Dom 28. 07. 11 “Para empezar, bastan cinco panes y dos peces”.
Domingo 18. Tiempo ordinario, ciclo A. Mateo 14,13-21. Éste es el domingo de la multiplicación o, mejor dicho, de la “alimentación”.
Con cinco panes y dos peces que tenía la gente ( su comunidad) Jesús dio de comer a unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños, es decir, a unas quince mil personas. En aquel contexto de Galilea y de su entorno era muchísimos, una inmensa muchedumbre.
Tenían hambre y Jesús tuvo piedad (es decir, fue un hombre normal, compasivo). ¿Podría hoy Jesús alimentar a los hambrientos del mundo? ¿Le ofrecería hoy su Iglesia (año 2014) cinco panes y dos peces para hacerlo?
Para empezar, Jesús sólo necesita cinco panes y dos peces… Pero los necesita, que se los dé su Iglesia, y que la gente se siente, y que coman juntos, unos y otros palestinos y judíos, prestamistas de los fondos-buitre empobrecidos por haber recibido esos fondos… ¿Podrían sentarse unos y otros, sobre el ancho suelo de Gaza o de Indiana? ¿Podrían mirarse y comer juntos?
En este contexto emergen tres grandes utopías (o, si se quiere, misterios):
a. Que la Iglesia dé todo lo que tiene (cinco panes y dos peces… hoy algo más, incluidos algunos obispados…), que lo ponga todo al servicio de los hambrientos, porque esto es lo importante, esto es el evangelio: ¡que los hombres y mujeres coman!
b. Que Jesús pueda “bendecir” a Dios, bendecirle de verdad multiplicando el alimento (porque el alimento se multiplica allí donde se comparte…). Pero tenemos que darle nuestros panes y peces, poniéndolos al servicio de todos, para que él los bendiga. Este es nuestro tesoro, el tesoro de la Iglesia.
c. Que todos queden satisfechos y que “sobren” alimentos, para seguir comiendo y dialogando… Sobre la ancha tierra, cerca de Jerusalén (cerca de Gaza). Que coman (comamos) juntos y dialoguen (dialogamos), sin que uno sea más y otros menos, todos hermanos, hijos de Dios.
Y esto ya, hoy mismo, en tiempos recios… cuando siguen matando a los profetas, como hicieron con Juan Bautista.
Para saber más leed el texto… y seguid si os parece con mi reflexión. Buen fin de semana.
Lectura. Mt 14, 13- 21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde se acercaron los discípulos a decirle:
— Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.
Jesús les replico:– No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.
Ellos le replicaron:– Pero aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.
Les dijo:– Traédmelos.
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, son contar mujeres y niños.
LA SOLUCIÓN NO ES COMPRAR
Ahí está Argentina, que compró “fondos buitre” (con perdón para los buitres, que son animales nobles, que comen carroña y limpian el monte… y no piden después intereses del 600/% o algo así, que es lo que le ha costado la broma a Argentina).
Le dijeron a Jesús que la solución era “comprar” (que paguen y coman los que tengan, los demás que se arreglen como puedan). Pero él respondió diciendo que la solución no era comprar, sino dar y compartir. Y los que tenían dieron, y todos compartieron, y comieron todos, y sobraron (con cinco panes y dos peces, es decir, con “siete” unidades de comida, que son suficientes para el mundo entero).
Millones de predicadores y cristianos meditarán sobre ese texto este domingo. Algunos lo haremos con gozo (por leer lo que leemos en la Biblia de Jesús), pero, al mismo tiempo, con angustia, sabiendo que en este mismo momentos cientos de niños se mueren de hambre en medio mundo, porque hay otros que especulan con su hambre y con su muerte, multiplicando los intereses y creando un mundo por un diablo mucho peor que el de las tentaciones de Jesús, que sometía a la gente, pero le daba de comer. Éstos someten y encima matan.
La solución no es comprar y vender, en manos de un mercado que acaba matando… sino dar y compartir, como manda Jesús a su Iglesia: Dadles vosotros de comer.
INTERMEDIO. AQUÍ NO ESTARÍA DE MÁS UNA EXCOMUNIÓN
No creo mucho en excomuniones al estilo antiguo… pero ya que estamos a ello y ya que las hay habría que afinar la puntería y dirigirlas de verdad a los responsables del hambre del mundo.
