Del blog de Xabier Pikaza:
Presenté el otro día (25. 11) una postal sobre la pederastia clerical, muy leída y discutida, con opiniones dispares, como es conveniente. Algunas de ellas me han hecho pensar, y así recojo otras ideas para seguir planteando el tema.
El título de la postal está tomado de una frase cínica de F. D. Roosevelt sobre Somoza, dictador de Nicaragua:”Tal vez sea un HP, pero es nuestro HP” (May be a son of a bitch, but he’s our son of a bitch. Dick Morris (consultor político de USA) la aplicó tambuién Franco: “Sure he’s a son of a bitch, but he’s our son of a bitch”.
En esa línea, los pederastas clericales son unos HP, pero son “nuestros”, forman parte del tejido de iglesia, formada de ovejas y cabras, de cizaña y trigo.
Jesús dijo un día de ellos que sería mejor que se ataran una piedra de molino y se ahogaran en el agua (¡ellos, pero no que les ahogáramos nosotros!). Y ese mismo Jesús añadió , en otro momento, que no los arranquemos y echemos al fuego, porque no podemos distinguir aquí del todo el trigo y la cizaña. Buen fin de semana a todos
Nuevas reflexiones
1. Contexto y origen: El espacio familiar
La pederastia es una conducta en la que “un menor es utilizado como objeto sexual por parte de otra persona con la que mantiene una relación de desigualdad, ya sea por la edad, la madurez o el poder”. Se trata de un problema muy extendido, que (según los últimos estudios) afecta a una quinta parte de la población. Entre los países analizados destacan USA (el 27 % de las mujeres y el 16 % de los varones han sufrido acoso y daño en este campo) y España (el 22,5 % de las mujeres y el 15 % de los varones) (cf. Lameiras F.).
De manera sorprendente (¡y lógica!) los abusadores sexuales de menores son, mayoritariamente, hombres (87 %) y gran parte de los casos (un 70-80 %) se dan dentro de la familia, entres padres/padrastros e hijas/os (Oliverio-Ferraris). La pederastia surge así en espacios humanamente cercanos, en los que el abusador no tiene “resuelta” su herida afectiva, y el abusado está de algún modo bajo su cuidado “familiar”. Sin duda, la paternidad es muy buena, pero conlleva sus riesgos si no se vive con madurez.
((Los datos son incuestionables: el 42,5 % de los abusadores son los padres biológicos. En segundo lugar, aparecen los familiares cercanos -incluyendo tíos, abuelos, hermanos, primos, etcétera- que representan el 23,7 %. El tercer lugar corresponde a los conocidos no familiares, con el 17,5 %. Solo en el último lugar entre los perpetradores identificados están quienes la opinión general supone son los abusadores más frecuentes: los padrastros, responsables de estos hechos en el 13,8 % de los casos: Intebi, Irene: Abuso sexual infantil en las mejores familias, pág. 110, Granica, 2008.))
Bibliografía. Freyd, Jennifer J.: Abusos sexuales en la infancia. La lógica del olvido [1996], trad. de Pablo Manzano. Madrid: Morata, 2003; Lameiras Fernández, Maria: «Aproximación psicológica a la problemática de los abusos sexuales en la infancia», en Maria Lameiras Fernández (coord.): Abusos sexuales en la infancia. Abordaje psicológico y jurídico (págs. 61-83). Madrid: Biblioteca Nueva, 2002; Oliverio-Ferraris, Anna, y Graziosi, Bárbara: ¿Qué es la pedofilia?. Barcelona: Paidós, 2004.
2. Pederastia clerical, un entorno cercano
Es muchísimo menos frecuente que la intrfamiliar (en daros absolutos y relativos: parece que llegue ni al 25/20), aunque tiene también algunos rasgos semejantes como la cercanía afectiva, con la autoridad del clérigo y su carácter sagrado, sobre todo en espacios afectivos y vitales cerrados.
