Para que pase el invierno (con carta al “pederasta” de Reus)
Leído en el blog de Xabier Pikaza:
Ya no tengo duda, nos espera un duro invierno, tiempos de inmensa decepción, gran frío, que deberán convertirse en época de siembra.
Nos habían educado para una Iglesia triunfante, vencedora de guerras como la de España (1936-1939), una iglesia que podía imponerse por su número y su brillo, dictando lecciones de moralidad y buen gobierno a todos.
Llenábamos los templos en el culto, todos eran nuestros, extendíamos al mundo entero nuestro ejemplo de Iglesia limpia y verdadera, frente a los demás poderes que debían estarnos sometidos.
A pesar del Vaticano II (1962-1965) ese proyecto de Iglesia se ha mantenido hasta ayer, de la mano de Mons Rouco en España (y en algún sentido de la mano restauradora de Juan Pablo II). Pero los últimos ecos de campana de ese tipo clerical y dominador de Iglesia se están apagando en España (no hablaré aquí de otros países).
Se anuncia a lo lejos una primavera, pero antes tiene que pasar el gran invierno, tiempo de frío y de do hogar, para descubrir la verdad de lo que somos (confesando lo que fuimos), pues sólo podremos ofrecer y extender nuestros valores si confesamos nuestras deficiencias y reparamos nuestros pecados. No estaría mala volver a las fuertes amenazas de Isaías y de Juan Bautista (¡es Adviento!) para poder esperar la primavera.
No se trata de pasar el invierno mano a mano, esperando que escampe y que pasen los hielos, sino comprometiéndonos a vivir en la verdad,con examen de conciencia, contrición de corazón, confesión de boca… y camino concreto de enmienda, no sólo unos pocos individuos (que serían los malos), sino todos, la Iglesia entera, pues somos en conjunto responsables, como seguiré diciendo.
Sólo así, en este largo invierno que vamos a pasar, se podrá encender la lumbre de la nueva primavera que esperamos en la Iglesia. Éste es mi diagnóstico, seguido por una carta dirigida a JA, a quien la prensa ha llamado el pederasta de Reus.
PARA QUE PASE EL INVIERNO
No puedo hablar de otros, voy en el mismo carro
Quizá estoy viendo el tema de manera demasiado narcisista, como clérigo que he sido intensamente a lo largo de cuarenta años (del 1963 al 2003), para retirarme después a la “vida privada”, escribiendo cada año un libro de teología o de vida cristiana, cosa que pienso seguir haciendo, Dios mediante, con Mabel, en los años que nos queden de vida.
No sé bien lo que podíamos haber hecho, pero es evidente que hemos hechos muchas cosas mal, y me refiero ya en concreto a los casos y casos y casos de pederastia clerical que se irán conociendo, fatídica y gozosamente en los próximos días y meses. Bastará leer la prensa: los cuatro o más de la presunta trama de Granada, el mercedario de Reus, el médico de Barcelona… Irán saliendo casos y casos, pues los hay, sin duda.
Fue una situación explosiva aquella de los seminarios masivos de los años cincuenta a los ochenta y hasta noventa del siglo pasado. Había “vocaciones” reales, se hizo mucha ayuda social (miles y miles y miles de españoles pudieran estudiar por los seminarios, y han sido después grandes profesionales…), pero en conjunto aquella situación, y un tipo de presbíteros que se formaron no habían pasado por el crisol y el cernidor de la madurez afectiva y personal.
Como otros muchos de mi generación, conozco (conocía) muchos casos, pero no se podía hablar, por un tipo de silencio y secretismo, porque sabías que en la Iglesia no se te escucharía, porque el Estado no tenía tampoco medios (ni voluntad, ni legislación) para intervenir en estos casos, o porque quizá (como otros muchos) no tuve la talla ni la valentía para entrar en esos temas.
No tiene sentido decir hoy (año 2014) que debíamos haber denunciado sin más en el 1960 o incluso en el 1990 por eso, porque simplemente no se podía, ni civil, ni religiosamente. Ahí está el “pecado”, que la Iglesia entonces no se diera cuenta (o no quisiéramos darnos cuenta, ni la sociedad civil), que así pasáramos y triunfáramos sobre los “cadáveres” (los marcados sexuales y afectivos) de cientos de jóvenes y de adolescentes utilizados.
