Una pareja australiana amenaza con divorciarse si se aprueba el matrimonio igualitario
Una pareja australiana ha amenazado con divorciarse si el matrimonio igualitario es aprobado en su país. Para ambos, la pérdida de la exclusividad de ese derecho para las parejas heterosexuales no es contemplada como un avance en los derechos civiles de los ciudadanos australianos, sino como un oprobio. La decisión de la pareja ha causado perplejidad y estupor, aunque muchos han reaccionado con humor, hasta el punto de que en las redes sociales son casi 300.000 los que se han reunido en un grupo de Facebook con la intención de celebrar el prometido divorcio si finalmente se aprueba el matrimonio entre personas del mismo sexo en Australia.
Nick Jensen es un abogado residente en Canberra, casado desde hace 10 años con su esposa Sarah, que se dedica a la medicina. Ambos tienen un hijo y se definen como “cristianos que creen que el matrimonio no es una invención humana, sino un fin fundamental de la creación”. Quizás por ello, las últimas noticias que hablan de una disposición cada vez favorable de los miembros del Parlamento australiano hacia la aprobación del matrimonio igualitario parecen afectarles de una manera muy personal. Tanto que Nick se ha visto impulsado a escribir una larga carta en la revista Canberra City News, en la que amenaza con dar por concluido su propio matrimonio si las parejas del mismo sexo adquieren ese derecho.
En su profuso escrito, Jensen hace un sesgado repaso de la historia de la institución, que estima creada por la divinidad que venera, para concluir que el Estado no debe inmiscuirse en la definición de lo que encuentra que debe ser inmutable. “Mi esposa y yo, como una cuestión de conciencia, nos negamos a reconocer la regulación del matrimonio por parte del gobierno, si su definición incluye la solemnización de parejas del mismo sexo”, afirma con contundencia Jensen, fundamentándose en que “el matrimonio de cualquier pareja es importante para Dios, independientemente de si esa pareja reconoce la participación o la autoridad de Dios en él”. Para Jensen, el hecho de que la institución matrimonial se abra a las parejas del mismo sexo la redefine hasta tal punto que invalida su propio compromiso: “por eso estamos dispuestos a divorciarnos. Al cambiar la definición del matrimonio, ese ‘matrimonio’ tendrá, en los próximos años, un sentido y un propósito completamente diferentes”.
No obstante, Nick y Sarah Jensen advierten de que “después de nuestro divorcio continuaremos viviendo juntos, esperemos que por otros 50 años más. Y, si Dios quiere, vamos a tener más hijos. También continuaremos refiriéndonos entre nosotros como ‘esposo’ y ‘esposa’ y nos consideraremos casados por la Iglesia y ante Dios”. Lo que no está claro es que puedan lograr ser considerados divorciados ante la ley civil. La normativa australiana sobre el divorcio es bastante restrictiva, ya que establece que las parejas que deciden concluir su vínculo matrimonial deben vivir separados durante un año antes de poder solicitarlo, y además deben asegurar ante el tribunal de familia que no lo harán en el futuro. Es decir, la única manera de que los Jensen puedan divorciarse es que mientan ante un tribunal.
Repercusiones ante la amenaza de divorcio
La carta de Nick Jensen tuvo una repercusión inmediata en medios y redes sociales. Su propio hermano, Soren, le dedicó una réplica en la que hacía una encendida defensa del matrimonio igualitario, acusando a lo que denomina “lobby cristiano” de Australia de ponerse al nivel de los fanáticos que gritan “muerte a los maricones” en otros países. No obstante, también recriminaba la dureza de las críticas hacia su hermano y defendía su derecho a expresar su opinión.
Menos conciliadora se mostraba una amiga de la pareja, Anne Haggar, compañera de colegio y testigo de su boda hace 10 años. Haggar se comprometió recientemente, e invitó a los Jensen a la fiesta de compromiso que celebró, en la que también les comunicó su deseo de que participaran en su próximo enlace. Pero conociendo su disparidad de opiniones respecto a este y otros asuntos, tras el revuelo causado por su escrito, Nick Jensen decidió confirmar con Anne Haggar si seguía estando invitado a su boda. La respuesta fue contundente: “No te quiero cerca de mi boda. Tú y tus opiniones no sois bienvenidos”. Haggar está experimentando en estos momentos la felicidad que supone celebrar un compromiso de amor con familiares y amigos, y no comprende cómo los Jensen “han decidido que esa felicidad se les debe negar explícitamente a otras personas. Eso me ofende a mí y a casi todos los que conozco”.
También hay quien ha decidido tomarse con humor, ácido eso sí, todo el asunto. Se ha creado un grupo en Facebook para celebrar el divorcio de los Jensen si finalmente se aprueba en Australia el matrimonio igualitario. Esta es la entradilla de invitación al grupo, que ronda ya los 300.000 integrantes:
¡Invito a todos los que apoyan el matrimonio igualitario a que celebren el divorcio de Nick y Sarah Jensen!
Ellos han decidido que estar casados en un país donde es legal que un hombre se case con otro hombre, o una mujer con otra mujer, es demasiado horrible. Preferirían estar divorciados y creo que todos debemos apoyar y celebrar su decisión cuando se produzca.
Esperemos que no se echen atrás, y que cientos de gais y partidarios de sus derechos puedan celebrar la separación de estos ciudadanos estrechos de mente, a quienes nos avergonzamos de llamar ciudadanos de Canberra.
La fecha y el lugar se anunciará, espero que en un futuro no muy lejano.
También se ha dirigido a ellos, con una carta abierta, Rob Watson, un padre gay estadounidense. Tras señalar todos los errores históricos sobre la institución del matrimonio de que hacía gala Nick Jensen en su escrito, Watson le recrimina que niegue a otros el derecho a vivir la felicidad que él dice experimentar junto a su familia, y le reprocha que se sienta tan implicado en algo que en realidad en nada afecta a su vida. El final de la carta es certero y elocuente:
Las parejas LGBTI no van a casarse para fastidiarte. No tienen la intención de afectar a tu matrimonio de manera alguna. Han luchado duramente por este derecho, porque es algo de gran valor para sus propias vidas.
La semana pasada oficié la boda de dos hermosos hombres. El significado del matrimonio estaba claro para todos desde que el primer novio salió por una de las alas y caminó por el pasillo con su madre. Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Era evidente que ese momento era un pináculo en su vida, se estaba transformando en una definición adicional de sí mismo y su identidad como parte de una familia.
Si esa familia la compondrán solo él y su cónyuge o si se añadirán niños, no lo sé. No es asunto mío.
Tampoco es asunto tuyo.
Si decides divorciarte debido a lo que este joven ha logrado para sí mismo y para su vida, es tu prerrogativa. Igual que él no te hace responsable de su matrimonio, tampoco tú debes culpar a nadie por tu previsto divorcio.
Si decides divorciarte porque otros podrían conseguir lo que tú tanto valoras en tu vida, no estás haciendo entonces un alegato sobre el matrimonio. No estás haciendo un alegato sobre el amor. No estás haciendo un alegato sobre la familia. Estás haciendo un alegato sobre tu propio ego herido.
Y ya es hora de que madures.
Fuente Dosmanzanas
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