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Archivo para Domingo, 4 de enero de 2015

Receta para comenzar el año

Domingo, 4 de enero de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

cocinero

Tomar 12 meses completos,
limpiarlos de todo resentimiento,
odio, cólera y celos
para hacerlos tan frescos y limpios como sea posible.

Ahora,
cortar cada mes en rebanadas de 28, 30 o 31… pedazos,
luego, muy despacio, incorporar a cada día:
una pizca de valentía…
una pizca de confianza…
una cucharada de paciencia…
un cucharón de trabajo,
de perseverancia y de fuerza…
Y añadir a eso algunas gotas de compasión y de comprensión.

Mezclar todo con porciones generosas
de esperanza, de fidelidad, de generosidad y de dulzura.
Sazonar todo con un toque de sueños y de magia,
un tazón de risas y una taza llena de buen humor.
Vierte ahora la receta en un gran tazón de amor
y para acabar…
Decorar con una sonrisa…
Servir con ternura…

*

Fuente: Sallesianos de Don Bosco

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , ,

“Acoger a Dios”. 2º Domingo después de Navidad – B (Juan 1,1-18). 4 de enero 2015

Domingo, 4 de enero de 2015
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08_2_Navidad_BJesús apareció en Galilea cuando el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Llevaban mucho tiempo sintiendo la lejanía de Dios. Los cielos estaban «cerrados». Una especie de muro invisible parecía impedir la comunicación de Dios con su pueblo. Nadie era capaz de escuchar su voz. Ya no había profetas. Nadie hablaba impulsado por su Espíritu.

Lo más duro era esa sensación de que Dios los había olvidado. Ya no le preocupaban los problemas de Israel. ¿Por qué permanecía oculto? ¿Por qué estaba tan lejos? Seguramente muchos recordaban la ardiente oración de un antiguo profeta que rezaba así a Dios: «Ojalá rasgaras el cielo y bajases».

Los primeros que escucharon el evangelio de Marcos tuvieron que quedar sorprendidos. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios. Sobre la tierra caminaba un hombre lleno del Espíritu de Dios. Se llamaba Jesús y venía de Nazaret.

Ese Espíritu que desciende sobre él es el aliento de Dios que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la vida, curarla y hacerla más humana. Los primeros cristianos no quisieron ser confundidos con los discípulos del Bautista. Ellos se sentían bautizados por Jesús con su Espíritu.

Sin ese Espíritu todo se apaga en el cristianismo. La confianza en Dios desaparece. La fe se debilita. Jesús queda reducido a un personaje del pasado, el Evangelio se convierte en letra muerta. El amor se enfría y la Iglesia no pasa de ser una institución religiosa más.

Sin el Espíritu de Jesús, la libertad se ahoga, la alegría se apaga, la celebración se convierte en costumbre, la comunión se resquebraja. Sin el Espíritu la misión se olvida, la esperanza muere, los miedos crecen, el seguimiento a Jesús termina en mediocridad religiosa.

Nuestro mayor problema es el olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Es un error pretender lograr con organización, trabajo, devociones o estrategias diversas lo que solo puede nacer del Espíritu. Hemos de volver a la raíz, recuperar el Evangelio en toda su frescura y verdad, bautizarnos con el Espíritu de Jesús.

No nos hemos de engañar. Si no nos dejamos reavivar y recrear por ese Espíritu, los cristianos no tenemos nada importante que aportar a la sociedad actual, tan vacía de interioridad, tan incapacitada para el amor solidario y tan necesitada de esperanza.

José Antonio Pagola

Ver en la web

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” Venimos de Oriente para adorar al Rey”. Domingo 4 de enero de 2015

Domingo, 4 de enero de 2015
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adoracic3b3n-de-mantegnaAllí donde se celebre hoy la fiesta de la Epifanía
(casi todo el mundo excepto en España que se celebra el próximo día 6 de Enero)

Leído en Koinonia:

Isaías 60, 1-6: La gloria del Señor amanece sobre ti.
Salmo responsorial: 71: Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra.
Efesios 3, 2-6: Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos.
Mateo 2, 1-12: Venimos de Oriente para adorar al Rey

 La época en que se escribe esta parte del libro del profeta Isaías (Tercer Isaías) corresponde a la restauración, es decir, al regreso a Jerusalén de los exiliados en Babilonia, regreso a la gran ciudad de Dios. Cuando este grupo de exiliados llegó a Israel encontró sus ciudades destruidas, sus campos abandonados o apropiados por otras familias, las murallas derruidas y el templo, el lugar donde Yahvé habitaba, incendiado. Esta dramática realidad los desanimó completamente, centrando sus esperanzas y sus motivaciones únicamente en la reconstrucción de sus viviendas y sus campos, dejando de lado la restauración del templo y, con ello, la confianza en la venida gloriosa de Yahvé, quien traería para Israel la salvación plena en la misma historia. Isaías anima la fe de su pueblo, los invita a poner nuevamente su fe y su corazón en la fuerza salvífica de Yahvé, quien traerá la paz y la justicia a su pueblo, por ello Jerusalén será una ciudad radiante, llena de luz, en donde la presencia de Dios como rey hará de ella una nación grande, ante cuya presencia se postrarán todos los pueblos de la tierra. El profeta manifiesta con esta gran revelación que Dios es quien dará inicio a una nueva época para Israel, una época donde reinará la luz de Dios y serán destruidas todas las fuerzas del mal, pues Dios se hace presente en Israel y ya más nadie podrá hacerle daño.

Esta visión profética posee una comprensión muy reducida de la acción salvífica de Dios, ya que es asumida como una promesa que se cumplirá en beneficio única y exclusivamente del pueblo de Israel y no de toda la tierra. Pablo, a través de la carta a los Efesios, ampliará esa comprensión, afirmando que la salvación venida por Dios, a través de Jesús, es para “todos”, judíos y paganos. El plan de Dios, según Pablo, consiste en formar un solo pueblo, una sola comunidad creyente, un solo cuerpo, una sola Iglesia, un organismo vivo capaz de comunicar a toda la creación la vida y la salvación otorgada por Dios. La carta a los Efesios expresa que el misterio recibido por Pablo consiste en que la Buena Nueva de Cristo se hace efectiva también en los paganos, ellos son coherederos y miembros de ese mismo Cuerpo; esto significa que Dios se ha querido revelar a toda la humanidad, actúa en todos, salva a todos, reconcilia a todos sin excepción.

