Dom 26.4.15. Ni pastores, ni ovejas, todos uno en Cristo: amigos
El evangelio de este domingo del Buen Pastor, nos sitúa ante un tema apasionante, con la imagen del Buen Pastor, que Jesús ha recreado de tal forma que al fin no hay pastor y rebaño, sino amigos.
Ciertamente, en la vida concreta hay “pastores” que cuidan/dirigen a otros y mercenarios que cobran y escapan ante el primer peligro, con guardianes piel de oveja convertidos lobos peligrosos, como ha destacado una larga y profunda tradición israelita (de Ez a 1 Henoc, de 3 Isaías a Jubileos).
Sobre eso fondo oscuro, de sangre en la noche (con pastores que saltan por las bardas del corral y matan ovejas, sedientos de sangre), se eleva Jesús como Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y comparte con ellas la vida, de forma que muere incluso para defenderlas… abriendo un camino en que al final no hay pastores y rebaño, sino todos amigos, compartiendo una vía de conocimiento comunión de vida.
Jesús empieza siendo pastor de un rebaño de ovejas dividida, enfrentadas entre sí, con odio de muerte… pero lo es para transformarlas, para que cambie la la vida de los hombres y mujeres, de manera que al fin no halla pastores y ovejas, sino personas que se aman y acompañan… Todos pastores, es decir, todos ovejas, en conocimiento mutuo, en comunión creadora.
Ésta imagen evoca rasgos antiguos, y así debe transformarse y recrearse, como ha hecho Jesús y como haré en las reflexiones que siguen, a partir de dos textos ejemplares de la tradición cristiana:
— Gal 3, 28: Ya no hay señores y siervos, hombres y mujeres, pastores y ovejas, sino que todos sois uno en Cristo, es decir, hijos de Dios, hermanos.
— Jn 15, 15: No os llamo siervos, ni ovejas, ni quiero dirigiros desde arriba, como un señor, en línea de servidumbre, como el pastor-hombre que dirige a las ovejas-animales.
Cristo ha querido que todos seamos “amigos”, conociéndonos y acompañándonos unos a otros. Eso no va en contra de un “liderazgo cristiano”, es decir, de una vocación y misión de servicio, sino todo lo contrario, como seguiré diciendo
Imágenes. La primera es más tradicional, con perros pastores incluidos. La segunda recogen la imagen del rebaño tradicional que pasa por Madrid, vía pecuaria, por el lugar de la Cibeles, donde se juntan cuando ganan los rebaños del llamado Real Madrid. Buen domingo a todos, todos pastores y rebaño, es decir, amigos.
Texto: Jn 10, 11-18
En aquel tiempo, dijo Jesús: “Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir el lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que al Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.”
1. Una imagen de oriente. El pastor y las ovejas
La figura del pastor y su rebaño pertenece al mundo cotidiano del antiguo oriente mediterráneo. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento, ella culmina en Jn 10, 2-16 (el Buen Pastor) y en Mt 25, 31-46 (juicio final) y ha tenido gran influjo en la visión posterior de la iglesia cristiana que ha concebido a sus ministros como «pastores» y interpretado su acción ministerial como «pastoral».
Pastor es el rey, que protege y guía sus rebaños de hombre, ayuda a los débiles, protege a los enfermos. Pastor es en el cielo Dios, aquel que cuida del rebaño grande de los hombres. Ésta es una imagen valiosa, pero corre el riesgo de establecer una distancia entre el guía-pastor que es el único individuo activo y el resto de los hombres, entendidos como rebaño pasivo.
Desde Abel, que fue el primer pastor asesinado (Gen 4, 2) y desde Yabel, hijo de Lamec, que fue padre de todos los que crían ganado y viven en tiendas (cf. Gen 4, 20), con los patriarcas, pastores de ganados (cf. Gen 13, 7; 26, 20; 46, 32), la Biblia está llena de pastores, aunque la cultura israelita dominante acaba siendo agrícola y urbana. En esa línea, el recuerdo de David, pastor de ovejas en los campos de Belén (1 Sam 16, 13; 17, 20), se ha mantenido vivo en la tradición mesiánica. Un salmo dice que Dios tomó a David de los rediles de ovejas, para hacerle rey de Israel, de manera que su oficio y tarea de pastor de ovejas sirve de base simbólica para entender su trabajo de pastor del pueblo (cf. Sal 78, 70).
