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José María Arbizu: “A todos los que tenemos pasión por Jesús se nos pega una fe profunda en el ser humano”.

Domingo, 20 de julio de 2014

Leemos en Religión Digital:

Autor de “Aproximación de Jesús de Nazaret”, cree que fue “un obrero del universo”

“No es fácil ser cristiano, porque el que vaya a ser discípulo de Jesús tiene que comprometerse a ser auténtico”

“Muchas veces los creyentes, cristianos y católicos, situamos las grandes verdades en unos espacios muy reducidos, y es por eso que somos enormemente dogmáticos”

(Jesús Bastante).- José María Arbizu viene a presentarnos su libro Aproximación de Jesús de Nazaret”, en el que presenta a Jesús como “el gran sacerdote, el gran trabajador y elaborador de lo mejor de la humanidad”.

Al contrario de lo que nos han hecho pensar,Jesús de Nazaret ni es cura ni es fraile, sino un paisano sagrado, un hijo del hombre, dice el autor, que explica que llama a Jesús de Nazaret “obrero del universo” porque “entra en la humanidad en plan de faena”.

José María opina que el Papa Francisco “es un hombre sagrado, un sacerdote que está recogiendo y expresando lo más sagrado que tiene la humanidad: la inocencia, el amor, la misericordia…”. Por otro lado, Arbizu hace una crítica al reduccionismo de la fe: “Muchas veces los creyentes, cristianos y católicos, situamos las grandes verdades en unos espacios muy reducidos, y es por eso que somos enormemente dogmáticos”, afirma.

“No es fácil ser cristiano, porque el que vaya a ser discípulo de Jesús tiene que comprometerse a ser auténtico”, dice para finalizar. Pero al mismo tiempo asegura que “a todos los que tenemos pasión por Jesús se nos pega una fe profunda en el ser humano“.

Estamos acostumbrarnos a aproximarnos a Jesús de Nazaret. ¿Pero qué significa una aproximación de Jesús?

Lo que he pretendido no es nada más que decir lo que yo considero que es la verdad del relato evangélico y de la acción de Jesús de Nazaret en nuestra historia. Entonces, he hecho una lectura desde dentro (la llevo haciendo ya 50 años), y lo que he visto a partir de mis reflexiones desde esta perspectiva es que el que se presenta es Él. Que su encarnación y su humanización coinciden con el propio ser de las cosas, con la historia de la humanidad y con la búsqueda del problema tan hondo de la presencia y acción de la forma de vida del ser divino en el universo total.

¿Cómo sientes que es Jesús?

Él es la humanidad vista y vivida en toda su claridad y en todo su realismo. No realiza una encarnación en una sublimación, ni en una evasión, ni en un arquetipo religioso o teológico; sino que Él comienza su presentación frente a la humanidad que necesita justicia, amor, y darle un sentido puro a este existir humano que es tan complejo. Y esto lo hace de una manera muy gráfica, diciéndoles a los discípulos: “Se os dijo…. Yo os digo”. En referencia a la ley de los escribas y los fariseos. Por eso cuando Jesús dice “Yo os digo” inicia un nuevo periodo, un nuevo sentido de las cosas desde una lectura honda de toda la ley, los salmos y los profetas; y de lo que Él, hijo de Dios e hijo del hombre va a proyectar como la humanidad limpia y pura. Porque toda su tarea no va a ser hacer una ficción humana, no va a evadirse de lo humano, sino que va a hacer un recorrido hondamente humano, en el cual estará este proceso maravilloso de la encarnación del Verbo (el Verbo que se encarna en la historia humana) y que lleva a la encarnación en el Espíritu. Es decir, va a llevar toda la historia humana a la propia historia del Espíritu divino, de la resurrección.

¿Hasta dónde llega la humanidad de Jesús, qué le pone freno?