El evangelio que leemos hoy, en la Fiesta de la «Epi-fanía», confirma este carácter universal de la salvación de Dios. Mateo expresa, por medio de este relato simbólico, el origen divino de Jesús y su tarea salvífica como Mesías, como rey de Israel, heredero del trono de David; para ello el evangelista insiste en nombrar con exactitud el lugar donde nació Jesús y en confirmar, a través del Antiguo Testamento, que con su presencia en la historia se da cumplimiento a las palabras de los profetas. Por otro lado, el rechazo de este nacimiento por parte de las autoridades políticas (Herodes) y religiosas (sumos sacerdotes y escribas) del pueblo judío y el gozo infinito de los magos, venidos de Oriente, anuncian desde ya ese carácter universal de la misión de Jesús, la apertura del evangelio a los paganos y su vinculación a la comunidad cristiana. La Epifanía del Señor es la celebración precisa para confesar nuestra fe en un Dios que se manifiesta a toda la humanidad, que se hace presente en todas las culturas, que actúa en todos, y que invita a la comunidad creyente a abrir sus puertas a las necesidades y pluralidades del mundo actual.

En un tiempo como el que vivimos, marcado radicalmente por el pluralismo religioso, y marcado también, crecientemente, por la teología del pluralismo religioso, el sentido de lo «misionero» y de la «universalidad cristiana» han cambiado profundamente. Hasta ahora, en demasiados casos, lo misionero era sinónimo de proselitismo, de «convertir al cristianismo» a los «gentiles», y la «universalidad cristiana» era entendida desde la centralidad del cristianismo: éramos la religión central, la (única) querida por Dios, y por tanto, la religión-destino de la humanidad. Todos los pueblos (universalidad) estaban destinados a abandonar su religión ancestral y a hacerse cristianos… Tarde o temprano el mundo llegaría a su destino: a ser «un sólo rebaño, con un solo pastor»…

Hoy todo esto ha cambiado, aunque muchos cristianos (incluidos muchos de sus pastores) todavía siguen en la visión tradicional. Buen día hoy, pues, para presentar estos desafíos y para profundizarlos. No desaprovechemos la oportunidad para actualizar también personalmente nuestra visión en estos temas. En la RELaT (servicioskoinonia.org/relat) hay muchos materiales para estudiar el tema, así como para debatirlo en grupos de estudio o de catequesis.

En el Nuevo Testamento, además de Juan 7,42, encontramos referencias a Belén en las narraciones de Mateo 2 y Lucas 2 acerca del nacimiento del Salvador en la ciudad de David. La tradición de que el Mesías debía nacer en Belén tiene su base en el texto de Miqueas 5,2, donde se señala que de Belén Efrata debía salir quien gobernaría Israel y sería pastor del pueblo. Hoy ya sabemos que Jesús nació probablemente en Nazaret, y que la afirmación de que nació en Belén es una afirmación con intenció teológica.

El término “magos” procede del griego “magoi”, que significa matemático, astrónomo y astrólogo. Estas dos últimas disciplinas eran una misma en la antigüedad, por lo que con ambas se podía estudiar el destino y designio de las personas. Es decir, los «reyes magos» no fueron ni reyes ni magos en el sentido actual de estas palabras; habrían sido astrólogos o estudiosos del cielo. Fue el teólogo y abogado cartaginés Tertuliano (160-220 d.C.) quien aseguró que los magos serían reyes y que procederían de Oriente. En la visita de los magos a Jesús, los Padres de la Iglesia vieron simbolizadas la realeza (oro), la divinidad (incienso) y la pasión (mirra) de Cristo. Leer más…

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4.1.15. Et incarnatus est. “Carne” de Dios

Domingo, 4 de enero de 2015
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imageswDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 2. Navidad. Ésta es la palabra más significativa de la historia de occidente, y para nosotros, cristianos, la más importante de la humanidad: Dios se ha “encarnado¨, se ha hecho vida en la “carne/historia” de los hombres, y así le acogemos con fe, y celebramos su misterio en Jesús de Nazaret, que estos días de Navidad nace en la Liturgia. Así lo muestran las dos imágenes de esta postal:

— La primera presenta a unos obispos que celebran, arrodillados, ante los fieles alejados, el nacimiento de Dios, representado en la estrella de mármol frío (estrella de David, de los Magos de Oriente) que está en el suelo.

— La segunda presenta una mano con el niño caliente de vida, la mano del partero/a (o del padre), que recibe al niño del vientre de su madre, ya limpio y sonriente, dispuesto a comenzar la gran carrera de la vida, si le acogemos y amamos como carne de Dios.

Una fe “difícil”

— Muchos hombres y mujeres no lo entienden, no pueden aceptar esta palabra, pues no creen que haya un Dios que pueda y quiera encarnarse (hacerse humano); no creen quizá en Dios, ni tampoco en el hombre como “capaz de ser Dios”. Por eso, un genio de la filosofía como el judío L. Wittgenstein (tan amigo de los cristianos, pero no cristiano) decía que lo más grande que existe es un tipo de filosofía como la de Platón, o un tipo de religión como la de Buda o Mahoma, donde Dios está siempre separado, o no existe, o no se encarna.

