Del blog de Xabier Pikaza:
El evangelio de este domingo del Buen Pastor, nos sitúa ante un tema apasionante, con la imagen del Buen Pastor, que Jesús ha recreado de tal forma que al fin no hay pastor y rebaño, sino amigos.
Ciertamente, en la vida concreta hay “pastores” que cuidan/dirigen a otros y mercenarios que cobran y escapan ante el primer peligro, con guardianes piel de oveja convertidos lobos peligrosos, como ha destacado una larga y profunda tradición israelita (de Ez a 1 Henoc, de 3 Isaías a Jubileos).
Sobre eso fondo oscuro, de sangre en la noche (con pastores que saltan por las bardas del corral y matan ovejas, sedientos de sangre), se eleva Jesús como Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y comparte con ellas la vida, de forma que muere incluso para defenderlas… abriendo un camino en que al final no hay pastores y rebaño, sino todos amigos, compartiendo una vía de conocimiento comunión de vida.
Jesús empieza siendo pastor de un rebaño de ovejas dividida, enfrentadas entre sí, con odio de muerte… pero lo es para transformarlas, para que cambie la la vida de los hombres y mujeres, de manera que al fin no halla pastores y ovejas, sino personas que se aman y acompañan… Todos pastores, es decir, todos ovejas, en conocimiento mutuo, en comunión creadora.
Ésta imagen evoca rasgos antiguos, y así debe transformarse y recrearse, como ha hecho Jesús y como haré en las reflexiones que siguen, a partir de dos textos ejemplares de la tradición cristiana:
— Gal 3, 28: Ya no hay señores y siervos, hombres y mujeres, pastores y ovejas, sino que todos sois uno en Cristo, es decir, hijos de Dios, hermanos.
— Jn 15, 15: No os llamo siervos, ni ovejas, ni quiero dirigiros desde arriba, como un señor, en línea de servidumbre, como el pastor-hombre que dirige a las ovejas-animales.
Cristo ha querido que todos seamos “amigos”, conociéndonos y acompañándonos unos a otros. Eso no va en contra de un “liderazgo cristiano”, es decir, de una vocación y misión de servicio, sino todo lo contrario, como seguiré diciendo
Imágenes. La primera es más tradicional, con perros pastores incluidos. La segunda recogen la imagen del rebaño tradicional que pasa por Madrid, vía pecuaria, por el lugar de la Cibeles, donde se juntan cuando ganan los rebaños del llamado Real Madrid. Buen domingo a todos, todos pastores y rebaño, es decir, amigos.
Texto: Jn 10, 11-18
En aquel tiempo, dijo Jesús: “Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir el lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que al Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.”
1. Una imagen de oriente. El pastor y las ovejas
La figura del pastor y su rebaño pertenece al mundo cotidiano del antiguo oriente mediterráneo. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento, ella culmina en Jn 10, 2-16 (el Buen Pastor) y en Mt 25, 31-46 (juicio final) y ha tenido gran influjo en la visión posterior de la iglesia cristiana que ha concebido a sus ministros como «pastores» y interpretado su acción ministerial como «pastoral».
Pastor es el rey, que protege y guía sus rebaños de hombre, ayuda a los débiles, protege a los enfermos. Pastor es en el cielo Dios, aquel que cuida del rebaño grande de los hombres. Ésta es una imagen valiosa, pero corre el riesgo de establecer una distancia entre el guía-pastor que es el único individuo activo y el resto de los hombres, entendidos como rebaño pasivo.
Desde Abel, que fue el primer pastor asesinado (Gen 4, 2) y desde Yabel, hijo de Lamec, que fue padre de todos los que crían ganado y viven en tiendas (cf. Gen 4, 20), con los patriarcas, pastores de ganados (cf. Gen 13, 7; 26, 20; 46, 32), la Biblia está llena de pastores, aunque la cultura israelita dominante acaba siendo agrícola y urbana. En esa línea, el recuerdo de David, pastor de ovejas en los campos de Belén (1 Sam 16, 13; 17, 20), se ha mantenido vivo en la tradición mesiánica. Un salmo dice que Dios tomó a David de los rediles de ovejas, para hacerle rey de Israel, de manera que su oficio y tarea de pastor de ovejas sirve de base simbólica para entender su trabajo de pastor del pueblo (cf. Sal 78, 70).
2. Valor y riesgo de esa imagen
Esa imagen del pastor es más propia de los pueblos del oriente, desde Siria hasta Mesopotamia y Persia, en un tiempo y lugar o en que el cuidado de los animales resulta incluso más importante que la agricultura.
El agricultor siembra y vigila el sembrado, pero no puede actuar directamente. Tiene que dejar que sea la misma tierra la que, con sol y con agua, consiga que broten y maduren los frutos.
Por el contrario, el pastor tiene que cuidar constantemente al rebaño, día y noche, velando, protegiendo y dirigiendo a cada una de las ovejas que, abandonadas a sí mismas, morirían en la garras del lobo.
