Del blog de Xabier Pikaza:
Para que tú y yo vivamos, y podamos celebrar la Navidad con el Jesús rescatado de Herodes, cientos y miles (millones) de niños y mayores han sido, están siendo maltratados, esclavizados, asesinados, en Belén o en cualquier parte del mundo. Nosotros, los mayores “sanos” somos unos afortunados, también Jesús lo fue, pues para que él viviera tuvieron que haber muerto otros.
La tradición les llama “inocentes”, pero más que inocentes son víctimas, al servicio de un sistema que utiliza la vida de niños y mayores para asegurar su dominio (Precisamente por ser víctimas son inocentes).
La tradición les llama “santos, pero más que santos,en el sentido tradicional, son simplemente seres humanos, utilizados y asesinados para gloria de algún sistema de poder glorioso.
A los inocentes de Belén no les mató antaño (según Mt 2) un bandido cualquiera de manos manchadas, sino un Constructor de Templos, quizá el mayor de todos los benefactores de la “iglesia saducea”, un aliado de los sacerdotes de Jerusalén y del césar de Roma. También hoy mueren la víctimas a manos de amigos de sacerdotes e imperios.
Corría por entonces la voz de que era mejor ser un cerdo (hys) que un hijo o un niño (Hyos), porque Herodes respetaba más a los cerdos (por lo que valían en los mercados impuros del mundo) que a los niños (que a su juicio sobraban).
— De un modo semejante había nacido y crecido Moisés (salvado de las aguas del Nilo, en un tiempo en que los niños hebreos sobraban en Egipto).
— Así nació Jesús, en un tiempo en que los niños de Belán sobraban para Herodes, pues le parecían contrincantes, podían arrebatarle el trono.
— Así mueren miles de niños cada día en nuestra sociedad, niños que vienen simplemente para vivir, pero que no tienen lugar en la tierra de los ricos “cerdos” que podemos ser nosotros (pues se dicen que llegan para arrebatarnos la comida).
Pero Moisés y Jesús reaccionaron y pusieron más tarde su vida al servicio de la libertad y de la vida de los niños. ¿Qué hacemos nosotros? Ésta es la historia que mañana (hoy, siempre) (28.12.14) cuenta el evangelio de Mateo.
1. Principio: un texto lógico (Mt 2, 16-18)
Según el texto (Mt 2) los Magos de Oriente han venido buscando a Jesús, Rey de los judíos, y le han ofrecido sus dones en Belén, ciudad de las promesas, marchando otra vez a sus tierras, sin dar cuanta al rey Herodes de aquello que han visto. Entonces, el rey, sobresaltado y lleno de miedo, temiendo la llegada de un competidor real, han mandado matar a los niños de la ciudad:
Herodes, al verse burlado por los magos, se enojó sobremanera y mandó matar a todos los niños varones en Belén y en todos sus alrededores, de dos años de edad para abajo, conforme al tiempo que había averiguado de los magos.
Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías, diciendo:
Voz fue oída en Ramá; grande llanto y lamentación. Raquel lloraba por sus hijos, y no quería ser consolada, porque perecieron (Mt 2, 16-18).
Este pasaje y todo el capítulo segundo de Mateo (Mt 2), con la adoración de los pastores,la huida a Egipto y la vuelta a Galilea, puede entenderse como un midrash edificante, que interpreta la infancia de Jesús con motivos que recuerdan la infancia de Moisés (Ex 1-2) y el conjunto del libro del Éxodo. Mateo no cuenta aquí un hecho concreto de la infancia de Jesús (que no naciò en Belén, sino en Nazareth, como decíamos ayer), sino algo mucho más inquietante y universal:
Los reyes y estados de este mundo (nosotros), para mantener su poder (por cuestiones de “seguridad nacional”), han matado y siguen matando (matamos) a los más inocentes, al último eslabón de la cadena de la vida, como a los cerdos de Herodes, incluso peor que los cerdos.
Desde esa perspectiva, este relato no cuenta algo que pasó sólo una vez, en tiempos del mal Herodes, algo que ahora no sucede, sino algo totalmente contrario: Mateo 2, con el relato de la muerte de los inocentes, está contando nuestra historia, de occidentales y capitalista, que vivimos y crecemos (reinamos) dejando morir o matando a los niños de otras partes del mundo, porque pensamos (o dejamos que los polìticos y los economistas piensen) que, si esos niños de Belén (del mundo entero) crecieran y triunfaran, serían una amenaza para nuestro bienestar.
Herodes no es un rey que pasó; nuestra misma sociedad se ha vuelto Herodes: sigue viviendo de la muerte de los inocentes. La muerte de millones de niños ha venido convertirse en garantía de nuestra prosperidad de reyes del mundo (de tiranos).