— Tampoco muchos “creyentes” de la Iglesia entienden ni aceptan de verdad esta palabra de la “encarnación” (pues son en el fondo más platónicos que cristianos). Dicen que Dios se ha encarnado, pero después entienden esa encarnación de una forma “espiritualista” (¡como rayo de luz por un cristal!), sin aceptar de verdad la “carne” de María (la madre de Jesús), ni la carne de Jesús. K. Rahner decía que en el fondo somos “monofisitas” (no creemos en el hombre); yo añadiría que somos “gnósticos” (no creemos en la carne de Dios, ni por consiguiente en la carne humana)

La fe en el niño, carne de Dios, lo más fácil

Pues bien, sin negar los valores de Buda, de Platón o de Mahoma y los de tantos otros pensadores y profetas (incluidos muchos “platónicos eclesiales”), los cristianos confesamos la encarnación de Dios, tal como fue formulada por el evangelio de Juan (Jn 1, 14) y por el Credo (y se encarnó por obra del Espíritu Santo).

Dios sigue siendo Dios (más Dios que nunca, más misterioso y distinto), y el hombre humano (pequeño y grande…). Pero ese mismo Dios ha querido ser Dios en forma humana, compartir con nosotros su vida, para que nosotros vivamos en la suya.

Eso significa que “todo niño” nace de Dios, con Jesús (Jn 1, 14), como Jesús (Jn 1, 12-13), siendo carne y sangre, deseo de vida, pero carne y sangre de Dios, necesitando la ayuda de otros hombres (mujeres y hombres que le acojan).

1225786_640pxÉste es el misterio central de la “tercera misa” de la Navidad, el evangelio de este Segundo Domingo de Navidad (Jn 1, 1-18), un texto que aún no ha entrado de verdad en la conciencia cristiana, pues somos más monofisitas que mesiánicos, más gnósticos que cristianos.

Decimos sin duda esa palabra (e inclinamos la cabeza cuando se canta en la misa solemne ¡Et incarnatus est!). Pero luego no creemos de verdad en ella (aunque el “segundo evangelio” , Jn 1-18m se haya leído en todas las misas hasta el Vaticano II).

No cuesta ver a Dios en la carne/historia de la historia, en los niños que nacen, en los pobres expulsados de la tierra, como “carne” de hambre o de cañón… Por eso es urgente este evangelio de la carne de Dios que nace y espera (germina) en la debilidad fuerte de la vida de los hombres y mujeres de la tierra. Buen comienzo de año, buen domingo II de Navidad.

EL EVANGELIO CRISTIANO

Según ese pasaje (Jn 1, 1-18), que se lee y canta de forma solemne en la misa de este domingo, los cristianos afirmamos que Jesús es la encarnación de Dios, es “todo Dios” siendo “todo hombre”, es decir, carne de la historia. Más que eso no se puede decir, ni menos tampoco si se quiere mantener en su plenitud la herencia del evangelio. En esa línea afirmará el concilio de Nicea que Jesús es Dios (de naturaleza divina) y el de Calcedonia que es perfecto Dios y perfecto hombre (de naturaleza divina y de naturaleza humana)… Esas formulaciones conciliares reflejan un tipo de pensamiento quizá abstracto, que puede y debe re-traducirse. Pero en su base sigue estando este evangelio que nos dice que Jesús es “la carne humana” de Dios.

(a) El mismo Jesús histórico, nacido, muerto y resucitado es la Carne de Dios. Por eso, los cristianos buscamos y vemos a Dios en la “carne”, es decir, en la historia (el mensaje, el amor, el camino) de Jesús, a quien llamamos el Hijo de Dios.

(b) Si Jesús es “carne” de Dios, en él y con él son carne de Dios todos sus “hermanos” y de un modo especial los pobres (como sabe y dice Mr 25, 31-46)… En esa línea, conforme al lenguaje más filosófico de los Concilios (Nicea y Calcedonia) hay que decir que toda la “naturaleza” humana es carne de Dios (revelación de su Ser).

(c) Celebrar la encarnación de Dios en Jesús significa celebrar el valor divino de lo humano y comprometerse al servicio del hombre, de todos los hombres, y en especial de los excluidos de esta sociedad imperial de consumo, que son hermanos de Jesús, carne de su carne, sangre de su sangre, para emplear un lenguaja bíblico y eucarístico.

Texto básico (condensado)

[Dios es Palabra] En el principio era la Palabra y la Palabra era junto a Dios, y la Palabra era Dios. Esta era en principio junto (hacia) Dios.

[Palabra Creadora, luz] Todas las cosas fueron hechas por ella, y sin ella no se ha hecho ninguna. Lo que fue hecho era (tenía) vida en ella y la vida era la luz de los hombres (Jn 1,1-4).

[Todos nacemos de Dios] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre… Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

[Encarnación plena] Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria, gloria de Unigénito del Padre, lleno de gracia y verdad (1, 14).

[Revelación] A Dios nadie le ha visto jamás, el Dios unigénito, que estaba en el seno del Padre, ese nos lo ha revelado (1, 18)

BREVE COMENTARIO, DESDE EL FINAL

– A Dios nadie la ha visto jamás.

Esta frase puede interpretarse en un sentido israelita; han sido precisamente ellos, los judíos, los que han afirmado que nadie puede ver a Dios sin morir; ellos son los que después han añadido que el nombre de Yahvé es silencio, que no puede ni decirse; ellos son los que, conforme a 2 Cor 3-4, han querido poner un velo sobre los ojos para no profanar el misterio de Dios.

A Dios nadie le ha visto: su misterio sigue siendo inaccesible. Esta es la verdad final del más hondo judaísmo que, sin embargo, de forma admirable, siglo tras siglo, ha sabido sacar fuerzas de esa trascendencia divina, para confesar a Dios, a través de la fidelidad a la Ley y tradiciones. No creen los judíos en el Hijo de Dios que es Jesús, pero la confesión del misterio divino les ha hecho vivir en actitud de confesión intensa.

– El Dios (Hijo) Unigénito que estaba en el seno del Padre…

Algunos manuscritos dicen “el Hijo Unigénito”, pero los más significativos mantienen esta lectura más difícil, llamando a Jesús Dios Unigénito (monogenest theou, que habita en el seno del Padre, como Luz y Palabra. Estrictamente hablando, la palabra que traducimos como seno del Padre (kolpon tou patrou) significa pecho y, en algún sentido, corazón. Es como si el Hijo existiera reclinado en el pecho del Padre, como el Discípulo Amado lo estuvo en el pecho de Jesús (Jn 12, 23). Pero esa imagen puede llevarnos a tomar a Dios como “un seno de madre” donde habita y crece el Hijo/Dios unigénito. Esta afirmación paradójica del Dios materno, del Padre en cuyo seno (materno) ha surgido y se mantiene el Hijo, es el culmen de la confesión cristiana.

