Acusado de asesinar a su esposa, con la que celebró un matrimonio concertado, para encubrir su homosexualidad.
La historia es terrible, y aún a riesgo de que algunos lectores la consideren amarillista hemos querido recogerla porque dice mucho sobre lo destructiva que puede llegar a ser la hipocresía social cuando de homosexualidad se trata. Jasvir Ram Ginday, empleado de banca de origen indio residente en Reino Unido, ha sido acusado de asesinar a Varkha Rani, la mujer con la que se casó hace ahora un año en la India. Se trató de un matrimonio concertado, algo todavía habitual en la sociedad india, con el que Ginday habría querido ocultar ante los suyos su homosexualidad.
El acuerdo se ajustó a los usos que rodean muchos de estos matrimonios. Jasvir Ram Ginday, de 29 años, viajó a la India en compañía de su madre para encontrar esposa. Tras valorar diversas candidatas se decidió por Varkha Rani, una graduada en Informática de 24 años. Las dos familias estaban de acuerdo y celebraron una boda tradicional, tras lo cual la joven se trasladó a Walsall, en el centro de Inglaterra, en compañía del que ya era su marido. La relación, sin embargo, escondía un secreto: Jasvir Ran Ginday es homosexual. Al menos eso es lo que había confiado hace varios años a un amigo de la universidad. También hay pruebas de que Ginday frecuentaba tanto chats gays como locales de ambiente en el área de Birmingham, no lejos de su lugar de residencia.
Apenas un mes después de su llegada al Reino Unido, Ginday habría estrangulado a su esposa para después intentar deshacerse del cadáver reduciéndolo a cenizas. Según la fiscal del caso, Deborah Gould, su plan era hacerse la víctima, acusando a su esposa de haberlo utilizado para conseguir la residencia legal en el Reino Unido y abandonarlo después. Una historia, siempre según el fiscal, que le hubiera proporcionado además la tapadera perfecta para no tener que relacionarse con nuevas mujeres. “Su respetabilidad y la de su familia habrían quedado así aseguradas”, ha argumentado Gould.
El plan, sin embargo, falló. Entre otras cosas, porque el mismo día que Ginday denunció la desaparición de su esposa sus vecinos fueron testigos de como quemaba lo que según él eran restos de basura en un incinerador (uno de ellos llegó a llamar a su puerta para quejarse). Pese a que inicialmente no se investigó el hecho, Ginday siguió usando el incinerador durante los siguientes días, lo que llamó la atención de la policía que acabó por encontrar los restos de Rani, que su marido no había conseguido eliminar.
El juicio se está celebrando estos días. La defensa de Jasvir Ram Ginday admite el homicidio y la obstrucción a la justicia, pero niega la acusación de asesinato. Lo tiene difícil: hay constancia de que compró el incinerador un mes antes de la muerte de su esposa. Habrá que ver qué sucede finalmente, pero sea como sea no podemos evitar sentir un escalofrío al pensar cómo el tabú que rodea la homosexualidad en ciertas culturas y círculos sociales, asociado además en este caso a la ideología patriarcal y al desprecio de la mujer, puede ser tan dañino. Descansa en paz, Varkha Rani.
Fuente Dosmanzanas
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