“Mirando al cielo”, por Gema Juan, OCD
La vieja pregunta dirigida a un grupo de Galileos del siglo I, sigue resonando de época en época, en los oídos de la Iglesia de Jesús de Nazaret. «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?».
Así resumía Lucas la sorpresa de los discípulos de Jesús, al experimentar que Jesús seguía vivo y que depositaba en sus manos la increíble misión de prolongar su vida en la tierra. Quedaron deslumbrados y paralizados. Por eso, con la pregunta, los discípulos son lanzados a la arena de la vida, para continuar transmitiendo la buena noticia de Jesús.
Cuando Teresa preguntaba a sus hermanas: «¿Sabéis qué es ser espirituales de veras?», estaba preguntado en qué andaban. Si estaban plantadas mirando al cielo o si habían echado a andar «por el camino del amor…, por solo servir a su Cristo crucificado». Y advertía que lo espiritual no es estar «tan embebida que no pueda entender en nada» sino entender «en todo lo que es servicio de Dios».
Teresa tenía una larga experiencia, era observadora y sabía escuchar; había «tratado con tantas personas espirituales» que podía distinguir bien el paso de Dios que arrebata desde lo profundo, de la sensiblería espiritual que debilita el amor y entorpece la vida. Con ironía decía que, a veces, «todo nos parece arrobamiento y éxtasis».
El arrebato divino del que habla Teresa «no es como a quien toma un desmayo o paroxismo» sino que –sigue diciendo ella– quien lo experimenta ve que «nunca estuvo tan despierta para las cosas de Dios ni con tan gran luz y conocimiento de Su Majestad».
Frente a los espirituales que se quedan «plantados mirando al cielo», es decir, enganchados en cada novedad espiritual o en un momento intenso, incluso en ritos o penitencias, Teresa alienta una experiencia espiritual que desata para seguir a Jesús y ser voz de su Voz, que activa para el servicio y lleva a compartir el gozo descubierto.
También ella se había quedado en algún momento plantada, mirando al cielo. Decía: «Antes me parecía que para darme regalos en la oración era menester mucho arrinconamiento, y casi no me osaba bullir». Y durante un tiempo estuvo convencida de que las personas que estaban «siempre ocupadas en negocios y cosas muchas… pensaba yo en mí, y aun se lo decía, que no era posible entre tanta baraúnda crecer el espíritu».
Poco a poco, entendió que «no es menester ir al cielo, ni más lejos que a nosotros mismos» para mirar a Jesús y sentirle vivo. Que unirse a Él no era cosa de «abobamientos», que no resultan «otra cosa más de estar perdiendo tiempo allí» sino que quien quiere estar con Jesús de verdad, busca «trabajar y determinarse y disponerse con cuantas diligencias pueda a hacer su voluntad conformar con la de Dios».
Y aunque decía claramente que «bien es procurar más soledad para dar lugar al Señor y dejar a Su Majestad que obre», añadía que la obra de Dios es fortalecer a sus amigos para que puedan llevar una «vida que sea imitando a la que vivió su Hijo tan amado».
Las respuestas que da Teresa sobre qué es ser espirituales sacan de cualquier quietud interesada y llevan a entender que el cielo está en la tierra «para quien se contenta solo de contentar a Dios y no hace caso de contento suyo». Las respuestas de Teresa llevan a buscar a Jesús por el camino de la entrega, el camino que Él recorrió.
Lucas escribió que «Jesús se elevó a la vista de todos», Teresa escribirá cómo se sube con Él: dejándose marcar por la cruz y sirviendo; haciéndose esclavos, pero esclavos libres como Jesús, que eligen darse. Se sube andando el camino de la verdadera humildad, no queriendo estar por encima de nadie, andando en verdad.
Por eso, dirá: «Como somos inclinadas a subir (aunque no subiremos por aquí al cielo) no ha de haber bajar. ¡Oh, Señor, Señor! ¿Sois Vos nuestro dechado y Maestro? Sí, por cierto. Pues ¿en qué estuvo vuestra honra, Honrador nuestro? ¿No la perdisteis, por cierto, en ser humillado hasta la muerte? No, Señor, sino que la ganasteis para todos».
¿Es mucho? —pregunta Teresa. ¿Es mucho «querer servir en algo a quien tanto ve que debe»? Dirá que no, que todo es poco, aunque sea mucho y que merece la pena despertar y dejar de estar plantados mirando al cielo, porque «ayuda Dios a los que por Él se ponen a mucho, y que nunca falta a quien en Él solo confía».
Comentarios recientes