Como no condenamos la familia por decir que en ella hay pederastia, tampoco podemos condenar al clero porque en su entorno se han dado casos sangrantes de abuso infantil. En sí mismo, el espacio clerical (como el de los padres de familia) es muy bueno, pero hay que tener muy en cuenta los riesgos que pueden ir vinculados a un tipo de autoridad “sagrada”, en ambientes que no sean de gran libertad y madurez afectiva.
Por otra lado, la mayor parte de los casos de pederastia intra-familiar (a no ser en casos de violencia suma) se mantienen aún en silencio, y sólo afloran en clínicas y consultas de psicología. Por el contrario, los casos de pederastia clerical, antes silenciados (porque en entorno social y jurídico no permitía su publicidad) empiezan a publicarse ahora, para salud mental de todos (aunque a veces también con un morbo especial, vinculado a la misma condición de poder que ha tenido el clero).
Deseo que el tema quede claro: La inmensa mayoría de los casos de pederastia familiar (a no ser que lleguen a ser de tipo extremo) no se denuncian ni publican, de manera que sólo se conocen en ambientes muy cercanos al que ha sufrido el abuso, en consultas de psicólogos.
Pues bien, en este contexto, para gran honra suya, la Iglesia católica (aunque con vacilaciones) ha decidido airear este problema, aún a sabiendas de que habrá algunos que intentarán “aprovecharse” para conseguir beneficios materiales y de publicidad (y no todas las acusaciones son igualmente verdaderas). Hay que agradecer a la Santa Sede el empeño de llegar hasta el final en este tema, “puenteando” a veces (como en el caso de Granada) a los mismos obispos, que debían haber sido los que asumieran la responsabilidad en esos casos.
3. Lo primero es el bien de los abusados
Ante todo el “bien personal”, para lograr en lo posible que el daño sufrido no destruya su personalidad, ni les impida desarrollarse con madurez. Para ello es conveniente tratar a los niños o menores desde muy pequeños, antes que la herida se vuelva incurable.
Algunos casos de acusación (con “castigo” de los “abusadores”) llegan demasiado tarde, cuando la víctima no podrá ganar ya nada en plano personal (¡quizá sí en plano económico!), aunque el “castigo” del abusador puede tener carácter ejemplar (e incluso lograr a veces su cambio). En este campo se sitúan las dos famosas palabras de Jesús:
‒ El abusador en sí: “Más le hubiera valido que se atara una piedra de molino y se hubiera echado al mar…”. Sería mejor que los abusadores no hubiera nacido o se hubieran matado antes de realizar sus crímenes, pero los han hecho, y habrá que buscar también lo mejor para ellos.
‒La sociedad y el abusador: Los abusadores siguen siendo personas, y así los debe reconocer la sociedad, sabiendo, con Jesús “que quien esté libre de pecado tire la primera piedra”. Su “pecado” es de algún modo un reflejo del pecado social, de manera que no se les puede “matar” (quemar) como pura cizaña, pues no ha llegado aún la hora de la gran separación. En este sentido tiene su valor la frase de Roosevelt (son unos hijos de P., pero son de los nuestros…), aunque debe matizarse y aplicarse de un modo distinto (no para bien de USA, sino de todos los hombres).
4. Los abusadores han nacido de nuestro “cuerpo”, es decir, de nuestro grupo.
El caso tiene cierta semejanza al de los “defraudadores” dentro de un tipo de sociedad, de política o de partido. No se puede decir (como hace ahora muchos políticos de España) que “el partido” o el grupo está limpio, pero que tiene unos pocos “defraudadores”. Sin duda, los defraudadores-abusadores tienen su propia responsabilidad, pero han surgido en un contexto que ha favorecido su “pecado”. Pero eso es necesario que todo el grupo (que la Iglesia en su conjunto) asuma su responsabilidad, que no busque unos pocos “chivos emisarios”.
