Hoy se celebra el Día Mundial del Refugiado.
(JCR) Cincuenta millones es el número de personas que han huido de sus hogares en el mundo, la mayoría a causa de una guerra. Lo acaba de decir el Alto Comisariado de la ONU para los Refugiados, quien ha añadido que se trata de la cifra más alta desde el fin de la Segunda Guerra. Son seis millones más que el año pasado. Otro dato preocupante: la mitad de estas personas que sufren lo indecible son niños, muchos de ellos sin estar acompañados de un adulto, pillados en mitad de conflictos como Siria, República Centroafricana o Sur Sudán que la comunidad internacional ha sido incapaz de prevenir o de ayudar a resolver. Conviene reflexionar sobre estos datos en esta jornada de hoy (20 de junio) en que se celebra el Día Mundial del Refugiado.
Cincuenta millones es una cifra redonda que es buena para los titulares periodísticos, pero en realidad son más, 51.200.000 es la cifra oficial, que hay que desglosar de este modo: algo más de 16 millones son refugiados en sentido estricto, es decir, personas que han cruzado una frontera para escapar de un conflicto, y cerca de 33 millones y medio que son desplazados dentro de su propio país. Hay otro grupo de 1.200.000 que se encuentran bajo la categoría de “solicitantes de asilo”, un peculiar limbo en el que se encuentran muchas personas cuya vida está en peligro y que saben que su suerte depende de los caprichos políticos del momento en el país donde se encuentren, y cuya negativa puede significar que les pongan de patitas en el país de donde han huido, a menudo con graves consecuencias para su vida.
Par mí, que me he pasado media vida en África, siempre en lugares en conflicto (Norte de Uganda, este de la República Democrática del Congo y República Centroafricana) detrás de estas estadísticas de refugiados o desplazados internos hay rostros de personas con miedo y traumas que han sido parte de mi vida, familias destrozadas por la pérdida o la separación de alguno de sus miembros, niños que han dejado de ir a la escuela y cuyo futuro más probable será convertirse en carne de cañón para milicias rebeldes, y mujeres que trabajarán catorce horas al día para conseguir apenas un dólar con que sobrevivir cada día.
Hay un dato interesante que el jefe del ACNUR dijo ayer: “Normalmente en el debate sobre refugiados en el mundo desarrollado existe la idea de que los refugiados huyen hacia el Norte y que el objetivo no es encontrar protección, sino buscar una vida mejor. Pero lo cierto es queel 86 por ciento de los refugiados del mundo viven en países pobres”. Kenia, aunque en muchos casos no sea precisamente un modelo de cómo tratar bien a un refugiado, acoge a medio millón de refugiados, la mayor parte de los cuales son de Somalia.
En cuanto a España, podemos estar orgullosos y andar con la cabeza bien alta por el mundo por nuestro compromiso solidario ejemplar: En 2013 nuestro gobierno recibió 725 solicitudes de asilo, de las cuales generosamente otorgo… cuatro. Por si pudiera servir de consuelo, no andamos muy lejos del resto del resto de la Unión Europea (premio Nóbel de la Paz hace un par de años, ya saben) , que acoge al 3% de todos los refugiados del mundo.
Por cierto, ilustro este post con una foto de mi nuevo jefe de la oficina de Naciones Unidas para África Central, el senegalés Abdoulaye Bathily. La foto está sacada hace dos días en el campo de refugiados de Gaoui, en el sur de Chad. Allí viven varios miles de personas que han huido de la vecina República Centroafricana. Bathily, antiguo profesor universitario y político en Senegal, lleva dos semanas en la oficina. Chad es el primer país de África Central que visita, por exigencias de su puesto diplomático, que exige que una de las primeras personas que tiene que ver sea el presidente chadiano al ser el presidente en ejercicio de la CEEAC (Comunidad de Estados de África Central). Me parece un buen detalle que haya querido incluir en su agenda una jornada de visita a algunas de las personas que más sufren las consecuencias de los conflictos en esta zona de África.
Fuente Religión Digital
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