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Sobre monjas lesbianas… Deshaciendo mitos: entrevista a Mercedes Navarro.

Lunes, 31 de marzo de 2014

nuns-on-vacationInteresante entrevista de la que nuestra hermana Cata nos informaba en el Foro tras haberla leído en la web Desveladas:

Hace unas semanas, una lectora de la web envió a Desveladas un correo electrónico en el que solicitaba una reflexión, aunque fuera breve, sobre las monjas lesbianas. En su carta hacía referencia a algunos “mitos” que circulan en torno al tema y que la hermana Sandy Yost (CJS) ha abordado en un breve artículo titulado “Myths about lesbian religious” (1).

Para dar respuesta a esta petición, Desveladas se puso en contacto con la religiosa, teóloga y psicóloga Mercedes Navarro, quien ha tratado este tema en algunos de sus artículos sobre vida religiosa y que aceptó responder a nuestras preguntas.

Desveladas: Mercedes, muchas gracias por atendernos. ¿Es cierto que has hablado en tus publicaciones sobre el lesbianismo en la vida religiosa?

Mercedes: En efecto, he aludido a este tema, pero más bien de pasada. Quiero decir que no he escrito ninguna reflexión extensa sobre ello. Lo he tocado como parte de cursos de formación sobre los votos durante varios años y, sí, ha estado presente, marginalmente, en algunos de mis artículos. Tengo que decir, además, que siempre lo he tratado desde la perspectiva psicológica, y en ella quiero seguir. Eso no significa que no pueda decir una palabra como teóloga, pero me desenvuelvo mejor como psicóloga.

D: No sé si lo entiendo bien. Prefieres tratar sobre las religiosas lesbianas desde el punto de vista psicológico, pero es o suena un poco “anormal”, como si se tratara de un asunto que requiere un tratamiento “especial”

M: Bueno, entiendo que te parezca extraño, pero créeme, es una perspectiva como cualquier otra. Podría hablar de re ligiosas lesbianas desde la estadística, ¿comprendes? Por otro lado , no es extraño que hablar de psicología suscite recelos. Pero tengo que decir que la psicología no se ocupa solo ni principalmente de lo raro, lo patológico o lo extraño. Se ocupa, básicamente, del dinamismo psíquico del ser humano, de su comportamiento, de sus actitudes, de su mente, de su percepción, de su sexualidad, de sus relaci ones… y todo ello tanto en su desarrollo normal como en el patológico, o en la frontera entre ambos. Con esto quiero decir que la psicología no prejuzga o, al menos, no debería prejuzgar. Se apoya en los datos de los seres humanos. Eso es lo normal. Pero también puede pronunciarse sobre cuestiones que suscitan problemas o generan conflictos. El hecho de que me preguntes sobre las religiosas lesbianas recoge una percepción, muy generalizada, de que se trata de una realidad extraña e incluso anormal en la vida consagrada.

D: Es verdad.

M: Bien. Me interesa eso que me has come ntado de los “mitos” que circulan por ahí.

SandySandy Yost CSJ

D: Ah, sí… Nuestra lectora nos habla cuatro mitos señalados por la hermana Sandy Yost. El primero se refiere, y cito literalmente, a que “las religiosas lesbianas son sexualmente activas”, afirmación que Yost confronta con un dato: “Todos los seres humanos son seres sex uales y tienen una orientación sexual. Tener una orientación lésbica no equivale a mantener relaciones genitales con mujeres, de la misma manera que una orientación heterosexual no equivale a mantener relaciones genitales con hombres”.

M: En efecto. Esto de acuerdo con Yost. Creo que, ciñéndonos a los datos, habría que empezar por afirmar que entre las religiosas hay orientaciones sexuales diversas. En ninguna parte se dice que para ser admitida en la vida religiosa haya que tener una determinada orientación sexual. Otra cosa es que “por defecto” se haya dado por supuesto que todas las religiosas, y también los religiosos, son heterosexuales. Este supuesto nunca ha coincidido con la realidad, pues se tieneconstancia de la orientación homosexual de religiosas y de religiosos a lo largo de la historia. Y no solo de la orientac ión, sino de la existencia de actividad sexual gay en mujeres y en hombres dentro de la vida religiosa. Esta actividad rompe el voto de castidad tanto como la actividad heterosexual. Pero presuponer que una religiosa de orientación lésbica es “activa sexualmente” obedece a prejuicios, no a la realidad. En efecto, la orientación del deseo sexual no implica su ejercicio activo. En el prejuicio o presupuesto se adivina la homofobia; la proyección de los propios miedos inconscientes.

D: Pero se trata de un prejuicio muy frecuente… ¿Quiere decir esto que todas las personas que tienen estos prejuicios están proyectando inconscientemente su miedo a ser homosexuales?

