Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:
Una vez terminado el discurso en parábolas sobre el Reino de Dios, el evangelio de Mateo ofrece una sección que podríamos titular «Del escándalo a la fe» (13,53-16,20). El escándalo se da en Nazaret, donde sus paisanos lo rechazan; la fe, en la confesión de Pedro en Cesarea de Felipe. En conjunto se trata de nueve episodios, de los que la liturgia la liturgia ha elegido cuatro para los próximos domingos:
― la multiplicación de los panes (domingo 18)
― la tempestad calmada (domingo 19)
― la curación de la hija de la mujer sirofenicia (domingo 20)
― la confesión de Pedro (domingo 21)
Suave tarea veraniega
Quienes no sepan en qué entretenerse durante el mes de agosto, pueden leer estos capítulos de Mateo, con las sugerencias que ofrezco a continuación.
a) El tema capital de la sección es la pregunta: ¿quién es Jesús? Encontrará respuestas muy distintas:
los nazarenos: un hombre (13,55-56)
Herodes: Juan Bautista resucitado (14,2)
los de la nave: Hijo de Dios (14,33)
la cananea: Señor, hijo de David (15,22)
la gente: diversidad de opiniones (16,14)
Pedro: el Mesías (16,16)
b) Jesús intensifica su contacto con los extranjeros viajando a Tiro, Sidón (15,21) y Magadán (15,39). Por el contrario, su patria, Nazaret, lo rechaza; y de Jerusalén viene el peligro, la oposición (15,1).
c) Jesús aparece en continuo movimiento. Mateo parece sugerir que la actividad misionera es intensa, aunque la mayoría de los episodios se sitúa en torno al lago de Galilea. A pesar del movimiento continuo, la gente cada vez se une más a él. Y Jesús les demuestra su preocupación y afecto de modo cada vez mayor.
d) El tema de los milagros (dynameis) es fundamental; más aún que en los capítulos anteriores. Se convierten en signo de la salvación mesiánica y, al mismo tiempo, de la aceptación o rechazo de Jesús, de la fe o incredulidad.
Jesús alimenta a su comunidad (la multiplicación de los panes)
Cuando los discípulos de Juan le comunican a Jesús la muerte del maestro, Jesús se retira en barca a un sitio apartado. Este detalle es significativo de la postura de Jesús. No va en busca de Herodes a denunciarlo. Huye, para poder seguir cumpliendo su misión. Lo sigue mucha gente de todas los pueblecillos, Jesús siente lástima y cura a los enfermos. Pero lo más importante ocurre al caer la tarde.
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
― Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.
Jesús les replicó:
― No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.
Ellos le replicaron:
― Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.
Les dijo:
― Traédmelos.
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Problemas de la interpretación puramente histórica
Podríamos entender el relato como el recuerdo de un hecho histórico que demostraría el poder de Jesús y su preocupación, no sólo por la formación espiritual de la gente, sino también por sus necesidades materiales. Esta interpretación histórica encuentra grandes dificultades cuando intentamos imaginar la escena.
Se trata de una multitud enorme, quizá diez o quince mil personas, si incluimos mujeres y niños. Para reunir esa multitud tendrían que haberse quedados vacíos varios pueblos de aquella zona.
La propuesta de los discípulos de ir a los pueblos cercanos a comprar comida resulta difícil de cumplir: harían falta varios Hipercor y Alcampo para alimentar de pronto a tanta gente.
Aun admitiendo que Jesús multiplicase los panes, su reparto entre esa multitud, llevado a cabo por sólo doce camareros (a unas mil personas por cabeza) plantea grandes problemas.
¿Cómo se multiplican los panes? ¿En manos de Jesús, o en manos de Jesús y de cada apóstol? ¿Tienen que ir dando viajes de ida y vuelta para coger nuevos trozos cada vez que se acaban?
¿Por qué no dice nada Mateo del reparto de los peces? ¿Es que éstos no se multiplican?
Después de repartir la comida a una multitud tan grande, ya casi de noche, ¿a quién se le ocurre ir a recoger las sobras en mitad del campo?
¿No resulta mucha casualidad que recojan precisamente doce cestos, uno por apóstol? ¿Y cómo es que los apóstoles no se extrañan de lo sucedido?
Estas preguntas, que parecen ridículas, y que a algunos pueden molestar, son importantes para valorar rectamente lo que cuenta Mateo. ¿Se basa su relato en un hecho histórico, y quiere recordarlo para dejar claro el poder y la misericordia de Jesús? ¿Se trata de algo puramente inventado por el evangelista para transmitir una enseñanza?