Sin ir más lejos, unos curas y el obispo de Salamanca han “excomulgado” a una cristiana de Vitigudino, expulsándola de la Cofradía del Corpus con vivir con un hombre sin haberse casado. Publiqué algo sobre el caso en una postal anterior. Si se excomulga a esa chica de Vitigudino había que excomulgar a todos los que se aprovechan del hambre del mundo, entre otros a unos Senadores “honrados” de Usa.
Por poner otro caso… El otro día, el Papa Francisco excomulgó a los “mafiosos” un grupo italiano por resolver sus cuestiones de honor matando por venganza incluso a niños.
Bien me pareció el gesto del Papa Francisco. Pero habría que ir a la raíz, diciendo que no pueden ser cristianos los que se enriquecen a costa del hambre de los otros… diciendo nombres y apellidos, empezando a mojarse de hecho. El evangelio es gracia y perdón para todos, pero es gracia y perdón que, si no se acepta, deja al hombre o mujer en manos de las “tinieblas exteriores”.
EL TEMA DE LA MULTIPLICACIÓN
Jesús inició su proyecto de Reino de Reino de Dios entre pobres, en un mundo marcado por el hambre y la opresión. Muchos campesinos galileos vivían entonces bajo la amenaza del hambre. Por eso, el Reino (expresado en la gran voz de ¡bienaventurados los hambrientos!) debía revelarse a modo de comida (¡los hambrientos serán saciados!: Lc 6, 21), no sólo de un modo material, pero también material.
Jesús anunció la Palabra de Dios, pero una Palabra que no se haga alimento compartido es mentira (no palabra). Así lo muestra Jesús cuando dice que el Reino es Banquete para los hambrientos (Lc 14, 16-24; Mt 22, 1-14; cf. Ev. Tom 64).
Jesús se sintió enviado por Dios para ofrecer la invitación del Reino a los cojos, mancos, ciegos, a los expulsados por razones económicas, sociales y/o religiosas (que vagan por plazas y caminos: cf. Lc 14, 21-23 par). Precisamente ellos, artesanos, oprimidos y negados del sistema (prescindibles), debían ser privilegiados de Dios… Por eso quiso ofrecerles alimento
PANES Y PECES
Ésta era la comida normal, el alimento necesario para la subsistencia, en aquel ámbito cultural mediterráneo. No se dice nada del agua, porque allí (junto al lago) resultaba gratuita y abundante para todos. Tampoco hallamos aquí el vino del gozo y las bodas o la carne de ternera o cordero de la pascua. Vino y carne son lujo costoso, comida de banquete, ajena a la dieta del campo o de los pobres.
Pan y pescado forman la dieta universal, junto al lago de Galilea, el alimento cotidiano de la supervivencia gozosa y necesaria. Desde ese fondo deben distinguirse (para luego vincularse) las multiplicaciones (campo abierto, participación universal, panes y peces) y la eucaristía (casa privada, grupo de iniciados, pan y vino: cf. 14, 22-26).
Sólo allí donde se empiezan compartiendo los panes y peces de la necesidad humana adquiere sentido la celebración sacral de la memoria de Jesús con pan y vino. Aquellos que no comparten los panes y los peces (que dejan sin comida a los pobres) no pueden formar parte de la comunión de la eucaristía cristiana… están de hecho excomulgados.
COMIDA GRATUITA
La comida que ofrecen los discípulos de Jesús no es un alimento que se compra, y que separa a ricos de pobres, sino pan y pescado de la vida diaria, que se comparte, gratuitamente, que es de todos. Suele decirse que en el mundo faltan alimentos, que no existen bienes de consumo suficientes y se añade luego que resultan necesarios los dineros. Esto implicaría que estamos condenados a la ley de oferta y demanda, del mercado, donde todo se negocia. Así empiezan pensando los discípulos de Jesús: ¡que compren (agorasôsin) quienes puedan! Así se desentienden, añadiendo que para alimentar a todos haría falta muchísimo dinero, más que el que tiene el Fondo Monetario Internacional o la FAO (unos doscientos denarios).
Los discípulos de Jesús (los Doce) habían asumido según eso la lógica del capital, suponiendo que cada uno ha de arreglarse con lo suyo, unos a espaldas de los otros, de forma que algunos puedan comprar, los demás ayunen.