– Ése nos lo ha revelado.

Habitando en el Seno del Padre, Jesús vive (ha vivido) al mismo tiempo entre los humanos, en una historia bien concreta de amor y entrega en favor de ellos. Sólo aquel que ha vivido en los pechos de Dios puede revelar su amor de Padre. Este es el secreto, este el misterio radical del evangelio, que todo el resto del libro de Juan ha querido describir. Leer más…

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“La Sabiduría y la Palabra: Dos historias parecidas y distintas.” Domingo 2º de Navidad. Ciclo B

Domingo, 4 de enero de 2015
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imagesDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En el 2º domingo de Navidad se vuelve a leer el Prólogo del evangelio de san Juan, que asusta a muchos de los que tienen que explicarlo y corre el peligro de aburrir a quienes lo escuchan. Sin embargo, es un texto más fácil de comprender de lo que parece. Basta tener en cuenta que recoge, modificándolas, una serie de ideas del Antiguo Testamento sobre la Sabiduría de Dios. También conviene suprimir los versículos relativos a Juan Bautista, que rompen el himno primitivo.

Historia de la Sabiduría

Las conquistas de Alejandro Magno, en la segunda mitad del siglo IV a.C., supusieron una gran difusión de la cultura griega. En Judea, como en todas partes, los griegos ejercían un influjo enorme: cada vez se hablaba más su lengua, se imitaban sus costumbres, se construían edificios siguiendo su estilo, se abrían gimnasios, se enseñaba la doctrina de sus filósofos. Los judíos, al menos la clase alta, estaban encandilados con la sabiduría de Grecia. Sin embargo, algunos autores no compartían ese entusiasmo. Para ellos, la sabiduría griega era un producto reciente, obra del ingenio humano, y tenía su templo en un lugar pagano, Atenas. La verdadera sabiduría es eterna, procede de Dios, y reside en Jerusalén. Esto puede decirse con palabras vulgares, o poéticamente, presentando a la sabiduría como una mujer y contando su historia. Basándonos en diversos textos bíblicos podemos reconstruir esa historia de la Sabiduría en tres etapas.

1ª: la Sabiduría está junto a Dios desde el comienzo.

2ª: la Sabiduría acompaña a Dios en el momento de la creación.

3ª: la Sabiduría se instala en Jerusalén.

            La primera lectura de este domingo recoge sólo el último tema, con una visión muy optimista: la Sabiduría se instala en Jerusalén, donde es bien acogida por los israelitas.

La sabiduría se alaba a sí misma, se gloría en medio de su pueblo, abre la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de sus Potestades. En medio de su pueblo será ensalzada, y admirada en la congregación plena de los santos; recibirá alabanzas de la muchedumbre de los escogidos y será bendita entre los benditos.

El Creador del universo me ordenó, el Creador estableció mi morada: Habita en Jacob, sea Israel tu heredad. Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y no cesaré jamás. En la santa morada, en su presencia, ofrecí culto y en Sión me establecí; en la ciudad escogida me hizo descansar, en Jerusalén reside mi poder. Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad, y resido en la congregación plena de los santos.

Historia de la Palabra

El autor del Prólogo aplicó las ideas anteriores a Jesús, introduciendo algunos cambios. Ante todo, en vez de llamarlo Sabiduría de Dios, prefirió llamarlo la Palabra.

Primera etapa: la Palabra junto a Dios

Al principio existía la Palabra,

y la Palabra estaba junto a Dios,

y la Palabra era Dios;

ella estaba al principio junto a Dios.

Hay una diferencia notable con la Sabiduría. La Sabiduría es creada por Dios. La Palabra, no; existe con él desde el principio.

Segunda etapa: la Palabra y la creación

Todo fue hecho mediante ella,

y sin ella no se hizo nada de lo hecho.

Lo que surgió en ella fue la vida,

y la vida era la luz de los hombres;

y la luz brilla en la tiniebla,

y la tiniebla no consiguió derrotarla.

Parece un trabalenguas, pero es muy sencillo: todo fue creado por la Palabra de Dios. El sol, la luna, las estrellas, las montañas, el mar…, el mármol, la madera, el cristal… Todo ha sido creado por la Palabra de Dios. Y ella, además de haber creado a los hombres, es también nuestra luz. La única novedad, muy importante, es que desde el principio se entabla una lucha entre la luz y la tiniebla; pero la tiniebla no logra imponerse, no puede derrotarla.

Tercera etapa: el mundo, creado por la Palabra, la ignora.

Hasta ahora todo ha ido bien. Dios y la Palabra pueden estar contentos. De pronto, advierten que la Palabra es ignorada por el mundo.

En el mundo estaba,

y aunque el mundo se hizo mediante ella,

el mundo no la conoció.

            El mundo no se refiere aquí a los seres inanimados sino a las personas que ignoran a Dios, no lo adoran, o prescinden de él. En autor del Prólogo piensa en todos los pueblos paganos, que podrían haber conocido al Dios verdadero, pero que habían caído en diversas formas de idolatría.

            Cuarta etapa: la Palabra decide instalarse en Israel; su pueblo la rechaza

            ¿Qué hará la Palabra cuando se vea ignorada por el mundo? Para un judío, la respuesta es clara: refugiarse en Israel, el pueblo elegido, igual que hacía la sabiduría: “Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. Eso mismo hace la Palabra, pero se encuentra con una desagradable sorpresa:

Vino a su casa,

y los suyos no la recibieron.

Quinta etapa: la Palabra decide hacerse carne y habitar entre nosotros. 

