La ONU exige a Brunéi que frene la ley de muerte por lapidación de los gays.
El pequeño estado musulmán del sudeste asiático no hace honor a su nombre oficial de “Brunéi Darussalam”, que en castellano significa “Morada de la Paz”. La aprobación de un nuevo Código Penal introduce la pena capital para delitos como la violación pero también castigará con la vida las relaciones homosexuales, el adulterio o la blasfemia de carácter religioso, entre otros. Si nada lo impide, la nueva norma entrará en vigor el próximo martes 22 de abril.
Con menos de 500.000 habitantes, este minúsculo país ubicado en el norte de la isla de Borneo se suma a la penosa lista de naciones que ampara legalmente el asesinato de personas inocentes por su orientación homosexual. La nueva legislación, que actualiza el Código Penal de Brunéi de acuerdo a la sharía o ley islámica, fue aprobada el pasado mes de octubre, aunque será la próxima semana cuando entre en vigor.
Ya habíamos hablado de la instauración de las draconianas leyes en Brunéi. Este país ha sido el primero en aplicar la ley islámica de la Sharia a nivel nacional en el sudeste asiático, en vigor desde el pasado 1 de abril. Ahora la ONU ha hecho un llamamiento para la paralización de la aplicación, el próximo 22 de abril, de los castigos del Código Penal que contemplan la muerte por lapidación de los homosexuales, al igual que ocurre en otros países como Irán o Arabia Saudí.
La violación, el adulterio, la sodomía, las relaciones sexuales fuera del matrimonio para los musulmanes, blasfemar sobre cualquier versículos del Corán y del Hadith, declararse a sí mismo profeta, apostatar de ser musulmán y el asesinato son los delitos por los que la pena de muerte puede ser aplicada en el marco del código revisado.
Ya en enero el nuevo Código Penal mereció la condena de la Comisión Internacional de Juristas, que ahora se ha hecho extensiva a Naciones Unidas. Según ha explicado Rupert Colville, portavoz de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) , “la aplicación de la pena de muerte para una amplia gama de delitos contraviene el derecho internacional”. Asimismo, Colville ha recordado que “la lapidación a muerte constituye tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes, y por lo tanto está claramente prohibida” en el ámbito internacional, declaró el comisionado de la ONU. En opinión de este experto en Derechos Humanos, ‘la criminalización y aplicación de la pena de muerte para las relaciones sexuales consentidas entre adultos también viola toda una serie de derechos, incluyendo los de privacidad, igualdad, libertad de arrestos y detenciones arbitrarias’. Colville advierte: “Las disposiciones del Código Penal revisado pueden fomentar más violencia y la discriminación contra las mujeres y también contra las personas por motivos de orientación sexual.”.
El representante de la ONU ha realizado estas declaraciones institucionales durante una conferencia de prensa celebrada en Ginebra (Suiza). Colville también ha manifestado que desde Naciones Unidas “instamos al Gobierno a retrasar la entrada en vigor del Código Penal revisado y a llevar a cabo una revisión integral, garantizando el cumplimiento de las normas internacionales de derechos humanos”.
Brunéi se independizó del Reino Unido en 1984 y, desde el 67, el sultán Hassanal Bolkiah ejerce su autoridad con mano de hierro, el mismo ha sido quien ratificaba las modificaciones al Código Civil. La “sodomía” es una actividad ilegal en Brunéi en las que están incluidas las relaciones sexuales anales, castigadas actualmente con penas de prisión de hasta diez años. Desde abril, la nueva ley supone la pena capital para estas relaciones sexuales, al igual que para las extramatrimoniales heterosexuales, mediante la lapidación. Brunéi ha mantenido una moratoria efectiva sobre la aplicación de la pena de muerte desde 1957. Por este motivo, el ACNUDH instó al gobierno a establecer una moratoria oficial y para trabajar hacia la abolición de la práctica por completo.
Bajo el yugo del sultán absolutista Muda Hassanal Bolkiah, Brunéi no ha firmado ni ratificado prácticamente ninguno de los principales tratados internacionales en materia de derechos humanos. Eso sí, repasando la trayectoria personal y el estilo de vida desaforado del jefe del estado, no parece que se aplique a sí mismo el rigor moral que exige a sus súbditos.
El sultán de Brunéi se ha casado tres veces y, aunque la religión islámica permite la poligamia para los hombres, está divorciado de dos de sus mujeres. Según la revista Forbes, en 2007, Bolkiah era la persona con la mayor fortuna de todo el mundo (estimada en 22 billones de dólares). El sultán lleva en el poder desde 1967 y consiguió la independencia de Reino Unido en 1984. Su patrimonio familiar ha ido creciendo progresivamente gracias a los beneficios que el país genera a raíz de las ricas explotaciones de petróleo y gas natural y a la falta de control del origen de sus ingresos.
Un litigio económico con su hermano menor Jefri, que acabó en el Privy Council de Londres (que sigue ejerciendo como una especie de tribunal de última instancia pese a la independencia) permitió conocer que el sultán derrocha el dinero a espuertas. Solo en 2007, gastó 1,26 millones de libras en un instructor de bádminton o 1,25 millones en acupunturistas y masajistas, por poner algunos ejemplos. Su palacio (más grande que el Vaticano) cuenta con bóvedas de oro y se calcula que posee cientos de automóviles de lujo, entre ellos varios Fórmula 1.
En definitiva, así es y así vive el hombre que se arroga el derecho, convertido en ley, de acabar con la vida de aquellos que comparten su amor y su sexualidad con personas de su mismo sexo en el “Estado de Brunéi, Morada de la Paz”.
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