Él se entrega totalmente a la realidad. No hay realidad en la que no se sitúe y no la viva. Y no la percibe como una realidad compleja, en la que tengamos que estar inclinados y doblegados por la situación histórica, sino que la humanidad que Él busca y que encuentra es la unidad perfecta.
Perfecta quiere decir que al que está enfermo lo sitúa en la salud; a los que tienen ansiedad existencial (como los “endomoniados o posesos” de los Evangelios) los sitúa también en la salud más hermosa… En definitiva, sitúa toda la realidad en una humanidad limpia.

Cuando el ser humano es genial y distinguido como es el caso de Jesús, se le adhiere o le persigue la maldad humana, que es profunda y muchas veces diabólica. Pero Él no rehuye ese encuentro. Toda su historia, desde los comienzos de la vida pública hasta la muerte en la cruz, está profundamente inmersa y recocida la maldad humana. Pero Jesús a ese odio le da siempre la maravillosa perspectiva del perdón de Dios.

¿Cómo se conjuga esa rotunda humanidad de Jesús con el hecho maravilloso y extraño de la resurrección?

En el estudio que hago hay tres puntos, el primero de ellos es el viviente. El segundo es el humano, y el tercero el divino. El viviente significa que la encarnación que hace Jesús en la historia de la humanidad es una encarnación en su primera forma, es decir, bio-psíquica. Es decir, el fenómeno tan sorprendente que encontramos en la existencia de un ser vivo al que se le complican y se le entretejen tantas situaciones hondas y profundamente vivenciales. Entonces, Él hace esta primera encarnación desde una especie de espíritu generoso total.
A la segunda, que es el humano, la llamo también el obrero de la existencia. Es cuando Jesús realiza su encarnación en el hondo misterio (más hondo y más trascendente que el simplemente viviente) en el que el ser humano tiene una serie de interrogantes mediante los que se plantea el problema de la relación humana, el problema de la verdad, de la justicia, del amor y del odio…

Dicho de otra manera, Jesús de Nazaret ni es cura ni es fraile, sino un paisano sagrado, un hijo del hombre. Él entra en la humanidad en plan de faena, por eso le llamo obrero. Y si nos fijamos, toda acción de la vida pública de Jesús, incluidas su pasión, muerte y resurrección, las realiza Jesús de una forma directa. El mejor símbolo sería el lavatorio de los pies.

Si nos fijamos, toda la historia de la vida de Jesús no va por unos cauces formalizados. Él no lleva vestimentas ni aires de hombre religioso, ni hace ningún gesto que no sea inmediatamente humano. Toda su historia es la de un obrero.

Sin embargo, se nos ha vendido la imagen de Jesús como un sumo sacerdote…

Sí. Pero en el relato evangélico total (en todos sus textos y contextos), aparece algo mucho más hondo, que es la figura de Jesús como el hombre, hijo de hombre e hijo de Dios, en su dimensión sagrada (es decir, que recoge los grandes valores y los grandes contenidos de la humanidad; y sobre todo, la postura adecuada ante Dios). Lo sagrado no está solamente en su origen, porque aparece como una especie de misterio; sino también en su permanente apertura hacia Dios.
En ese sentido, el hombre sagrado que es Jesús de Nazaret, es un hombre que no se queda en las superficies y en la exterioridad, sino que va a lo puro de la humanidad. Por eso la humanidad de Jesús es de amor, de justicia, de verdad y de integración en la experiencia profunda que son la vida y la muerte con todos sus grandes misterios. En ese sentido, Jesús es un hombre sagrado y es un sacerdote en el sentido de la palabra, que significa “el que está trabajando, el que está operando, el que está elaborando lo sagrado”. Pero no es un sacerdote en su sentido religiosamente solemne.

Es el mismo caso que el del Papa Francisco, que es un hombre sagrado, y es un sacerdote en cuanto que está recogiendo y expresando lo más sagrado que tiene la humanidad: la inocencia, el amor, la misericordia… o, sencillamente, la categoría de dignidad del ser humano. En ese sentido, Jesús de Nazaret es el gran sacerdote. El gran trabajador y elaborador de lo mejor de la humanidad.