La Palabra ha sufrido dos derrotas: el mundo la ignora, su pueblo la rechaza. ¿Qué haría cualquiera de nosotros en su lugar? Quedarse junto a Dios y olvidarse de todos. Afortunadamente, Dios no es así. La Palabra toma la decisión más asombrosa que se puede imaginar.

Y la Palabra se hizo carne

y puso su tienda entre nosotros

y contemplamos su gloria,

gloria de Hijo único del Padre,

pleno de gracia y de lealtad.

Pues de su plenitud todos hemos recibido

gracia tras gracia.

Del optimismo ingenuo al realismo mágico

La historia de la Sabiduría resulta demasiado optimista. El himno puede parecer muy pesimista. Sin embargo, no lo es. Aunque no sea todo el mundo ni todo Israel, hay un grupo, formado por judíos y paganos, dispuestos a acoger a Jesús, a creer en él. Y ésos, todos nosotros, reciben una enorme recompensa.

Pero a los que la recibieron

los hizo capaces de ser hijos de Dios.

            Y este grupo contempla su gloria, y de su plenitud recibe gracia tras gracia.

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“Soñando un año Nuevo: 2015 Génesis 28:10-19.”, por Olga Lucia Álvarez Benjumea*

Domingo, 4 de enero de 2015
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577783_229816003828737_688233598_nLeído en Evangelizadoras de los Apóstoles:

Me dormí y soñé. Todos/as estábamos de viaje, emigrando, buscando el Cielo.

Me encontré con Jacob en Betel, muy emocionado, me volvió a contar su sueño. Génesis 28:19-19

 10 Jacob partió de Berseba y se encaminó hacia Jarán. 11 Cuando llegó a cierto lugar, se detuvo para pasar la noche, porque ya estaba anocheciendo. Tomó una piedra, la usó como almohada, y se acostó a dormir en ese lugar. 12 Allí soñó que había una escalinata apoyada en la tierra, y cuyo extremo superior llegaba hasta el cielo. Por ella subían y bajaban los ángeles de Dios. 13 En el sueño, el Señor estaba de pie junto a él y le decía: «Yo soy el Señor, el Dios de tus abuelos Sara-Abraham y de tus padres Raquel-Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra sobre la que estás acostado. 14 Tu descendencia será tan numerosa como el polvo de la tierra. Te extenderás de norte a sur, y de oriente a occidente, y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia. 15 Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas, y te traeré de vuelta a esta tierra. No les abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido.” (1)

 Cuando escuché su nueva versión, vi que si era posible unir el Cielo con la Tierra, “porque el Cielo es Dios y Dios está en la Tierra” (Sor Isabel de la Trinidad).

Sin intermediarios/as, no hay que bajarlo con palabras mágicas, la Esencia Divina está siempre presente, en el Aquí y Ahora.

Soñaba, y no importaba que la almohada fuera una piedra, símbolo de los sinsabores duros de la vida.

Mi ancestro Jacob, me ayudó a ver la dimensión divina entre el Cielo y la tierra. Soñé, la catolicidad autentica, verdadera fraternidad, en plena sororidad “de norte a sur, y oriente a occidente”.

Soñé, el fin de las guerras en el mundo. Soñé el fin de la violencia, psicológica, y física contra las mujeres, hombres, ancianos, jóvenes y niños.

Soñé, la equidad,igualdad  en justicia, para las mujeres en la Iglesia, según el Evangelio.

Soñé, que los campos, volvían a reverdecer, no habían paramilitares, guerrilla, ni ejército,  acosando a los campesinos, indígenas y afros. Tampoco existía la delincuencia, ni las pandillas de las comunas, ni las invisible fronteras.

Soñé, que no había TLC, ni la visa Shengen, ni la visa americana.

Soñé, que no existía la Escuela de las Américas (SOA). Soñé que Colombia no era el país que importaba el militarismo a México y a la U.E.

Soñé, la libertad de tantos presos de conciencia, activistas por la Paz y la Vida: Hna Megan Rice y sus compañeros, Kathy Kelly y otras cuyos nombres no conocemos, porque los medios de comunicación los ignora.

Soñé, que ya no había cárceles para a los emigrantes, que Guantánamo, había sido cerrada.

Soñé, que la ambición, la avaricia, por fin habían sido sometidos.

Soñé, que no había dicriminaciones por opción sexual, de clase, etnia o sexismo.

Soñé, que el racismo, la mentira y la injusticia,  nunca existieron y eran leyendas de otra vida.

Soñé, que la Paz generó empleo, para todos/as. Soñé, que sin categorías el gobierno, empresarios y sindicatos acordaron por primera vez, fuera el mismo sueldo, desde el modesto jardinero, portero, arquitecto, médico, hasta el gerente o gran jefe, de Ongs, instituciones civiles y religiosas.

Soñé, que empresarios y gerentes, repartían las ganancias entre sus empleados y familiares, bendiciendo y estimulado al trabajador.

Soñé, que no habían secuestrados ni desaparecidos.

Soñé, que la Fundación Bordado a Mano,las pos-penadas regresaban a sus casas, con sus hijos. La sociedad e iglesia les acogía y daba empleo. Tenian su sede y guarderia para sus actividades e hijos, sin que se les falte al respeto o se les humille.

Soñe, que no habia indigenas o afros, en las calles o semaforos medigando una comida.

Soñe, que no habia niños abandonados en las calles…

Soñe, que habia techo, salud, educación, empleo para aquellos que nada tenían.

Soñé, una danza de paz y amor en medio de la Alegría, mientras la realidad se hacía.

Era tan lindo este sueño, que tuve que despertar, para hacerlo realidad!!!

FELICES PASCUAS!!! UNIENDO EL CIELO CON LA TIERRA.

1) El nombre de las esposas de Abrahan e Isacc y el resaltado es nuestro.

*Presbitera católica romana.