2. Valor y riesgo de esa imagen
Esa imagen del pastor es más propia de los pueblos del oriente, desde Siria hasta Mesopotamia y Persia, en un tiempo y lugar o en que el cuidado de los animales resulta incluso más importante que la agricultura.
El agricultor siembra y vigila el sembrado, pero no puede actuar directamente. Tiene que dejar que sea la misma tierra la que, con sol y con agua, consiga que broten y maduren los frutos.
Por el contrario, el pastor tiene que cuidar constantemente al rebaño, día y noche, velando, protegiendo y dirigiendo a cada una de las ovejas que, abandonadas a sí mismas, morirían en la garras del lobo.
El pastor instaura por tanto un tipo de gobierno de “dictadura ilustrada”. Sabe lo que necesitan sus ovejas y por eso las cuida y dirige desde arriba, las alimenta y las cuida, velando por ellas, siempre desde un plano más alto… Esta imagen es buena, pero debe utilizarse con cuidado, porque los cristianos no son ovejas, sino personas con libertad. .
3. Jesús. De la oveja perdida al Buen Pastor (Jn 10).
Jesús toma la imagen del pastor y la recrea de diversas formas. Así dice que se apiada de los hombres porque están «dispersos y perdidos, como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9, 36). En ese contexto se inscribe su acción misericordiosa, que viene a expresarse de manera privilegiada en la parábola del pastor:
«¿Quién de vosotros, teniendo cien ovejas y perdiendo una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va hacia la perdida hasta encontrarla? Y encontrándola la pone en sus espaldas con gran gozo y viene hasta su casa y llama a sus amigos y les dice: alegraos conmigo porque he encontrado a mi oveja perdida» (Lc 14, 3-6).
A Jesús le han acusado de comer con pecadores, perdonando y recibiendo en su mesa a los proscritos de la alianza (publicanos, prostitutas). Él se defiende contando esta parábola, en la que Dios (o el pastor mesiánico) viene a mostrar su solidaridad con las ovejas perdidas. En esa línea se sitúa el texto del buen pastor, propio de este domingo 4 de Pascua:
«Yo soy el buen pastor; el buen pastor entrega su vida por sus ovejas. El mercenario, el que no es pastor ni tiene a las ovejas como propias, ve venir al lobo y abandona, huyendo, a las ovejas; y así viene el lobo y las destroza y las dispersa. Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre. Así entrego mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil; las debo conducir, para que escuchen mi voz y de esa forma haya un rebaño y un pastor» (Jn 10, 11-16).
Siguiendo en la línea anterior, el pastor se ha convertido de alguna forma en padre y amigo del rebaño, siendo él mismo rebaño. Esta alegoría del Jesús pastor tiene tres rasgos o elementos principales.
‒ Pastor es quien sabe que el mismo Dios se ha hecho servidor de sus hermanos, los restantes hombres y mujeres. No vive para aprovecharse de ellos, sino para acompañarles y ayudarles.
‒ La esencia más honda de todo pastores es el conocimiento: Jesús es verdadero pastor porque conoce a las ovejas (hombres), dialogando con ellas en intimidad de corazón.
‒ Pastor es quien da la vida… No se aprovecha de las “ovejas”, vive para ella, en gesto de conocimiento y de entrega, en comunión de vida
4. Una pastoral cristiana que no es pastoreo
Desde ese fondo ha de entenderse el “gobierno pastoral” de la Iglesia, que no es gobierno (no gobiernan unos a otros), ni es pastoreo (unos dirigen a otros), sino comunión de vida.
a) Jesús (el NT) utiliza la imagen del “pastor”, pero la invierte y transforma de un modo radical, de manera que el pastor al final es otra cosa: En la Iglesia no hay pastores y rebaños, hay amigos. “No os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que piensa y quiere su señor; os llamo amigos, porque os he comunicado todo…”.
b) Una imagen pastoral con animales (pastores humanos como reyes, y ovejitas sometidas) podría acabar yendo en contra del mensaje y proyecto de Jesús, fundado en la fraternidad y en la comunión entre los hombres (a partir de los últimos), más que en el cuidado del pastor, que se ocupa de unas ovejas inferiores.
c) Muy posiblemente, la imagen y tarea del pastor/pastoral tendría que superarse en la actualidad, pues no responde a nuestra experiencia de la vida, ni al mensaje de fondo de Jesús.
