“Recapacitó y fue.” Domingo 28 de septiembre de 2014. 26º Domingo de Tiempo Ordinario
Leído en Koinonia:
Ezequiel 18,25-28: Cuando el malvado se convierte de su maldad, salva su vida.
Salmo responsorial: 24: Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.
Filipenses 2,1-11: Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
Mateo 21,28-32: Recapacitó y fue.
La conversión de aquellos que el sistema religioso considera pecadores debería ser una señal profética con el poder de arrastrar a todos hacia el camino del bien. Sin embargo, esto no es lo que ocurre. Cada sistema religioso organiza sus valores en escalas jerárquicas en las que cuenta más la posición que la propia conciencia. El profeta Ezequiel y el evangelio se refieren a esta terrible realidad: los que se consideran a sí mismos salvados son incapaces de cambiar su manera de pensar para abrirse a la acción de Dios. Los más ilustres representantes de la religión (sacerdotes judíos, fariseos, escribas, etc.) incurren en el pecado de la falsa conciencia religiosa, es decir en la pretensión injustificada de considerarse salvados por sus propios méritos y no por la gracia de Dios. Pablo nos presenta una aguda reflexión sobre este problema y nos llama la atención sobre aquellos elementos de discernimiento que nos permiten evaluar nuestras prácticas cotidianas a la diáfana luz del amor misericordioso y del servicio solidario.
El profeta Ezequiel llama la atención a su pueblo, envuelto en intrigas, enajenado por las permanentes conspiraciones contra el imperio babilonio. La situación era extremadamente precaria luego de la primera deportación en el año 597 a.e.c. Los líderes del pueblo habían sido obligados a marchar a tierras extranjeras y vivían en condiciones extremadamente precarias. La situación en Jerusalén era extremadamente volátil. La falta de discernimiento, la manipulación de los sentimientos patrióticos y el oportunismo de los nuevos lideres los dejaban a la merced de una nueva y devastadora intervención de Babilonia como efectivamente ocurrió en el año 587 a.e.c. En medio de tanta tensión, caos y confusión el profeta hace un llamado a la cordura y al buen juicio. La falsa consciencia religiosa estaba inflando los planes de las autoridades del Templo y de los altos funcionarios de la corte. Se consideraban a sí mismos propietarios de la salvación y personas más allá del ‘bien y del mal’. Ezequiel los llama a la humildad y la honestidad, al servicio al pueblo y a la justicia, pues, en nombre del bien de la patria no cesaban de cometer crímenes e injusticias que contradecían el fundamento jurídico y ético de la alianza de Yahvé con su pueblo. Considerarse a si mismo justo, mientras se comenten las peores atrocidades no es sino un engaño inútil. El bien consiste en el respeto del derecho y en la práctica de la justicia.
La parábola que hoy nos propone Jesús, denuncia igualmente la falsa conciencia religiosa. La viña es la realidad del mundo, en la que el trabajo siempre es arduo y urgente. A esa viña el Padre envía a sus dos hijos. La respuesta de los dos es ambigua. Sin embargo, sólo el compromiso del que inicialmente se había negado al trabajo nos permite descubrir quién actúo coherentemente. De este modo Jesús denuncia a aquellos dirigentes y a todo el pueblo que públicamente se compromete a servir al Señor, pero que es incapaz de obrar de acuerdo con sus palabras. Actitud que contrasta con aquellos que aunque parecen negarse al servicio, terminan dando lo mejor de sí en la transformación de la viña.
Esta parábola plantea un dilema que pone al descubierto la praxis de sus oyentes y que, leída a la luz de los acontecimientos de la época de Jesús nos muestra cómo los que eran considerados pecadores por el aparato religioso eran, en realidad, los únicos atentos a la voz del profeta. La conversión no es un asunto de solemnes proclamas o de prolongados ejercicios piadosos, sino un llamado impostergable a la justicia y al discernimiento. Las palabras de Jesús herían la sensibilidad religiosa de sus contemporáneos que se consideraban auténticos seguidores de Yavé e inigualables hombres de fe, porque colocaba delante de ellos el testimonio de aquellas personas que eran consideradas una lacra social: las prostitutas y los publicanos.
Prostitutas y publicanos no sólo eran profesiones terriblemente despreciadas, sino que quienes las ejercían eran considerados personas asquerosas e inadmisibles entre la gente de bien. Jesús ridiculiza todas esas valoraciones lanzadas desde los pedestales del sistema religioso y muestra, con los hechos, que ni siquiera la presencia de un profeta tan grande como Juan Bautista es capaz de transformar las conciencias anquilosadas y estériles de aquellos que se consideran salvados únicamente por el alto cargo que ejercen en el aparato religioso.
Pablo nos muestra la misma realidad, desde el interior de la comunidad cristiana. Los creyentes, por sus mismas buenas intenciones, están más expuestos a crearse una falsa conciencia religiosa que los lleve a considerarse superiores a los demás o definitivamente salvados. El único criterio para determinar la autenticidad de las prácticas cristianas es lo que el llama ‘entrañas de misericordia’, o sea, el amor incondicional por aquellas personas excluidas y víctimas de la opresión y la miseria. Para Pablo, los cristianos no se pueden examinar únicamente a la luz de criterios piadosos, sino a la luz de la práctica de Jesús que actuó siempre en el mundo con entrañas de misericordia.