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“¿Fin de una era, una nueva civilización o fin del mundo?” Leonardo Boff, teólogo, filósofo y escritor

Domingo, 4 de enero de 2015
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a_1Leído en la página web de Redes Cristianas

Hay voces de personalidades muy respetadas que advierten que estamos ya dentro de una Tercera Guerra Mundial. La más autorizada es la del Papa Francisco. El 13 de septiembre de este año, al visitar un cementerio de soldados italianos muertos en Radipuglia cerca de Eslovenia, dijo: “La Tercera Guerra Mundial puede haber comenzado, combatida por partes, con crímenes, masacres y destrucciones”. El ex-canciller alemán Helmut Schmidt, de 93 años, advertía el 12 de diciembre de este año sobre una posible Tercera Guerra Mundial (Boletim Carta Maior del 22/12/2014). Y otras voces autorizadas se hacen oír aquí y allí.

A mí me convence más el análisis, diría profético pues se está realizando como lo previó, de Jacques Attali en su conocido libro Breve historia del futuro (Paidós 1999). Fue asesor de François Mitterand y actualmente preside la Comisión de los «frenos al crecimiento». Trabaja con un equipo multidisciplinar altamente cualificado. Él prevé tres escenarios: (1) el superimperio compuesto por Estados Unidos y sus aliados. Su fuerza reside en poder destruir toda la humanidad. Pero está en decadencia debido a la crisis sistémica del orden capitalista. Se rige por la ideología del Pentágono del «full spectrum dominance» (dominación de espectro completo) en todos los campos, militar, ideológico, político, económico y cultural. Pero ha sido superado económicamente por China y tiene dificultades para someter a todos a la lógica imperial. (2) El superconflicto: con la decadencia lenta del imperio se da una balcanización del mundo, como constatan actualmente los conflictos regionales en el norte de África, en Oriente Medio, en África y en Ucrania. Esos conflictos pueden conocer un crescendo con la utilización de armas de destrucción masiva (veáse Síria, Iraq), después de pequeñas armas nucleares (existen hoy miles con el formato de un maletín de ejecutivo) que destruyen poco pero dejan regiones enteras inhabitables durante muchos años debido a la alta radioactividad. Con el uso generalizado de armas nucleares, químicas y biológicas se puede llegar a un punto en el que la humanidad se da cuenta de que puede autodestruirse. Y entonces surge (3) el escenario final: la superdemocracia. Para no destruirse a sí misma y a gran parte de la biosfera, la humanidad elabora un contrato social mundial, con instancias plurales de gobernabilidad planetaria. Con los bienes y servicios naturales escasos debemos garantizar la supervivencia de la especie humana y de toda la comunidad de vida que también está creada y mantenida por la Tierra-Gaia.

Si esa fase no llegara a surgir, podría ocurrir el fin de la especie humana y de gran parte de la biosfera. Por culpa de nuestro paradigma civilizatorio racionalista. Lo expresó bien el economista y humanista Luiz Gonzaga Belluzzo, recientemente: «El sueño occidental de construir el hábitat humano solamente a base de la razón, repudiando la tradición y rechazando toda trascendencia, ha llegado a un callejón sin salida. La razón occidental no consigue realizar concomitantemente los valores de los derechos humanos universales, las ambiciones del progreso de la técnica y las promesas de bienestar para todos y para cada uno» (Carta Capital 21/12/2014). En su irracionalidad, este tipo de razón, construye los medios de darse fin a sí misma.

El proceso de evolución deberá posiblemente esperar algunos miles o millones de años hasta que surja un ser suficientemente complejo, capaz de soportar el espíritu que, primero, está en el universo y solamente después en nosotros.

Pero puede también irrumpir una nueva era que conjugue la razón sensible (del amor y del cuidado) con la razón instrumental-analítica (la tecnociencia). Emergerá, finalmente, lo que Teilhard de Chardin llamaba ya en 1933 en China la noosfera: las mentes y los corazones unidos en la solidaridad, en el amor y en el cuidado con la Casa Común, la Tierra. Attali escribió: «quiero creer, en fin, que el horror del futuro predicho arriba contribuirá a hacerlo imposible. Entonces se diseñará la promesa de una Tierra hospitalaria para todos los viajantes de la vida (op.cit. p. 219).

Y al final nos deja a nosotros los brasileros este desafío: «Si hay un país que se parece a lo que podría convertirse el mundo, en lo bueno y en lo malo, ese país es Brasil» (p. 231).


Traducción de MJ Gavito Milano

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José María Castillo: ¿Otro restauracionismo preconciliar?

Domingo, 4 de enero de 2015
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20603720aLeído en su blog Teología sin Censura:

El Papa ve “escandaloso” las listas de precios en las iglesias para recibir los sacramentos

Las “quince enfermedades de la Curia“, según Francisco

El Papa pide perdón “por mis errores y los de mis colaboradores, y por los escándalos que han hecho tanto daño

“Francisco está amenazado, tan amenazado como la unidad de la Iglesia”

“Estamos ante un nuevo y desesperado intento de restauracionismo preconciliar”

“Con razón advierte A. Torres Queiruga que estamos ante un ‘escándalo'”

“Al Papa se le acepta, en sus enseñanzas y en su forma de proceder, en la medida (y sólo en la medida) en que dice y hace lo que a Müller (y a sus colegas) les parece bien “

¿No tuvimos bastante en la Iglesia con el restauracionismo que Juan Pablo II promovió y defendió con firmeza, durante su largo pontificado, para frenar y – si hubiera sido posible – incluso bloquear el impulso renovador que representó el concilio Vaticano II? ¿No ha quedado patente que aquel intento ha desembocado en un alejamiento mayor de la Iglesia en sus relaciones con la cultura de nuestro tiempo? A estas alturas, hay motivos fundados para pensar que aún no hemos reflexionado a fondo lo que ha significado para la Iglesia el hecho de que un papa teólogo, de la talla de Benedicto XVI, se haya visto en la apremiante necesidad de tener que presentar su renuncia al papado.

