“Cuestionamientos e interrogantes sobre la Iglesia del Papa Francisco”, por Víctor Codina.
Victor Codina. Es mucho lo que ha realizado el Papa Francisco en su primer año de pontificado, pero es mucho lo que queda por hacer todavía. Le toca a Francisco llevar a término cuestiones que el concilio inició pero no llegó a concretar, como el modo de elección de los obispos, hacer que los sínodos sean no solo consultivos sino deliberativos, favorecer la autonomía y responsabilidad de las Iglesias locales…
Y afrontar lo que el Vaticano II no trató pero que son tareas y desafíos urgentes: reforma del papado y de la curia, abandono de la jefatura del Estado Vaticano, cambiar el modo de elección del Papa, revisión de la estructura de cardenales y nuncios, abandonar el episcopado honorífico y sin diócesis real de los dirigentes de los dicasterios de la curia, repensar el papel de la mujer en la Iglesia, promover la ordenación de hombres casados, revisar la moral sexual y matrimonial, la pastoral con los divorciados vueltos a casar, el problema de la homosexualidad, la relación con los teólogos, asumir el gran desafío ecológico…
Añadamos a lo anterior la necesidad de responder a la problemática religiosa y espiritual que surge del nuevo contexto socio-cultural, científico y técnico del mundo de hoy, del nuevo tiempo axial que está apareciendo con paradigmas que rompen los esquemas religiosos provenientes del neolítico -centrados en el sacerdote, el altar y el sacrificio-, reaccionar ante las nuevas formas de espiritualidad y de agnosticismo, etc. Hoy el problema ya no es, como en el Vaticano II, preguntar “Iglesia ¿qué dices de ti misma”, sino “Iglesia, ¿qué dices acerca del misterio de Dios?”
¿Podrá un solo hombre llevar a cabo estas reformas tan necesarias y urgentes? ¿No es excesiva carga para el primado de Pedro? ¿No debería ser una tarea colegial de todos los obispos, más aún de toda la Iglesia? ¿No es el mismo Francisco el que nos pide que todos seamos “audaces y creativos”?
Hay que afirmar que es una ilusión el pensar que las reformas y cambios eclesiales solo vienen de arriba. La historia nos enseña que las grandes transformaciones de la Iglesia (como también de la sociedad…) han surgido desde abajo, desde donde ordinariamente actúa el Espíritu: desde los laicos, desde los pobres, desde las mujeres, desde la gente marginada. A todos nos toca comenzar a renovar y reformar la Iglesia desde el evangelio, convirtiéndonos a Jesús de Nazaret y a su Reino. Sin la cooperación e iniciativa de la base, la Iglesia no podrá cambiar nunca.
Mientras agradecemos al Señor por el gran don del Papa Francisco que devolvió la alegría a la Iglesia, estemos dispuestos a colaborar en la renovación de la Iglesia. El Papa Francisco ya nos ha abierto el camino.
Acabemos con una poesía de Rafael Alberti en la que simula un diálogo entre la estatua de bronce de Pedro del Vaticano y el Señor:
Di, Jesucristo
¿Por qué me besan tanto los pies?
Soy San Pedro aquí sentado,
en bronce inmovilizado,
no puedo mirar de lado ni pegar un puntapié,
pues tengo los pies gastados, como ves.
Haz un milagro, Señor.
Déjame bajar al río
volver a ser pescador
que es lo mío.
Fuente Cristianismo y Justicia
Imagen extraída de: En Orsai
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