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Dom 22. 06.14. Cuerpo de Cristo, el cuerpo-a-cuerpo de la Eucaristía.

Domingo, 22 de junio de 2014

images (2)Del blog de Xabier Pikaza:

Fiesta del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, que es la Eucaristía. Juan 6, 51-58. Nos hemos acostumbrado al gesto de Jesús que dice “esto es mi cuerpo”, dándonos su pan, para que lo compartamos, de manera apenas nos causa extrañeza, porque lo entendemos en forma puramente teológica, como palabra que el Hijo de Dios ha pronunciado, desde arriba, desde fuera de la trama de la vida.

Pues bien, esta palabra y el gesto de Jesús (al decir “éste es mi Cuerpo” y partir/compartir el pan) constituyen la esencia afectiva y social (de amor y justicia) del cristianismo, la verdad del evangelio. Ciertamente, respetamos el misterio y, en un nivel, podemos decir: Es así porque Dios así lo quiso. Pero en otro plano debemos añadir: Es así porque así es la vida, la unión de los hombres y mujeres para formar un cuerpo.

En este gesto y palabra de Jesús (partir el pan concreto, el de cada día, el de los pobres, y decir ¡es mi cuerpo!) se anuda todo el evangelio, centrado en la creación de un “cuerpo mesiánico” bien visible, que no es un tipo de fraternidad puramente espiritual, ni un club de ricos y sabios empeñados en lograr el dominio sobre el mundo… ni una institución dedicada al control sagrado del mundo, sino un cuerpo concreto, de personas siempre concretas.

Un cuerpo, donde todos se relacionan de un modo directo, mano a mano, beso a beso, respeto a respeto, en el nivel concreto de la vida y del pan, bendiciendo al Dios de quien lo recibimos… Eso es la Iglesia, eso es la eucaristía de la vida, tal como ha sido ratificada por Jesús, como sentido y permanencia de su vida.

Algunos cristianos posteriores han querido construir una institución “sabia”, con libros importantes y buenas genealogías, pero han corrido el riesgo de perder el “cuerpo a cuerpo” de Jesús, que eso su Iglesia, un encuentro concreto de personas, mujeres y hombres, que se dan la vida y la comparten, formando de esa forma una comunión visible, simbolizada y expresada en el pan compartido, que es el signo supremo de Jesús “cuerpo”, un lugar donde son privilegiados los pobres y excluidos, en contra de los “cuervos” (fondos-cuervos) que viven a costa de los otros.

jesus comparte mesa- cerezoLa Iglesia aparece así cómo “cuerpo” real, es decir, como unión cercana de (entre) personas.Un cuerpo, eso es, algo visible y concreto, una forma de comunión entre hombres, mujeres y niños, abierta a todos, en torno al pan que comparten, en nombre de Jesús, recordando y expresando su entrega… sin poderes ni jerarquías de dominio, porque “el Cristo es cuerpo” (cf. 1 Cor 12, 27), un cuerpo donde, en este contexto radical, ni él mismo es Cabeza, pues todos miembros unos de (y con) los otros.

(El tema está tomado de mi libro: Fiesta del pan, fiesta del vino Mesa común y eucaristía, Verbo Divino, Estella 2005). Buen Corpus, amigos.

Texto. Juan 6,51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.” Disputaban los judíos entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”

Entonces Jesús les dijo: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.”

10416965_296579797185886_4815025130495230993_nNo voy a comentar el texto en forma exegética, ni compararlo a los textos de la fundación de la eucaristía en la Última Cena, según los sinópticos. Sólo quiero evocar el sentido del “cuerpo” ¿Quién y cómo puede decir: esto es mi cuerpo? ¿De qué forma se puede dar y compartir el cuerpo, la vida concreta formando así un “cuerpo” humano?

– El signo de Jesús es el pan compartido. No el alimento de las purificaciones y los ázimos rituales (que comen separados los buenos judíos), sino el pan de cada día, al que alude el Padrenuestro: la comida que se ofrece a los pobres, se comparte con los pecadores y se expande en forma universal. Este es su signo: todo lo que ha dicho, todo lo que ha hecho se condensa y expresa en forma de alimento que sustenta y vincula a los humanos. Sin justicia social y comunicación económica no existe de verdad eucaristía.

