“Cuando Teresa pensaba (I)”, por Gema Juan OCD
Leído en su blog Juntos Andemos:
El siglo XVI, en el que vivió Teresa de Jesús, fue un siglo convulso, atravesado por un reguero de desequilibrios que apuntaban al cambio epocal que iba a darse. Seguramente, no hay siglo que no conozca la zozobra profunda de sus cimientos y así es como avanza la historia.
Debajo de todas las crisis –como observa el investigador uruguayo Gutiérrez Palacios– hay un problema común: están resquebrajadas las relaciones humanas. Y lo que lleva a ese cuarteamiento es una crisis del pensar, que significa una pérdida de lo humano. Por ello, recuperar lo más humano, pensar y recrear las relaciones, es necesario para afrontar las repetidas crisis sociales. Y para ello, hay que despertar las capacidades que laten en cada sociedad.
Algo de todo eso hizo Teresa en su momento. Tomó postura ante las crisis que la rodeaban y puso en marcha lo que estaba a su alcance. Se sumó a una corriente creativa y de reforma que ya existía, pero poniendo su peculiar impronta como mujer y como creyente.
Se preocupó de recuperar, primero en sí misma, lo esencial: la capacidad de vivir en relación y de pensar. Y aunó ambas cosas de tal modo, que se ha convertido, a lo largo de los siglos, en un referente. Creó espacios de relación y se esforzó por transmitir una pedagogía llena de autenticidad y concreción, para mostrar que es realmente posible alcanzar lo más humano: la comunión. Pero, tal vez, es menos conocida su faceta de pensadora.
Teresa no era una intelectual al uso, pero sí una gran pensadora. Pensó su experiencia para transmitirla y para comunicarse efectivamente. Pensó su propia vida, el mundo que le rodeaba, el Dios que sentía… para entender el significado de ser persona, de ser ella misma y de la fe que vivía.
No solo el hecho de pensar, sino el modo de hacerlo, convierten a una persona en alguien capaz de influir. Vale para ella, la reflexión de Julián Marías sobre la autoridad intelectual, como una voz con la que se puede contar para vivir, que orienta en medio de un mundo lleno de dificultad e incertidumbre, precisamente porque su misión es buscar la verdad.
En sus escritos, Teresa aparece como una mujer muy lúcida, que piensa mucho y analiza su experiencia. Busca el modo de volcarla y ordena las ideas para promover procesos internos en otros. Teresa piensa para vivir y enseña a pensar. Vale para ella el poema de Hölderlin que empieza diciendo: «Quien lo más profundo ha pensado, ama lo más vivo».
¿En qué pensaba Teresa, cómo pensaba?… Merece la pena cederle la palabra y escucharla.
Teresa pensaba en Dios; la experiencia de «lo que hace su presencia» le llevaba a reflexionar y tomar conciencia y a gozar. Pensar para reconocer, vivir y disfrutar:
«Muchas veces he pensado espantada de la gran bondad de Dios, y regaládose mi alma de ver su gran magnificencia y misericordia.
Amamos más a una persona cuando mucho se nos acuerda las buenas obras que nos hace.
¡Qué de caminos, por qué de maneras, por qué de modos nos mostráis el amor!»
También pensaba en la condición humana, en la esencia contradictoria del ser humano. Pensar para descubrir, emprender y crecer:
«No hallo yo cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos a comprenderla.
Es imposible –conforme a nuestra naturaleza, a mi parecer– tener ánimo para cosas grandes quien no entiende está favorecido de Dios.
Entendamos con verdad que hay otra cosa más preciosa… dentro de nosotras que lo que vemos por de fuera. No nos imaginemos huecas en lo interior.
Veo secretos en nosotros mismos que me traen espantada muchas veces; y, ¡cuántos más debe haber!»
El mutuo conocimiento es imprescindible para vivir en relación. También es necesario pensar para conocer y unirse. «Procuremos entender quién es este hombre» —Teresa se refería a Jesús. Y daba un paso más, pedía «estudiar»: «Estudiar cómo haré mi condición que conforme con la suya». Tenía conciencia de que las relaciones no se pueden construir desde la pura espontaneidad, requieren hondura de conciencia y encuentro real, desde la verdad de cada quien.
Así ayuda Teresa a recuperar lo mejor del ser humano. Y seguirá mostrando cómo avanzar por un camino que puede rehacer lo necesario para la vida personal y social. De momento, su invitación es pensar para vivir, para vivir mejor. Por eso, insiste en que merece la pena pensar «para que, entendiendo lo que es cada cosa, podáis esforzaros a seguir lo mejor».
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