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Carta a un padre transfóbico

Viernes, 1 de agosto de 2014

carta_trans2Marcela Gómez es una mujer transexual con la que se puso en contacto una mujer de Andalucía, quien le explicó que su hija pequeña se identifica del sexo femenino, a pesar de que fue registrada como varón, y desde entonces el padre la desprecia.

Tras tener noticia de este suceso, la madre buscó consejo en Marcela, quien escribió una carta al padre, relatándole su propia historia como ejemplo y pidiéndole que tome en consideración un cambio de actitud frente a su hija.

Al recibir la carta, los padres se convencieron y finalmente acudieron a la Unidad de Trastornos de Identidad de Género de la provincia de Málaga para comenzar a asesorarse sobre la realidad de su hija.

Muy amablemente, Marcela ha concedido a Cáscara amarga la publicación de la carta, titulada “Carta a un padre” y que reproducimos íntegra a continuación:

Hola:

Buenas noches. Desde luego debes de estar preguntando: ¿quién es esta mujer que se ha tomado la libertad de enviarte un e-mail sin conocerte? Y tienes razón. Tu esposa me dio tus datos y me ha pedido que me dirija a ti para hacerte llegar esta carta pues ha considerado que es importante que tú la leas. Creo que debo de dar inicio por el principio, como debe de ser.

Permíteme presentarme. Me llamo Marcela, soy una mujer diferente a la esperado por la sociedad, tengo ahora 49 años de edad (ya estoy viejita), con año y medio divorciada después de más de veinte años de vida marital. Tengo dos hijos uno de 23 años que es estudiante de medicina y uno de 18 años que estudia artes visuales. Son y siempre serán mis príncipes y lo más valioso que la vida me ha dado.

Soy doctora especialista en traumatología y vivo en México. Muy lejos de ustedes, pero mi sangre es española. Mis abuelos y mis padres son canarios y mis bisabuelos uno es de Cataluña y el otro de Castilla. Ellos en algún momento de sus vidas salieron huyendo del régimen de Franco, por graves asuntos políticos económicos. Y al no poder capturarlos, Franco decidió borrar sus vidas y sus historias de la faz de la tierra. No hay antecedente alguno. Ni partidas de nacimiento, ni actas de fe de bautismo ni libros de familia. Nunca puede encontrar documento alguno a pesar de haber contratado a un despacho de abogados.

Esto fue un acto demasiado cruel, borrar la historia de toda una familia. Es por esto que de momento me viene a la mente una locución latina que dice “homo hominis lupus”, el hombre es el lobo del mismo hombre.

¿Y sabes? No dudo de la veracidad de esta locución. El hombre mismo lastima y hiere al hombre mismo. ¿Ejemplos? Vaya los hay en todos los ámbitos y en todos los lugares. Envidias, estafas, robos, abusos, asesinatos, discriminaciones, y muchas otras linduras más que han sido parte de este mundo a lo largo de toda su historia.

Son escenarios sociales en los que poco podemos hacer por corregirlos, pero si al menos nos hiciéramos el propósito de que en nuestro propio hogar, nuestro pequeño micro mundo, fuera un mundo libre de todos estos pensamientos tan negativos y destructivos, estaríamos sembrando la semilla que puede llegar a florecer en un futuro para el beneficio de nuestros hijos e hijas. Nuestra propia sangre. Decía mi abuela que los principios y la educación de una persona, se maman en la casa. Si les damos amor a nuestros hijos, crecerán y darán amor. Pero si les damos odio y rencor, eso es lo que darán a los demás a lo largo de sus vidas.

Esta soy yo y esta es parte de mi presentación. Ahora, para poder continuar con el objetivo de la presente, debo realizar algunos comentarios que considero importantes.

Todos los años se celebra el día mundial del síndrome de Down. Niños y niñas que han tenido la desfortuna de haber nacido con una alteración adquirida desde antes del nacimiento, es decir, dentro el útero. Estas hermosas personitas No pidieron nacer así. Simplemente la vida les jugó una mala pasada y así han tenido que llegar a la vida. Y durante muchos muchos años, estos niños y niñas fueron escondidos dentro de las casas por vergüenza, por el qué dirán, por el temor a los comentarios de la demás gente. Sus mismos padres los negaban. Y a la ya de por sí complicada vida que tienen estos niños y niñas, había que sumarle una vida llena de desamor, de encierro y de rechazo.

