Dom 14 12 2014. “Adviento, la gran libertad”
Domingo 3º de Adviento. Ciclo b. Is 61, 1-2a. 10-11 y Jn 1, 6-8. 19-28. El domingo pasado traté de Juan Bautista. Hoy quiero detenerme en la primera lectura (Is 61), poniendo de relieve la forma en que Jesús la aplica a su propio ministerio en Lc 4, 18-19.
El Adviento se entiende hoy como libertad de los oprimidos. Del sueño y tarea de la libertad, entendida en forma de esperanza y compromiso a favor de la justicia trata este pasaje de Isaías y su interpretación por parte de Jesús, en Nazaret.
Parte de la Iglesia (y gran parte de la humanidad actual) vive conforme al ideal de aquellos nazarenos de Lucas que no quiere la verdadera libertad, sino quedarse en lo que tienen. Por eso es necesario ese gran Evangelio de Adviento, que nos despierte a todos, desde el mensaje de Isaías
.
Isaías se ha tomado muchas veces como “quinto evangelio” de la Iglesia cristiana, el evangelio de la libertad. Así quiero verlo hoy. Buen domingo de adviento, un saludo emocionado a todos los lectores de mi blog
Texto: Isaías 61,1-2a (+2b) y 10-11
El texto litúrgico toma dos pasajes de Is 61 y los une de un modo armónico. Yo quiero tratar sólo del primero (aunque el segundo es bellísimo) y lo completo con un medio verso que no ha sido introducido.
(a: Primer pasaje):
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido.
Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren,
para vendar los corazones desgarrados,
para proclamar la amnistía a los cautivos,
y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor (Is 61, 1-2a)
(b: Texto suprimido)
y un Día de Venganza (yom naqam)para nuestro Dios;
para consolar a todos los afligidos… (Is 61, 2b).
(a’: Segundo pasaje) Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos (Is 61, 10-11).
a. Comentario a Is 61, 1-2
Voy a comentar los dos versos enteros (Is 61, 1-2) porque sólo así se entiende el mensaje del profeta (introduciendo también el medio verso de Is 61, 2b, suprimido por la liturgia)
Contexto:
Los nuevos ricos del siglo V y IV a. C., especialmente los sacerdotes, estaban acudiendo a la opresión legítima (cepos, prisiones, un tipo de sistema carcelario) para mantener el orden de su ley, en nombre de Dios. Había surgido una fuerte desigualdad, se habían roto los viejos tejidos sociales, muchos pasan hambre. La misma cultura sacral y urbana de Jerusalén estaba generando duras formas de opresión. Pues bien, en ese contexto eleva su voz el profeta, pidiendo a los judíos ricos que superen un tipo de ley de violencia (como si las cosas se arreglaran con la cárcel), creando más bien una cultura de solidaridad activa, que se expresa ante todo en la ayuda dirigida hacia los más necesitados, que forman parte de la “propia carne”, es decir, de la misma humanidad.
Sobre la pura ley distributiva, que acaba siendo violenta (e incapaz de resolver los problemas de la convivencia), se eleva un tipo de ley superior, que nos e dirige ya a unos opresores externos (egipcios o babilonios imperiales), sino a los miembros más ricos y fuertes en la sociedad israelita. Contra ellos se eleva esta experiencia y acción liberadora del Siervo:
El texto entero:
El Espíritu del Señor Yahvé está sobre mí,
porque Yahvé me ha ungido, me ha enviado:
(1) para evangelizar a los oprimidos;
(2) para vendar los corazones quebrantados;
(3) para proclamar la liberación para los cautivos y la apertura de la cárcel para los prisioneros;
(4) para proclamar el Año de Gracia de Yahvé y un Día de Venganza (yom naqam) para nuestro Dios;
(5) para consolar a todos los afligidos… (Is 61, 1-2) (traducción propia):
He querido destacar las cinco veces que se repite el término para (con lamed hebreo), indicando la finalidad mesiánica de la misión de este profeta-siervo, que no ha venido simplemente a exigir a los demás un cambio, como parecía querer el texto precedente sobre el verdadero ayuno, sino a realizarlo, como delegado de Dios y portador de su salvación. Por eso dice que Yahvé le ha ungido con su Espíritu creador y salvador.