5. Un signo nuevo, una imagen que debe cambiarse
A pesar de lo anterior, la imagen del buen pastor es importante, pues nos lleva al centro de una vida que es don…
(a) Nuestra vida es una llamada, vocación. Soy porque me llaman a la vida, me despiertan, me animan. Así me llama y anima el Dios de Jesús, para que yo sea, volviéndose mi amigo. El mismo pastor se vuelve oveja, todos ovejas, todos pastores, dialogando en respeto y servicio mutuo.
(b) Hay un rasgo eclesiológico. Jesús es verdadero pastor porque conoce a las ovejas (hombres), dialogando con ellas en intimidad de corazón. Sólo así, sobre una base de conocimiento personal puede fundarse la comunidad de los iniciados a la vida, como iglesia donde todos tienen un lugar para vivir en plenitud. Jesús es pastor haciendo a todos pastores. El rebaño de ovejas se convierte en comunidad de pastores, hablando cada uno con los otros, siendo cada uno puerta de vida para los demás.
(c) Este signo del pastor nos saca del ámbito animal (pastoral) para situarnos en un plano intensamente personal, de comunicación afectiva. En ese contexto debemos añadir encargo de Jesús a Pedro a quien pide que «apaciente sus ovejas», es decir, que las conozca, que garantice un espacio de libertad y de diálogo para todas (Jn 21, 16-17).
En esa línea se dirá que los ministros de la iglesia son pastores que aman a las ovejas, dialogando con ellas como Buen Pastor, que es Cristo. Éste es el gobierno del diálogo. No de un pastor que organiza desde arriba la vida del rebaño, sino de un pastor que dialoga con el rebaño… de forma que al final el mismo gobierno es diálogo de todos… Guardar el rebaño es abrir espacio de diálogo entre todas las ovejas, en conocimiento mutuo.
6. En un tiempo de cambios
Jesús fue hombre del pueblo y cultivó los símbolos ‘populares. No fue reformador de instituciones, ni quiso crear un orden especial de nuevos ritos, sino desarrollar la creación, partiendo desde abajo, de los pobres, y por eso fue asesinado por los representantes del sistema político-religioso. Pues bien, algunos de sus seguidores creyeron en él y fundaron varias comunidades (Galilea, Jerusalén, los helenistas) para mantener su memoria, centrada en el mensaje de Reino y el Pan compartido, creando para ellos diversas instituciones y ministerios (de enviados y profetas, maestros y servidores, ancianos e inspectores) que surgieron de la misma entraña mesiánica y secular de su movimiento.
Pero el tiempo de un tipo de instituciones está acabando y desde la raíz del evangelio han de surgir, en las mismas comunidades, creyentes liberados para el ministerio evangélico, sin jerarquía ni discriminación de raza o sexo (Gal 3, 28), en libertad y comunión de amor, por encima del sistema, al servicio de la Palabra y de la Comunión mesiánica, como si estos tiempos fueran (y son) los definitivos (cf. Mc 1, 14-15). Así ha de darse ahora, a comienzos del siglo XXI, la nueva revolución cristiana, empalmado con la primera, en el siglo I d.C.
− Un rebaño de pastores, explorando el nuevo camino de la vida, animados por Jesús. Explorar implica introducirse en la experiencia de Dios, tal como la vivió Jesús, dejarse curar y trasformar, como aquellos a quienes él curaba, para ver y escuchar, hablar y caminar, dejarse iluminar, con Pedro y María Magdalena, con Felipe el evangelista y con Pablo. Los nuevos ministros cristianos deben ser transformados por la riqueza del mensaje de Jesús, sondeando el impulso del Evangelio desde las condiciones de este mundo para abrir caminos en el nuevo continente del Reino, con la fuerza del Espíritu, en experiencia gratuita de creatividad, recreando lo que habían sofocado los escribas del sistema.
− Comunicación: unidad de encuentro. No basta explorar, hay que avanzar creando caminos de comunión personal, para transformar a las personas y crear formas de comunicación evangélica. No se trata sólo de cambiar las instituciones por fuera, suprimiendo las viejas y creando unas nuevas, más modernas y ‘democráticas’ en un sentido sólo externo, como quieren algunos, ni de cambiar a las personas que gobiernan, poniendo en su lugar otras mejores (cosa difícil y casi inútil, si siguen las mismas estructuras), sino de superar desde el evangelio la institución actual, no para abandonar a cada uno a la improvisación y al grupo a la anarquía, sino para ensayar y promover desde Jesús un encuentro de Palabra y Pan que ofrezca espacio y camino de concordia para todos los humanos.
