Dom 30.3.14. “El ciego de la piscina. Un texto de rebeldía”
Del blog de Xabier Pikaza:
Domingo 4º Cuaresma. Ciclo A. Jn 9, 1-41. Los domingos de cuaresma van ofreciendo una preciosa catequesis.
— El anterior fue del agua (Samaritana),
— el siguiente será de la vida (Lázaro);
— hoy toca la luz (ciego de nacimiento: Jn 9).
A partir de la catequesis de fondo del evangelio de hoy pueden distinguirse dos actitudes fundamentales ante la vida:
— La de aquellos que alumbran a los otros (como Jesús, “curando” al ciego), la de aquellos que les ayudan a ver, les acompañan y se alegran de que vean.
— y la de aquellos parásitos que controlan e impiden que los otros vean (como los fariseos del pasaje); quieren controlar la luz, para su servicio, impidiendo a los demás que vean.
En ese contexto se puede hablar también de dos tipos de religión:
‒ Una religión que crea y alumbra, que da luz a los ciegos, que ensancha la ida y libera como la de Jesús y otros muchos judíos, cristianos, budistas, musulmanes…;
‒ y una religión explotadora que vive de controlar e impedir que los otros vean por sí mismos, como los fariseos de este pasaje de Juan, y como muchos otros cristianos, judíos, no judíos, no cristiano… etc etc.
Hoy es el día de la buena religión, hoy es el día de la luz, como indica este pasaje prodigioso de catequesis del evangelio de Juan.
Texto. Juan 9,1-41
(Es un texto largo, una larga catequesis. Léase con calma, responda cada uno a su “palabra”):
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?” Jesús contestó: “Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.”
Dicho esto,] escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado.” Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: “¿No es ése el que se sentaba a pedir?” Unos decían: “El mismo.”
Otros decían: “No es él, pero se le parece.” Él respondía: “Soy yo.”[Y le preguntaban: “¿Y cómo se te han abierto los ojos?” Él contestó: “Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.” Le preguntaron: “¿Dónde está él?” Contestó: “No sé.”]
Llevaron ante LOS FARISEOS al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: “Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.” Algunos de los FARISEOS comentaban: “Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.” Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?” Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?” Él contestó: “Que es un profeta.”
[Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: “¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?” Sus padres contestaron: “Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.” Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: “Ya es mayor, preguntádselo a él.”
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: “Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.” Contestó él: “Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.” Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?” Les contestó: “Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?” Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: “Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.
Replicó el ciego: “Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.”]
Le replicaron: “Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?” Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” Él contestó: “¿Y quién es, Señor, para que crea en él?” Jesús les dijo: “Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.” Él dijo: “Creo, señor.” Y se postró ante él.[JESÚS añadió: “Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos.”
LOS FARISEOS que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: “¿También nosotros estamos ciegos?”
JESÚS les contestó: “Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.”]
Texto encuadrado en la liturgia
Fue desde el principio un texto de “liturgia”, una catequesis que la Iglesia vuelve a presentar en la cuaresma, entre el pasaje del agua (3ª Semana, Samaritana: Jn 4, 5-42) y el de la vida (5ª semana, de Lázaro: Jn 11,1-45).
Este “milagro” no tiene equivalente en los sinópticos. Eso no quiere decir que el evangelista Juan lo haya inventada. Posiblemente ha tomado una historia que corría en la tradición, una historia parecida a otros milagros de ciegos (cf. Mc 8, 22-26 y 10, 46-52: ciego de Betsaida, ciego de Jericó), y la ha adaptado y recreado, en el escenario más solemne de Jerusalén, con la aguas de Siloé (bajo el templo), con Jesús como luz, en el contexto de las disputas de algunos cristianos con otros grupos de judíos sobre la luz verdadera (en el trasfondo del sábado judío y de la obra de Dios).
Quiero ofrecer un recuerdo
El curso 1967/1968, el prof. Ignace de la Potterie nos ofreció todo un semestre (cuatro lecciones por semana) sobre este pasaje de Jn, en el Bíblico de Roma. No dijo todo lo que se puede decir, ni yo recuerdo ahora todo lo que dijo, pero nos ayudó a descubrir la luz y la verdad y la libertad, en el mismo entorno de Jerusalén, en el camino que va de la ciudad alta y del templo a la baja, con el agua… en el camino que va de la ley a la libertad, en con contexto más solemne de la transformación mesiánica. En otros temas no era tan luminoso el prof. De la Potterie, hubo cosas que no nos enseñó a ver; pero el curso sobre el ciego fue bueno).
Volvamos a los tres domingo de este ciclo de cuaresma
– La Samaritana era el signo de la mujer/pueblo que busca la vida del agua, la vida en libertad, sin estar esclavizada por maridos y maridos que pasan sin quedar, junto al pozo de Jacob, sin Sicar/Samaría. Se supone que es “pecadora”, pero no ella como persona, sino por toda la historia que lleva detrás y que le arrastra.
– Este ciego es el hombre que no logra ver “por nacimiento”, es decir, por condición humana. No, no se trata de pecado, sino de la misma situación vital, de la ceguera humana, que se expresa, de un modo claro, en este hombre. Hay muchos que le quieren enseñar a ver (los maestros del judaísmo de la ley), pero le dejan en una ceguera que empieza siendo externa (no ver las cosas, no comprender el sentido de la vida), pero puede terminar siendo interior (no saber quién soy, en quien puedo confiar, vivir utilizado por otros)
– Vendrá después el muerto, Lázaro en la tumba. Recordemos los encuentro de Buda (el enfermo, el anciano, el muerto…). Aquí tenemos tres encuentros de Jesús: la mujer esclavizada, el hombre ciego, el muerto… Sólo aquí, ante la tumba, se podrá proclamar la palabra de vida.
