” Enseñaba con autoridad.” Domingo 1 de febrero de 2015. Domingo cuarto del tiempo ordinario
Leído en Koinonia:
Deuteronomio 18,15-20: Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca.
Salmo responsorial: 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón.”.
1Corintios 7,32-35: La soltera se preocupa de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos.
Marcos 1,21-28: Enseñaba con autoridad.
La palabra Deuteronomio viene de Deuteros = segundo, y Nomos = ley. Es la segunda versión de la legislación mosaica. El Deuteronomio fue elaborado a partir de pequeños fragmentos que fueron compilados por el autor o los autores a lo largo de más de seiscientos años. El material que conocemos tuvo un origen muy diverso. Una parte pertenece a la gran tradición oral que la confederación de tribus empleó para regular la aplicación de la justicia al interior de la comunidad y entre las tribus durante el tiempo de los Jueces. Otra parte proviene de las tradiciones del reino del Norte, elaborada por grupos que se oponían a la monarquía y proponían legislaciones alternativas para tratar de cambiar el despótico gobierno instalado en Samaría. Otra parte, es elaboración de tradiciones orales del reino del Sur vigentes en tiempos del rey Josías. Esta diversidad fue re-elaborada después del destierro por los sacerdotes y los sabios, hasta alcanzar la forma que hoy conocemos.
El documento tuvo varias ediciones en las que fue sucesivamente ampliado. Insiste en la necesidad de vivir unas relaciones interhumanas justas. La ley no es, en este documento, un fárrago de decretos aislados. Cada precepto está en función de defender la vida y la dignidad de cada persona en la comunidad. La ley expresa la vida íntima de la comunidad, la necesidad de que cada persona tenga lo mínimo para sobrevivir y nadie viva en una situación oprobiosa y miserable. De este modo, la ley deja de ser una ominosa obligación y pasa a ser un «don» que otorga Dios a todo el pueblo. Este don o alianza se fundamenta en el derecho de cada familia a poseer lo mínimo necesario, esto es, un pedazo de tierra donde pueda cultivar y donde pueda vivir sin ser una carga para los demás: “Como Yavé ha hecho don de este país su pueblo, nadie puede apropiarse de la tierra” (Dt 15, 4).
Para este autor la alianza, la ley o «don» debe ser interiorizada. La convivencia en el país que Dios ha dado al Pueblo peregrino exige un cambio de mentalidad que se traduce en una organización social donde el derecho divino prevalece sobre todas las instituciones. Lo central de este derecho es la justicia interhumana, entendida como fundamento de la convivencia social. “El rey debe ser hermano y recortar ventajas e intereses personales. Este abrirse generosamente a los otros es lo que demuestra la pertenencia a Yavé y lo que permite la pertenencia a este pueblo”.
En esta misma línea se ubica la promesa acerca del profeta venidero. Ese profeta se compara con Moisés. No viene a recordar al pueblo una u otra cosa. Viene para indicar cuál es el rumbo que el pueblo debe seguir. El profeta se preocupará por mantener vivo el Espíritu de la Ley, tema en el que insiste el Deuteronomio, de modo que no se convierta en una mera formalidad, sino que exprese las necesidades vitales de la comunidad y de cada ser humano.
El Deuteronomio da inicio a una tendencia que Jesús llevará adelante. Para Jesús, y en general para todos los profetas, lo fundamental de la ley es preservar la dignidad, la intimidad y el valor de cada ser humano, el derecho a vivir en una comunidad donde sea valorado por lo que es y no por lo que tiene. De este modo, la legislación deja de ser un precepto que rige alguna cosa en particular, y se convierte en expresión de las necesidades vitales del ser humano. A esto llama la Biblia “llevar la Ley en el corazón”.
Esta nueva manera de ver la ley es la que aplica Pablo en la carta a los corintios. Él aconseja, sugiere, opina, exhorta y amonesta teniendo en cuenta la situación de la comunidad, en el marco social, y la situación de la persona, en el marco de la comunidad. No impone criterios rígidos que agobien la conciencia de las personas, sino que busca que cada persona esté a gusto con su situación.
La comunidad, preocupada por opiniones adversas al matrimonio, le pregunta al apóstol Pablo: ¿sería preferible no casarse? Para Pablo lo importante es que cada persona de la comunidad cristiana se sienta a gusto y motivada para servir. Por eso su mensaje no orienta a los que están casados, sino que se preocupa por los judíos y por los esclavos. Los judíos para que no renieguen de su cultura y tradiciones, pero para que tampoco se la impongan a los demás. A los esclavos los anima a no desanimarse por su condición y a buscar una oportunidad para liberarse. De este modo, ninguno se puede sentir ni inferior ni superior a los otros. Todos son iguales porque al interior de la comunidad se respeta la diferencia. Este es el principio de igualdad.
En todos los casos, situaciones, estados civiles, posiciones sociales… Pablo insiste en la urgencia de buscarse un camino para vivir la libertad que nos dejó Cristo y, siendo libres, preparar la irrupción del Reino. El Señor vuelve cuando la comunidad, libre ya de trabas sociales, culturales o ideológicas, da testimonio de un modo de vivir alternativo y liberador.
Esta capacidad, para discernir cada situación en particular, fue una de las cosas que más admiró la multitud en Jesús. Mientras otros maestros y líderes respondían con exhaustivas explicaciones y citando códigos, preceptos y doctrinas, Jesús respondía con la verdad simple y llana.
