“Mamá… no quiero ir al colegio”.
“La historia se repetía en cada comienzo de año. En el inicio de clases, yo no quería ser parte del aula, sentía vergüenza, bronca, nadie podía saber que era lo que me pasaba, o quizás algunos sí”.
“Me pasaba que me maltrataban mis compañeros por ser gay, me insultaban, y era la burla del aula, también de la escuela. Yo no quería estudiar, solo pensaba en encontrar algo que me sacara de allí”.
El acoso escolar homofóbico que nuestros adolescentes y jóvenes sufren es de una dimensión enorme, dramática. Y es, sin embargo, desatendido en casi su totalidad, un fenómeno que se da con el desconocimiento de gran parte de las familias y la inacción, cuando no directa colaboración, del profesorado. “Me insultaban, me pegaban, recuerdo el escándalo que se armó, las carcajadas. La profesora entró, vio lo que pasaba y se fue sin hacer nada”.
Nuestros propios centros educativos aún no son un lugar seguro para los jóvenes que no responden a las expectativas de género; las aulas de nuestro sistema educativo no son un lugar seguro para nuestros adolescentes.
Los elevados índices de acoso escolar por motivo de orientación sexual o identidad de género a los adolescentes y jóvenes LGTB que se detectan en los centros educativos, han llevado a preguntarse si, en línea con la creciente literatura científica internacional de los últimos años, el riesgo de suicidio puede ser una de las consecuencias más dolorosas del acoso escolar homofóbico.
En consonancia con esta situación, el/la adolescente no encuentra ni la más remota contención en su núcleo familiar, al cual probablemente ni siquiera se atrevan a compartir lo que están viviendo.
El acoso genera en las víctimas sentimientos de humillación, rabia y tristeza, produciendo incomprensión, soledad, vulnerabilidad y aislamiento, con una acusada desesperanza hacia el futuro y una escasa perspectiva personal de percibir que el sufrimiento llegará a cesar.
En una encuesta realizada en 2012 sobre las estadísticas de acoso de los homosexuales, los adolescentes informaron que la razón número dos es que son intimidados por su orientación sexual real o percibida o expresión de género. La razón número uno reportada fue a causa de su apariencia.
Los adolescentes están en un punto crucial en sus vidas, jóvenes adultos que están tratando de averiguar quiénes son, a punto de convertirse en la edad adulta. Esta es la razón por la cual ser objeto de burla, intimidación y acoso, es algo que podría afectar negativamente la autoestima y visión de sí mismos para el resto de sus vidas.
Hay varias maneras para que el acoso pueda tener lugar, incluyendo una forma verbal, física, cibernética e incluso indirecta. Físicamente, ser intimidado implica algún tipo de asalto físico o ataque, o también se puede incluir el tener propiedad personal destruida o robada. La intimidación verbal surge de los insultos que se pueden hacer por el sexo de una persona, la orientación sexual, condición de minoría, raza, religión, etc. El indirecto es uno de los tipos más comunes de acoso escolar, que muchas personas pueden hacer sin siquiera darse cuenta. Incluye la difusión de historias y rumores acerca de una persona detrás de su espalda, así como la exclusión de los grupos sociales. El cibernético también puede caer en la categoría de indirecto, intimidación que se realiza a través de cualquier tipo de medio electrónico como mensajes de texto, correo electrónico, imágenes enviadas a través de texto o correo electrónico, sitios web, blogs, foros, salas de chat y mensajería instantánea.
Cuando se trata de alentar la prevención, es importante recordar que estas estadísticas de acoso nunca van a disminuir si no se toman medidas. Es por esto que es importante que todos los adolescentes reporten incidentes de los cuales son víctimas o testigos. Aunque piensen que los adultos no tomen medidas, siempre habrá algún miembro del área educativa que seguramente no permanecerá insensible ante tal situación.
Es importante no darse por vencido o el ciclo de intimidación continuará.
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