Es curioso que el Hijo de Dios sea mucho más humano que cualquier de los mortales…

Pues sí. Pero ésa es la clave de la parte tercera del proyecto de Dios. El protagonismo de Jesús está situado en la encarnación de la forma divina de Dios. Esta forma divina del universo está ligada, en cuanto a discurso lógico, teológico o filosófico, a la frase de Pablo en su “Carta a los romanos”, donde habla de que Dios es el origen, guía y meta del universo. Entonces, el mejor origen, el origen puro de todo el universo, es divino. El mejor guía de la humanidad y del universo es Dios; y la mejor meta o consumación total y armónica del universo, es también divina.

Cuando nosotros nos encontramos con Jesús de Nazaret, nos encontramos con que está protagonizando la mejor humanidad venida de su origen. De tal manera que podemos decir que en el acontecimiento divino del origen está la filiación de toda la realidad. Toda la realidad es criatura divina. Entonces, la humanidad que encarna Jesús es la humanidad divina. La humanidad limpia de todas las cosas que no son humanas. Eso es lo que queremos decir cuando hablamos de que Jesús es hijo de Dios: que la humanidad pura se encuentra en su proceso de acceso a Dios y a la resurrección.

Jesús se encarnó en un lugar de terminado y en un momento determinado, pero, ¿en qué medida se sigue aproximando al hombre de cada época?

Éste es un problema muy profundo, porque no solamente se trata de que tenga una hondura metafísica, sino que también coincide con la necesidad que tienen todas las etapas y todos los procesos de la humanidad. La humanidad, quiera o no quiera, está inmersa en una problemática. Entonces, cuando los profetas hablaban de la “plenitud de los tiempos” estaban hablando de esa necesidad esencial de ir encarnando en toda la historia de la humanidad (en sus fases, contradicciones, sentidos positivos y negativos…) al hijo de Dios, y a la limpia humanidad de Dios.
Es decir, que cuando en nuestra sociedad actual nos consideramos casi desligados de lo religioso, estamos hablando de una sociedad secularizada o “atea” en términos generales.

¿Una sociedad post-religiosa?

Lo post-religioso viene a ser una fase de la religiosidad, porque la religiosidad, como toda forma humana, tiene fases (de crisis, de renovación, etc.). Se puede hablar de sociedad post-religiosa porque la religión está impregnada en todo (en la educación, en el lenguaje, incluso en la forma de no tener religión). Uno de los fenómenos más curiosos en el ateísmo es cómo no se puede dejar de negar a Dios ni de negar a la religión. Hay una obsesión terrible por negar aquello en lo que no se cree, que oculta una necesidad profunda de que aparezca el fenómeno de lo religioso.

Entonces, la encarnación de la humanidad de Dios se realiza en todos los tiempos de una manera oculta, inicial, pero que después va apareciendo explícitamente en sus mejores momentos, en la plenitud del espíritu humano, a través de la filiación. De tal manera, que muchas veces lo que nos pasa a los creyentes, cristianos y católicos, es que somos enormemente dogmáticos. Situamos las grandes verdades en unos espacios muy reducidos, y no percibimos la dimensión total en la que está operando el Espíritu de Dios.

¿Reconoceríamos hoy a Jesús?

Sí, hoy está muy presente. Nadie ha sentido tanto el vacío religioso como Él. En el sentido de que lo que oficialmente era lo religioso (en su ámbito judío), era una negación para Él. Porque esa religiosidad se proclamaba la verdad de lo divino y de la ley, y le perseguía y le odiaba.

Una pregunta complicada: ¿Cómo va a ser Jesús cristiano, cuando nunca dejó de ser judío?