Jesús estaba interesado en la situación particular de cada ser humano: en sus sufrimientos, en las ideas que lo atormentaban, en aquellas cosas que le impedían ser libre y espontáneo. Este interés no obedecía a un interés político encubierto, sino a una genuina valoración de cada persona que encontraba en el camino. Muchos movimientos y grupos muestran interés por los individuos mientras estos sirven a sus intereses proselitistas, mientras son sus adeptos, luego, si disienten, los ignoran o los marginan. Jesús se manifestó abiertamente contra este modo de actuar y lo declaró abiertamente: el sábado, o sea la ley, las costumbres, todo lo prescrito, está al servicio de cada ser humano y no al contrario.
Precisamente, su lucha contra los demonios fue una lucha contra las ideologías instaladas en las sinagogas, que buscaban un mesías glorioso, un militar implacable, un reformador religioso. Jesús nunca se identificó con estos propósitos. Por esta razón, conmina a los “espíritus inmundos” o ideologías opresoras a guardar silencio y a no tratar de seducirlo con falsas aclamaciones y reconocimientos.
El pueblo sencillo reconocía esta lucha contra el formalismo de la ley la ideología que la sustentaba. La propuesta de Jesús los liberaba de la pesada carga moral, económica y cultural que suponía cumplir los más de seis mil preceptos que estaban vigentes para regular todos los aspectos de la vida personal y comunitaria. Mucha gente se preguntaba: ¿no será este hombre el nuevo legislador? ¿No será el hombre prometido como reemplazo del profeta Moisés? ¿No será la propuesta de Jesús, el Reinado de Dios, la “nueva Ley?” ¿Por qué sus acciones liberadoras y su lucha contra el mal es tan eficaz?
Hoy debemos preguntarnos: ¿hemos seguido la propuesta de Jesús de que cada ser humano tenga un valor inalienable? ¿Creemos que nuestra tarea, como anunciadores de la buena nueva, es ayudar a todos los seres humanos a liberarse de las trabas que nos les permiten crecer con libertad y espontaneidad? ¿Tiene carácter normativo la Buena Nueva de Jesús, o la tomamos a la ligera como las noticias de cada día?
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 18 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1100018 Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap18b.mp3
La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, aborda el tema «¿Endemoniados?»: es su entrevista número 46, cuyo guión y/o audio puede recogerse en http://www.emisoraslatinas.net/entrevistas.php?id=140
Si se quiere abordar el tema del celibato o del voto de castidad (segunda lectura de hoy), la misma serie tiene dos capítulos, el 38, titulado «¿Voto de castidad?», y el 67, titulado «¿Celibato sacerdotal?», que, sin duda, pueden suscitar un diálogo-debate sobre el tema. Su guión y su audio puede recogerse en http://www.emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=100
Para la revisión de vida
La palabra de Jesús fue siempre una palabra autorizada, llena de verdad y de vida; por eso expulsaba demonios y liberaba a los oprimidos por el mal. ¿Somos verdaderos discípulos de nuestro Maestro? ¿Es nuestra palabra, como la suya, una palabra autorizada y eficaz, que engendra libertad, justicia, paz, esperanza, amor y vida a los hermanos más necesitados?
Para la reunión de grupo
– Una constante tentación de la gente religiosa es la de pretender forzar y manipular la divinidad. ¿Busco en mi vida a un Dios doméstico y domesticado, hecho a mi imagen y semejanza, de acuerdo con mis conveniencias personales, ideológicas y sociales, o le acepto tal cual El es y se me da a conocer?
– Todos y cada uno de los miembros de la comunidad tenemos que realizar la misión que el Señor nos encomienda; casados o solteros, lo importante es responder a su llamada y no utilizar esa condición para establecer categorías entre nosotros. ¿Cómo colaboro yo, con los dones que el Señor me ha dado, a la construcción de una Comunidad rica por su variedad, y a la implantación del Reino entre nosotros?
– Jesús actuaba de tal manera que nadie quedaba indiferente ante él; unos lo admiraban, otros no podían soportar su libertad y su cercanía a Dios Padre. Mi actuación, la de mi comunidad, ¿interpela a la gente que nos ve y nos rodea, impresiona, cuestiona, hace reflexionar, alegra, libera, trae paz, justicia y esperanza, o deja indiferentes a los demás?
Para la oración de los fieles
– Para que la Iglesia tenga siempre una palabra creíble, basada en su compromiso real y eficaz con los pobres. Roguemos al Señor.
– Para que los pobres, los enfermos, los ancianos, los emigrantes y todos los que sufren escuchen la Buena Noticia de su liberación en palabras y en hechos. Roguemos…
– Para que tanto los que viven el celibato como los que ha construido una familia sepan vivir en fidelidad a lo que Dios ha pedido a cada uno. Roguemos…
– Para que los gobernantes sepan trabajar eficazmente por el bien común, preocupándose de manera especial por los pobres. Roguemos…
– Para que nuestros hermanos difuntos vivan ya la plenitud de vida junto a Dios. Roguemos…
– Para que todos nosotros sepamos hacer de nuestra fe, nuestra vida y demos testimonio autorizado ante todos de Jesucristo Muerto y Resucitado. Roguemos…
Oración comunitaria
– Dios, Padre nuestro, Tu que nos amas hasta el extremo, enséñanos a amar a los demás con todas nuestras fuerzas, y que nuestro amor no se quede en buenas palabras sino que se traduzca en obras de justicia, de amor y de servicio a favor de todas las personas. Por Jesucristo.
Oh Dios, que suscitaste líderes y profetas que hablaran en tu nombre y guiaran a tu pueblo en todos los momentos de su historia, y que en la plenitud de los tiempos enviaste a tu hijo para que fuera maestro, camino, verdad y vida. Suscita de en medio nuestro nuevos profetas para que sepamos iluminar con tu palabra los retos que nos plantea la historia y seamos verdaderos testigos de tu proyecto. Por Jesucristo.
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