes de las ciudades, en el contexto del Imperio Romano.
Las relaciones entre campesinos dejaron de ser directas y surgió una clase especial de burócratas mercantiles, con los grandes propietarios de la tierra (¡bajo el Dios Mamón!), que controlaban y dirigían no sólo los excedentes agrícolas, sino gran parte de los productos de la tierra, de forma que muchos agricultores libres se hicieron renteros, artesanos dependientes o mendigos.
Ciertamente, Jesús no fue purista, ni condenó en bloque el comercio, ni rechazó a los publicanos (recaudadores), pero quiso que la acción económica y el dinero estuvieran al servicio de los pobres, de forma que sólo Dios fuera divino. En esa línea, su proyecto implicaba una transformación socio-religioso, con lo que ello implica de interpretación de la ley, en clave profética. No fue reformador, como algunos fariseos, empeñados en mejorar las relaciones económicas, sino profeta radical, en la línea de la tradición israelita, pues un dinero que no sirve a los hombres se vuelve Mamona, el dinero absolutizado, idolatría concreta que destruye al hombre.
En principio (como mediadores de productos), los comerciantes dependían de los campesinos. Pero de tal forma utilizaron el valor de esos productos que acabaron dominando a los campesinos y fundaron una economía comercial, centrada en el dinero. Frente a los agricultores, que producen e intercambian de un modo directo, ellos asumieron el control del dinero.
3. Clase campesina y subclase artesanal.
Israel debía ser un pueblo sin clases, federación de agricultores y pastores (pescadores), que compartían bienes y trabajos, una sociedad igualitaria y libre (ni mercantil, ni imperial) de familias y clanes (cf. Lev 25: ley del jubileo). Pues bien, en los años anteriores a Jesús muchos propietarios (especialmente en Galilea) fueron incapaces de mantener su autonomía y cayeron al servicio de una estructura político/comercial, centrada en las ciudades (bajo Roma).
Al principio no habían existidos reyes, sacerdotes o soldados profesionales (jerarquía social, sacral y militar), ni comerciantes que controlaran los excedentes alimenticios al servicio de una clase superior no-productiva (como entre los cananeos y fenicios), sino comunión (federación) de agricultores-pastores autónomos, capaces de organizarse y defenderse, intercambiando bienes y servicios (sin una clase liberada para funciones “superiores”). Pero las cosas cambiaron y surgió el sacerdocio con el poder sacral y la monarquía con el poder político-militar.
Pues bien, Jesús nació y vivió en un momento clave de esa transformación, marcada por la caída de los agricultores libres y el surgimiento de un subproletariado campesino, bajo reyes, ciudades y comerciantes, integrados en la estructura imperial de Roma. Las tierras pasaron a manos de una clase mercantil (vinculada a gobernantes, grandes propietarios y/o sacerdotes), y los campesinos perdieron su autonomía, viniendo a depender de ciudades y/o comerciantes, que controlaban, dirigían y consumían la producción. ç
Los campesinos trabajaban y producían al servicio de una estructura social clasista; no vivían, por tanto, en igualdad y comunión (económica, social y/o religiosa), sino en dependencia de otros. Habían sido libres y autónomos (autosuficientes), al menos en sentido imaginario, pero luego engrosaron la gran lista de los sometidos o dependientes. Sin duda, algunos seguían trabajando su campo, pero no para sí mismos, sino bajo dependencia de otros, bajo el poder de los estamentos superiores.
En ese fondo se entiende la sub-clase de los artesanos, campesinos que habían perdido sus tierras y debían vender su trabajo (y venderse) al servicio de reyes, ciudades o templos y comerciantes o propietarios ricos. Siempre hubo artesanos (carpinteros, herreros, alfareros, albañiles, poceros…), pero en otro tiempo eran, en general, hombres libres que, además de trabajar su tierra, realizaban otras funciones. Ahora, en cambio, perdida su heredad (por confiscación, migraciones o super-población), los campesinos sin campo se hicieron renteros, braceros dependientes, artesanos sometidos .
