La Santa Sede recibió denuncias de los abusos de Maciel desde finales de los años 40.
Wojtyla frenó en 1999 la investigación iniciada por Ratzinger desde Doctrina de la Fe
El fundador de la Legión sigue siendo una pesada losa en la memoria del futuro San Juan Pablo II
(Jesús Bastante).- La Santa Sede recibió denuncias de abusos contra Marcial Maciel desde 1948. Y no hizo nada hasta casi medio siglo después, según se desprende de los documentos publicados en la web La Voluntad de no saber, que reflejan explícitamente cómo hubo multitud de ocasiones, con distintos papas, para atajar los desmanes del fundador de la Legión de Cristo, designado por el futuro San Juan Pablo II como “guía eficaz de la juventud”.
La primera denuncia, según se lee en el índice, llegó al obispo de Cuernavaca en diciembre de 1944. En ella, el joven Luis de la Isla y sus padres denunciaban abusos de Maciel, pero ni actuó en consecuencia y envió informe al Vaticano.
La primera vez en que las denuncias llegan a Roma es desde España. Dos jesuitas de Comillas enviaron en 1948 sendos informes a la entonces llamada Sagrada Congregación de Religiosos. En 1954, apuntan los documentos, fue el Arzobispado de México quien pidió informes sobre el fundador al legionario Federico Domínguez, quien habló por primera vez de la adicción a la Dolantina de Maciel. El informe llegó al Vaticano.
Dos años después, el arzobispo de México y el nuevo obispo de Cuernavaca denunciaron por pederastia y adicción a las drogas a Maciel, pidiendo la suspensión temporal de éste. Hay que recordar que durante algunos años (durante el final del pontificado de Pío XII y el de Juan XXIII) Maciel fue apartado temporalmente de la dirección del instituto.
En 1962, confirman los documentos que se pueden leer en la web, un farmacéutico de San Sebastián y un sacerdote enviaron denuncias sobre la compra y consumo de drogas e intento de corrupción de autoridades por parte de Marcial Maciel.
Hasta 1976 no se produjo una nueva denuncia, cuando dos ex legionarios lo hicieron en Estados Unidos, enviando copia de la demanda a Roma. Finalmente, en febrero de 1997, un grupo de ocho ex legionarios -entre ellos Félix Alarcón o Juan José Vaca– lograron que la denuncia contra Maciel alcanzara los medios de comunicaicón internacionales.
No fue, sin embargo, hasta 2002-2005, cuando Benedicto XVI se decidió a reabrir el caso, que había sido bloqueado en 1999 -Ratzinger, entonces, era prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe- por Juan Pablo II. Ratzinger envió a unos visitadores a recabar información, y acabó suspendiendo definitivamente a Maciel, que murió conminado a una vida de oración, apartado de cualquier contacto público.
En 2010, finalmente, Benedicto XVI intervino a la Legión, nombrando un Delegado Papal, el cardenal De Paolis, con el encargo de “purificar” a la Legión de Cristo.
El “caso Maciel” es, sin duda, una losa en el pontificado de Juan Pablo II, hasta el punto de que son muchos los que han solicitado a Francisco la paralización de su canonización, que se llevará a cabo este domingo, junto a la de Juan XXIII.
Los documentos muestran que la Santa Sede estaba enterada del abuso de drogas por parte de Maciel, de sus abusos sexuales y las irregularidades financieras desde 1956, cuando ordenó una investigación inicial y lo suspendió dos años para curarse de una adicción a la heroína.
Sin embargo, durante décadas y gracias a la habilidad de Maciel de mantener silenciados a sus propios sacerdotes, su habilidad para colocar a legionarios confiables en puestos clave en el Vaticano y su cuidadoso cultivo de relaciones con los cardenales vaticanos, obispos mexicanos y católicos poderosos y acaudalados, Roma prefirió mirar hacia otro lado.
Fuente Religión Digital
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