Tema central de Is 61, 1-2
La liberación no es cosa de otros, algo que está en manos de las autoridades legales o políticas, sino tarea de aquellos que quieran actuar como “siervos de Yahvé”, portadores del poder liberador de Dios, como hace este profeta:
(1) Este pasaje profético (de Isaías 3) asume la tradición de los profetas, especialmente del 2º Isaías, proyectando la gracia creadora de Dios y su salvación en las condiciones actuales de la historia del pueblo, que corre el riesgo de sancionar unas formas de opresión general.
(2) También asume y desarrolla la experiencia del Año Jubilar, entendido como Año de Gracia (=agradable a Dios). Conforme a la experiencia antigua, año sabático y jubilar se repetían cada siete y/o cuarenta y nueve años. Éste, en cambio, será el Año Definitivo, culmen de la libertad creadora de Dios.
(3) Este jubileo liberador está vinculada a la acción del profeta-siervo: no es algo que se pueda imponer por ley, ni un principio general que se aplica neutralmente a todos los humanos, sino efecto de una solidaridad y entrega personal del profeta, que ha sido enviado “para evangelizar-liberar-consolar…”.
(4) Conforme a una visión normal de la teología israelita, ese año de Gracia (jubileo salvador) será al mismo tiempo día de venganza, tiempo de destrucción para los poderes opresores. Sólo así, al reverso de esa destrucción o juicio de condena, se podrá entender y aplicar la salvación.
Aquí ha llegado y culminado la revelación israelita, vinculando la exigencia legal de liberación (jubileo) con la imaginación y tarea profética de entrega de la vida, a favor de los más pobres (presos y oprimidos del pueblo). Aquí ha llegado y aquí nos ha dejado, en un lugar espléndido de esperanza y compromiso en favor de los necesitados.
Lo único que falta es que podamos traducir y concretar estas palabras en perspectiva universal. Eso es lo que a nuestro juicio ha realizado Jesús de Nazaret, judío mesiánico, que asume y quiere expresar con su mensaje y en su vida la esperanza profética de Isaías y la experiencia del jubileo israelita.
Ampliación cristiana a Is 61, 1-2
Conforme a la tradición posterior de la iglesia, que ha releído el pasaje anterior de Is 61, 1-3 a partir de Lc 4,18-19 (como más tarde veremos), he querido mantener la palabra evangelizar (basar)) en su relación originaria con los oprimidos. El evangelio no ha sido en principio (en Israel), ni será en Jesús, una enseñanza de libertad interior, sino una experiencia y exigencia integral de liberación para los oprimidos.
El mismo Jesús, como Siervo-Profeta y portador de este mensaje, será un verdadero evangelizador; pero su anuncio profético-jubilar de Lc 4, 18-19 ha suprimido la oposición entre Año de Gracia y Día de Venganza, que nos seguía colocando en línea de talión (de oposición judicial) para destacar sólo el Año de Gracia del Señor, es decir, la liberación positiva.
Jesús ha llegado así, según la perspectiva cristiana, a la plenitud de la revelación israelita, superando el posible riesgo de talión vinculado al paralelismo entre Gracia y Venganza. Sea como fuere, el mensaje de Is 61 es lo más grande que ha podido decir y ha dicho la tradición de Israel. En su palabra culminan las leyes anteriores sobre el cuidado de extranjeros-huérfanos-viudas, en ellas se asume y recrea la experiencia del jubileo y liberación de todos los hombres.
Lc 4, 18-19.Una interpretación del texto de Is 61, 1-2.
Jesús universaliza unas palabras que el Tercer Isaías aplicaba a los oprimidos de Israel. Parecen preguntarle ¿quién eres?, como había hecho en el texto anterior Juan Bautista, y el responde «¡Dios me ha enviado… para “enviar” en libertad a los oprimidos. Es como si el mundo fuera una cárcel y él hubiera venido a romperla:
[a. Principio] Entró en la sinagoga, tomó el libro…
y encontró el pasaje donde está escrito:
El Espíritu del Señor esta sobre mi;
[b. Ampliación] – por eso me ha ungido
1. para evangelizar a los pobres;
– por eso me ha enviado
2. para ofrecer la libertad a los presos
3. y la vista a los ciegos;
4. para enviar en libertad a los oprimidos
5. y proclamar el año de gracia del Señor.
