“Ojos bien abiertos” (Eyes wide open), de Haim Tabakman. Israel, 2009.
Por Jesús Domínguez López en El Expectador imaginario
El tratamiento de los temas relacionados con la homosexualidad no parece presentar muchas variantes; cinematográficamente hablando, la representación de los personajes homosexuales en el cine ha evolucionado de víctimas, enfermos, personas desajustadas psicológicamente, afeminados y seres grotescos, hasta protagonistas que tienen todas las características de la masculinidad hegemónica, es decir, fuertes y viriles, con una apariencia no únicamente varonil sino ordinaria y anodina. Sin embargo, esta tipificación no excluye la primera, dando como resultado un abanico de opciones y posibilidades de representaciones que han acuñado el término homosexualidades, en vista de que no se trata de una manera única de ser homosexual.
Pero no sólo la representación del homosexual se ha modificado, los temas en las películas gay se alejan paulatinamente del hecho, justificado o no, de abrirse o “salir de closet”, es decir, buscar la aceptación de familiares y amigos, momento que representa un reto y una situación no exenta de elementos dramáticos, que se ha ampliado, dando lugar a propuestas que permiten que el espectador reflexione acerca de la validez de determinadas normatividades que excluyen a estas personas de sus derechos básicos a manifestarse.
Hay realizadores que han profundizado extensamente sobre el tema, enfocándose en una serie de comportamientos característicos de estos universos que arrojan luz sobre el fenómeno y ayudan a entenderlo. El hecho de tener que vivir clandestinamente la expresión de su sexualidad da características particulares a las distintas manifestaciones de la misma.
Aarón (Zohar Strauss) administra una carnicería que ha heredado como resultado de la reciente muerte de su padre. Como miembro de una comunidad judía ortodoxa, su vida se circunscribe al trabajo, el estudio religioso y a ser proveedor y sostén de su familia, conformada por su esposa Rivka y sus cuatro hijos. Obligaciones que se toma muy en serio. Poseedor de un carácter amable, responsable y disciplinado, el protagonista lleva a cabo sus actividades diarias sin expresar queja alguna, en apariencia es un hombre completo y feliz. Su rutina se ve interrumpida cuando otro hombre más joven, llamado Ezri (RanDaker), llega a su vida buscando refugio y trabajo; a pesar de que tiene la apariencia de un miembro más de la comunidad, hay algo en su persona que indica que se trata de alguien diferente. El impulso caritativo del carnicero se manifiesta, ayudar al extraño será una bendición; simultáneamente, en forma velada y a través de las miradas que cruzan los hombres, se hace expreso otro tipo de intereses.
La dirección de Haim Tabakman busca hacer palpable el deseo de los hombres dentro de una atmósfera de calidez e intimidad en las actividades que comparten; desde las primeras oportunidades que tienen de tocarse, cuando cantan con los demás hombres del grupo de estudio del Torah o cuando bailan con los brazos alrededor de sus hombros, se percibe que su gozo es más que espiritual.
En la medida en que ambos hombres cruzan los límites de lo prohibido, en un principio dubitativamente y después plenamente convencidos de lo que desean, el film interpone el orden insular altamente socio-religioso del contexto que fuerza a cumplir normas de conducta impuestas, en aras de una serie de preceptos que rebasan con mucho la lógica más elemental, y que amenazan, a quienes osen quebrantarlas, a ser víctimas de la violencia y del ostracismo. La vigilancia es un espectro que ronda alrededor de las vidas de estos personajes, bajo la figura de la autoridad, representada por el rabino.
Ojos bien abiertos representa el debut cinematográfico del director israelí HaimTabakam, quien explora el conflicto entre la expresión homosexual y las inclinaciones religiosas. Con un guión escrito por MewrayDoster, la película se caracteriza por equilibrar el peso de los dos lados del conflicto, buscando, sin denostar el contexto, que el espectador comprenda la naturaleza de los sentimientos experimentados por los dos hombres. Este balance lo alcanza, confrontando la naturaleza de la fe como fuente de fortaleza y consuelo, y la expresión sexual, como causa de reafirmación y placer.
Sin necesidad de magnificar el aspecto sexual de la relación y dejando de lado una lastimosa condescendencia, la mano sensible del director hace creíble la situación, a través de enfatizar el riesgo que corre el personaje y el terrible dilema en que se encuentra, al perder un mundo que le resulta conocido o reprimir una parte vital de sí mismo, una crisis de identidad para la que no encuentra solución.
En este sentido, la película se asemeja a los sentimientos de pérdida y confusión experimentados por George Falconer, el personaje de Un hombre soltero (A single man, Tom Ford, 2009), al perder a su compañero, con el que ha compartido dieciséis años, un sentimiento que empuja a buscar entender la lógica de una visión del mundo definida por un absoluto sometimiento a la ley terrenal o divina. También hay referentes a Kadosh (Amos Gitai, 1999) y a Mi padre, mi señor (My Father, my Lord, David Volach, 2007), trabajos que retratan el sometimiento que imponen todavía algunas sociedades de nuestra época, y que dan mayor atención a los aspectos socio-antropológicos, mostrando lo incómodo y desventajoso que puede resultar la vida en una comunidad religiosa, en donde las creencias y el sentimiento de pertenencia son vitales para sobrevivir.
La dirección de arte refuerza el sentimiento que invade a esta comunidad, personas que viven en un mundo cerrado, en el marco de una serie de estructuras rígidas, que gobiernan sus vidas sin el menor atisbo de cambio. Se trata de un mundo esencialmente masculino, con mujeres que nunca salen del ámbito doméstico, un tipo de comunidades en donde antes del matrimonio, hombres y mujeres no socializan juntos. Religiones fundamentalistas, en cuyo seno las mujeres son vistas como objetos, educadas para servir y ser madres, y los hombres, considerados heterosexuales por naturaleza, son investidos de poder por el simple hecho de ser hombres.
La misma carnicería, con sus carnes muertas, sus rituales e instrumentos punzantes,ofrece implícitos significados a lo que los protagonistas viven, el interior sugiere un mausoleo en el que la intensa atracción física experimentada por los hombres resulta demasiado fuerte para poder ser dejada de lado. Cuestiones del corazón, de la carne y de la mente se mezclan y confluyen en este tenso estudio sobre el deseo y la represión.
La película abre con una excelente metáfora, un hombre se esfuerza por abrir una puerta herméticamente cerrada. Después de un tiempo de luchar y ante la imposibilidad de hacerlo, el personaje opta por romper el candado. De la misma forma, cierra, con una escena enigmática que permitirá al espectador sacar sus propias conclusiones.
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