El Observatorio contra la Homofobia de Cataluña denuncia a una organización ultraderechista por comentarios homofóbicos
Según la denuncia, la asociación Casal Tramuntana publicó el pasado 21 de marzo en su página de Facebook “una historia de claro contenido homófobo” que hace alusión a una persona homosexual miembro del colectivo LGTBI.
El Observatorio contra la Homofobia de Cataluña (OHC) ha presentado hoy una denuncia ante el departamento de Bienestar Social y Familia contra el Casal Tramuntana por los comentarios “homófobos” que ha escrito en su Facebook dirigidos a un miembro de la Unidad contra el Racismo y el Fascismo.
Según ha explicado el presidente del OHC, Eugeni Rodríguez, la denuncia ha sido interpuesta ante la Generalitat para que le sea aplicada a asociación, de ideología ultraderechista, la ley contra la homofobia que el Parlament aprobó el año pasado, que prevé que si hay indicios de delito se traslade el caso a la fiscalía de delitos de odio y discriminación.
Entre otros comentarios, en Facebook se definía a la persona como “la alegre florecilla antifascista”, y explicaba que el afectado “siempre fue un chico algo especial; mientras sus compañeros de clase jugaban al fútbol, se ensuciaban y soñaban con ser heroicos justicieros, él imaginaba que correteaba desnudo por el campo persiguiendo mariposas, saltando como las cabritas mientras sonreía al ver el arcoíris“.
También se refiere a él diciendo que “más tarde, en la adolescencia, cuando a sus compañeras de clase comenzaban a crecerles unas protuberancias en el pecho, se preguntaba por qué no le salían también a él”.
El presidente del OCH ha manifestado su “absoluto rechazo a la exaltación de la homofobia” y ha dado todo su apoyo a la víctima “de este ataque contra los derechos y libertades de una persona LGTBI“.
La publicación de Casal Tramuntana
La alegre florecilla antifascista
«Érase una vez un risueño joven que descubrió, un buen día, que tenía una misión en la vida. Danilo, nuestro protagonista, siempre fue un chico algo especial; mientras sus compañeros de clase jugaban al fútbol, se ensuciaban y soñaban con ser heroicos justicieros, él imaginaba que correteaba desnudo por el campo persiguiendo mariposas, saltando como las cabritas mientras sonreía al ver el arcoíris. Concebía la vida como uno de esos idílicos anuncios de suavizante. Danilo quería ser como el osito de Mimosín o como el cachorrito de Scottex en versión humana. Más tarde, en la adolescencia, cuando a sus compañeras de clase comenzaban a crecerles unas protuberancias en el pecho, se preguntaba por qué no le salían también a él.
Un buen día apareció en su barrio un apuesto joven, fuerte e inteligente, que causó una honda impresión a nuestro protagonista, que se volvió loco de amor; pero no de ese amor fraternal que pueden profesarse los hombres, no, sino de aquel del tipo que guapo eres y que culito tienes, quiero llevarte al altar y que seas mío para siempre. Por desgracia para Danilo, el joven no le correspondía. Le caía bien, sí, pero no tanto. El amor se convirtió en odio; el odio, en obsesión; y la obsesión, en misión. Traumatizado de por vida, la alegre florecilla se tornó marchita y se dedicó a difamar al pobre chico, al que juró hacerle la vida imposible, cuyo mayor crimen era ser una persona de orden».
Lo admitimos, este pequeño cuento no es más que una ficción. De ahí no pasa. Pero no se nos ocurre otra cosa, oigan, otra hipótesis, que justifique la obsesión que tiene cierta persona con el Casal Tramuntana. Sólo un amor despechado puede despertar tanto odio.
Nosotros, pese a todo, vamos a nuestro aire. Seguimos ayudando a los nuestros, seguimos tan tranquilos con nuestras actividades pese a la bilis que desprenden personajes infames como el citado y sus amiguetes, que además no deben de pillar que para nosotros sus excrecencias mentales y campañas para que cerremos no son más que un acicate para seguir trabajando. En un mundo desordenado y en ruinas como el que vosotros defendéis, nosotros estamos encantados de seguir molestando. No tenéis argumentos, sólo eslóganes y clichés y una afición desmesurada a señalar públicamente a la gente que no os gusta para desacreditarla. Tú y los tuyos sois ruines y mezquinos, y vuestro odio sólo está superado por vuestra cobardía.
Pero nosotros no somos tan mala gente. Nosotros no te odiamos, Danilo, te compadecemos. Nos das lástima, porque entendemos que debes de tener una vida bastante triste y vacía, habida cuenta de las energías y el tiempo que nos dedicas (que nos dedicáis). Tampoco fuimos nosotros, insistimos, los que te enviaron aquel trozo de papel manchado de «nocilla»; somos gente de orden, recuerda. Cuando lo leímos, tan sólo nos quedamos con la intriga de saber si fue un desafortunado regalo de San Valentín de algún amante perturbado. Tu obsesión te puede, te domina y te nubla la razón.
En otras circunstancias te invitaríamos al Casal para que nos conocieras pero, sinceramente, no estamos dispuestos a correr el riesgo de provocarte un (u otro) trauma que agrave tu obsesión, si es que eso es posible. Por tu bien.
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