Voy a recordar un tiempo viejo
No puedo tratar aquí de nuestra vida en el seminario, con sus grandísimos valores, con sus duras sombras. No tengo aún distancia para recordar detalles, aunque en conjunto fue un tiempo de apuesta por Dios y su Evangelio, en una comunidad mercedaria a la que quiero, pues fue y sigue siendo mi casa. Hay varios casos más, pero quiero recoger aquí uno que me ha marcado hasta el día de hoy, en lo positivo y negativo.
Hacia el 1974, recién llegado de profesor a Salamanca, conocí a una familia normal de otra región. Uno de sus hijos venía a estudiar a la ciudad y trabé gran amistad con sus padres y con la hija pequeña, un sueño de niña (unos 14 años) que me habló de la catequesis, pues quería conocer cosas y cosas de religión y yo era “teólogo”, algo que le sonaba muy alto.
A los dos meses me llamó el padre. La niña había tomado las pastillas, y la habían podido salvar in extremis con un lavado de estómago. Tomé el primer tren, recorrí cientos de kilómetros y hablé con la niña (me dejaron con ella) una tarde entera en un parque, bajo un sol invernal enfermo. No hice más que escuchar, dejé que me hablara, y me hablo llorando. El caso era claro. El cura catequista, en quien ella más confiaba, había intentado violarla. No supo reaccionar de otra manera, se le rompió su vida por dentro, y a la mañana siguiente, tomó pastillas y pastillas de aspirinas y otras cosas que encontró en la casa, cuando fueron sus padres al trabajo…
Despertó a la vida otra vez por suerte, porque alguien volvió a casa y la vio inconsciente. Simplemente lloré con ella, y le dije que lo contara a su padre, que yo llamaría al obispo… Ella se me puso en pie y me hizo jurar: “Al padre no”, porque tenía una escopeta en casa y mataría al cura, “al obispo tampoco”, porque se enterarían todos los de la catequesis… Lo dejé así, la niña “salió”, y desde aquel día no fue nunca más a misa… (su padre sospechó algo, pero quizá no quiso saber más, simplemente me dio un grandísimo abrazo, su madre siguió llorando).
Aquella niña, BI, y tiene tres hijos (y un marido que me quiere muchísimo, pues sólo el conoce bien el caso, ni lo supo su hermano, ya muerto …). Hice mal entonces, no llamé al obispo. Fue hace 45 años. Todo era turbio, el cura aquel una HP…, pero la niña “salió” (aunque no ha bautizado a sus hijas); yo no estaba preparado para la verdad. Ni sé lo que habría hecho el obispo. Yo sabía hebreo, además de arameo, pero no me habían preparado para un caso como ése.
He conocido por “dirección espiritual” (antes se llamaba así) o por “murmuración clerical” bastantes casos más, en momentos en que se pensaba que ese era un “daño colateral”. La solución solía ser clara. Si el asunto llegaba a conocerse, se expulsaba al niño, y se mandaba al cura a Filipinas o a la Republica de Islandia (por inventar dos nombres). Lo que importaba es que todo siguiera, que la Iglesia tuviera la cara limpia.
Los “viejos” de Salamanca conocemos incluso un sonado caso de suicidio de un seminarista (fue el año 1975 o 1976). El rector de su seminario (que después ha sido un cargo clave en la Iglesia de España) habló en el sermón (¡un sermón impresionante, de poner los pelos de punta!) del Dios que a todos perdona y que recibe al suicida en el cielo; pero no aludió a las razones de su muerte, que parecían bien claras (al menos en las murmuraciones de los compañeros del muerto).
¡Dios, Dios, qué grande eres!, pensé tras el sermón…, pero no hicimos nada. Aquel seminarista no tuvo la suerte de BI, Dios le recibió en su seno. Pero nuestra Iglesia (¡la mía, yo era protagonista de ella!) tenía manchadas las manos, y más que las manos. Nos habían enseñado a “recibir al destino”, pero no supimos (o no quisimos) ver las razones humanas del mal, ni el suicidio de aquel adolescente (que había llegado al fin, a diferencia de lo que pasó con mi amiga BI (que a Dios gracias no guarda rencor de muerte, y me quiere aunque yo siga siendo cura, como ella me dice: ¡No, no lo has dejado, eres cura, pero de otra forma! Así me dice cada vez que nos vemos).