A ese nivel no habría multiplicación, sino cambio económico, trueque controlado de bienes egoístas. Pero Jesús rompe ese esquema, empezando por los miembros de su grupo a quienes dice: «Dadles vosotros… ¿cuántos panes tenéis?…» (6, 37-38). Supera así la ley del mercado (comprar) introduciendo en la iglesia el principio de la donación y gratuidad activa (dar). Sólo se multiplica aquello que se da y se comparte.
HISTORIA DE JESÚS, PASCUA CRISTIANA
Esta comida recoge el recuerdo de Jesús, pero, al mismo tiempo, la liturgia y compromiso de las comida pascuales, en el comienzo de la iglesia. Los judíos mantenían el recuerdo del maná, como alimento sagrado en el principio de su historia: Dios mismo les había sostenido en los cuarenta años de desierto. Pues bien, ahora, en este descampado del comienzo eclesial, Jesús ofrece a quienes vienen (a todos, sin pedirles el carnet de su pertenencia eclesial) una comida de abundancia que es don de Dios y contraseña de la nueva comunidad mesiánica.
Éste es el signo más hondo de los discípulos de Jesús. No necesitan templos para bendecir, ni cultos sacrales para descubrir la grandeza de Dios, ni ejércitos ni bienes económicos (denarios). Poseen el valor más elevado: la comida que comparten de modo gratuito con todos los que vienen, sobre el ancho campo, en bendición sagrada (¡de paso, todo el dinero del Banco Vaticano debería ser para dar de comer… Así empezó Jesúa a construir Iglesia!).
Esta comida vincula a Jesús y sus discípulos. Jesús ha ofrecido a todos la palabra, regalando su mayor riqueza a los que viven y mueren sin posesiones, a los que vagan perdidos sobre el mundo, como ovejas sin entendimiento. Pues bien, los discípulos deben ofrecer sus panes y peces, compartiendo su comida con los pobres. Jesús quiso hacerles pescadores de hombres. Pues bien, ahora les hace (si vale la ironía) repartidores de panes y pescado. Esta es su mayor autoridad, esta su tarea: ofrecer lo propio, organizar los grupos de comida, servir de criados a los otros en el campo.
UNA CONCLUSIÓN ABIERTA PARA LOS LECTORES
El tema no es ya “qué haría Jesús hoy para dar de comer a los que mueren de hambre”. El tema es qué hacemos nosotros…
1. Es evidente que la FAO tiene algo que decir… La ONU ha fracasado, está fracasando… No logra establecer la paz en Gaza, no logra garantizar unos panes y unos peces para todos… En ese contexto tiene que anunciarse con más fuerza la palabra de Jesús: ¡Dadles vosotros de comer, nosotros, los cristianos, la Iglesia! Quien no haga lo posible para que todos coman no es cristiano.
2. La economía mundial tiene que cambiar… Es claro que los habitantes de muchos países pobres, es claro muchos hambrientos tienen su responsabilidad… Pero el tema primero no es establecer responsabilidades, sino dar de comer a todos. Una economía mundial como la del momento actual, centrada en la especulación capitalista no parece que pueda resolver el tema del hambre… Los que han coqueteado con los responsables de los “fondos buitre” no son inocentes. Pero si tienen hambre tenemos obligación de procurar que coman, de garantizarles comida, para que podamos luego cambiar todos.
3. Tiene que cambiar la religión… Las religiones (en especial el cristianismo y el Islam, con el judaísmo, por esto de Gaza…) deben iniciar unos procesos de transformación solidaria, partiendo de sus tradiciones, a favor de los necesitados reales… Para lograr una solución es absolutamente necesario un esfuerzo político por lograr que haya diálogo empezando por la Franja de Gaza… pero un diálogo real, sin imposiciones ni ventajas de nadie, sin apelar a los estados de derecho, ni a ningún otro posible derecho. El único derecho real está ligado al hambre y a la opresión. Los únicos portadores de derecho real son los hambrientos y los oprimidos.
4. He dicho que iba a dejar la respuesta a los lectores y así la dejo. ¿Qué haría Jesús? ¿Dónde iría, qué diría? ¿Podría contar hoy con cinco panes y dos peces, mientras millones de personas puede morir y morirán presumiblemente de hambre¿ ¿Qué haríamos nosotros si fuéramos Jesús?
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