“Los sacramentos de la humanidad”, por Óscar Fortin, Québec-Canadá
Leído en Humanismo en Jesús:
En las religiones cristianas, los sacramentos ocupan un lugar importante. En resumen, Jesús de Nazaret habría dejado ritos sacramentales, por los cuales sigue comunicando sus gracias y sus beneficios de la salvación. Estos ritos fueron definidos a través de los siglos para convertirse en los siete sacramentos que definen, en exclusividad, la acción salvífica de Cristo en el mundo. Obviamente, los gestionaros de estos sacramentos son las autoridades eclesiales y en ciertos casos los bautizados.
Este enfoque de la acción salvífica de Cristo en el mundo no resiste más al desarrollo de los conocimientos bíblicos, exegéticos, teológicos e históricos de las últimas décadas. El Jesús de Nazaret, cuya figura se aproxima cada vez más a nosotros, tiene una acción y un mensaje que nos orientan diferentemente en la comprensión de su presencia en el mundo. Es él que nos hace llegar a los más pequeños, a los excluidos, a los marginados, identificándose a ellos. “Todo lo que harán a los más pequeños de los míos, a mí me lo hacen.” Es él quien alentó a aquellos que luchaban por la justicia y a quienes declaró bendecidos en las inevitables persecuciones de las cuales eran víctimas. Cada una de las Bienaventuranzas puede ser considerada en este sentido. Con este entendimiento de la acción de Jesús en el mundo, podemos identificar siete de ellas como los sacramentos con mas significado de su presencia en la humanidad: las obras de verdad, de justicia, de solidaridad, de inclusión, de compasión, de liberación y del amor. Para conocer algo más sobre cada uno de estos sacramentos, ver aquí.
Estas siete obras coincidan con los mas importantes mandatos de Jesús. En el día del juicio final (Mateo (25, 31-26) tendremos que responder de estas obras. También, al leer a los profetas resalta la importancia que le dan al seguimiento de estas consignas de acción, las cuales representan el verdadero culto que le gusta a Yahvé.
« No me sigan trayendo vanas ofrendas; el incienso es para mí una abominación. Luna nueva, sábado, convocación a la asamblea… no puedo aguantar la falsedad y la fiesta! Cuando extienden sus manos, yo cierro los ojos; por más que multipliquen las plegarias, yo no escucho: las manos de ustedes están llenas de sangre, aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda! » (Is 1, 13-17)
« El que obra con justicia y habla con rectitud, el que rehúsa una ganancia extorsionada, el que sacude sus manos para no retener el soborno, el que tapa sus oídos a las propuestas sanguinarias, el que cierra los ojos para no ver la maldad: ese hombre habitará en las alturas, rocas fortificadas serán su baluarte, se le dará su pan y tendrá el agua asegurada. » (Is 33, 15-16)
« ¡Ay de los que acumulan una casa tras otra y anexionan un campo a otro, hasta no dejar más espacio y habitar ustedes solos en medio del país! El Señor de los ejércitos lo ha jurado a mi oído: Sí, muchas mansiones, grandes y hermosas, quedarán desoladas por falta de habitantes. ¡Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien, de los que cambian las tinieblas en luz y la luz en tinieblas, de los que vuelven dulce lo amargo y amargo lo dulce, de los que absuelven por soborno al culpable y privan al justo de su derecho! ¡Ay de los que promulgan decretos inicuos y redactan prescripciones onerosas, para impedir que se haga justicia a los débiles y privar de su derecho a los pobres de mi pueblo, para hacer de las viudas su presa y expoliar a los huérfanos! » (Is 5, 8-9. 20-23; 10, 1-2)
« Júzgame, Señor, y defiende mi causa contra la gente sin piedad; líbrame del hombre falso y perverso. » (Sal 43,1). « Con gloria y majestad, avanza triunfalmente; cabalga en defensa de la verdad y de los pobres. Tu mano hace justicia y tu derecha, proezas. » (Sal 45,4)
« Así habla el Señor: Practiquen el derecho y la justicia; libren al explotado de la mano del opresor; no maltraten ni hagan violencia al extranjero, al huérfano y a la viuda; no derramen sangre inocente en este lugar. » (Jer 22,3)
Estas intervenciones de los profetas remontan a más de 2500 años, pero siguen de gran actualidad. El mundo en que vivimos contiene, como en estos antiguos tiempos, la misma confrontación entre las fuerzas de la corrupción, de las mentiras, de la avaricia y esas otras fuerzas apoyadas por el Eterno : la justicia, la compasión, la verdad, la honradez, la no-violencia y el respeto de los más débiles. Basta con mirar lo que está pasando en todas las partes del mundo para constatar hasta que punto hemos llegado en el arte de disfrazar en lo bueno esas fuerzas de contaminación y de destrucción de la humanidad. Vivimos en un mundo de “falsos positivos” en que los buenos son presentados como los malos y los malos como los buenos. Hemos llegado a la cima del engaño y de la codicia.