No nos habían educado para ir al fondo de la verdad, el mundo civil no tenía leyes ni interés en ese campo, el mundo de la Iglesia miraba al otro lado. Y así torcimos la mirada, como si nada pasada, cuando pasaba muchísimo. Yo leía a Hegel (me interesaba muchísimo la Fenomenología del Espíritu cap. 4), traducía cosas del hebreo, publicaba libros sobre Los Orígenes de Jesús (donde llegué a barruntar el tema). Pero no supimos ver lo que había muy cerca de nosotros, quizá por obediencia debida, por sacralización de las instituciones clericales. No sé si tenemos culpa de ello, pero sí responsabilidad. Somos en parte una generación “perdida” para el evangelio.
Dejé un tipo de clero el año 2003
Lo dejé a pesar de que me sentía muy bien en la Orden de la Merced, lo dejé básicamente por cuestiones doctrinales (me “expulsaron” de la Pontificia) y por búsqueda y encuentro de un amor concreto, radicalmente limpio, sin volver nunca la mirada al otro lado, con M., con la que vivo, con la bendición de Dios y de la Iglesia, con la firma voluntad de volver a los orígenes del evangelio.
Desde entonces no conozco ya por dentro (paso a paso) lo que ha pasado dentro de las instituciones, pero M. y yo hemos preferido vivir en un pueblo pequeño, casi como ermitaños… Pero han pasado muchísimas cosas buenas, entre ellas tres.
(a) La sociedad civil ha empezado a interesarse por la pederastia, y con toda razón considerada ya como crimen, y en ese camino debemos seguir, con todas las consecuencias, con tolerancia cero. Nuestra sociedad civil es mucho más justa y madura que en los años 60 al 90 del siglo pasado. Damos gracias a Dios por ello, estamos mucho mejor que en los tiempo gloriosos de un nacional-catolicismo que permitía de algún modo el abuso a los niños, para gloria del sistema.
(b) La Iglesia ha decidido abrir sus armarios, para que se conozcan sus “trapos sucios”, primero por presión externa (a partir de USA, a finales del siglo pasado), después por voluntad interna de verdad y de evangelio, primero con Benedicto XVI, luego con Francisco. Está siendo una apertura dolorosísima, pero necesaria humanamente, y sobre todo, evangélicamente. Si no realiza esta apertura de armarios (con verdad radical, sin exhibicionismos) nuestra iglesia se muere en dos generaciones.
(c) La gente (en especial muchos abusados) empieza a hablar, tiene que hablar, y es bueno que lo haga. Algunos como el seminarista del 1976 ya no hablarán (en este mundo, aunque su sangre sigue clamando); otros como la niña BI no hablarán por pudor, por salud mental… Pero otros muchos hablarán, algunos por simple desahogo, otros por voluntad de verdad, otros incluso con rabia (y algunos para conseguir dinero, como en USA).
Pero no podemos esperar a que lo hagan desde fuera. La misma Iglesia debería crear una “Comisión de la Verdad”, y pienso que Mons Osoro, del que hablaré quizá mañana, está en buena situación para hacerlo. Ha terminado la era Rouco, con sus condenas hacia afuera. La Iglesia sólo podrá seguir ofreciendo su Evangelio (¡tesoro!) si no dice que lo hemos llevado y lo llevamos en vasos de barro.
Una inquisición para los pederastas clericales
Hay casos actuales sangrientos, como los presuntos de Granada (y otros que saldrán); y ahora sí, hay que actuar con mano firme, según la ley civil (¡que ahora existe, gracias a Dios!), con firme voluntad de Iglesia, que existe ya. En este aspecto, hoy año 2014, no puede haber ningún tipo de tolerancia, hay que ser contundentes, del todo, para bien de los “abusados”, pero también de los mismos “abusadores”, pues sólo situándoles antes su “durísima verdad pecadora” podrán cambiar, si pueden (si es que no son enfermos incurables o malos “de infierno”).