‒ Había artesanos asentados, clientes del sistema político, económico y/o religioso del que dependían y al que sostenían, al servicio de gobernantes, ciudades o templos. Entre ellos estaban los obreros de las construcciones reales de Palestina (Cesarea y Sebaste, Séforis y Tiberíades) o del templo, donde se dice quetrabajaban más de 15.000 artesanos y peones al servicio del sistema religioso, de manera que gran parte de los habitantes de Jerusalén eran obreros del templo, que, como es normal, se opondrán a Jesús cuando anuncie el fin de esta “fábrica” sagrada (=cueva de bandidos: Mc 11, 17).
‒ Había artesanos itinerantes, eventuales, al servicio de ricos agricultores ricos o propietarios con ciertos medios económicos. Entre éstos parece hallarse Jesús, que no ha sido (que sepamos) obrero de la construcción del templo, ni de las cortes y ciudades de los reyes galileos (¡algunos dicen que trabajó en la construcción en Séforis…!), sino que dependía de un mercado de trabajo más inestable. Aunque dominados por comerciantes y ciudades, los campesinos propietarios seguían disponiendo de una tierra que era símbolo de seguridad y bendición de Dios. En contra de eso, los artesanos (campesinos sin tierra) dependían del trabajo ajeno (de los ricos). En nombre de ellos habló Jesús.
4. Clases inferiores.
En el último escalón se debatían, sufrían y buscaban, grupos y gentes que no eran ni siquiera pobres (penes, penetes: trabajadores de pocos recursos), sino pordioseros o mendigos (ptojoi) sin propiedad, sin recursos, sin libertad ni trabajo. En nombre de ellos hablara Jesús, el artesano amigo (representante) de los más pobres.
Jesús no parece haber formado parte de estas clases inferiores, pero se sintió cerca de ellas, y en su nombre habló, prometiéndoles la liberación del Reino. En ese fondo se sitúa su experiencia y su mensaje de Jesús. No había aprendido su doctrina en un entorno elitista (como F. Josefo), ni en escuelas oficiales (al servicio de la gran tradición), sino que fue campesino, vinculado a las tradiciones nazoreas (davídicas), rabino rural entre los pobres, como recuerda Mc 6, 3 al llamarle tekton , hombre cercano a los últimos del mundo:
‒ Esclavos. La economía romana era esclavista y se fundada en la existencia de hombres-objeto, sin derechos personales. Pero en el contexto rural de Galilea, en tiempos de Jesús, había pocos esclavos, o tenían menos importancia. Lógicamente, Jesús no pudo iniciar una rebelión de esclavos (como Espartaco en Italia: 71 aC), sino que promovió un movimiento de Reino, con campesinos, artesanos y mendigos, un proyecto de sanación e igualdad universal (cf. Gal 3, 28).
‒ Impuros, degradados. Han existido en muchos lugares (intocables, parias…). No parece que ellos formaran una clase especial en Galilea (como en la India), pero aparecen con mucha frecuencia en la historia de Jesús: Enfermos impuros, leprosos y en especial posesos o endemoniados. En ese contexto podemos hablar también de expulsados sociales (publicanos) o socio-religiosos (prostitutas), cuya presencia es importante en el evangelio.
‒ Prescindibles. Se dice que no aportan nada, ni importan a nadie, de manera que todo seguiría igual si murieran. Son los pobres, al margen de la sociedad, sin posibilidad de que se escuche su palabra (prostitutas envejecidas, enfermos abandonados, locos, leprosos…). En principio, dependen de otros, como pobres radicales (ptojoi), que no pueden ni siquiera trabajar, pues no hay trabajo o son incapaces de realizarlo, viviendo de mendicidad. Su número varía, y pueden multiplicarse en momentos de crisis. Entre esos que no cuentan, pues carecen de influjo político o laboral, ha iniciado Jesús su movimiento.
5. Conclusión: Campesino sin campo, obrero de Dios
Había gran disonancia entre el ideal (imaginario) la realidad. Conforme al ideal, formulado tras el Exilio (576-539 aC; cf. Lev 25), la tierra debía repartirse entre todos cada 49/50 años. Pero de hecho gran parte de ella (y la riqueza) quedó en manos de una casta gobernante, al servicio de las clases ricas, bajo el dominio de la nueva política imperial sometida a Mamón, el gran (Mt 6, 24) .
