“I am Michael”, donde James Franco interpreta a un antiguo activista LGTB reconvertido a pastor homófobo, se presenta en Sundance
Glatze, izquierda, con BenNycum, su ex-novio durante 10 años
Tras meses de rodaje, I am Michael está a punto de proyectarse por primera vez en el Festival de Sundance. La película se basa en una historia real, la de Michael Glatze, activista LGTB que tras sufrir una profunda crisis vital aseguró haber abandonado la homosexualidad, se casó con una mujer y se hizo pastor. Hoy vive un pequeño pueblo de Wyoming y está al frente de una congregación.
En 2011, Benoît Denizet-Lewis, antiguo amigo de Michael y colega suyo en XY, revista dirigida a jóvenes gays, se reencontró con él. Posteriormente, elaboró una crónica para The New York Times con el título Mi amigo ex-gay. En ella, daba voz a Michael pero también a Benjie Nycum, quien había sido su pareja durante varios años. Esta crónica ha sido la base de la película que está a punto de estrenarse.
La película tiene un elenco destacable. El papel de Michael está interpretado por James Franco, que ya ha recreado como actor varios personajes gays y que ha dirigido Interior. Leather Bar, un falso documental con referencias a Cruising. El papel de Benjie lo interpreta el actor abiertamente gay Zachary Quinto, mientras que Emma Roberts interpreta a la mujer de Michael. A la espera de la proyección y de las primeras críticas, el director, Justin Kelly, no escatima en elogios al hablar de la interpretación de Franco: “Sinceramente, lo hace estupendamente (…) Es una historia complicada y tiene una gran química con las dos personas con las que está vinculado amorosamente, Zachary Quinto y Emma Roberts”.
El director ha querido, eso sí, tomar distancias respeto a la cuestión de los “ex-gays”: “no es solo una película sobre un ex–gay. Es en realidad una historia muy apta para ser contada sobre el poder de la creencia y el deseo de pertenencia”. Con todo, resulta difícil obviar la relación de la película con el tema, especialmente cuando historias como las de Glatze son utilizadas por los homófobos para intentar demostrar la “posibilidad de un cambio”.
De activista por los adolescentes LGTB a militante homófobo
Después de trabajar en XY, Michael Glatze estuvo entre los fundadores de YGA (Young Gay America) publicación con un enfoque más amplio, que hablaba también de lesbianas, bisexuales, trans y queer. De hecho, YGA se organizó como un equipo que recorría Estados Unidos recogiendo testimonios de adolescentes y jóvenes LGTB. De él formaba parte también Benjie Nycum, que entonces era su pareja. Entre sus logros estuvo también la elaboración del primer documental dirigido a prevenir el suicido en adolescentes LGTB, Jim in Bold, premiado en varios festivales de cine LGTB. Michael y Benjie iban tomando de hecho cada vez más prominencia como activistas.
Todo esto cambió en 2004, cuando una serie de problemas de salud hicieron temer a Glatze que podía sufrir la misma enfermedad cardiaca que acabó con su padre cuando él tenía 13 años. No fue así, pero el impacto de aquella experiencia lo llevó a redescubrir “a Dios” y a “reevaluar” toda su existencia anterior. Tras un año de crisis vital, llegó a la conclusión de que todos sus problemas se debían a su “identidad sexual”, tal y como reveló a Benoît Denizet-Lewis en una conversación mantenida por entonces. En su artículo de The New York Times, el propio Denizet-Lewis cuenta cómo poco después, el último día que estuvo en la redacción de YGA, Glatze escribió en su ordenador “Soy heterosexual”, luego “Homosexualidad=muerte, elijo la vida” y se marchó. A partir de ese momento, según le dijo luego, su atracción hacia las personas de su mismo sexo comenzó a desaparecer… al tiempo que profundizaba su relación con la faceta más intolerante de la religión.
Michael and Rebekah Glatzeen su boda
En una carta publicada en 2007 en una web de ultraderecha, la homofobia de Glatze se revelaba ya en toda su plenitud. Afirmaba haber optado por la homosexualidad siendo adolescente “porque era débil”. Según él, a estas edades la homosexualidad “es por su propia naturaleza pornográfica, destruye sus mentes impresionables [las de los adolescentes] y confunde su desarrollo sexual”. También impide “profundizar en nosotros mismos”, dejándote a merced de la superficialidad y de las relaciones fundamentadas únicamente en la “lujuria”. No perdía tampoco ocasión de elogiar a Polonia por su valentía en oponerse a la “propaganda homosexual” (en referencia a las iniciativas que entonces promovían los gemelos Kaczyński).
En el reportaje de The New York Times, Michael incidía en su historia de conversión. Y ello pese a que, a la pregunta de su antiguo compañero sobre si realmente se sintió infeliz durante los años que vivió con Benjie, respondió que “bueno, tú no puedes ver lo oscuro que se está en una cueva cuando estás dentro. Pero no, en esa época no me consideraba infeliz”.
La historia de Michael Glatze abre, sin duda, interesantes interrogantes sobre hasta qué punto las personas reconstruyen el relato de sí mismas para adaptarlo a sus creencias actuales, o sobre cómo una crisis vital puede trastocar la vivencia más íntima de las personas. Lo preocupante del asunto, sin embargo, es que Glatze, pese a rechazar la etiqueta de “activista ex-gay”, ha ido más allá de contar su experiencia personal, usándola en charlas y publicaciones en internet para denigrar a quienes viven de una forma abierta su homosexualidad o bisexualidad y para promover las peligrosas “terapias” reparadoras.
Fuente Dosmanzanas
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