Lo que ahora me importa (en esta postal, no en la vida…) son los cientos y cientos de casos pasados, de hace cincuenta, cuarenta, veinte años… Muchos de ellos han prescrito civilmente, pero no prescriben en línea cristiana, y deben saberse (sin los abusados quieren…), por transparencia eclesial, por verdad humana, por evangelio… Quiero recordar el pasado, para que nunca más sucedan cosas de estas en el presente.
No se trata de que ahora empiece una ola de acusaciones, a diestro y siniestro, para consumo de curiosos, sino de que se sepa lo que fuimos, lo que somos, con todas las cosas rectas que tenemos (cientos y cientos…) y también con torcidas, en un tiempo que ha sido difícil. Pienso que así lo quiere la Iglesia de Roma, aunque está encontrando reticencias en muchos lugares. Conocer el pasado y asumirlo en verdad nos llevará a ser contundentes en el presente, realizando todos los cambios que sean necesarios en la Iglesia, pero de hecho, sin miedos, sin medias tintas clericales, desde el evangelio radical.
El signo más claro de esta voluntad romana de verdad es el hecho de haber destinado para este caso la más fuerte e implacable de las instituciones vaticanas, que es la Santa Inquisición o Santo Oficio (la Congregación de la Doctrina de la Fe), aunque mucho me temo que su pasado y sus medio no sean los más apropiados.
Esta “Inquisición de verdad sobre la pederastia del clero” tiene que estar más formada por mujeres que por hombres (por el hecho obvio de que las mujeres conocen mejor la trama afectiva de la vida), más por laicos que por “clérigos” (porque el clero tiende a ser juez en propia causa…).
No quiero una inquisición clerical contra pederastas, como la que parece funcionar ya en Roma… Quiero una conciencia nueva de evangelio, desde toda la comunidad, con cristianos comprometidos de todos los estamentos, con especialistas, con luz y taquígrafos… para bien de todos.
Estamos simplemente empezando, al menos en España. No hemos revisado aún la gran transición cristiana hacia la modernidad, desde la Guerra Civil hasta ahora. Empieza un duro invierno. Pero sólo así podrá llegar la primavera, y se podrá gestar un nuevo tipo de “clero”, es decir, una nueva era de comprometidos eclesiales, mujeres y varones, con madurez afectiva, al servicio del Evangelio, es decir, de la buena nueva de la vida.
Una conclusión personal
Yo pertenezco a una generación ya pasada, no estoy para resolver estas cuestiones. Pero tengo una larga experiencia de docencia, de presencia… Las cosas se hicieron casi siempre con buena voluntad, hay cientos y miles de clérigos ejemplares, una “raza” de personas al servicio ejemplar del evangelio, sobre todo entre los “mayores” (los de cierta edad, los menores van por otra línea). Por ellos, como un homenaje a lo que han sido y siguen siendo (curas que tienen ahora de los sesenta a los ochenta años) hay que decir estas cosas, y para bien del conjunto de la Iglesia y de la misma sociedad.
Como he dicho, yo me retiré de un tipo de clero el año 2013, precisamente porque quería ofrecer una aportación mayor en el campo del evangelio y de la Iglesia, desde mi propia verdad, desde mi camino de amor, a Dios gracia, con M., ayudando así mejor a nuestra Iglesia, desde otro lugar. Y desde entonces he escrito mis mejores libros sobre Jesús y sobre los evangelios, con libertad y amor, por la Iglesia…).
Pero me llegan las olas del pasado y me siguen hiriendo. Voy a contar sólo las mías, las de la Merced, que fue y sigue siendo una casa buena, la mejor que yo conozco, mi casa… Pues bien, en esa casa, la mejor de todas, se han dado casos que ahora pueden salir a la luz, con gran “escándalo”. Algunos, gracias a Dios, han dejado menos heridas, los ha solucionado el tiempo.
Este mismo verano, aprovechando un largo viaje, he ido a ver a un compañero mayor, apartado en una sierra lejanísima, tras haber sufrido mucho por este tema. No estaba, había salido de vacaciones, mayor, casi inútil y solo (así me dijo una vecina, a la que dejé una nota para él). ¿Qué se puede hacer? Sólo le queda morir en la paz de su Dios, tras haber hecho daño (mucho daño a jóvenes de Iglesia), tras haberse hecho daño a sí mismo. Si las circunstancias hubieran sido distinta hace casi cincuenta años (con psicólogo y jueces, con voluntad de verdad, dentro y fuera de la Iglesia) quizá se podría haber rehabilitado.