Sea cual sea el motivo determinante por el que el papa Ratzinger tomó semejante decisión, parece razonable pensar que Benedicto XVI se vio en la apremiante urgencia de dejar el gobierno de la Iglesia en otras manos porque, sin duda alguna, él vio que la situación no podía ponerse peor de lo que ya estaba. A partir de entonces, el cónclave que eligió a Francisco se dio cuenta de que la Iglesia necesitaba un rumbo nuevo. Y, a la vista de todo lo que ha sucedido, ¿vamos a tener el atrevimiento de tropezar dos veces en la misma piedra?

Pues sí. Efectivamente, da la impresión de que hay quienes se aferran al empeño por repetir la misma historia. Como es bien sabido, ya no es un secreto para nadie que cinco eminentes cardenales (Müller, Caffarra, De Paolis, Brandmüller y Burke) han buscado el apoyo del ex-papa Ratzinger para que les ayude en su intento de corregir el nuevo proyecto de papado y de Iglesia que estamos viendo en el papa Francisco. Se sabe también que Benedicto XVI se negó a aceptar las pretensiones de los cinco purpurados. Y no contento con eso, avisó de inmediato a Bergoglio que se pusiera en guardia por lo que se le venía encima con las pretensiones de los cinco cardenales mencionados y del “bloque preconciliar” de Iglesia que, sin duda, esos purpurados representan.

¿Ha quedado todo resuelto con este intento frustrado de un más que probable enfrentamiento de cinco importantes cardenales con el papa Francisco? Nada de eso. Después del fracaso de los mencionados cinco cardenales, los purpurados han seguido, erre que erre, en su empeño. Y ahora, lo que han hecho ha sido publicar un libro, en el que colaboran los cinco, y del que con razón advierte el profesor A. Torres Queiruga que estamos ante una “sorpresa mayúscula”, incluso ante un “escándalo”.

¿Por qué? Sin duda, los cinco eminentes eclesiásticos (y el bloque preconciliar de Iglesia, que ellos representan) están persuadidos de que el proyecto pastoral de cercanía al Evangelio, y al sufrimiento de los pobres y excluidos de este mundo, será un proyecto “enteramente responsable” si “presupone una teología que se abandona a Dios que se revela, presentándole el pleno obsequio del entendimiento y de la voluntad” (Card. G. L. Müller).

cinco-cardenales-vs-papa-720_560x280Si yo me he enterado bien, estas palabras del Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, vienen a decir que el papa actual, con sus gestos de profunda humanidad y cercanía a los que sufren, da pie para pensar (y decir) que no presupone “una teología que se abandona a Dios”, ni le presenta así (a ese mismo Dios) “el pleno obsequio del entendimiento y de la voluntad”. ¿Se puede hacer semejante insinuación contra el papa y quedarse tan fresco? ¿No sospecha este eminente cardenal que así, al decir eso, lo que en realidad está indicando es que hasta el papa se tiene que someter a lo que piensa el cardenal prefecto del Santo Oficio?

Al hacer estas preguntas, estoy afrontando un problema bastante más serio de lo que algunos se imaginan. Porque, echando mano de argucias teológicas de este calibre, lo que en realidad se pone al descubierto es que el Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe le está diciendo a la Iglesia que al Papa se le acepta, en sus enseñanzas y en su forma de proceder, en la medida (y sólo en la medida) en que el Papa dice y hace lo que a este Cardenal (y a sus colegas) les parece bien que se debe decir y enseñar. Pero, entonces y si es que eso es así, ¿no estamos haciendo trizas la tradición secular de la Iglesia y las enseñanzas de los concilios Vaticano I y Vaticano II (Denz.-Hün. 3060; LG 22) cuando nos han explicado la naturaleza y la razón de ser del Romano Pontífice?

No estoy alambicando sobre el sexo de los ángeles o cosas parecidas. El momento, que estamos viviendo en la Iglesia, es mucho más grave de lo que seguramente muchos piensan. El problema de fondo del Vaticano II se repite. Y, de la misma manera que sucedió entonces, la resistencia al cambio se hace fuerte, seguramente más fuerte de lo que imaginamos. El papa Francisco quiere a toda costa una Iglesia que viva el Evangelio, cercana al sufrimiento humano y dispuesta, ante todo, a remediar los dolores, humillaciones y violencias que azotan sobre todo a los más débiles. Y es decisivo comprender que Francisco quiere una Iglesia entregada a semejante tarea aun cuando para ello sea necesario anteponer el logro de la felicidad de los que más sufren a tradiciones, normas y rituales que, en definitiva, lo que consiguen es tranquilizar conciencias satisfechas por sus “ortodoxias” y sus “observancias”.

Al decir esto, estamos tocando el nudo del problema. Si las quince enfermedades, que Francisco explicó y aplicó a los hombres de la Curia, en su discurso del pasado día 22, son la expresión de lo que realmente ocurre en el Vaticano, se comprende perfectamente que, en las oficinas de la Curia, abunden los funcionarios eclesiásticos (de todos los rangos) que no pueden comprender el genuino carácter cristiano de los dogmas y de las confesiones de fe. Porque se trata de personas que, en las dignidades, cargos y privilegios alcanzados, se han situado en un status que, si quieren mantenerlo, por eso mismo no pueden comprender que “el genuino carácter cristiano de los dogmas de fe está en la peligrosidad crítica y liberadora, y al mismo tiempo redentora, con la que actualizan el mensaje” de Jesús, de forma que “los hombres se asusten de él y, no obstante, se vean avasallados por su fuerza” (J. B. Metz; cf. D. Bonhoeffer).

Así las cosas, yo entiendo perfectamente que estemos ante un nuevo y desesperado intento de restauracionismo preconciliar. Como entiendo igualmente que mucha gente piense en el papa Francisco como un hombre amenazado. Tan amenazado como la unidad de la Iglesia. Y, por tanto, el futuro de esta Iglesia a la que queremos de verdad. Una Iglesia en la que no pretendemos ser más papistas que el papa. Y en la que siempre, y en cualquier caso, aceptamos al sucesor de Pedro, coincida o no coincida con nuestros puntos de vista.