[c. Conclusión] Enrolló el volumen… y dijo:
Hoy… se ha cumplido esta
Escritura (Le 4, 16-21).
División del texto:
(a) Principio: «El Espíritu del Señor está sobre mi» (Lc 4, 18 a). No está poseído por Satán, espíritu impuro (como decían los escribas de Mc 3, 22 al acusarle), sino que está lleno del Espíritu Santo, como dice el texto paralelo de Mt 12, 28: «Si expulso a los demonios con (la fuerza de) el Espíritu de Dios, es que el reino de Dios ha llegado a vosotros». Este es para Lucas el punto de partida de la obra mesiánica. Jesús ha recibido el Espíritu de Santidad (cf. Mc 1, 10) y puede presentarse como “ungido”: le llena Dios y le libera para ser liberador; le llena con su Espíritu, de forma que pueda actuar como Mesías.
(b) Ampliación. «Por eso me ha ungido…, por eso me ha enviado» (Lc 4, 18-19). El Espíritu suscita y consagra a Jesús, para que proclame y realice su acción liberadora. En ese fondo se entienden las dos mitades del pasaje: – Dios le ha ungido para evangelizar a los pobres; – le ha enviado para proclamar la libertad etc. Todo el texto tiene un sentido mesiánico. Se ha venido diciendo, de forma errada, que la Biblia israelita promete y ofrece sólo bienes materiales, mientras que Jesús concede a los cristianos los bienes interiores del Espíritu. En contra de eso, aquí vemos que Jesús ofrece libertad real y completa
Sentido del texto
Jesús se presenta como Ungido de Dios (=Mesías), con palabras de Is 61, 1-2, pero introduciendo en ellas una novedad muy significativa: ha venido para “enviar en libertad a los oprimidos” (cf. Is 58, 6), completando y precisando de esa forma el tema de 61, 1-3, que ya hemos estudiado. Es mensajero de Dios y Mesías que libera a los hombres oprimidos. El mundo se había vuelto cárcel; los hombres se habían dividido en opresores y oprimidos, todos cautivados bajo la violencia de la historia. Jesús ha recibido el Espíritu y/o la unción de Dios para liberarles.
Cierto judaísmo decía (y sigue diciendo) que la libertad completa es imposible en este mundo, porque no ha llegado “la hora”, el hoy mesiánico de Dios: seguimos en tiempo de esperanza y resistencia, dominados por fuerzas opresoras; cuando llegue el Mesías cesarán las opresiones; se romperán las cárceles, andarán los cojos, verán los ciegos, habrá abundancia para todos los pobres de la tierra. Jesús, en cambio, proclama que el tiempo de libertad y plenitud ha llegado (cf. Lc 4, 21): se ha cumplido la Escritura, ha sonado el tiempo de la vida. Esta es la paradoja y novedad del evangelio: externamente hablando, sigue habiendo cojos y ciegos, encarcelados y oprimidos; pues bien, precisamente aquí, en este mundo de opresión, ha proclamado Jesús la libertad de Dios, la fiesta del gran jubileo.
Jesús es Cristo, Ungido de Dios; pero no porque concede al mundo unos bienes puramente interiores, sino porque declara cumplidas, en su vida y persona, las promesas de la antigua profecía que se expresan en la liberación de los oprimidos y, en especial, de los encarcelados.
La redención de Jesús no es materialista ni espiritualista, sino humana en sentido integral. Él ha cumplido de esa forma la esperanza de los pobres, encarcelados, ciegos, oprimidos y tristes. Así estaban los hombres, proscritos en el mundo, como en cárcel, oprimidos por el hambre y la falta de libertad, sin ojos para ver, sin fiesta para celebrar y Jesús ha venido a ofrecerles los dones del Reino.
La función de Jesús
De esa forma, Jesús es evangelio para los marginados. Ciertamente, en un primer momento, aquellos a quienes ayudaba eran ante todo israelitas oprimidos, pero el texto ira mostrando que esa ayuda y evangelio de libertad se abre a todos los oprimidos y necesitados de la tierra. Esta es la buena nueva del “jubileo” final que Jesús proclama ofreciendo a los hombres la buena noticia de la vida, tal como lo muestran los cinco momentos del texto, el primero vinculado a la unción, los otros al envío:
1. Me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres. Jesús aparece como Ungido por excelencia (=Mesías, Cristo): Dios le ha regalado su Espíritu para que exprese su don y presencia en el mundo, evangelizando a los pobres o necesitados, hambrientos de pan o carentes de otros bienes importantes. Evangelizar significa ofrecer vida, camino de esperanza. Esta es la afirmación general, el punto de partida del jubileo de Jesús. Los cuatro momentos posteriores expresan y expanden su sentido.