Ahora recuerdo a otros dos, a mi General Mercedario, MA, a quien escribí una larga carta en este blog (24.06.13). Y ahora ha salido en la prensa el caso del educador/formador de Reus (JA)… a quien mandaron sus superiores lejos, muy lejos, porque había “abusado” en el seminario, y entonces, hade más de 30 años, no había conciencia social ni eclesial para denunciarlo e iniciar (su fuera posible) un camino distinto de condena y perdón (para posible rehabilitación, pues JA tiene conciencia y capacidad para ello). Desde ese fondo, quiero adaptar para él la carta que escribí a MA.
Saldrán en los próximos días y meses otros casos como estos… es un tiempo de durísimo invierno para la Iglesia… Pero sólo si aceptamos este invierno, con voluntad de verdad, llegando al fondo, con tolerancia cero, con inmensa humildad, podremos abrirnos a la nueva primavera. Sigue la carta a JA. Si la lees, querido J, sabes que aquí tiene un amigo, por encima de todo, aunque no nos hayamos visto desde hace mucho tiempo.
CARTA A JA, UN PEDERASTA AMIGO
Introducción
La prensa ha sacado tu nombre… por una acusación particular, que tiene todos los visos de ser verdadera. No te has defendido, que yo sepa, y has hecho bien. La prensa ha seguido diciendo después que “el cura de la orden de los Mercedarios acusado de abusos sexuales por un exseminarista de Reus ha sido apartado del sacerdocio…
http://www.lavanguardia.com/vida/20141130/54420371236/apelaba-amor-dios-tocarme.html#ixzz3KZIQGW4F
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Los hechos ocurrieron en el 1982, han pasado desde entonces muchas cosas y alguno de quien habían abusado presuntamente hace más de treinta años, cuando eras formador de seminario, te han acusado públicamente… y la Orden ha tenido que responde diciendo que ya no puedes actuar como presbítero en la Iglesia.
No conozco tu caso, no sé si has sido pederasta “habitual” en el sentido fuerte del término, o si fue una cosa pasajera. Recuerdo a los jóvenes con los que te vi, a principios de los ochenta… No sé eres culpable en el sentido fuerte del término, pero todo parece indicar que responsable, y que hiciste daño objetivo, y que dejaste heridas en algunos de aquellos a quienes debías haber curado, por mayor, por más experto, por “responsable” en nombre de la Iglesia; y debes asumir tu responsabilidad.
La Iglesia te encargó la formación de unos jóvenes para el “celibato religioso” y tú no cumpliste ese encargo, entrando con alguno de ellos en una dinámica distinta de afectos y de relaciones. No sé cómo fueron las cosas (aunque la prensa ha dado detalles muy precisos), pero, objetivamente, desde tu situación de formador, no hiciste lo que debías, les hiciste daño. Te pidieron una cosa, hiciste otra, hiciste daño a unos adolescentes, eres “responsable” (como decía el otro día en mi blog ere un HP). No puedes ser “padre” en la Iglesia, después de lo pasado.
No te estoy acusando por homosexual, pues cada uno tiene la tendencia afectiva que “Dios-naturaleza” le ha dado, y no puede avergonzarse de ella, ni presumir de ella, ni ocultarla como delito. Pero es evidente que aquel lugar y circunstancia no era el más apropiado para que tú madurarás en amor, para que vivieras tu tardía iniciación sexual
Al descubrir tu tendencia homosexual y tu carencia afectiva, entre aquellos jóvenes de Reus, tenías que haber sido radicalmente fuerte (sacrificarte a ti mismo, por una causa de evangelio)… o dejar aquel “servicio”, abandonar el ministerio activo, buscar el amor de tu vida de otras formas (Pablo decía de forma casi cínica: Mejor es casarse que abrasarse…). No lo hiciste, por lo que fuera (por lo que te dijeran, por el “honor” del sacerdocio…) e hiciste mal, creaste víctimas, eres culpable.
