Pedro G. Zerolo (1960-2015), en el cielo de los que ayudan a los otros
Pedro González Zerolo había nacido en Caracas, Venezuela (20 de julio de 1960). Era hijo de un exilado español procedente de las Islas Canarias, donde residió más tarde y estudio Derecho. Estudio Derecho en La Laguna y después en Madrid, donde se especializó en temas de justicia comparativa.
Destacó pronto por su actitud de servicio a los grupos marginados y desfavorecidos de la sociedad, entre los que se contaban los gays, colaborando con el sacerdote Enrique de Castro (foto inferior) y con la parroquia de San Carlos Borromeo de Entrevías, Madrid, en un proyecto común (parroquial y social) de presencia y ayuda a personas en grave situación de vulnerabilidad y marginación. Venía del evangelio social, y nunca dejó de caminar en esa línea, desde una perspectiva humana de apertura universal.
Ingresó en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) donde era miembro de la Ejecutiva Federal y secretario de Movimientos Sociales y de Relaciones con las ONG del partido, siempre al servicio de los marginados y distintos, por razones económicas y “raciales”, culturales y sociales, de manera que vino a convertirse (tanto por las críticas que recibió como por las acciones que promovió) en un signo de la mejor política española.
Había sido concejal en el Ayuntamiento de Madrid, desde el año 2003, y, a no ser por su enfermedad, podría haber sido el mejor candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid. Se había casado el año 2005 con Don Jesús Santos, a quien envió desde aquí mi solidaridad y sentimiento, como ha hecho en Arzobispo de Madrid, D. Carlos Osoro.
Fue uno de los activistas más conocidos del movimiento LGBT3 y fue, desde 2003. Desde hace dos años padecía un cáncer de páncreas. Acaba de morir el 9 de junio de 2015.
Hola, Pedro. Quiero mandarte desde aquí un recuerdo. Sé que estás “en el cielo de los que han hecho el bien a los demás” (Mt 25, 31-46), que ha sido para ti (y es para mí y para muchos de nosotros) el cielo de Jesús, que es la Vida de los marginados y pobres por los que tú luchaste siempre.
Jesús, en quien confío, habló de ti y de gente como tú en muchos lugares, como en Mt 19, 10-12… No lo digo por ti, que lo sabías y lo sabes, sino por otros que a veces lo olvidan, porque no ponen su vida, su política o su iglesia al servicio de todos.
Otro abrazo, Pedro. Quiero recoger en este blog lo que escribí hace año y medio sobre ti, cuando algunos (¡desde mi Iglesia Católica) se permitieron decir que tu enfermedad era un castigo de Dios.
P. G. Zerolo, la mirada de un amigo
Pedro González Zerolo
Madrid
San Morales 14. 01.14
Querido Pedro:
Nos hemos visto un día y me sorprendiste. No te conocía, sólo había oído algunos rumores sobre tu manera “audaz” de hacer política, al servicio de grupos y personas que ordinariamente habían sido marginadas. Pero la suerte quiso que nos encontráramos aquella vez, hace un año, en torno a una mesa, en el Ateneo de Madrid disertando sobre temas de inserción y política social.
Yo hablé de lo que suelo, es decir, de la Biblia y del Dios de Jesús, que acoge y escucha, abriendo un extenso abanico de vida donde todos caben y donde deben ser privilegiados aquellos que parecen estar expulsados o que malviven en las franjas de la marginación por impotencia o pobreza, por “raza” o condición social, sanitaria o sexual. Hice un discurso que me pareció convencional, hasta que de pronto me fijé en tus ojos y vi que te interesaba, que estabas siguiéndome con pasión de compañero, con ojos de amigo; y así pude decir mucho mejor lo que pensaba y pienso.
Luego hablaste tú (¡o no sé si fue antes, que ya me confundo!) y lo hiciste muy bien, y sentí que merecía la pena dedicarse a la política (¡ese “oficio” que hoy parece casi infame). Nos contaste las cosas que debían hacerse a favor de la igualdad, de la dignidad de los proscritos, de la verdad y la transparencia en un mundo confuso como es el de Madrid y España.
Me reconcilié un poco con lo que puede ser la política. Contigo no tuve que reconciliarme, porque te sentí en el mismo barco, a favor de la vida, desde el principio, desde el momento en que me diste la mano y un abrazo que sigo sintiendo en mis hombros y en mis brazos. Gracias, Pedro, por lo que nos dijiste aquel día, por lo que piensas hacer, si el “dios” de la vida te sigue concediendo salud.
No pudimos terminar aquella conversación de mesa de Ateneo porque yo tenía que salir muy pronto, pues mi tren me llevaba a otro lado… Me saludaste al marchar con la mano del corazón, como diciendo: ¡Xabier, seguimos hablando! Pues sí, Pedro, me gustaría seguir hablando contigo, para decirte que te deseo mucha salud, ahora que he visto por la prensa que estás enfermo.
Quería añadir que te necesitamos, por lo que eres y por lo que quieres. He visto que algunos “compañeros” míos que se dicen cristianos te han criticado de una forma infame. Pero muchos otros, la gran mayoría, te queremos, y así te lo digo ahora: me gustaría volver a verte y ser tu amigo. Y me gustaría, sobre todo, que te cures y que sigas mucho tiempo haciendo lo que haces, y aún mejor.
Nada más, Pedro ¡cúrate! Desde aquí te mando mi buen deseo, eso que algunos llaman healing power y que yo prefiero llamar oración. No te enfades si le digo a “mi Dios”, que es el Dios de la vida, que te conceda fuerza para seguir, para querer, para hacer que este mundo pueda ser más habitable, como lo es, con personas como tú.
Un abrazo, Pedro. Soy yo, Xabier Pikaza
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