¿Y por qué ha de ser “peregrina” la pregunta sobre si era o no homosexual? ¿No es más peregrino afirmar que si se especula sobre ello es especular sobre su masculinidad? ¿quiere decir el autor que homosexualidad y masculinidad son términos incompatibles? ¿no es eso homofobia? De todas formas, en una sociedad como la de El Greco, podría haber manifestado algo si es que, de verdad, Francisco Preboste y él fueran una pareja que utilizó a la tal Jerónima para que le diese un hijo?
El Greco, por su abundante obra y peculiar naturaleza, es el pintor que mayor bibliografía ha producido, y del cual se han escrito más hipótesis y teorías, tanto sobre su pintura como de su vida y personalidad. Sin duda una de las más peregrinas y excepcionalmente recurrente es la que especula sobre su masculinidad. Es decir, se pregunta si el Greco era homosexual.
San Sebastián
Sabemos que nació en el año 1541 en Candía, capital de Creta, la mayor isla del archipiélago griego. En Creta aprendería a pintar y, cuando se le considera maestro, a los 25 años, se trasladada a Venecia donde, probablemente, trabajó en el taller de Tiziano. Luego, tras su hipotético paso por algunas ciudades italianas, se establece en Roma con 30 años, inscribiéndose en la Academia de San Lucas como «maestro del arte de la pintura de imaginería», para poder ejercer y contratar. En 1577 llega a España atraído por la decoración del Escorial de Felipe II, para quien trabajaban artistas italianos. Cuando viene a Toledo con el encargo de trazar y pintar el retablo de la iglesia de Santo Domingo el Antiguo, tiene 36 años. Está soltero, pues no se conoce documento alguno que acredite el haberse casado, y le acompaña un joven llamado Francisco Preboste, apellido italiano, nacido según Camón Aznar en 1555, por tanto de 22 años. En el pleito del Greco con el Hospital de Illescas en 1606, sobre el cuadro de la Caridad, éste, nombra a un procurador y a Francisco Preboste «de nación italiano» como su representante. Por tanto, Preboste se uniría al Greco en Venecia o Roma, como aprendiz, criado o amigo, y se mantuvo a su lado hasta su muerte que debió producirse alrededor de año 1607, pues a partir de dicha fecha deja de figurar en los documentos del pintor. Preboste, a su muerte, tendría 52 años y El Greco 66. Este inseparable compañero habría estado junto al Greco más de 30 años compartiendo su vida y trabajos como criado, ayudante, representante, colaborador íntimo, hombre de confianza y, sobre todo, amigo. A lo largo de todo este tiempo, no deja de figurar en los distintos documentos de la época. Ente otros: como testigo en 1585 para el contrato de arrendamiento de las casas del Marqués de Villena; en 1597 otorgando un poder, junto con el Greco, para el cobro en Sevilla de «todas las imágenes de pintura y lienzos que ha dicha ciudad habían enviado»; en 1599, de nuevo como testigo, en el contrato del retablo de la Capilla de San José; en 1600, con poderes para cobrar el retablo Dª María de Aragón en Madrid.
San Martín partiendo su capa
Jesús Sánchez Luengo en su libro «Los enigmas de Dominico Theotocopoulos El Greco», nos narra como el Greco, recién llegado a España, presencia en el Escorial la ejecución de la sentencia a un joven de 24 años, hijo de un panadero, acusado de sodomización a dos niños de diez años. Seguramente no habría tal sodomización, sino juegos homosexuales del muchacho con los niños. Sabiéndolo el Rey, mandó prenderlo y juzgarlo. Confeso y reo, a pesar de pedir clemencia, fue sentenciado a morir en la hoguera. Este veredicto y su ejecución pudieron condicionar al Greco a su llegada a España y hacerle adoptar el resto de su vida cierta discreción en sus exteriorizaciones, como exigía el puritanismo de Toledo, ciudad famosa por los autos de fe celebrados por el Santo Tribunal de la Inquisición a judíos, moros y sodomitas.