Más allá de una interpretación limitada al contexto judío del momento de Jesús, esta palabra suya puede y debe elevarse a categoría universal y a principio teórico: el de la primacía del hacer sobre el decir, de la praxis sobre la teoría. Un hermano dijo que sí, muy dispuesto, pero sus hechos desmintieron sus palabras: su palabra verdadera, su palabra práctica, fue un no. El otro hermano pareció estar desde el princpio fuera del camino de la salvación, por sus palabras negativas e inaceptables; pero a pesar de sus palabras, él de hecho fue a la viña, «hizo» la voluntad del Padre. Decir/hacer, teoría/praxis: el Evangelio está claramente decantado a un lado, sin vacilaciones, en estas disyuntivas.
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 96 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «Las prostitutas van delante». El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://untaljesus.net/texesp.php?id=1300096 Puede ser escuchado aquí: http://untaljesus.net/audios/cap96b.mp3
La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo (5 minutos de entrevista a Jesús en su segunda venida a la Tierra) titulada «¿Las prostitutas primero?», que se puede tomar de: http://emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=150052
Para la revisión de vida
Los “dos hermanos” de la parábola de Jesús, tan contrapuestos, en realidad, se dan en cada una de nuestras vidas. A veces decimos que sí, pero es que no; y otras veces decimos no, pero resulta que sí… Sólo Jesús fue «sólo sí sin sombra de no», «en él todo fue sí»…
¿Cómo va esa contradicción en mi vida? ¿Cómo la manejo? ¿Qué partes de mi vida traicionan mi generosidad y mi buena intención? ¿Cómo puedo hacer para dar más coherencia a mi vida?
Para la reunión de grupo
– El tema de «la parábola de los dos hermanos» es el clásico y tan recurrente tema evangélico de «la praxis como criterio de discernimiento». Las palabras valen… si van acompañadas de praxis. Nuestra calidad evangélica se mide en la acción, no en las palabras. Es decir: aunque las dos dimensiones son importantes, el hacer y el decir, el hacer tiene primacía axiológica sobre el decir. Comentar.
– El himno que Pablo toma de la comunidad cristiana y transcribe en su carta nos sirve de testimonio «arqueológico» de la reflexión cristológica de las primeras comunidades. Podría decirse, en algún sentido, que Jesús fue «un hecho bruto», y que después vino el tiempo de las interpretaciones. Ya en el mismo Nuevo Testamento hay cristologías diferentes. Nosotros, que hemos llegado «al final de la película», nos hemos quedado con la foto fija final, con el resultado final, y pensamos que la cristología es una sola –la de la foto final que nos pasaron– y que la cristología ha sido siempre y no podría ser sino la misma siempre, la «única»… Cristología única que, además, solemos atribuir ingenuamente a Jesús, como si él mismo la hubiera dictado… La cristología es hoy día el tratado teológico más en cuestión. El grupo puede pedir a un especialista que les presente sintéticamente la problemática actual de la cristología. La revista RELaT (http://servicioskoinonia.org/relat) tiene bastantes artículos accesibles, sobre el tema. Los grupos más preparados pueden tomar de la RELaT el texto de John Hick, o –en Brasil- su libro “La metáfora del Dios encarnado”, colección «Tiempo Axial», Editorial Abya Yala, Quito 2004 (www.latinoamericana.org/tiempoaxial); edición brasileña: “A metáfora do Deus encarnado”, Vozes, Petrópolis 2001.
– Una palabra clásica de José Martí dice: «Hay momentos, en los que la única manera de decir es hacer». Buscar/recordar algunos otros dichos o refranes sobre el decir y el hacer, como «Del dicho al hecho va mucho trecho». Comentarlos.
Para la oración de los fieles
– Por la Iglesia, para que sea maestra de actitudes abiertas y comprensivas y se comprometa seriamente por hacer un mundo mejor. Oremos.
– Por todos los gobernantes, para que busquen decidida y solidariamente el respeto de los derechos humanos y favorezcan la solidaridad entre los pueblos. Oremos.
– Por todos los pueblos del mundo, para que encuentro el camino del entendimiento desde la justicia social y la solidaridad fraterna. Oremos.
– Por los pobres, los oprimidos y los marginados, para que nuestra solidaridad con sus problemas les haga recuperar la esperanza. Oremos.
– Por nuestros familiares, amigos y bienhechores, por las personas a las que queremos y las que nos quieren, por cuantos se han encomendado a nuestras oraciones. Oremos.
– Por nuestra comunidad, para que sea consecuente con el “sí” que hemos dado a Jesús y su Evangelio, y no se quede sólo en buenas palabras. Oremos.
Oración comunitaria
Oh Dios que en todas las grandes religiones nos muestras la necesidad de coherencia entre la palabra y la acción; danos el coraje necesario para que purifiquemos nuestro corazón y fortalezcamos nuestra voluntad, de manera que entre uno y otra haya en nuestras vidas una total afinidad, tal como nosotros lo experimentamos en Jesús, nuestro hermano mayor, que vive y ama contigo por los siglos. Amén.
Señor, que quieres darte a conocer como el Padre misericordioso que nos perdona y nos da siempre una nueva oportunidad; derrama incesantemente tu amor sobre nosotros para que, renovados por tu amor, vivamos siendo siempre coherentes con el “sí” que te hemos dado. Por Jesucristo.
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