Afortunadamente, las cosas han ido cambiando poco a poco. Muchos estudios de investigación se pusieron en marcha a lo largo del mundo, se mejoraron los procedimientos quirúrgicos estéticos, se ha logrado entender mejor éste síndrome, se crearon organismos gubernamentales y asociaciones no gubernamentales a fin de recabar fondos para apoyar investigaciones médicas y fomentar el apoyo social, se despertó la sensibilidad humana, la empatía por el dolor ajeno. Ahora no hay padres quienes después de haber pasado por ese proceso de aceptación no le entreguen todo el cariño a su niño o niña y acepten luchar codo a codo por el bienestar y la felicidad de estos pequeños integrándolos a una vida social y familiar llena de amor.

Lo mismo sucede con los niños que nacen con parálisis cerebral, con los autistas, con los que tienen síndrome de Asperguer, al igual que muchos y muchos síndromes adquiridos durante el embarazo. No pidieron nacer así. No lo escogieron ni ellos ni sus padres. Así les tocó nacer.

Desafortunadamente, éste mismo principio de humanidad, de cariño, de empatía y de respeto, parece no aplicarse por igual en el caso de los niños y niñas transexuales. Al igual que los demás, tienen una condición adquirida dentro del vientre materno, no escogieron nacer así, no lo pidieron, así les toco nacer en esta vida. Pero la sociedad en lugar de brindar el mismo cariño y dispensar todos los recursos económicos para mejorar la calidad de vida de estas personas, las señalan, las marginan, las discriminan, porque va implícito un tremendo tabú por considerarse que son personas enfermas sexualmente, se les considera desviados o desviadas, pues los prejuicios sociales son tremendos, crueles y despiadados.

Tu esposa no ha tenido la culpa y mucho menos ha influido en tu “hijo”. Tu “hijo” no ha escogido ser una niña por fastidiarte. No es una situación de juego transitorio ni tú has fallado como padre. ¿Pero entonces que ha pasado? Déjame te explico un poco.

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Esto que ves arriba, es un esquema de lo que es el desarrollo genital de un bebé dentro del útero, la secuencia va de izquierda a derecha. Desde las primeras semanas de gestación hasta la tercera o cuarta, todos los órganos son indiferenciados, es decir, no se sabe si el producto va a tener un pene o una vulva. Si te fijas en las dos primeras imágenes de la izquierda, aún no sabes que van a formar y de ese mismo origen puede irse hacia arriba o hacia abajo, pero siempre desde un mismo principio. ¿Qué origina ese cambio?

Si en la unión del espermatozoide y el óvulo se establece que el producto ha sido cargado con los cromosomas XY (niño), entonces a muy temprana edad del embarazo se libera una pre hormona sexual que va a dar directamente al cerebro y éste registra “hombre” y da la orden para que sea liberada la testosterona y es entonces que los genitales masculinos se van conformando poco a poco.

En el caso de que el producto lleve una carga cromosómica XX (niña) entonces el cerebro se queda esperando esa señal que no llega y no llega, entonces registra “Mujer” y no se libera la testosterona para estimular el crecimiento de los genitales del varón. Es como si fuera un sistema de mensajería entre los genitales y el cerebro.

En mi propio caso, por alguna razón, el cerebro se demoró demasiado tiempo en recibir la señal de genitales masculino y se grabó internamente la palabra “Mujer”, sin embargo, a los pocos días llegó ese mensaje y mi cerebro giró la orden de liberar a la testosterona.

De tal manera que aunque mis genitales se desarrollaron perfectamente como los de cualquier hombre, en mi cerebro quedó registrada la palabra “Mujer”.

Desafortunadamente, al momento del nacimiento el pediatra solo volteó a ver mis genitales y le indicó a la enfermera “es varón” y así se hizo mi certificado de nacimiento. Esta situación se presenta mucho más frecuentemente de lo que puedas imaginar. No culpo al cuerpo médico que me recibió. Es parte de una forma de identificar a un recién nacido que se ha practicado desde siempre: hombre o mujer. Así de simple.

Pero pocos se ponen a pensar que un ser humano tiene diferentes sexos:

Genital pene – hombre vulva – mujer
Gonadal testículos – hombre ovarios – mujer
Hormonal testosterona – hombre estrógenos – mujer
Cromosómico XY – hombre XX – mujer
Cerebral hombre mujer

Y de todos estos, está bien determinado que el órgano sexual más importante en el ser humano es el CEREBRO. Además de regular muchas de las funciones sexuales reside en él la capacidad que tiene el individuo de percibirse a sí mismo como un hombre o una mujer, eso se llama género. Esto queda registrado in útero y se reafirma antes de los 3 años de edad y después no hay manera alguna de poder moverlo. No se puede cambiar. No se puede corregir. Así nací , así me tocó vivir y a tu hija también.