M : Sí. Estrictamente hablando, es así, pero también es cierto que los prejuicios, aunque se asumen personal e individualme nte, son aprendidos o “absorbidos” en un contexto, en una sociedad. En nuestro contexto social la homofobia ha sido muy común. Todavía existe, aunque menos que antes. Imagínate cuando este prejuicio se focaliza en un grupo religio so, un grupo que además es doblemente religioso, pues sus miembros deciden vivir como tales … En resumen, la vida religiosa de las mujeres cuenta con sujetos, mujeres, sexuadas (mejor que “sexuales”), y esta condición, propia del ser humano, puede tener “objetos” (término del psicoanálisis) diversos. No debemos olvidar que la sexualidad humana es enormemente plástica. Hasta aquí, por tanto, todo entra en la normalidad. Hay religiosas heterosexuales y religiosas homosexuales o lesbianas.

monjasD: Vamos, entonces, al segundo “mito” mencionado por nuestra lectora: “A las religiosas lesbianas la vida en comunidad les resulta más difícil por su orientación sexual”, al que Yost responde: “Las lesbianas no se sienten atraídas sexualmente por todas las mujeres, de la misma manera que a sus hermanas heterosexuales no les atraen todos los hombres. De hecho, muchas hermanas lesbianas dicen que su orientación sexual ha sido un don para la comunidad en que viven puesto que reciben una gran en ergía en su interacción diaria con otras mujeres”.

M: Interesante. Quiero comentar un momento el prejuicio o lo que ella llama el “mito”. Como en el caso anterior, aquí estamos ante una creencia que podríamos entender “de sentido común” y que podría formularse así: si te gustan las mujeres y vives entre ellas, tu apetito sexual (activo) se incrementa, y si el voto de castidad no te deja, necesitas mucha energía psíquica para “reprimir” tu impulso… Parece lógico, ¿verdad?, pero no lo es. Esta creencia tiene detrás el supuesto de que la sexualidad, sea hetero u homosexual, es un instinto al que no puedes resistirte, mucho menos cuando el estímulo es “masivo”. Considero que es un prejuicio de corte patriarcal que afecta muy negativamente a los hombres y, desde hace varias décadas, también a las mujeres. La verdad es que la sexualidad humana es sumamente compleja y no obedece solo a los instintos o a los impulsos. Sería un tema largo sobre el que no voy a extenderme, pero me interesa subrayar la falsedad del presupuesto por su tono reductivista. Es como si pensáramos al ser humano como un ser puramente reactivo: estimulo → respuesta (o, más precisamente, reacción). Es to, además de falso, es interesado, porque reduce la humanidad, rica, compleja, social, de infinitos matices, capaz de valores, etc., a un mecanismo simplista. El ser humano no es solo un organismo reactivo, sino un ser pensante y libre, responsable y capaz de tomar decisiones y de mantenerlas, de tener ideales y focalizar en ellos sus energías, de cambiar sus objetivos y poner sus capacidades a su servicio. Y todo esto para bien y para mal. Por otro lado, la respuesta de Yost a es te mito incluye la idea de que muchas religiosas lesbianas consider an que su orientación se xual se convierte en algo beneficioso para la comunidad, precisamente por estar compuesta por mujeres. Por lo que yo entiendo, parece referirse a la dimensión más afectiva y emocional, a la capacidad más empática que puede tene r una mujer referida a otras mujeres. O, dicho de otro modo, parece entender la orientación sexual hacia las mujeres como un facilitador que revierte positivam ente en las mismas mujeres. Estoy segura de que hay casos en los que es así, pero quiero subrayar que la orientación, por sí misma, no implica una mayor empatía. De hecho, conozco casos de mujeres lesbianas que no son capaces de reconocer su propia orientación sexual y que proyectan negativamente en sus congéneres las propias dificultades, inconscientes, de aceptación. Muchas son machistas y misóginas, pero no por eso dejan de ser miembros de la vida religiosa en sus distintas formas. La práctica de la psicoterap ia me ha hecho precavida ante lasgeneralizaciones, aunque a veces sean inev itables. En definitiva, mantengo que cada religiosa, sea homosexual o heterosexual, ha de decidir libremente la manera en que maneja sus propios recursos y capacidades emocionales, afectivas y, en general, sexuales, en el marco de la vida religiosa o consagrada. Soy enemiga de los determinismos.

D: Esto daría para un buen debate, pero sigamos. Nuestra lectora habla de un tercer mito según el cual las religio sas lesbianas “son menos capaces de intimidad con Dios que las hermanas heterosexuales”.

M: Esto es una solemne tontería.