Es muy sencillo: El judío, lo mismo que el cristiano o el ateo, pertenece a la especie humana, a la genialidad humana. Y el espíritu de la humanidad supera lo religioso o lo no religioso, lo bueno o lo malo y todo lo que queramos decir. El espíritu de la humanidad es un espíritu cósmico, en el que entran todas las fuerza y todas las formas, y sobre todo lo divino, que está presente llevando el universo. Entonces, la primera experiencia que tiene Jesús de la religiosidad, por el ambiente que le marcaba su vida, era terriblemente negativa. Le odiaba tanto, que le llevó a la muerte. Y le hizo pasar a Jesús una experiencia muy fuerte.
Ahora el no ser creyente o el tener algún conflicto con la religiosidad, no le lleva a uno a estar amenazado de muerte. En cambio, Él pasó angustia y sufrimiento siendo el hijo de Dios, porque se vio perseguido hasta la muerte por la religión.

Por la transformación que ha sufrido nuestra sociedad, ahora no es fácil ser cristiano. Ha sido fácil, cuando se trataba de adquirir una serie de costumbres. Pero ahora no lo es, porque el que vaya a ser cristiano, el que vaya a ser discípulo de Jesús, tiene que comprometerse a ser auténtico. Tiene que dedicarse a trascender, a superar su ego. A buscar siempre a los demás, la alteridad, la dimensión total de las cosas, el amor, la veracidad, la justicia… Tiene que tener gran sentido de la humanidad.
Las personas que son profundamente creyentes están en los hospitales, en Cáritas, dotando de bondad al trato social.

Hay muchos lugares en los que hay una acogida, una humanidad y una bondad maravillosa, y ésa es una de las cosas que yo más agradezco, porque no te encuentras con un ser extraño. Siempre hay seres extraños (megalómanos, personas muy categorizadas…), pero la mayoría son seres humanos. Seres humanos que son como tú. Y tú eres como ellos.

Ése es uno de los logros que tiene la existencia: que podamos reconocernos y conocernos, entrar en un diálogo sencillo y encontrar que operan relaciones entre una enfermera, una asistente social, un comerciante o alguien a quien sencillamente se le pueda preguntar algo, un interlocutor que pueda hablar de la verdad. Y si yo hago la afirmación categórica de que el universo lo lleva Alguien, y a ése lo llamamos Dios o lo llamamos como lo queramos llamar, ahí tenemos lo religioso. Si reconocemos que el ser humano, a pesar de su arrogancia o de su valía, no lleva el universo total, estamos también ante el “homo religiosus”.

Así es como está trabajando el relato evangélico de Jesús de Nazaret, que alcanza la fase divina en la resurrección. Entonces, la resurrección es sencillamente pensar que Dios es Dios. Es tener una sensación o un sentimiento de que toda nuestra existencia está llevada por una fuerza trascendente. Es reconocer que los grandes valores de nuestra existencia están llevados por el gran Espíritu de Dios. Cuando Jesús resucita, no hace más que pasar de lo que sería la historia temporal (la encarnación en el tiempo), a la encarnación en el Espíritu.

Al pensarlo así, desmitificamos muchísimas cosas que quizás hemos hecho con buena intención, pero con un poco de imaginación.

Después de tantos años dejando que Jesús se aproxime a ti, ¿quién es Él para ti?

Los que estamos metidos en ámbitos filosóficos siempre tenemos la condición del hablar universal, así que lo voy a decir de manera abierta y sencilla: Jesús de Nazaret es para mí el ser viviente, humano, limpio y puro, que ha protagonizado, ha vivido y ha encarnado la condición filial de Dios. Por eso encontrarse con Él es encontrarse con la mejor realidad, y eso da una satisfacción profunda. Él es quien ha protagonizado esta misteriosa y maravillosa dicción: “Dios”. Él es quien nos posibilita decir “Dios”, y a quien le podemos preguntar quién es Dios. Por eso a todos los que tenemos esta pasión por Jesús se nos pega una fe profunda en el ser humano.

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