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“Pederastia y masculinidad sagrada”, por Juan José Tamayo, teólogo

Domingo, 4 de enero de 2015
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1-599x275Leído en la página web de Redes Cristianas

Mi artículo El perverso juego de la pederastia (EL PERIODICO DE CATALUÑA, 14 de diciembre; REDES CRISTIANAS, 15 de diciembre; ATRIO, 16 de diciembre; AMERINDIA, 27 de diciembre), ha tenido numerosas reacciones, muchas de ellas favorables y con valiosas aportaciones, sobre todo de colectivos feministas, especialistas en estudios de género, algunos colegas teólogos y lectoras y lectores no identificados. Me han llegado también algunos denuestos, muy gruesos, por cierto, y, por ello, irreproducibles. Agradezco los primeros y lamento los segundos, no por las críticas, que siempre hay que acoger con respeto, sino por el tono insultante, que no facilita el debate. Respondo a unos y otros profundizando en los argumentos expuestos y aportando otros nuevos.

Ante tamaños e indignos delitos contra la dignidad de personas indefensas como los cometidos por los pederastas hay que indignarse, denunciar, tomar medidas, pedir justicia, exigir sanciones para que no reine la impunidad. Ojalá se hubieran producido estas reacciones desde el principio, cuando comenzaron a conocerse los casos de pederastia, y no se hubiera esperado a actuar cuando se habían dado ya miles y miles de agresiones y cuando muchos de los delitos habían prescrito.

Yo creo que las actitudes condenatorias, muy necesarias, no son suficientes, si se quedan en la mera denuncia. Pueden ser incluso un acto de cinismo si no se llega hasta el fondo del problema. Hay que ir a las raíces del fenómeno de la pederastia, mucho más extendido en la Iglesia católica que los casos que aparecen. Muchísimo más. Y en España también. Hasta ahora solo ha aparecido la punta del iceberg.

El valor del artículo, a mi juicio, no radica en hacer ver la gravedad del problema, que ya es conocido y que ninguna persona con un mínimo de racionalidad niega, sino en poner el dedo en la llaga, en haber señalado las causas de fondo de tan diabólico comportamiento: la masculinidad dominante convertida en sagrada, el poder igualmente sagrado de los varones consagrados a Dios sobre las almas y las conciencias, el poder fálico-sagrado sobre los cuerpos y el sistema patriarcal imperante en la Iglesia católica.

Mientras la masculinidad hegemónica se eleve a la categoría de sagrada y siga siendo la base del ejercicio del poder, mientras el patriarcado sea la ideología sobre la que se sustenta el aparato eclesiástico y la forma organizativa del mismo, volverán a producirse dichos comportamientos criminales contra las personas indefensas: niños, niñas, adolescentes, jóvenes, seminaristas, novicios, mujeres, personas discapacitadas, alumnos, alumnas, etc. Se buscarán métodos más sibilinos, pero las cosas no habrán cambiado

Y no me parece que haya voluntad, ni deseo, ni compromiso de cambiar las cosas a nivel institucional. Es verdad que con el papa Francisco se empieza a notar un cambio de prioridades, que ya no son el dogma, la moral sexual o la defensa de un único modelo de matrimonio calificado de “cristiano”. Las prioridades del papa argentino son la creación de una Iglesia de los pobres, el mensaje social liberador del cristianismo, la denuncia radical del actual modelo económico neoliberal. Francisco está demostrando un mayor respeto hacia las diferentes identidades y opciones sexuales que sus predecesores.

Pero, aun así y todo, en el organigrama eclesiástico siguen imperando la masculinidad hegemónica y el patriarcado homofóbico. No hay más que ver la organización jerárquico-patriarcal de la Iglesia católica: el papa, los cardenales, los arzobispos y obispos, las conferencia episcopales, los sacerdotes, los diáconos, el gobierno de la Iglesia (la Curia romana), los presidentes de las Congregaciones romanas, los responsables de la las instituciones judiciales, los miembros de la Comisión de cardenales nombrada por Francisco para la reforma de la Iglesia, los miembros del Sínodo de obispos sobre la familia con voz y voto, los que presiden y administran los sacramentos: ¡Todos hombres!

¿Y las mujeres? No son consideradas sujetos eclesiales, ni morales, ni sacramentales, son excluidas de los espacios de responsabilidad eclesial, del ámbito de lo sagrado, de los ministerios eclesiales, de la reflexión teológica “magisterial”, de la elaboración de la moral, de la representación eclesial. Los homosexuales son también excluidos de dichos espacios.

La organización patriarcal homofóbica no es una excepción o una desviación de la norma. Responde al más estricto cumplimiento y es la más escrupulosa aplicación de la legislación y de la actual normativa en la Iglesia católica, tal como se fija en el vigente Código de Derecho Canónico (promulgado por el papa Juan Pablo II, 25 de enero de 1983), que ha suplantado al Evangelio.

Más todavía: esta organización se pretende justificar teológica y bíblicamente apelando a los orígenes de la Iglesia, a su fundación divina, al orden jerárquico-patriarcal establecido por Jesús de Nazaret, conforme a la elección solo de hombres y al principio de la sucesión apostólica a la que solo tienen acceso los hombres. Por ello, al ser de origen divino y al responder a la voluntad del fundador, tal organización se considera inmutable e irreformable.

¿Dónde está la trampa de este razonamiento? En que no responde a los orígenes del cristianismo, ni al movimiento que puso en marcha Jesús de Nazaret, sino que es una reconstrucción ideológica dictada por el deseo de perpetuación de la hegemonía patriarcal en todos los campos dentro de la Iglesia: el doctrinal, el moral y el organizativo.

Estoy de acuerdo con las denuncias, con las condenas, con las sanciones, con la tolerancia 0 ante los numerosos casos de pederastia que se han producido y siguen produciéndose en todos los grados de la clerecía y en las diferentes instituciones católicas. Pero no es suficiente. Es necesario cambiar la actual estructura mental, organizativa y legislativa autoritaria de la Iglesia, que es patriarcal, homófoba y hegemónico-masculina, por otra que sea realmente igualitaria e inclusiva.

Cristianismo (Iglesias), General, Iglesia Católica , , , , , , ,

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