2. Me ha enviado para proclamar la libertad a los prisioneros (=cautivos, presos), es decir, a los hombres y mujeres a quienes la violencia de la historia ha esclavizado, encerrándoles en cárcel o destierro, como víctimas de violencia. Prisioneros son los derrotados, aquellos que han caído bajo el poderío de los fuertes. Prisioneros de una violencia universal son todos y en especial los últimos del mundo, vencidos y esclavos, expulsados y encadenados de la historia, víctimas de la guerra, encarcelados por la justicia.
3. (Me ha enviado) para proclamar (=ofrecer) la vista a los ciegos… Ciegos son, sin duda, los pobres y presos, aquellos a quienes la violencia del sistema ha reprimido, confinándoles en su impotencia. Así van por el mundo, incapaces de ver, encerrados en la cárcel de su oscuridad. Sólo libera de verdad a los demás quien les enseña a descubrir las cosas y entenderlas, de manera que se valgan y piensen por sí mismos. Por eso, en el centro de este texto (Lc 4, 18-19) hallamos la experiencia de Jesús que ofrece a los ciegos un tipo de visión más alta, que les permite conocerse y expresarse como humanos.
4. (Me ha enviado) para “enviar” en libertad a los oprimidos. Lo que antes era anuncio (proclamar la libertad a los encarcelados) aparece ahora como gesto ya realizado: Jesús ha venido para “enviar en libertad”. Leído el texto de manera literal, deberíamos suponer que Jesús quiere romper los muros de las cárceles, abriendo de par en par sus puertas. Dios le ha enviado para lograr que los oprimidos puedan marchar en libertad, iniciando el acto final de transformación, que precede a la concordia universal. Pues bien, debemos añadir que no lo ha hecho (externamente) de una vez y para siempre, sino que lo está haciendo a través de quienes asumen su gesto. Lo que él ha comenzado continúa, su libertad opera a través de los creyentes. Que los hombres y mujeres puedan caminar en libertad, esta es la obra del Mesías.
5. (Me ha enviado) para proclamar el año de gracia (=aceptable) del Señor. Así culmina la unción de Jesús y se completan los momentos anteriores de su obra. La plenitud humana (apertura de los ojos, libertad de la vida) se expresa como fiesta jubilar: año de gracia, tiempo de gozo que, conforme a la tradición de Israel, se vuelve celebración de fraternidad, perdón de las deudas, liberación de los esclavos, reparto de las tierras. Este era el año en que se abrían las cárceles y todos comenzaban de nuevo, repartiéndose los bienes de la tierra (cf. Lev 25). Este es el tiempo de Jesús, pascua de la historia, jubileo al que ya no seguirán más jubileos, pues la fraternidad se ha establecido para siempre.
Jesús puede afirmar que todo se ha cumplido en el hoy del tiempo mesiánico iniciado por su vida y su mensaje (Lc 4, 21). Así se cumple y cobra fuerza la libertad mesiánica, como anuncio profético (que recoge la esperanza israelita de Isaías 58 y 61) y como palabra performativa (que realiza aquello que proclama). Esta no es una palabra aislada, un mensaje teórico de tipo espiritualista, sino la voz creadora de Jesús que incluye en su “yo” liberador y jubilar a todos sus discípulos mesiánicos. Esa palabra introduce a los cristianos en la mejor tradición jubilar del judaísmo, haciéndoles portadores de un mensaje y camino de liberación, que se expresa por ellos, pero les desborda, haciéndoles testigos y promotores de un mensaje universal de libertad.
A veces, la iglesia ha tendido a convertirse en una institución espiritualista, al servicio de unos bienes interiores y futuros de la humanidad que ella recibe de un modo pasivo. En contra de eso, este pregón de Jesús sólo se comprende y actualiza donde la iglesia se vuelve portadora (testimonio) de la libertad mesiánica del jubileo israelita, más aún, continuadora de la liberación de Jesús, desde los más pobres o oprimidos de la sociedad.
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