De esa forma, el evangelio de Mateo ha trazado, en el entorno del nacimiento y la infancia de Jesús, una de las “historias” más lúcidas sobre la violencia humana. Sin duda, en el fondo del relato hay un recuerdo de la historia de Herodes que, en los últimos años de su vida, enfermo de terrores, mandó matar a casi todos aquellos niños o mayores (en especial de su familia) que podían alzar algún tipo de amenaza en contra de su Trono. Pero Herodes no fue una excepciòn: el evangelio sabe que, para mantenerse en el poder, los tiranos e imperios de este mundo (es decir, nosotros, los que callamos, los que no nos alzamos) han mandado matar a sus opositores (incluso a los niños).
Repetición. Por mantener su reino, Herodes debe matar a sus posibles competidores,es decir, a todos los niños de Belén y de su entorno, suscitando así el llanto sin remedio de Raquel, la madre del viejo José, patriarca israelita (cf. Mt 2, 16-18). Mateo evoca de esa forma una historia bien conocida, que Flavio Josefo ha contado al detalle. Para liberarse de sus opositores, Herodes, de manera que se decía que era preferible ser un cerdo (hys) en su caso que un hijo (hyios), porque un cerdo podía librarse más fácilmente de la muerte que un hijo. Esta es la tragedia que el evangelio han evocado escuchando en el entorno de Belén el lamento de la Madre Raquel que llora a sus hijos muertos. Entre esos niños muertos ha nacido Jesús. Ellos han sido sus primeros testigos, los primeros “santos” de su evangelio, “santos inocentes”, millones y millones que mueren en el mundo como vìctimas de la violencia política, social e, incluso, religiosa. Herodes quiso matar a todos los niños “inocentes”, pero no logró matar a Jesús, el verdadero Mesías. Este hecho plantea una pregunta durísima a la historia de los hombres: ¿Por qué mueren los inocentes? ¿Por qué se salvó entonces Jesús?
2. Ampliación: Los niños inocentes de Belén
En sentido etimológico, inocente (in-noccens) es el que no puede dañar (nocere) a los demás. Esa palabra no evoca, por tanto, una virtud moral, un tipo de piedad personal, sino una condición humana. Inocentes son que no pueden hacer daño, sea por edad (niños), por condición mental (enajenados, locos) o por opresión social (los marginados y explotados: los condenados a trabajos formados, muchas prostitutas y pobres). En ese aspeclto, la inocencia es un tipo de impotencia.
En casi todos los códigos morales de los pueblos antiguos se traza el mandamiento supremo de “no dañar” a los inocentes, es decir, a los que no pueden dañar a los demás. Así recoge la Biblia en sus textos más antiguos (del Éxodo y del Deuteronomio) una ley que protege a los niños, viudas y extranjeros, protegiendo también, y defendiendo, a los ciegos y cojos, a los locos enfermos. A pesar de eso, desde los tiempos más antiguos, la humanidad triunfante ha elevado su poder matando a los inocentes.
El tema y sentido (sin-sentido) de la muerte de los inocentes constituye uno de los enigmas siniestros de la humanidad y así lo han recogido algunos de los textos fundamentales de la Biblia (por seguir en la línea de la cultura israelita). El “siervo de Dios” del Segundo Isaías (Is 41-55) es un inocente al que se mata precisamente por serlo, por ser partidario de la paz y no violencia. También resulta impresionante el relato de la persecución y muerte de los inocentes del libro de la Sabiduría (Sab 2).
En ese contexto se inscribe la muerte de los inocentes de Belén, que mueren en lugar de Jesús y con Jesús. Ciertamente, Jesús también era inocente y así subió a Jerusalén sin armas, siendo condenado a muerte como “políticamente peligroso”. Pero, a los ojos de sacerdotes y soldados de Roma, Jesús representaba un peligro, pues había proclamado un mensaje lleno de amenazas y podía “suscitar una revuelta” en el pueblo. Por eso, su muerte se entiende más fácilmente. Pero ¿estos niños?
Ciertamente, los niños de Belén de Mt 2 son inocentes pero, a los ojos del tirano de turno o del sistema ellos pueden acabar siendo un peligro, lo mismo que los niños hebreos de Egipto a quienes mandaba matar el faraón (según Ex 1-2) para que no crecieran, para que no pudieran ser un día una amenaza para el orden de Egipto. También Herodes mata a los niños porque pueden crecer y elevar una pretensión “regia” en contra de él.
3. Aplicación. Los inocentes actuales
Según la visión de Mt 2, Jesús no ha muerto aislado, sino que con él (y en el fondo por él) han muerto y siguen muriendo los “santos inocentes”. Ellos son las verdaderas víctimas que sostienen este mundo. Será bueno que en esta Navidad hagamos una lista de inocentes, es decir, de personas que no pueden dañar y que, sin embargo, de un modo o de otro, terminan siendo víctimas del sistema. Voy a evocar algunos casos, sin ofrecer, en modo alguno, una lista completa, limitándome a los niños:
Los que mueren (son matados) antes de nacer. No es fácil saber cuándo empieza a existir un nuevo ser humano, en el vientre de su madre. Sea cual fuere ese momento (en la concepción, a las primeras semanas, a los tres meses…), hay un momento en que el “embrión” es ser humano y matarle es matar a un inocente (con Jesús). Leer más…
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