Eres responsable, tienes que responder
Tu responsabilidad no se diluye en la responsabilidad colectiva de la Iglesia de aquel tiempo, que ponía a formadores y formados en situación de “alto riesgo”. ¿Que te parece si a mí (en vez de mandarme a Universidad, con jóvenes curtidos….) me hubieran puesto, con 26 añitos de “inocencia” a cuidar en intimidad cercana, de casa, comida, trabajo y oración, en ambiente cálido, de amor… a cuidar, digo, unas lindas muchachitas llenas de amores?.
No quiero negar tu culpa, pero la situación en la que vivías nos permite entender ciertas cosas, para que hoy cambiemos todos. El tema aquí no es que haya habido “irregularidades”, sino que hayan sido tan pocas. Porque hay bastantes casos como el tuyo (algunos salen a la luz, otros no…), pero hay otros muchos en que el “invento de formación clerical” ha funcionado bien, a pesar de todo (a pesar de que ahora tenga que cambiar).
Podía haber quedado todo en el olvido, y tú seguirías realizando el buen trabajo que sé que realizas. Pero ahora, a la luz de las nuevas revelaciones de “pederastia clerical”, la “noria” de la vida ha buceado en el fondo del pozo y ha sacado a flote tu caso… ¿Por qué? No lo sé. La mayoría de los casos permanecen ocultos.
(a) Algunos se han resuelto “menos mal”; unos y otros (formadores y formandos, abusadores y abusados) han rehecho sus vidas, y las circunstancias entre turbias y luminosas de los seminarios les han servido.
(b) Otros no se han resuelto… y los abusados siguen con la herida abierta, sin libertad real para el amor de la vida y para el evangelio…
(c) Otros casos como el tuyo pueden servir de mejor terapia, no sólo para aquellos de quienes abusaste, sino incluso para ti. Te ha tocado a ti, se ha conocido tu caso, y creo que es para bien, pues todo lo que es verdadero es bueno. Ahora que ha pasado, ahora que te han sacado en los periódicos, no tengas ya miedo, enfréntate a tu “destino” con amor y humildad, pero al mismo tiempo con gran respeto hacia ti mismo.
Ya no tienes nada que ocultar, puedes ser por fin tú mismo, con tus debilidades, y tus grandes valores. Puedes ser ya, por primera vez en muchos años, aquel que eres JA, un HP de tomo y lomo, pero, al mismo tiempo, un hombre espléndido en medio de su barro, un hombre que puede pedir perdón y rehacer su camino en amor. Alguien diría que ha sido una pena, cuando podías tener todo resuelto… y envejecer en paz. Pues bien, yo te digo que ésta puede ser tu gran oportunidad para madurar como persona, para reconciliarte contigo mismo y con tu iglesia (con amor)… para “reparar” a tus víctimas en verdad, para ayudar a la Iglesia, para que sea realista y verdadero en tu vida, sin mentiras ni cosas que ocultar.
Lo primero son las víctimas…
1. No tengas miedo de Dios, que perdona siempre (como sabe el evangelio de los publicanos y las prostitutas, de la adúltera). Estás en el amor de Dios, que es lo que vale. Lo único serio en todo esto es que puedas pedir perdón a las víctimas (si las hubiere de verdad, si pudieras ponerte en contacto con ellas), que les digas de hecho que lo sientes, de manera que así puedas ayudar a recuperar su vida (la de ellos) y la tuya. Dios escribe recto con líneas torcidas, y torcidas han sido en parte las tuyas. Pero está en manos de Dios (y en tu mano) el rectificar, abriendo un camino mejor para todos (incluso para tus “víctimas”).
2. Acepta el juicio de la justicia y de la Iglesia. No sé si puede haber juicio civil en tu caso, tras treinta años, sin acusación formal… Pero hay otro juicio mucho más profundo, que es el de la sociedad y el de la Iglesia. Muchos te despreciarán, otros te calumniarán… o te darán la espalda (quizá aquellos a quienes más has ayudado). No tengas miedo, acéptate a ti mismo como eres.
Te quedarán así los más hermosos y verdaderos años de tu vida, como ciudadano y así lo deseo) como hombre de Iglesia (con ministerios oficiales o sin ministerios oficiales, que eso es secundario. No podrás ser “padre” en el sentido que se da en la Iglesia a ese término, pero nadie te podrá quitar el título de “hermano”. Así repararás en lo posible lo malo que has hecha, harás más bien que el daño que has hecho, contribuirás a que no haya más víctimas en el camino de formación clerical de la Iglesia, que debe cambiar de un modo intenso.
