“El pan nuestro de cada día”, por Gema Juan OCD.
Leído en su blog Juntos Andemos:
Años treinta del siglo pasado: un hombre sube una escalera y comunica a una mujer que, si ella y su marido no pagan en dos días, tendrán que abandonar la casa en que viven. Parece una estampa de los actuales desahucios pero, en realidad, se trata de la escena inicial de la película El pan nuestro de cada día.
Mediados del siglo XVI: una mujer escribe unos papeles espirituales, para consuelo y ayuda de sus hermanas monjas. Comenta el Padre nuestro y al hablar de «el pan nuestro de cada día», anota: «Decir a un regalado y rico, que es la voluntad de Dios que tenga cuenta con moderar su plato, para que coman otros siquiera pan, que mueren de hambre, sacará mil razones para no entender esto si no a su propósito».
En el primer caso, se trata del director de cine King Vidor. En el segundo, de la maestra de espirituales, Teresa de Jesús. Los dos llegan a una conclusión similar, que se resume en estas palabras de Teresa: lo que importa y sirve es «querer tanto para su prójimo como para sí».
Vidor la ilustra contando una historia: el matrimonio que está a punto de ser desahuciado crea una cooperativa, en una granja abandonada, con otras gentes que han perdido casi todo. Cada uno aportará lo que sabe y tiene y, a pesar de numerosas dificultades, saldrán adelante.
El cine, Teresa de Jesús, las crisis económicas y la Eucaristía están mucho más ligados de lo que a primera vista parece.
El siglo XVI conoció su gran crisis económica. Problemas financieros graves, falta de liquidez por parte de los mercaderes, y un pueblo sufriendo la inflación y serias carestías. Teresa tenía conocimiento de la realidad que, a este nivel, la rodeaba.
El XX conoció la Gran depresión, en la cual se ambienta el trabajo de Vidor. Los mismos problemas del XVI, y el paro indefinido como horizonte de vida. Demasiado se parecen a la Gran recesión de este siglo XXI, donde «el pueblo» es quien sufre la carestía, en todos los sentidos, y donde el paro y las estampas de desahucios se han convertido en lo cotidiano.
Ni Vidor ni Teresa fueron bien recibidos por los poderosos del momento. Sin estridencias, ambos denuncian un modo de funcionar –y a sus funcionarios– que produce injusticia. Pero, más que nada, aportan ideas posibles: una cooperativa o una comunidad que funciona bajo unos parámetros auténticamente fraternos.
Teresa identifica el pan de cada día con la Eucaristía, con el sacramento de la fraternidad. Desde ahí, se entienden mejor sus palabras sobre los ricos. Además, une ese pan a la voluntad de amor del Padre hacia todos los seres humanos: «Es la voluntad de Dios querer tanto para su prójimo como para sí», y a la presencia permanente de Jesús: «No se queda para otra cosa con nosotros, sino para ayudarnos y animarnos y sustentarnos a hacer esta voluntad».
El futuro está asociado a la fraternidad. De eso hablan Vidor, Teresa y la Eucaristía. El protagonista de Vidor hablará de la importancia de «ayudarnos a nosotros mismos, ayudando a otros». Teresa tendrá como distintivo «Ayudarse unos a otros» y percibir las necesidades de los demás, para poder actuar: «Os veréis unas a otras la necesidad».
En la cooperativa de Vidor la colaboración y el apoyo mutuo son la fuerza que mueve todo para generar una vida mejor. «Nunca había tenido tanta ayuda… algún día espero hacer lo mismo», decía una mujer al dar a luz en la granja.
Teresa da un paso más al poner a Jesús en el centro de su propuesta. Porque Jesús remite a la fraternidad mayor, la de reconocerse hermanos, hijos de un mismo Padre. Dirá que lo que Jesús hace es «servir cada día» y que el servicio es el camino, sea cual sea el oficio de la vida. Emocionada, escribirá: «No hay esclavo que de buena gana diga que lo es, y que el buen Jesús parece se honra de ello». Con ello invita a entrar en la gratuidad, como la mejor manera de crecer en fraternidad.
El cine, la espiritualidad, cooperativas, pequeñas comunidades… Hay muchas maneras de erguir un mundo que se dobla por su parte más frágil, muchos caminos para rehacer la justicia, distintas formas de vida que levantan puentes. Eso produce esperanza e invita a sumarse y a seguir buscando salidas, no solo a nivel individual.
Esa es la idea de Vidor, y era la de Teresa, que resuena tan actual, después de cinco siglos. Es, también, lo que regala y pide la Eucaristía, como bien expresa la oración de la Iglesia:
«Qué bueno es Señor, tu Espíritu. Para demostrar a tus hijos tu ternura, les has dado un pan delicioso bajado del cielo, que colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos saciados».
Dios no tasa su pan ni su Espíritu, porque tiene «una bondad tan buena y una misericordia tan sin tasa», que solo sabe darse, decía Teresa. Ese Espíritu da «el pan nuestro de cada día», que es la fuerza de la fraternidad, que mueve a procurar una vida mejor repartida y más compartida. Mueve a hacer Eucaristía.
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