¿Qué papel asume la Iglesia en este mundo dominado por el engaño y la codicia? La pregunta es de las mas importantes, pues la Iglesia es la que lleva la buena noticia del Reino de Dios en la Tierra. La oración que nos enseno Jesús pone en nuestra boca esas palabras: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo »
Por supuesto que la Iglesia cuya cabeza es el Resucitado y su inspiración el Espíritu Santo sigue presente a través de millones de personas de buena voluntad que obran en las obras de justicia, de verdad, de compasión, de solidaridad, de inclusión universal, de liberación y de amor. Esa Iglesia sigue siempre muy viva en el servicio de una humanidad creada a la imagen de su creador y salvador.
Lamentablemente, no podemos decir lo mismo de la Iglesia institucionalizada sobre el esquema de los imperios. Ella desarrollo doctrinas y cultos adaptados a su esquema institucional. Los servidores del Evangelio se transformaron en jerarquías de autoridades y el pueblo de Dios en un rebano sometido a la doctrina y a los cultos impuestos por ella. El Evangelio y Jesús pasaron a secundo plano y a ser referencias mas cultuales y religiosas que compromisos de vida.
No hace duda que la Iglesia institución, tal como existe actualmente, debe realizar una verdadera conversión para volver a ser el signo activo de la presencia del Resucitado y de su Espíritu en el mundo. Jesús sigue siendo la cabeza de la Iglesia y el Espíritu Santo sigue distribuyendo sus dones como lo entiende. No tiene que pedir permiso a ninguno, ni del papa, ni del cardenal, ni del obispo, ni del sacerdote para actuar. He aquí lo que dice el apóstol Pablo.
« Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo —judíos y griegos, esclavos y hombres libres— y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. » (1Co 12, 11-13)
Muchos cristianos se identifican con la Iglesia-institución y sus ritos de la sacramentalidad como camino conduciéndolos a su salvación. Sin embargo, muchos otros demuestran su fe a través compromisos al servicio de la verdad, de la justicia, de la compasión, del servicio, del amor, luchando contra la corrupción, la codicia, las mentiras, la manipulación, la hipocresía. Tal vez, estos últimos tendrán la sorpresa de su vida cuando el juez supremo les dirá:
« Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”. Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?” Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. » (Mt 25, 34-40)
El papa Francisco, por su ejemplo, su compromiso con los pobres, por su humildad y sus palabras de bondad y de misericordia abre el camino a una Iglesia que necesita volver a sus raíces para encontrar de nuevo su alma. A los apóstoles que miraban siempre al cielo después de la ascensión de Jesús, vino un ángel a decirles de ir a Galilea, y que allí lo hallarían. La Galilea de hoy es el mundo entero donde viven más de 7 billones de seres humanos. Jesús está siempre en esta gran Galilea.
Oscar Fortin
http://blogs.periodistadigital.com/humanismo-de-jesus.php
Quebec, 27 de marzo
traductor : Marius Morin-Oscar Fortin
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