Cumpliendo un año de su estancia en Toledo, tiene un hijo con Dª Gerónima de las Cuevas, mujer misteriosa de la que se han escrito infinidad de teorías sobre su muerte y condición. En un estudio que publica Julio Porres, basado en el censo por Parroquias en el Toledo de 1561, descubre entre los habitantes de la calle de Azacanes a una «Jirónima cuebas», único vecino llamado así entre los once mil y pico que censaron. Aventurando este autor la siguiente e interesante relación: «El barrio de la Antequeruela no tenía muy buena fama entonces, pues muy cerca de la calle Empedrada, próxima esta a la de Azacanes, registra el censo a «Polonia cortesana» y a «dos vecinas cortesanas», y en el mismo barrio estableció la mancebía pública, junto a la muralla, el corregidor Gutiérrez Tello, antes de 1576, quienes sus razones tendría para ello». Cuando nace su hijo, el Greco tiene 37 años y permanece soltero, no conociéndosele otra relación amorosa que la mantenida con una mujer de origen incierto (ya hemos visto como el barrio donde residía no tenía muy buena reputación). Su familia, los Cuevas, eran de origen moriscos, afirma José Gómez Menor, o judíos conversos según otros autores y, en cualquier caso, con la cual, de no haber fallecido, posiblemente nunca se hubiera casado. Diversos estudiosos del personaje, justifican su muerte tras el parto o en fechas muy cercanas a él. Muy bien pudo este hijo conciliar al Greco con la estricta e intransigente sociedad católica de aquella época.
San Sebastián
Gregorio Marañón en su obra «El Greco y Toledo», resalta el aspecto intersexual de los desnudos pintados por el Greco. Desnudos oníricos en los que es difícil diferenciar si son de mujer o de hombre, casi siempre masculinos, de no caracterizarles el gesto más que la forma. «…y que subsisten a lo largo de su obra, con sospechosa obsesión». Se detiene a considerar, este autor, el «sentido intersexual» de los diferentes desnudos y continúa: «Hay que consignar que estos desnudos intersexuales, que aparecen en los sueños de muchos hombres jóvenes o maduros, corresponden a una persistencia de vivencias prepuberales en las que el sexo está aún indeterminado». Con una llamada fuera de texto, explica Marañón: «Me apresuro a aclarar que estos desnudos intersexuales nada presuponen respecto a la normalidad sexual de El Greco; y lo digo porque Somerset Maugham, un tanto ligeramente, sugiere que el gran pintor fuera lo que en su tiempo llamaba el mujeriego Lope de Vega «un traidor a la Naturaleza», es decir, un sodomita.» Efectivamente, los ángeles del Greco, según su definición, son bellos jóvenes a los que se les puede asignar ambos sexos.
Somerset Maugham en su libro Don Fernando, dedica un extenso capítulo al Greco y su época, en el que dice: «No hace mucho tiempo leí la sugestión, hecha con espíritu mezquino, de que el Greco era homosexual. He considerado que valía la pena meditar este punto. Por lo que respecta a la obra de un artista, carece en absoluto de importancia enterarse de su vida sexual.» Para continuar más adelante: «Ahora bien, no puedo dejar de preguntarme si lo que veo de fantasía torturada y de siniestra extravagancia en la obra del Greco, no puede ser debido a una anormalidad sexual como ésta.»
Resucitado
Hemingway, en una personal apreciación de que el Greco pintaba figuras con rasgos y formas andróginas, en su libro «Death in de aftenoon», con su acostumbrada insolencia le tacha, groseramente, de homosexual.
Jean Cocteau, desde su manifiesta condición de invertido, habla de las implicaciones homoeróticas de los retablos del Greco, resaltando lo que hoy entenderíamos de tipo homosexual.
Decía Freud: «Una posible dualidad de sexo enriquece a los artistas capacitándoles, en mayor medida, de sensibilidad para captar y expresar la belleza». Nadie como el Greco ha sabido utilizar las manos de sus figuras, haciéndolas protagonistas de la elocuencia, unas veces, o convirtiéndolas en motivos ornamentales, otras, como poéticas metáforas.
Y para terminar, lo que es incuestionable y todos los autores coinciden, es en el gran cariño que el Greco profesó a su hijo Jorge Manuel, de quien no se separó durante toda su vida, cuidándole y protegiéndole con la mayor ternura y cuidados, para suplir a la madre que nunca tuvo. Casado Jorge Manuel, siguió viviendo en la casa de su padre. Le dieron un nieto, Gabriel, que proporcionó al Greco una gran felicidad y consuelo en su vejez, y al final de su vida murió en los brazos de su hijo. Solamente un espíritu tan singular, único y sublime, pudo pintar esa obra maravillosa e imperecedera que Dominico Teotocópuli Greco, nos dejó.
Mariano Serrano Pintado, de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo
Fuente ABC
General, Homofobia/ Transfobia.
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