Los abusadores han nacido en un contexto social que favorece su “pecado”. Son unos HP, no se les puede disculpar sin más, pues no todos son como ellos, pero de alguna forma son “hijos” de un tipo de entorno afectivo o clerical (como en el caso de los abusadores clericales). Por eso dijo Jesús: “Quien esté limpio tire la primera piedra…”.
Quiero precisarlo bien: No, no es que todos sean iguales, pero llevamos una responsabilidad colectiva, en especial el conjunto de la Iglesia que ha colocado en una situación difícil a los abusadores, para gloria del sistema. La Iglesia Católica no puede resolver el problema diciendo que la culpa la tienen unos pocos, para que todo siga igual, sino que tiene que estudiar y buscar la manera para que en ella no puedan repetirse estos casos.
5. Hijos de P, pero nuestros. Ya lo he dicho. Compartir con ellos la “conversión”.
Hay una sociedad (e iglesia) injusta que se contenta con castigar a ciertas personas concretas echándoles la culpa (haciéndoles chivos expiatorios…). Pues bien, sin negar la culpa muy especial de alguno, el “cuerpo eclesial” tiene que asumir su propia responsabilidad, por haber creado espacios en los que ha sido posible la pederastia de algunos…
Como he dicho, la mayoría de los casos de pederastia se dan en “familia”. Eso no puede llevarnos a destruir la familia, sino a cambiarla, en clave de madurez, de igualdad hombre-mujer, de libertad “sexual” (entre adultos…).
Pues bien, junto a la familia, el clero católico ha sido quizá el colectivo más noble y maduro de la sociedad occidental, pero ha tenido sus dificultades y problemas. Por eso puede y debe mantenerse, pero, a fin de cumplir su función, debe cambiar de forma radical, en un plano social y afectivo.
Hay que “castigar” a esos HP, hay que hacer que vean su “culpa”, que asuman su responsabilidad, pero no por venganza o talión, sino por proceso terapéutico social y cristiana: Para que puedan aprender, para puedan ser personas de otra manera. El bien de los abusados (que siempre lo que se ha de buscar primero) no consiste en ver cómo se pudren los abusadores en la cárcel, sino como pueden cambiar, para que la sociedad sea distinta (y distinta la Iglesia), y para que no se den en el futuro casos como ésos.
Esos HH tienen un “pecado” o responsabilidad muy especial (¡mejor si se hubieran matado!), pero no todo en ellos era malo, no todo lo que han hecho ha sido negativo… Muchos han realizado hasta buenas obras en otro campo.
Por eso, según el evangelio, habrá que lograr que se corten una mano (simbólicamente, como dice el evangelio; no cortársela nosotros con el hacha, como se hace en ciertos contextos musulmanes), para que así, “castrados” en un plano (¡simbólicamente!) puedan asumir su realidad y contribuir en otro plano (incluso con su “penitencia”) al despliegue más luminoso de todos.
6. Reflexión final
No quiero cansarme de decirlo, los abusadores en cuanto talas (¡algunos pueden ser enfermos irrecuperables o casi totalmente malos!) son unos perfectos HH, pero son de los nuestros, son hijos de nuestro entorno eclesial y social. Casi podría decir que “les hemos hecho así”, les hemos “puesto” en esos “puestos”. Por eso será bueno que asumamos todos algún tipo de responsabilidad, y que cambiemos, porque el reino de los cielo no es sólo de perfectos, sino de “convertidos” (Santo Tomás y toda la tradición medieval decía que son los Obispos se supone que son perfectos; todos los otros, empezando por los monjes, son pecadores que pueden convertirse…).
No, no se trata de “agarrar” a los 20, 40 o 5.000 pederastas que pueda haber en el clero de España o del mundo (¡manzanas podridas…), de forma que sólo quedamos los sanos. Se trata de lograr que los pederastas lo reconozcan (sin necesidad de que se extienda por hay una búsqueda de brujas pederastas por doquier, con o sin razones…). Se trata de abrir unos espacios de maduración y cambio, para bien de los abusados (que será al fin el bien de todos, incluso, y sobre todo, de los abusadores).
