“África y Europa”, por José María Castillo.
De su blog Teología sin Censura:
Con frecuencia oímos decir que los inmigrantes negros, procedentes de África que intentan entrar en Europa, se vienen en cayucos y pateras o intentan saltar las vallas de Ceuta y Melilla porque las mafias sin escrúpulos los engañan y les prometen un bienestar imposible. O sea, los responsables de tanto sufrimiento, tantas desgracias y tantas muertes son la codicia de los mafiosos y el deseo de pasarlo bien que tienen los negros que no se resignan a seguir viviendo en sus países de origen. ¿Es esto realmente así?
Quienes conocen de verdad la historia económica y política del mundo saben muy bien que Europa ha sido el continente más codicioso y hasta más ladrón que ha existido en la historia. No porque los europeos seamos más inmorales que los demás habitantes del planeta tierra, sino sencillamente porque hemos tenido medios para robar y matar que otros no han tenido.
Sin ir demasiado lejos, el 8 de Enero de 1454, el papa Nicolás V firmó la bula “Romanus Pontifex” mediante la que le concedía al rey de Portugal el derecho de “invadir, conquistar y someter a perpetua esclavitud” a todos los habitantes de África. Lo más grave de este asunto es que, no sólo la corona de Portugal, sino los demás imperios coloniales de Europa se sintieron con el derecho de hacerse los dueños del continente. Como unos años más tarde, a partir de Alejandro VI (4.V.1493), la corona de España se sintió legitimada para invadir todo lo que quiso en América y traerse de allí el oro, la plata y todo lo valioso que encontró.
Luego vino – por aludir a otro capítulo importante de este penosa historia – el asombroso negocio de los esclavos. Esta atroz historia es bien conocida. Las “piezas de Indias”, como se les llamaba a los esclavos transportados de África a América por tiranos europeos, eran medidos, pesados y embarcados en Luanda. Los que sobrevivían a la travesía del océano se convertían en “las manos y los pies” de sus amos. Por lo general, los negros morían rápidamente, sólo en casos excepcionales llegaban a soportar siete años continuos de trabajo. Eso sí, antes de cruzar el Atlántico todos eran bautizados. Y en Brasil tenían la obligación de asistir a misa. Religión, dinero y poder fueron los tres grandes aliados de la humillación, el sufrimiento y la muerte. Que en esta macabra historia hubo santos y héroes incontables, nadie lo duda. Pero hubo seguramente más criminales. Un negocio que duró desde el s. XVI hasta el s. XIX.
Y para rematar la faena, me voy a referir a algo de lo que está pasando ahora. Como es bien sabido, la región de los Grandes Lagos de África, que comprende la República Democrática del Congo, Uganda, Ruanda y Burundi, es la zona que posee una de las riquezas en minerales más importantes del mundo, por su cantidad, su variedad y su calidad. El famoso coltan (mineral de tántalo y niobio), oro, plata, cobre, zinc, galio, germanio, cerio, lantano, estaño, níquel, diamante, cobalto, uranio, manganeso, tungasteno, etc. Baste pensar, por un momento, en el coltan, que se extrae en notable cantidad y calidad en Ruanda y en el noroeste del Congo. Este mineral ha sustituido al aluminio y ha hecho posible la fabricación de pequeños condensadores eléctricos con los que, hasta ahora, es cómo se pueden fabricar los teléfonos móviles, los ordenadores portátiles, los juegos electrónicos, todos estos artilugios cada vez más pequeños y más perfectos.
Es evidente que África aporta a Europa indeciblemente más de lo que Europa aporta a África. Y sin embargo, ahí están Lampedusa, Melilla y Ceuta, como tres símbolos, ¿de qué? ¿del gran continente de los “derechos humanos”?. ¿Y no se nos cae la cara de vergüenza? Es más, ¿tenemos incluso la desvergüenza de seguir pensando y diciendo que África está como está por causa de la corrupción de las mafias y del atraso responsable de sus habitantes? ¿No es todavía la hora de que Europa, si es que cree de verdad en los “derechos humanos”, se ponga en serio a pensar que tales derechos no son un privilegio de ricos, sino el proyecto que puede hacer que este mundo sea simplemente “humano”, y no el escándalo de la “deshumanización” más repugnante y una auténtica selva cuya única ley es “la ley del más fuerte”?
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