Rebelión contra la ceguera
Jesús no explica el origen del mal (la ceguera) en teoría (tampoco lo hizo Buda). Jesús no hace sermón sobre el origen de la ceguera (¿quién pecó?), sino algo más grande. Dice que tenemos que ayudar al ciego y así lo hace, llevándole de la zona de las leyes de la ciudad alta (dominada por sacerdotes y escribas) a la fuente de la vida, abajo, en el manantial de Siloé, que es signo profético de abundancia y claridad futura.
El “pecado” de este ciego de nacimiento no es suyo; es, más bien, es el pecado de todos los hombres que no le ayudan, que no quieren entenderle, que le someten a sus leyes y conveniencia… Pues bien, Jesús le ayude, no siente por él una simple “compasión” externa, sino que le pide que sea él mismo, que asuma su propia tarea, que baje al agua, que se limpie… Él mismo barro en sus ojos el barro (barro de saliva, de aliento vital…) y le dice que vaya, que se limpie, que vea, que no tenga miedo.
Los maestros de la Ley escribas o doctores, querían dominar al ciego, dirigirle y tenerle bajo su “influjo”. Ellos aparecían como buenos videntes, como guías perfectos…, para consolar a los ciegos y dejarles en su ceguera. Jesús, en cambio, no consuela el ciego (en un sentido superficial), sino que le dice que vaya, que asuma su destino, que se limpie, que sea él mismo, que vea, aunque ello implique el riesgo de que le echen de los “sanedrines y sinagogas”.
En el fondo, Jesús pide al ciego que se rebele contra una ley de ceguera, que le obliga a mendigar, bajo la “caridad” de los maestros ciegos, que viven como parásitos a costa de la enfermedad de los demás (a los que dominan). Jesús dice al ciego se rebele, que deje su puesto de mendigo, que no tenga miedo al “qué dirán”, que sea él mismo, que vea, que baje a la fuente, que se lave y vea por sí mismo, que se atreva a ser.
Esta “rebelión del ciego” no es la rebelión de los hombres y mujeres del subsuelo para vengarse de los de arriba, de los videntes (como en el Informe de Ciegos de E. Sábato), sino una Rebelión para la libertad y para la vida… Es una Rebelión que lleva al encuentro con Jesús que es simplemente “hijo de hombre”, el hombre en plenitud. Curarse y ver es creer que hay un Hijo del Hombre, que hay un Cristo, que podemos ver y vemos con su ayuda.
Algunos signos
a. Saliva.
Jesús cura con su propia vida. La escena de la saliva y del barro… está reproduciendo la escena del Génesis, cuando Dios creó al hombre del barro y sopló en él la vida… Pues bien, Jesús ofrece al ciego lo más hondo que tiene, su saliva (que es signo de vida) y le hace volver al barro de la creación y al agua de la esperanza…. Jesús recrea al ciego, pero diciéndole a él que asuma su responsabilidad, que se independice de los maestros que le están oprimiendo, que sea él mismo, en libertad.
b. La piscina de Siloé
estaba situada fuera de las murallas, en la parte baja de la ciudad… Era una maravilla de ingeniería, al final de un túnel mandado construir por el rey Ezequías el año 700 a. C. para hacer que el agua entrara en la ciudad… Al final de aquel túnel viene el ciego y se limpia… y asume su vida… y es capaz de empezar a creer, en el fuerte sentido de la palabra.
c. fe.
El ciego tiene que creer en sí mismo… en su valor como ser humano, en su capacidad de ver. Ha de asumir su condición, dejando de sentirse esclavo de otros, manejado por padres y maestros, por fariseos y jerarcas religiosos, como un puro mendigo inútil. No, él puede asumir su vida, ver, decir, afirmarse…, creyendo en el hijo de hombre… es decir, como humanidad liberada y liberadora…
Este pasaje es una parábola de la condición del hombre, amenazado por la ceguera natural (el ciego de nacimiento) y la ceguera cultural/religiosa, representada por un tipo de fariseísmo (judío, cristiano, capitalista….) que quiere mantener a los hombres a oscuras, para dominarles.
POR ESO, ÉSTE ES UN PASAJE DE REBELDÍA
Es pasaje de rebeldía contra todos los fariseos y jerarcas religiosos (judíos, cristianos o del tipo que fuere) que no alumbran, ni dejan alumbran. No dan luz (como Jesús), ni quieren que otros la den, sino que viven a costa de tener a los otros sometidos, como ciegos a los que manejan en sus “sinagogas”.
Dicho esto, he de añadir que en su formulación actual, este evangelio de Juan forma parte de la polémica de algunos grupos cristianos con los fariseos, que aparecen así en línea negativa… He de añadir que había muchos tipos de buenos fariseos, pero algunos (como los de este pasaje) preferían cumplir un tipo de ley (de sacralidad), manteniendo a los hombres ciegos, sin permitirles acceder a la libertad.
Este Jesús de Juan es hombre de luz: Alumbra al ciego, le dice que sea capaz de asumir su libertad, aunque le expulsen de la sinagoga (aunque le excomulguen). Él ha venido a dar luz, no a impedir que otros alumbren.
No hará falta decir que, a lo largo de siglos, un duro cristianismo ha corrido a veces el riesgo de seguir en la línea de estos fariseos de Jn 9, no dejando que Jesús cure a los ciegos, teniéndoles sometidos… o expulsándoles de sus sinagogas-iglesias.
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