– El pan suscita y crea Cuerpo… Jesús no anuncia una verdad abstracta, separada de la vida, una pura ley social, un principio religioso… Al contrario, mesías de Dios, Jesús es cuerpo, esto es, vida expandida, sentida, compartida. El evangelio nos sitúa de esta forma en el nivel de la corporalidad cercana, que la mujer del vaso de alabastro (Mc 14, 3-9) expresaba en forma de perfume y que Jesús ofrece como pan (comida). Sin comunión personal (de cuerpo y sangre) no existe eucaristía, ni existe sociedad humana.

– El pan hecho Cuerpo expresa la vida mesiánica, que se da y acoge, se goza y comparte, en comida de solidaridad y de justicia, de comunión mutua y de fiesta. Una tradición del cristianismo ha entendido esa experiencia de dar y compartir el cuerpo en término de “liturgia sacrificial”, es decir de cuerpo en cruz, de expiación. Pero antes que eso, el pan compartido es regalo (que se da y disfruta), la unión de un cuerpo es un gozo de vivir y compartir en compañía.

ESTO ES MI CUERPO, PALABRA DE…

‒ Palabra amante y de madre… Al principio de la historia está el cuerpo que se admira y comparte, en gozosa compañía, como dijo Adán cuando descubrió a su lado a Eva: “Ésta es carne de mi carne, hueso de mis huesos…” (Gen 2, 24-25). Al principio está igualmente la madre que dice a hijo/a eres mi cuerpo… En el origen de la vida está la eucaristía de novio/novio y de madre/padre, que consiste en dar el cuerpo, a fin de que otro viva, en proceso de amor y de generación, que ha descubierto y cantado el libro del Apocalipsis cuanta el gozo de las bodas finales, cuando todos formarán un cuerpo de amor y de vida. (cf. Ap 12 y Ap 21-22).

‒ Palabra de identidad y comunión, individualidad y comunicación, la vida entera alimentada por el pan. La antropología de Jesús no es dualista, en el sentido posterior, que separaba el cuerpo (que se debe al rey) y alma (que es de Dios), según el drama hispano del siglo XVII. En esa línea de dualismo se sitúan algunos pasaje del evangelio como aquel que dice “no temáis a los que pueden matar el cuerpo, sino a quien puede mandar cuerpo y alma a la gehena” (cf. Mt 10, 28). Pero aquí, en esta fiesta del pan de Jesús, cuerpo no es aquello que se opone al alma, exterioridad de la persona, sino la persona y vida entera, la comunión mesiánica.

‒ Palabra de la vida…
 Cuerpo es el mismo ser humano en cuanto comunicación y crecimiento, exigencia de comida y posibilidad de muerte: fragilidad y grandeza de alguien que puede enfrentarse a los demás, en violencia homicida, para defender su identidad individual o social, pero que puede regalar también su vida a los demás, creando así un cuerpo más alto (comunión) con ellos.

‒ Palabra de Jesús… Mi cuerpo es “carne”, mi cuerpo es alimento. Soy para que otros vivan, soy para ser y vivir en otros… de manera que quien no entrega su cuerpo a los demás… y no comparte el cuerpo/vida de los otros muere. En este largo Sermón del Pan de Vida (Jn 6), Jesús expresa una verdad universal humana: La experiencia más honda de la solidaridad “somática” (personal), por la que vivimos unos en los otros, no por sacrificio, sino por gozo de la misma vida.

CÓMO SE DA EL CUERPO, CÓMO SE COMPARTE

Al decir tomad y comed, Jesús viene a mostrarse en forma de alimento: no vive para aprovecharse de los otros y comerlos (haciendo que le sirvan), sino, al contrario, para ofrecer su vida (cuerpo) en forma de comida, a fin de que otros se alimenten y crezcan con su vida. Todo esto lo expresa y ofrece en contexto alimenticio: no exige obediencia, no impone su verdad, no se eleva por encima de los otros, sino que en gesto de solidaridad suprema se atreve a ofrecerles su propio cuerpo, invitándoles a compartir el pan.