Estamos en una situación compleja y la solución consiste en volver a los orígenes del mensaje y confesión de Jesús como Hijo de Dios, a su experiencia del Reino. Este es el camino universal: dejar que el evangelio nos inquiete y transforme, explorando con su ayuda y suscitando formas de celebración intensa de la palabra y el pan de Jesús (que son el pan y palabra de la vida concreta), desde ahora mismo, en libertad, sin esperar a que lo diga una jerarquía superior (pero sin negarla), en obediencia compartida al Dios de Cristo.
Hemos vuelto, casi sin buscarlo, al esquema de los primeros grupos eclesiales que surgieron por obra del Espíritu y con ellos debemos explorar nuevos caminos en dirección de evangelio, ofreciendo así nuestra esperanza de comunión en libertad para todos los hombres y mujeres. Como ellos estamos (debemos estar) atentos al evangelio y a las circunstancias de esta nueva vida, al comienzo del tercer milenio .
7. Un vacío de liderazgo, líderes mesiánico
En este contexto es necesario un nuevo tipo de liderazgo (de pastoral) que brote de Jesús… No para que haya menos pastoral (puro anarquismo), sino para que haya buena pastoral, desde el testimonio de Jesús, en libertar y creatividad…
No estamos ante un exceso de liderazgo, sino ante un vacío enorme de liderazgo cristiano, ante un vacío de pastoral auténtica, que brote de la raíz del evangelio. No se trata de aportar menos, sino de aportar mucho más, en línea de evangelio. Se trata de crear un tipo de liderazgo cristiano, al servicio de lo más pobres y de la comunión de todos… un liderazgo que pueda servir de ejemplo en este mundo postmoderno, donde no hay verdadero liderazgo sino imposición de unos sobre otros.
En esa línea, es necesario que vengan pronto las transformaciones, y que se hagan con gran valentía… y con mucha prudencia (las dos cosas van unidad), con mucha capacidad de diálogo, no sólo desde la perspectiva de la Iglesia católica y de las iglesias ortodoxas, sino también desde las comunidades protestantes, pero manteniendo, al mismo tiempo, una gran libertad evangélica.
De todas formas, el problema actual no es tanto la organización de las iglesias que ya existen (que en parte están llamadas a desaparecer), sino la creación de nuevas iglesias, en estos tiempos de cambio, como fueron los tiempos de Jesús y de San Pablo, hasta la segunda mitad del siglo II d. C. En este contexto se sitúa el problema de las vocaciones. El problema no es que existan menos candidatos y menos ordenaciones para los ministerios actuales, cosa que, a mi juicio, es positiva, al menos en occidente.
— El tipo de clero actual, de tipo jerárquico (entendido como un orden social: se es presbítero para siempre, con parroquia o no, como se era antes conde o marqués) desaparecerá pronto, y es bueno que desaparezca…. porque ya no es signo de evangelio, sino de una estructura sacral antigua (que fue buena quizá en su tiempo, pero que es poco cristiana y mucho menos actual)
Jesús y los primeros cristianos no quisieron que el evangelio desembocare en la creación de una nueva institución de sacralidad, de una organización más, sino que recreara la experiencia de la vida, y se expresara en la misma vida compartida de los creyentes, como testimonio de la gracia de Dios, como gracia y proyecto de comunicación de la Palabra y del Pan.
Lo que importa no es que se mantengan un tipo de ministros sacrales, que en su forma actual nacieron a los dos siglos de Jesús, sino que se extiendan las comunidades cristianas, vinculadas por una celebración donde se comparte la Palabra y el Pan que son de todos. Provenimos de un largo camino de Ortodoxia, es decir, de fidelidad a la inspiración cristiana y también de una Reforma, es decir, de un intento de vuelta al origen. Debemos mantener ambas tensiones (fidelidad al pasado, exigencia de reforma), pero volviendo siempre al origen del evangelio.
Y debemos hacerlo con prudencia y valor, sin volver a la pura liturgia separada de unos grupos sacralizados, ni a al intimismo individualista de algunos protestantes. No tenemos recetas claras de lo que podrá ser el futuro, pero debemos aventurarnos.
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