Jesús no fue artesano parcial, por vocación, ni experto, por opción, capaz de enriquecerse a través de su destreza (al servicio de la administración política o religiosa), sino simple artesano, como la mayoría de los nuevos pobres, trabajador eventual, en tiempos de crisis y ruptura de los tejidos sociales, y así pudo entender a Juan Bautista, su maestro, que anunciaba la destrucción del orden político-social injusto. Pues bien, avanzando sobre Juan, él se hizo mensajero del Reino. No lo anunció en las ciudades helenistas del entorno (Tiro, Scitópolis, Damasco, Gerasa) o en las capitales judías (Séforis, Tiberíades), pues la estructura de esas capitales (con división jerárquica y dominio de clase) le parecía contraria al mensaje del Dios israelita :
No empezó por las capitales, marcadas por la injusticia y división social. Posiblemente pensaba que en ellas no podía iniciarse un cambio humano, pues eran responsables de la opresión de los campesinos-artesanos. Fue profeta campesino, desde el campo de Galilea, donde proclamó el Reino de Dios a los pobres, subiendo a Jerusalén (que era signo de las promesas de Dios) para culminar su obra y volver quizá de nuevo a Galilea (cf. Mc 14, 28; 16, 7) .
Nos hubiera gustado conocer sus amistadas de adolescencia y sus relaciones posteriores, cuando los hombres de Israel solían casarse (¡antes de los treinta años!), pero los evangelios no han dicho nada sobre el tema, de manera que debemos guardar un silencio respetuoso, limitándonos a decir que estaba arraigado en las tradiciones campesinas y laborales de Galilea, asumiendo un camino profético y mesiánico. A diferencia de una tradición cristiana posterior que ha tendido a espiritualizar su mensaje y figura, los primeros cristianos siguieron enraizando a Jesús en su contexto social y laboral: No quisieron fundar un Reino interior, de almas excelsas, separadas, sino transformar y culminar la historia de Israel, desde el Reino que viene.
No fue un artesano influyente, en la línea de Jeroboam, «joven decidido a quien Salomón puso al mando de los obreros de la construcción» (cf. 1 Rey 11, 28), que pudo iniciar un levantamiento y fundar un nuevo reino (cf. 1 Rey 12). Tampoco fue un jefe de sindicatos obreros, para liderar una revolución social, con toma de poder, como muchos a lo largo del siglo XIX y XX, con la creación de un partido político triunfante, sino un portavoz de los más pobres, sin más posesión que su trabajo (o su falta de trabajo), no para tomar el poder, sino cambiarlo (superarlo). Así se distingue de gran parte del movimiento cristiano posterior, que será básicamente urbano, de manera que los no cristianos se llamaran paganos (de «pago», campo), habitantes de aldeas, que no han aceptado el nuevo orden social cristiano.
Muchos preguntan: ¿Qué hizo Jesús en treinta años de vida oscura y oculta (cf. Lc 3, 23), antes de anunciar su mensaje? Aprendió a ser “hombre”, escuchando a Dios a través de la voz de los demás (cf. Heb 5, 8). Durante treinta años, antes de iniciar su propia obra, él trabajó con los pobres de su pueblo, aprendiendo en la fuerte escuela de la vida, para escuchar por ella la voz de Dios, vinculándose (dialogando) quizá con otros grupos (¿esenios, proto-fariseos?). Sólo después inicio en las zonas rurales un movimiento social y religioso que pudo extenderse después a todos los estratos de la población, empezando por la periferia de las ciudades del imperio romano. Él no se había opuesto a las ciudades por atavismo rural, sino por protesta contra su imposición.
Sin esos treinta años de aprendizaje en la escuela de la vida, en contacto con las tradiciones de Israel y las necesidades de los hombres, en solidaridad laboral y cercanía humana, Jesús no podría haber sido mensajero del Reino. No empezó trabajando para después ser otra cosa (como si el trabajo hubiera sido un tiempo de paréntesis o prueba), sino que lo hizo por exigencia social y laboral, como artesano campesino (cf. Lc 3, 23). Primero maduró como artesano, comprendiendo y conociendo la tarea de la vida, por experiencia laboral y luz sagrada. Después, abandonó su trabajo (artesano) y familia, no por rechazo, sino por llamada de Dios, y así empezó a recorrer un camino distinto, que nadie hasta entonces había explorado, desde Juan Bautista.
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