Espero que esta explicación te haya quedado clara.

Así es que nací un día del mes de Junio del año de 1965 en la ciudad de México. Mis padres me recibieron con el corazón en la mano y de inmediato me dieron el nombre de Carlos, muy acorde con la partida de nacimiento, la cual quedó registrada con la palabra “Hombre” y así dieron inicio mis primeros tres años de vida. Más o menos a esa tierna edad, mi identidad de género, la que quedó registrada desde mi estancia en el vientre materno y la que se consolidó en esos primeros años de vida, comenzó a generar ruido dentro de mi cabeza.

Pero nunca me atreví a cuestionar esas diferencias por temor a perder el cariño de mi madre, fuente y origen de todos mis satisfactores.

¿Por qué a mi hermana, dos años mayor que yo la visten diferente que a mí?

¿Por qué ella trae el cabello largo y yo no?

No sabía el por qué, no lo entendía, no podía comprender el porqué de esas diferencias si las dos somos niñas.

Mi madre siempre fue en casa la figura de autoridad. La que imponía las reglas, la que regañaba, la que decidía y mi padre, casi siempre ausente, era el bonachón, el que consentía, el que mediaba el que conciliaba. Pero a los dos los quise por igual. Eran maravillosos.

Una tarde, jugaba con mi hermana y le dije:

– Déjame ponerme un vestido tuyo

carta trans2Desde luego que ella no me lo permitió y me dijo que no, porque si mamá se enteraba nos iban a regañar. Pero tanta fue mi insistencia que una tarde de tantas, accedió a ponerme unos cortos de ella, un sweater tejido y ajustado al cuerpo por un cinturón. Yo estaba feliz. Increíblemente feliz. Y corrí al vestidor de mi madre para montarme en unos zapatos de tacón. Al verme, mi hermana corrió y me dio una espada, de tal suerte que si nos llegaba a ver mi madre, pudiera ella defenderse del inminente regaño diciendo que estábamos jugando a los disfraces.

Bonita imagen, ¿no? Jamás recordé que “alguien” nos hubiera tomado esa foto. Me la encontré dentro de las cosas de mi madre después de su muerte. ¿Por qué me tomó esa foto? ¿Es que ella sabía algo o suponía algo? No lo sé.

Pero así contnuó mi vida pre escolar. MI padre me insistía en que lo acompañara al cuarto de baño para poder ver cómo se afeitaba y lo hacía por darle gusto, pero tan pronto y como terminaba, corría al cuarto de mi madre para deleitarme con su ritual de belleza. Casi puedo describirte paso a paso todo lo que ella hacía. Desde el talco, el desodorante, el peinado, el maquillaje, su ropa. No perdía detalle, era como si estuviera esperando un “ahora tú”.

Una tarde del verano, la ciudad estaba siendo afectada por una tremenda sequía de tal manera que mi madre decidió racionalizar el agua disponible y nos reunió a mi hermana y a mi en el cuarto de baño para ducharnos simultáneamente. Fue cuando la vida me asestó el primer golpe en seco. Me di cuenta que el cuerpo de mi hermana y el mío no eran iguales. Yo tenía algo más que ella no tenía. Pero, ¿por qué?

Ahora sí me sentía distinta, diferente. Ahora podía entender vagamente el por qué no me trataban igual que mi hermana. Y el siguiente golpe de la vida se dio cuando a los pocos días fue mi padre quien me metió a la ducha para bañarme con él. Madre mía. Pero si él no era una niña, tenía lo mismo que yo entre las piernas. Vaya confusión tan tremenda.

El saberme diferente me afectó mucho en mi autoestima, a esa temprana edad de los 5 años, ya era yo introvertida, tímida, retraída. NO quería socializar con mis primos ni con los vecinos. NO quería que nadie me viera. Y esto fue forjando mi carácter así. Siempre tuve mucho miedo de preguntarle a mis padres el por qué yo era distinta. Tenia pavor de perder el cariño de mi padre y me daba mucho miedo el saber que mi madre me podía castigar. Fué así como mis padres significaron mi primer ejemplo de “rechazo” involuntario.