3. Acepta tu responsabilidad, pero, al mismo tiempo, acepta con amor y gracia lo que eres, no dejes que te destruyan. Defiéndete como persona y como cristiano. Quiérete y respétate a ti mismo, en lo que eres, como homosexual débil de amor (si lo eres) y fuerte de entrega al servicio del evangelio, por caminos torcidos, que ahora puedes enderezar. Sé lo que eres, que nadie te engañe, pero aprende a amar en libertad y respeto… sin hacer nunca daño a los demás . Sólo si empiezas aceptándote como eres podrás hacer el camino. Estás hecho para el amor (como dices en una entrevista), desde lo que tú has sido y eres, y deberás mirar (optar por) la forma de amor mejor, los años que te quedan de vida.
4. Y piensa siempre en las víctimas…. Tú has hecho víctimas a tu paso, en cierto momento (además de las muchas cosas buenas que has hecho)… Tú tienes que “reparar” con tu nueva vida a tus víctimas… Pero también tu eres una víctima del sistema, de manera que nosotros, la Iglesia en conjunto y los que hemos sido y somos tus amigos, te debemos reconocer y acompañar en el nuevo camino, sin tapujos, con honradez, con libertad… Sin tapar la homosexualidad, sin buscar salidas falsas… cambiando entre todos el camino de los ministerios evangélicos en la Iglesia (pero éste es un tema para otro día).
4. No sé si nos veremos más, yo estoy un poco retirado, tú estás lejos y no sé qué harán de ti (que harás tú…), pero quiero decirte que después de haber leído las noticias y de haber sufrido por ti (y de haber orado), me alegro de todo esto, porque por fin, querido JA, entrando en los setenta, puedes ser ya tú mismo, sin orgullos, pero sin humillaciones falsas. Acepta tu responsabilidad, como te he dicho, pero sabes que la compartes con una Iglesia en cuyo seno has crecido y que te ha “utilizado” así como eras… (y a la que tú has utilizado y manchado, haciendo mucho mal a unos adolescentes
Os habéis (nos hemos) equivocado, un tipo de Iglesia y tú (y de alguna forma todos). Te han hecho “cabeza de turco” (¿sabes?) y algunos querrán lavarse las manos (¡Pilatos, de nuevo, el poder!), diciendo que tú tienes la culpa para quedar ellos tranquilos. Y no es así, todos tenemos una responsabilidad.
5. Tú tendrás que cambiar (¡la misma vida te he hecho cambiar!) y lo harás para mejor, estoy seguro. Pero tendrá que cambiar también el conjunto de la Iglesia, buscando otros tipos de “formación clerical”, buscando la verdad, la claridad, sin miedos ni represiones, en un camino en el que lo que importar no es ser hombre ni mujer, ni homo- ni heterosexual, sino persona en Cristo, para un amor maduro (celibatario o no celibatario, según los casos). Habrá algunos que se avergüencen de ti y que te ignoren o rechacen (¡no te preocupes!). Los mejores te aceptarán como eres (yo no soy de los mejores, pero así te acepto, y doy gracias a Dios por ti).
6. No sé si podrás reconciliarte con tus víctimas antiguas, no sé si hay manera. Pero si no pudieras hacerlo en este mundo sigue esperando, pues hay resurrección de la carne)… De esa forma, con tu ejemplo, todo podrás contribuir al surgimiento de una Iglesia distinta, sin obsesiones sexuales, clara en el amor y en el servicio.
PD
Querido JA Perdona esta larga carta. Tómala como signo de respeto y amor… Sabes que Mabel y yo vivimos en un pueblo que se llama San Morales, junto al río de Salamanca. Si la fortuna te hiciera pasar un día por aquí estaríamos encantados de ofrecerte hospitalidad y de compartir contigo el pan y el vino de la vida que se vuelve clara al limpiarse en el dolor, al reparar en el amor, al abrir caminos para una nueva primavera que llegará en la Iglesia, tras este duro invierno del que tú has formado parate con tu vida (y con tu mal ejemplo).
Un abrazo.
Xabier
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