“La túnica de José”, por Carlos Osma
Del blog Homoprotestantes:
Dentro de la cisterna no había agua, eso fue lo que salvó a José de morir ahogado al instante, sin embargo, allí dentro, la muerte lo amenazaba constantemente. Sus hermanos lo habían lanzado al pozo para esconderlo, dentro de esa oscuridad los colores de su túnica eran imposibles de distinguir. Estaba sólo en aquellas profundidades casi demoníacas, pensando quizás, que era lógico que Benjamín no se hubiera atrevido a defenderle. Eran diez contra uno, estaba en minoría, y además era el menor de todos. Y aunque en ningún momento dudaría del amor de su hermano, sabría que a Benjamín le había faltado la fe; si hubiera confiado más en Dios que en su estrategia, hubiera estado preparado como él, para ser testigo de la salvación de Dios.
Mientras se alejaba de su familia y de su mundo, José echaría de menos la túnica que sus hermanos le arrancaron antes de venderle a los ismaelitas. Con ellos, que mucho tiempo antes habían sido desterrados por no respetar la leyes de la familia que situaban a Isaac como heredero legal antes que a Ismael, se dirigía hacia el día del cumplimiento de sus sueños. Probablemente encadenado, y pensando en su padre, llegó a Egipto. Allí ya no pidió a los demás la interpretación de sus sueños, sino que se atrevió él mismo a ponerles palabras, a los suyos y a los de los demás. Gracias a eso, y a la voluntad divina, volvió a vestirse con otra túnica de fino lino que expresaba al mundo entero cual era la identidad a la que Dios lo había llamado.
Sus hermanos utilizaron la sangre de un cabrito para esconder su odio hacia él, era la coartada perfecta para esconder sus inseguridades más profundas, con ella justificaron su cruel acción. Pensaron que manchando la túnica de colores con la sangre del sacrificio podrían dormir tranquilos, la mentira les protegería de la ira de su padre. Pero esto no fue así, por mucho que lo intentaron. Cada día que miraban a los ojos a su padre Jacob, escuchaban la voz de Dios dentro de ellos preguntando: “¿dónde está José tu hermano?” Y aunque ellos respondían que no lo sabían, una voz enérgica les decía: “la voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (1).
Con ese temor, que durante años escondieron en su interior, se encontraron con José años más tarde. Pero si había algo que había aprendido José, era que él no era nadie para buscar venganza. Así que prefirió disfrutar junto a ellos de la nueva oportunidad que Dios les daba, en vez de mantener el odio que hubiese acabado a la larga con todos ellos. Le bastaba saber que: “vosotros pensasteis mal contra mí, más Dios lo encamino a bien, para hacer lo que veis hoy (2)”. Por eso se dejó llevar por sus sentimientos, por eso cuando vio a su hermano Benjamín se echó sobre él, lo abrazó y lloró. Y por eso, quizás, esta es una suposición mía, cuando Jacob revivió al reencontrarse con su hijo, le entregó la túnica de colores manchada con la sangre del sacrificio de un cabrito, que desde hacía años tenía guardada.
Carlos Osma
(1) Gn 4, 9-10
(2) Gn 50, 20
Fuente: Lupa Protestante
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