Desde ese momento mi vida quedó marcada para siempre. Una niña introvertida, callada, temerosa, con autoestima baja y con un gran temor por perder el amor de sus padres y lo peor de todo, perdiendo la oportunidad de gozar de su apoyo incondicional en base al amor y el cariño.

Así transcurrió mi infancia. A escondidas me ponía la ropa de mi hermana, los zapatos de ella o de mi mamá, pero siempre con el tremendo miedo a ser descubierta, a ser señalada a ser marginada. Siempre escondida dentro de un armario o dentro del cuarto del baño. En la clandestinidad total. Era mucho sufrir. Por las noches aprendí a quedarme dormida de lado, con las piernas flexionadas de manera que pudiera colocar mi pene entre los muslos y le pedía a Dios que al despertar ya no estuviera, que se hubiera ido para siempre y lo apretaba fuerte fuerte hasta que el sueño me vencía.

A los diez años de edad pasaba ya por una crisis tremenda. En una ocasión pensé en cortarme yo misma el pene con la navaja de afeitar de mi padre. Llegué a tenerla en mis manos pero el miedo, siempre el miedo, me detenían. No paraba de llorar. Así es de que un sábado me decidí a hablar con mi padre para pedirle ayuda. Estaba decidia a todo. No podía más. Bajé las escaleras al medio día. Él estba sentado en la sala bebiendo una cerveza, leyendo el periódico y esperando la hora de la comida. Mi madre estaba en la cocina. Decidida por primera vez en mi vida, baje la escalera y me dirigí a mi padre con los ojos llorosos. Al verme llegar a su lado, me dio un abrazo. Aún siento la barba en mi mejilla. Y me dijo:

– ¿Por qué lloras chaparro?

Simplemente no pude abrir la boca más. Sentí que la garganta se me cerraba al punto de no permitirme la respiración. Como pude logré safarme de su abrazo y corrí al cuarto de baño donde pude recuperar el aliento. Me enfadé terriblemente conmigo misma y me promtí que el siguiente sábado lo haría sin falta. Estaba decidida.

Nunca llegó ese sábado. Mi padre amaneció muerto por un infarto al corazón a los 45 años de edad, tres dias después de mi primer y único intento por hablar con él.. Ese fue sin duda el siguiente golpe en mi vida. Me arrebató a la única persona a quien podría haberle pedido su ayuda. Estaba segura que el amor de un padre estaba por encima de cualquier cosa. Había perdido para siempre la oportunidad de mi vida en el único momento en el que parecía que retomaba mi amor por mi misma.

Mi adolescencia fue abrumante. Llegó la testosterona y los cambios corporales. Me creció la esplada, me salió bigote y vello en todo el cuerpo y la voz se me hizo horriblemente gruesa. Mi cuerpo cambiaba para mi total y absoluta desgracia. Algunos de esos odiados cambios aún me acompañan como un cruel y despiadado recordatorio de mi indecisión y mi falta de carácter.

NO podía luchar mas pero, ¿algún día lo hice? Acepté que tenía que hacerme a la idea de que tenía que seguir viviendo como lo esperaba mi familia y mi sociedad. Como un hombrecito.

La depresión me comía por dentro, la desesperación marcaba mi alma y la frustración fué creciendo poco a poco, estaba desesperada, me sentía derrotada y sin esperanza alguna.Todo esto desembocó en un intento de suicidio. Terminé en la unidad de urgencias de un hospital y en el departamento de psiquiatría donde escuché por primera vez la palabra Transexual Tenía entonces 22 años de edad. Esto fue una experiencia horrible, yo me asusté mucho, me dio miedo el pensar que en verdad estuve a la puerta de la muerte.

Es por esto que tomé la decisión de “curarme” a mi misma y para ello, mi razonamiento fue simple, absurdamente simple: tendría que hacer lo que la sociedad espera de cualquier hombre. Contraer matrimonio y tener un hijo. Y me decidí a hacerlo. No quise esperarme mucho.

Finalmente me casé con una mujer maravillosa y tuvimos dos hijos. Ella fue y ha sido mi única pareja sexual en mi vida. Nunca tuve una novia previamente.

Pero cuando me dí cuenta que con esto no me iba a “curar” y el internet me hizo abrir los ojos ante mi realidad, era ya demasiado tarde. Había ya dos hijos de por medio. Casi enloquecía. Pues yo misma me había puesto la soga al cuello. No había ya solución alguna. NO había escapatoria.