Este ofrecimiento de Jesús (que da su propia “carne” para así crear un cuerpo compartido, abriendo un camino de solidaridad humana) sólo tiene sentido para aquellos que interpretan el cuerpo mesiánico (la iglesia), como experiencia de humanidad dialogal, gratuita, mesiánica:

1. En el principio sigue estando la madre (y el padre) que no “hacen” hijos, como se hacen cuchillos o puentes, con materia externa, sino que los “engendran” con su mismo “semen” personal compartida, ofreciéndonos un espacio de vida y palabra. Pues bien, en esa línea, como madre de una nueva humanidad que se va gestando en torno al pan compartido, viene a presentarse ahora Jesús ante nosotros.

2. Jesús ha sido ya a lo largo de su vida un cuerpo ofrecido, regalado, en el sentido más hondo de ese término, como han destacado Pablo y Lucas (en el texto de la Cena). No lo ha hecho de forma victimista, sino por generosidad. No es mercancía que se compra o vende de manera legal, en actitud de obligación o miedo, sino cuerpo gratuitamente regalado, de manera que podemos sentarnos a su vera y compartir su experiencia, asentarnos en su gracia y compartir su misma vida.

3. La mujer y/o el hombre enamorado pueden decir a su pareja “toma y come, este es mi cuerpo”, de manera que ambos forman una corporalidad, como Jesús ha recordado en Mc 10, 8-9. En esa línea de amor esponsal (de carne y sangre) se sitúa el gesto de Jesús, como venimos evocando: él aparece así como principio de una humanidad que se expande y unifica a manera de cuerpo, en el pan y el vino, regalo de vida, frente a un mundo que emplea medios de dominio y mata (le mata). Sólo al final, vencida la violencia o mentira del “dragón” (cf. Ap 12), expulsados para siempre los terrores de bestias y prostitutos, triunfará el amor por siempre, como amor enamorado (Ap 21-22).

4. La tradición paulina ha destacado el valor del cuerpo mesiánico que es Cristo. Hay una corporalidad legal de puros y buenos esenios o proto-fariseos, que se funda en la comida limpia, separada de los pecadores; una corporalidad fundada en el poder impositivo… Pues bien, Jesús despliega y nos ofrece, en la meta y cumplimiento de su vida, un nuevo y más hondo signo de corporalidad, fundada en la existencia compartida, en signos de pan y vino, en comunicación gozosa, experiencia corporal de gratuidad, más allá de toda compra/venta o imposición de los más fuertes.

5. Ésta es la Eucaristía, la experiencia radical de una convivencia inmediata entre personas, sin imposiciones políticas (unos sobre otros), sin ideologías opresoras (sin teorías de dominio de unos sobre otros), sin el dominio económico de unos sobre todo. En ese sentido, lo más contrario a la eucaristía de Jesús es la experiencia y dominio de un capital que se impone por encima de las personas.

LA VERDAD EUCARÍSTICA

Ese cuerpo del Cristo, celebrado en la eucaristía, encarnado por la iglesia, nos conduce desde el don de la madre (y del padre) que son cuerpo que engendra vida…. hasta el cuerpo final y compartido del novio y de la novia del Apocalipsis, entendido y vivido como la vida eterna, visión mutua, entrega ya definitiva de la vida,cuerpo regalado y compartido, sin más nacimiento ni muerte, pues todo está nacido para siempre. Por eso, la verdad total del pan eucarístico se cumplirá (será ratificada) sólo por la pascua.

Lógicamente, las palabras de la institución, dichas de esta u otra forma en el momento de la Cena (esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre), sólo alcanzan su verdad cuando Jesús ofrece su vida entera y el Dios Padre la acepta en amor, en la resurrección, como veremos en el capítulo siguiente.

Así el mismo Dios que en el principio obraba como Padre/Madre, pro-motor de vida, vendrá a mostrarse al fin como fuente y sentido del amor por siempre enamorado (cf. Ap 22, 1). Al final ya no habrá padre ni madre en sentido ma/paternalista, sino un Dios que es todo en todos, amor ya realizado, cuerpo que vincula en eucaristía de gozo perdurable (sin muerte) a todos los humanos (cf. 1 Cor 15, 28).

Ésta es la verdad de la Iglesia, que no es una superestructura sacral o social, sino una experiencia de “cuerpo”, es decir, de comunicación real (radical) entre personas.

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