Saldrán más acusaciones (como la de Reus, de la que quiero hablar mañana…). No tengamos miedo de ello, siempre que actuemos todos con madurez y realismo, empezando por la cúpula de la Iglesia.
7. Le tengo mucho miedo a los pederastas, pero también temo a los “cazadores de pederastas”
No a los que han sufrido el abuso, ellos son signo privilegiado de Dios en esta sociedad enferma y mala… Por ellos hay que hacerlo todo, ellos tienen todo el derecho de decir, de confesar su situación
Temo a los que se aprovechan del abuso de otros para destruir sin más lo bueno de un tipo de sociedad o de iglesia… Temo a los que se aprovechan del escándalo de otros para aparecer como inquisidores (dime de qué presumes y te diré de lo que careces…).
En ese contexto, la función de los medios de comunicación me parece necesaria, no solo buena… Es necesario que se sepa (lo que hagáis en secreto se anunciará desde los tejados, decía Jesús. Pero no quiero que esa función se haga de un modo parcial, por pura propaganda, sin buscar las condiciones profundas y difíciles de la vida, lo que sera—
La pederastia clerical de la que ahora se habla ha sido un efecto grave de las condiciones del clero católico en la segunda mitad del siglo XX, en países de honda y cerrada tradición clerical. Parecía que íbamos a ser salvadores del mundo, pero en nuestro propio orgullo ha estado nuestro castigo. La mejor forma de ser pecadores (un tipo de demonios) es querer ser ángeles, desconociendo la realidad de la naturaleza, lo que somos y podemos…
El tipo de “clero” católico y de seminarios como los de USA, Irlanda o España en la segunda mitad del siglo XX, han sido espacios bastante propicios para un tipo de pederastia, por la situación de los formadores y por el carácter aún infantil de muchos formados (que han venido a los seminarios con diez o doce años). El “despertar” sexual (especialmente el de los varones) tiene sus cauces, sus ritos de paso, sus riesgos, como han sabido todas las culturas, desde la antigüedad. Quizá algunos pensaron que la “vocación” (la religión, el ideal, un tipo de pureza sublimada) podía suplir las “carencias” naturales. Ahora vemos que no podía ser así.
A mi juicio, lo admirable (o misterio) no es que haya habido algunos casos (¡quizá bastantes!) de malformación sexual, de iniciaciones equivocadas, de heridas que no eran necesarias, sobre todo allí donde se han dado en ambientes uni-sexuales (no quiero decir homo-sexuales, aunque de todo se ha dado) de varones… Lo admirable es que se han dado (a mi juicio) muchos menos de los que se podía esperar, de manera que el conjunto del clero ha sido y sigue siendo sano.
Eso no quiere decir que no tengan que cambiar las cosas. Tienen que cambiar y muchos. Mejor dicho, ya han cambiado. Los viejos seminarios se han cerrado (prácticamente todos). La iglesia se enfrenta ahora a otros problemas (quizá incluso más graves). Pero ahora tiene una ventaja: La voluntad de verdad: Que las cosas se sepan, que se digan, de manera que “juguemos” con las cartas limpias.
Es bueno que haya “descubrimiento de los pederastas clérigos…”, pero no caza de brujas, no deseo de venganza. Estoy convencido de que irán saliendo muchos otros casos. Pero con eso no se resuelve todo. Con el descubrimiento de la verdad de lo que hemos sigo tiene que ir, mano a mano, el empeño de amor por lograr una sociedad distinta, al servicio de los seres humanos, empezando por los niños. El poder o celibato del clero está al servicio de esos: Del bien de los más pequeños.
En esa línea, tras casi cincuenta años de vida clerical (¡sigo siendo un clérigo extra-muros y casado!) me siento agradecido a Dios y a la Iglesia, porque las cosas empiezan a cambiar.
((Seguiré mañana o pasado mañana, Dios mediante)).
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Abusos sexuales, Iglesia Católica, Pederastia
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