D: Bueno, según Sandy Yost, este mito se basa en la creencia de que las religiosas lesbianas sienten una obsesión tan grande con las relaciones entre mujeres que les impide entrar de lleno en una relación íntima con Dios.

M: Lo dicho: no tiene ni pies ni cabeza. Quienes piensan así, supongo, se imaginan a Dios como un varón heterosexual… El grado de antropomorfismo de esta representación mental sobre la divinidad es excesivo, pero también interesante, pues nos ofrece datos sobre los rasgos con los que se representan a D*s quienes tienen prejuicios homófobos, dentro y fuera de la vida consagrada.

D: Ya solo nos queda un “mito”, así que no te robaremos mucho más tiempo…

M: Muy bien.

D: El cuarto y último mito del que habla nuestra lectora es que “si todas estamos comprometidas con el celibato, entonces la propia orientación sexual es irrelevante”, a lo que Yost responde: “Esta actitud se basa en la suposición de que la orientación sexual se refiere solo a la actividad genital”. Y continúa: “El contexto cultural en el que la vida religiosa contemporánea está situada trata la heterosexualidad como normativa y la homosexualidad como desviación. Quizá esto hace que el tema de la orientación sexual sea menos problemático para las hermanas heterosexuales, pero para muchas religiosas lesbianas es importante superar su propia homofobia internalizada y su auto-odio, afirmando lo que son como lesbianas, del mismo modo que antes se avergonzaron de sí mismas. En términos de inclusión, la propia orient ación se deja sentir con más fuerza y presión cuando se está continuamente sometida a las expresiones de la cultura dominante”.

M: Creo que aquí se plantean muchas cosas como para despacharlas en unas líneas. Te diré lo que a mi juicio es claro. Primero, que obviamente el celibato no anula los rasgos particulares de cada persona, ni en lo que se refiere a susexualidad, ni tampoco a los elementos que configuran su dimensión afectiva y emocional. No los anula, pero sí los enmarca en un contexto externo e interno que afecta a esta dimensión de sí misma. Pero la persona no solo queda afectada por el celibato, pues también le afectan los otros elementos de la vida religiosa, es decir, los votos de pobreza y de obedienci a, la vida comunitaria, la misión…

En segundo lugar, es fundamental que, ya sean heterosexuales o lesbianas, las religiosas, una a una, entr en en un proceso de crecimiento y maduración humana parejos a su crecimiento y maduración en la fe. Este crecimiento redunda en una autoaceptación o amor de sí, a la par que se fortalece la conciencia de la aceptación incondicional y amorosa de D*s sobre cada una. Sería muy problemático, por ejemplo, desvincular las dos experiencias. O sea, que la vida religiosa puede y debe ser, a mi juicio, un estilo de vida que fomente el crecimiento e integración humanos en la misma medida en que se realiza el proceso de crecimiento y fortalecimiento en la fe.

Otras cuestiones merecerían un tratamiento específico y, quizás, personalizado. Esto es lo que se me ocurre, teniendo en cuenta, sobre todo, la perspectiva psicológica que, repito, no he utilizado como una perspectiva “especial”, sino como la que me resulta más familiar debido a mi propia formación.

D: Una cosa más y ahora sí que terminamos.

M: De acuerdo.

D: La hermana Sandy Yost menciona, en su breve reflexión, la necesidad de que las religiosas lesbianas ha blen de este tema. ¿Qué piensas al respecto?

M: Bueno, no conozco la reflexión de esta religiosa, pero puedo responder a tu pregunta. Imagino que cuando dice que es necesario que las religiosas lesbianas hablen de sí mismas como tales, se re fiere a una forma de, digamos, “salir del armario”. No tendría que ser así, pero dada la homofobia, bastante generalizada, que existe en la vida religiosa y consagra da (más que en otros contextos sociales actuales), me parece una medida “terapéutica” (entrecomillado, para que no se entienda en sentido literal), pues podría ayudar a expresar e integrar una realidad escondida que, de hecho, pa ra muchas es un peso. De todas formas, como sucede con tantas otras situaciones percibidas indebidamente como anómalas, esto tendría que ser un paso, repito, hacia la in tegración de la diversidad en el grupo social que constituye la vida religiosa. Si se habla mucho, puede producir el efecto contrario al que se pretende, pe ro si no se habla, permanece en la invisibilidad y en la “inexistencia”. Ninguna de las dos so luciones es buena. Habrá que ir aprendiendo el término neces ario sobre la marcha, pues para estas cosas no hay “recetas” (menos mal).

D: Lo dejamos aquí. Muchas gracias, Mercedes, por responder a nuestras preguntas.

(1) http://www.newwaysministry.org/mythswjw.html

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