Mi vida marital se fue a pique por mis constantes depresiones, por mi llanto interminable hasta que un día víctima de una crisis tremenda abrí mi boca ante mi esposa. Jamás en mi vida le he hecho daño a nadie. Pero ahora había destrozado la vida de una mujer espléndida. Ella luchó a mi lado en vano con terapias de pareja por dos años mas. Hasta que finalmente se dio por vencida y me propuso la separación.

Hoy en día, tengo 49 años. Vivo en tremenda soledad. Algo que no he podido superar en año y medio. He tratado de ver la posibilidad de asumir mi vida e iniciar una transición ahora que estoy sola pero el tiempo ya está en mi contra. Los cambios que generó la testosterona en mi cuerpo han sido profundamente terribles. Incorregibles. Y Ahora mi aspecto luce mucho muy lejos de lo que siempre soñé. Ser una mujer bonita y elegante.

Constantemente me siento derrotada y me derrumbo. Siento que no puedo más. llevo un año fumando. Sé como doctora que esto es un mal hábito y a veces me han hecho el comentario de que el cigarrillo acabará con mi vida y es cuando me pregunto a mis adentros: “¿Será que eso es lo que deseo? ¿Una especie de suicidio socialmente aceptado?”.

¿Por qué he decidido escribirte todo esto? Creo que mi vida debe de tener algún sentido, algún objetivo, me niego a creer que Dios me hizo nacer así para sufrir solamente. Así es de que el destino me hizo toparme con una mujer maravillosa, Pilar, de Málaga, en Octubre del año 2013. Quien sufre en carne propia lo mismo que tú estas viviendo en este momento y en su lucha diaria decidió escucharme y yo a ella. Compartimos alegrías y muchas horas de llanto. Y al hablarle de lo que me ha tocado vivir a lo largo de 45 años de dolor interminable, ella comprendió que era el momento de seguir, de no darse por vencida, de seguir luchando por su hija hermosa, pasando por encima de que se pusiera enfrente. Demostrando que el amor de una madre por su hija lo puede todo. Absolutamente todo. y fue así como entendí que podía hacer algo para evitar que los niños y niñas que han nacido como yo, lleguen a vivir la terrible vida que me tocó llevar a mi. Y estoy dispuesta a todo por lograrlo.

Al narrar esto, me estoy abriendo ante ti, de capa entera, sin conocerte. Me expongo ante tí y me siento muy mal al contarle la triste historia de mi vida a un extraño. Pero no me importa sentirme señalada, saber que pueden llegar a pensar mal de mí. No me importa más.

Mi única intensión es la de evitar que al menos un solo niño o niña, sufran lo que yo he sufrido a lo largo de tantos años. Madre mía.

Sé que estás pasando por un momento muy difícil en tu vida. Que te sientes desconcertado. Hasta enfadado con la vida. Decepcionado por lo que esperas de tu hijo. El heredero. Que temes a la burla de tus amigos y al rechazo de tu familia. Lo entiendo así.

¿Pero te has puesto a pensar que quizá tu propia hija esté sintiendo lo mismo o más?

¿Te has puesto a pensar en qué es lo que siente tu hija en este momento ante tu rechazo?

Invariablemente, con tu entendimiento o sin él, con tu apoyo o sin él, tu hija va a seguir creciendo y tarde o temprano intentará asumir la vida como la mujer que es ,tal y como lo hice yo. Pero para ese entonces tu hija será profundamente infeliz con un cuerpo masculino, robusto y varonil.

Ya entonces no podrás hacer más nada por ayudarle a revertir los terribles efectos de la testosterona en su cuerpo, aunque así lo desees.

Por eso, aún sin conocerte, es que te invito, poniendo mi corazón en la mano y suplicándote en el nombre de tu esposa y de tu hija, que intentes comprender que ella está sufriendo, que tu hija está generando una personalidad tímida y retraída como yo, por temor a perder tu cariño y no se ha abierto por respeto a ti.

Por favor, ten la sensibilidad de demostrarle a tu hija lo que vale en realidad el amor de un padre. Demuéstraselo con hechos, con un abrazo, con una caricia, entregándole tu amor incondicionalmente.

Te lo suplico.

Algún día cuando se acerque a ti una hermosa mujer, feliz, contenta, radiante, orgullosa y dándote un beso en la mejilla y te diga: “gracias papá, te quiero mucho” será cuando entonces puedas darte cuenta que todo, absolutamente todo, valió la pena.

Perdóname que me haya atrevido a dirigirme a ti de esta manera.

Dios te bendiga.

Marcela Gómez.

Fuente Cáscara amarga

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