Problema de la interpretación racionalista y moralizante
En el siglo XIX, por influjo especialmente de la Vida de Jesús de Renan, se difundió la tendencia a interpretar los milagros de forma racionalista, que no supusieran una dificultad para la fe. En concreto, lo que ocurrió en la multiplicación de los panes fue lo siguiente: Jesús animó a sus discípulos y a la gente a compartir lo que tenían, y así todos terminaron saciados. El relato pretende fomentar la generosidad y la participación de los bienes. Esta opinión, que sigue apareciendo incluso en libros pretendidamente científicos, inventa algo que el evangelio no cuenta, incluso en contradicción expresa con él, e ignora el mundo en el que fueron redactados los evangelios.
La interpretación cristológica y eucarística
A la comunidad de Mateo este episodio no le resultaría extraño. Con su conocimiento del Antiguo Testamento vería en el relato la referencia clarísima a dos pasajes bíblicos.
En primer lugar, la imagen de una gran multitud de hombres, mujeres y niños, en el desierto, sin posibilidad de alimentarse, evoca la del antiguo Israel, en su marcha desde Egipto a Canaán, cuando es alimentado por Dios con el maná y las codornices gracias a la intercesión de Moisés.
Hay también otro relato sobre Eliseo que les vendría espontáneo a la memoria. Este profeta, uno de los más famosos de los primeros tiempos, estaba rodeado de un grupo abundante de discípulos de origen bastante humilde y pobre. Un día ocurrió lo siguiente:
«Uno de Baal Salisá vino a traer al profeta el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente en la alforja. Eliseo dijo:
– Dáselos a la gente, que coman.
El criado replicó:
– ¿Qué hago yo con esto para cien personas?
Eliseo insistió:
– Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará.
Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor”
(2 Reyes 4,42-44).
Cualquier lector de Mateo podía extraer fácilmente una conclusión: Jesús se preocupa por las personas que le siguen, las alimenta en medio de las dificultades, igual que hicieron Moisés y Eliseo en tiempos antiguos. Al mismo tiempo, quedan claras ciertas diferencias. En comparación con Moisés, Jesús no tiene que pedirle a Dios que resuelva el problema, él mismo tiene capacidad de hacerlo. En comparación con Eliseo, su poder lo sobrepasa también de forma extraordinaria: no alimenta a cien personas con veinte panes, sino a varios miles con solo cinco, y sobran doce cestos. La misericordia y el poder de Jesús quedan subrayados de forma absoluta.
Sin embargo, aquellos lectores antiguos se preguntarían qué sentido tenía ese relato para ellos. Porque su generación no podía beneficiarse del poder y la misericordia de Jesús para saciar su hambre en momentos de necesidad. Y sabían que otros muchos contemporáneos de Jesús habían pasado hambre sin ser testigos de ningún milagro parecido. En el fondo, la pregunta es: ¿sigue saciando Jesús nuestra hambre, nos sigue ayudando en los momentos de necesidad?
Aquí entra en juego un aspecto esencial del relato: su relación con la celebración eucarística en las primeras comunidades cristianas. Es cierto que estos detalles no pueden exagerarse. Por ejemplo, el levantar la vista y pronunciar la bendición antes de la comida era un gesto normal en cualquier familia piadosa. También era normal recoger las sobras. Sin embargo, Mateo ofrece un detalle importante: omite los peces en el momento de la multiplicación. Algunos autores se niegan a darle valor a este detalle. Pero es interesantísimo. Cuando se come pan y pescado, lo importante es el pescado, no el pan. Carece de sentido omitir la mención del alimento principal. Si se omite, es por una intención premeditada: acentuar la importancia del pan, con su clara referencia a la eucaristía. Porque en ella acontece lo mismo que en la multiplicación de los panes. Jesús la instituye antes de morir con el sentido expreso de alimento: «Tomad y comed… tomad y bebed». Los cristianos saben que con ese alimento no se sacia el hambre física; pero también saben que ese alimento es esencial para sobrevivir espiritualmente. De la eucaristía, donde recuerdan la muerte y resurrección de Jesús, sacan fuerzas para amar a Dios y al prójimo, para superar las dificultades, para resistir en medio de las persecuciones e incluso entregarse a la muerte.
Un cristiano de hoy debería sacar el mismo mensaje de este pasaje: Jesús se compadece de nosotros y manifiesta su poder alimentándonos con su cuerpo y su sangre, mucho más importante que la multiplicación de los panes y los peces. También podríamos sacar otras enseñanzas: la obligación de preocuparnos por las necesidades materiales de los demás, de poner a disposición de los otros lo poco o mucho que tengamos. Así, los benedictinos alemanes han querido recordar la preocupación de Jesús por los necesitados instituyendo en el sitio donde se recuerda la multiplicación de los panes un centro de atención a niños disminuidos físicos. Pero lo esencial del relato es lo que decíamos anteriormente.
Biblia, Espiritualidad
Ciclo A, Comunidad, Dios, Evangelio, Jesús, Multiplicación de los panes, Tiempo Ordinario
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