El pastor instaura por tanto un tipo de gobierno de “dictadura ilustrada”. Sabe lo que necesitan sus ovejas y por eso las cuida y dirige desde arriba, las alimenta y las cuida, velando por ellas, siempre desde un plano más alto… Esta imagen es buena, pero debe utilizarse con cuidado, porque los cristianos no son ovejas, sino personas con libertad. .
3. Jesús. De la oveja perdida al Buen Pastor (Jn 10).
Jesús toma la imagen del pastor y la recrea de diversas formas. Así dice que se apiada de los hombres porque están «dispersos y perdidos, como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9, 36). En ese contexto se inscribe su acción misericordiosa, que viene a expresarse de manera privilegiada en la parábola del pastor:
«¿Quién de vosotros, teniendo cien ovejas y perdiendo una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va hacia la perdida hasta encontrarla? Y encontrándola la pone en sus espaldas con gran gozo y viene hasta su casa y llama a sus amigos y les dice: alegraos conmigo porque he encontrado a mi oveja perdida» (Lc 14, 3-6).
A Jesús le han acusado de comer con pecadores, perdonando y recibiendo en su mesa a los proscritos de la alianza (publicanos, prostitutas). Él se defiende contando esta parábola, en la que Dios (o el pastor mesiánico) viene a mostrar su solidaridad con las ovejas perdidas. En esa línea se sitúa el texto del buen pastor, propio de este domingo 4 de Pascua:
«Yo soy el buen pastor; el buen pastor entrega su vida por sus ovejas. El mercenario, el que no es pastor ni tiene a las ovejas como propias, ve venir al lobo y abandona, huyendo, a las ovejas; y así viene el lobo y las destroza y las dispersa. Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre. Así entrego mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil; las debo conducir, para que escuchen mi voz y de esa forma haya un rebaño y un pastor» (Jn 10, 11-16).
Siguiendo en la línea anterior, el pastor se ha convertido de alguna forma en padre y amigo del rebaño, siendo él mismo rebaño. Esta alegoría del Jesús pastor tiene tres rasgos o elementos principales.
‒ Pastor es quien sabe que el mismo Dios se ha hecho servidor de sus hermanos, los restantes hombres y mujeres. No vive para aprovecharse de ellos, sino para acompañarles y ayudarles.
‒ La esencia más honda de todo pastores es el conocimiento: Jesús es verdadero pastor porque conoce a las ovejas (hombres), dialogando con ellas en intimidad de corazón.
‒ Pastor es quien da la vida… No se aprovecha de las “ovejas”, vive para ella, en gesto de conocimiento y de entrega, en comunión de vida
4. Una pastoral cristiana que no es pastoreo
Desde ese fondo ha de entenderse el “gobierno pastoral” de la Iglesia, que no es gobierno (no gobiernan unos a otros), ni es pastoreo (unos dirigen a otros), sino comunión de vida.
a) Jesús (el NT) utiliza la imagen del “pastor”, pero la invierte y transforma de un modo radical, de manera que el pastor al final es otra cosa: En la Iglesia no hay pastores y rebaños, hay amigos. “No os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que piensa y quiere su señor; os llamo amigos, porque os he comunicado todo…”.
b) Una imagen pastoral con animales (pastores humanos como reyes, y ovejitas sometidas) podría acabar yendo en contra del mensaje y proyecto de Jesús, fundado en la fraternidad y en la comunión entre los hombres (a partir de los últimos), más que en el cuidado del pastor, que se ocupa de unas ovejas inferiores.
c) Muy posiblemente, la imagen y tarea del pastor/pastoral tendría que superarse en la actualidad, pues no responde a nuestra experiencia de la vida, ni al mensaje de fondo de Jesús.
5. Un signo nuevo, una imagen que debe cambiarse
A pesar de lo anterior, la imagen del buen pastor es importante, pues nos lleva al centro de una vida que es don…
(a) Nuestra vida es una llamada, vocación. Soy porque me llaman a la vida, me despiertan, me animan. Así me llama y anima el Dios de Jesús, para que yo sea, volviéndose mi amigo. El mismo pastor se vuelve oveja, todos ovejas, todos pastores, dialogando en respeto y servicio mutuo.
(b) Hay un rasgo eclesiológico. Jesús es verdadero pastor porque conoce a las ovejas (hombres), dialogando con ellas en intimidad de corazón. Sólo así, sobre una base de conocimiento personal puede fundarse la comunidad de los iniciados a la vida, como iglesia donde todos tienen un lugar para vivir en plenitud. Jesús es pastor haciendo a todos pastores. El rebaño de ovejas se convierte en comunidad de pastores, hablando cada uno con los otros, siendo cada uno puerta de vida para los demás.
(c) Este signo del pastor nos saca del ámbito animal (pastoral) para situarnos en un plano intensamente personal, de comunicación afectiva. En ese contexto debemos añadir encargo de Jesús a Pedro a quien pide que «apaciente sus ovejas», es decir, que las conozca, que garantice un espacio de libertad y de diálogo para todas (Jn 21, 16-17).
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