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Dom 2.3.14 bis. Entre cuervos y lirios nos pone el Señor.

Domingo, 2 de marzo de 2014

6484880-un-hombre-examinando-las-plantas-en-un-invernadero-rodeado-por-interminables-filas-de-liriosEl evangelio de ayer oponía dos señores (Mt 6, 24 Dios y el dinero). Según Mateo, ese mismo evangelio continúa con la enseñanza de los cuervos (pájaros del cielo) y los lirios del campo, que son signo de la vida de Dios en un mundo complejo y lleno de enseñanzas 6, 25-34).

Pasamos así de la realidad más artificial (y al fin diabólica) del dinero/capital al orden duro y bueno de la naturalezas, representada por cuervos y lirios. Es un texto que parece sentimental, pura poesía separada de la vida, pero bien leído y entendido es poesía creadora. Sabiamente nos sitúa Jesús ante la vida, con su encanto, su dureza y su exigencia.

Éste es un tema clave del llamado Documento Q, que ha recogido algunas enseñanzas principales de Jesús sobre la vida y los bienes, el trabajo y la solidaridad, en línea de Reino de Dios. Mateo y Lucas lo han matizado y situado en contextos distintos, como podrá ver quien siga leyendo. Además han interpretado algunos símbolos, especialmente el de las aves: Lucas pone “cuervos” (tema que parece más propio de Jesús); Mateo, en cambio, alude a los pájaros del cielo (en una línea más franciscana).

imagesYo pondré de relieve ambos motivos, aunque insistiendo más en los “cuervos” de Lucas que en los pájaros del cielo de Mateo, para así destacar la paradoja de un mundo que el Señor de los Lirios y los Cuervos ha hecho con su providencia.

No os agobiéis, éste es el mensaje del texto: Dios se preocupa incluso de los “cuervos”, algo significan en la vida de los hombres… Todo está en el fondo al servicio del Reino de Dios. Difícil sería haber encontrado un pasaje más hondo y paradójico, más realista y animoso. Buen domingo a todos.

Texto:

No os agobiéis por la vida, qué comeréis, ni por el cuerpo, cómo os vestiréis. Pues la vida es más que la comida y el cuerpo más que el vestido.

‒ Mirad a los cuervos (Mt: pájaros del cielo): no siembran ni siegan; no tienen despensa ni granero; y sin embargo Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vo¬sotros que esas aves! ¿Quién de vosotros podrá alargar una hora al tiempo de su vida a fuerza de agobiarse? Si no podéis hacer lo que es más simple ¿cómo os preocupáis por otras cosas?

‒ Mirad a los lirios: cómo crecen. No hilan ni tejen y os digo que ni siquiera Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba que hoy florece y mañana se quema ¡cuánto más hará por vosotros, hombres de poca fe!

Y vosotros no preocupéis buscando qué comeréis o qué beberéis; por todas estas cosas se preocupan los gentiles, pero vuestro Padre sabe lo que necesitáis; buscad, pues, su reino y todo esto se os dará por añadidura (Lc 12, 22-31; cf. Mt 6, 25-32).

Jesús nos lleva al principio de la Biblia (Gen 1), para mostrarnos que este mundo es bueno y campo de riqueza para todos los seres humanos, que así pueden vestirse (como los lirios) y comer (como los cuervos). Dios ha creado y sigue sustentando amorosamente la vida de los hombres y mujeres, especialmente la de aquellos que parecen más amenazados, de manera que el mundo sigue siendo espacio de su amor, tesoro abierto para todos los vivientes.

La providencia de Dios

se manifiesta en los elementos inmediatos de la vida, para aquellos que sepan mirarlos. No hacen falta unos signos religiosos especiales, pues todas las cosas son señal de su presencia: los cuervos que buscan comida (¡carroña!) y los lirios que despliegan su hermosura, aunque sólo florezcan por un día. La hermosura de los lirios se marchita en unas horas (cf. Is 40, 8), los cuervos se alimentan de muerte… Sin embargo, unos y otros son signo de gracia. Éste es el fundamento de la vida y la riqueza humana.

‒ Dios se preocupa de todos, el mundo tiene un sentido y dentro del mundo la vida de los hombres; quien separa mirar a los cuervos y a los lirios sabe que la vida es objeto de un cuidado amoroso.

‒ Los hombres deben apoyarse en el amor de Dios: no están perdidos o arrojados, no están abandonados en las cosas, sino que Dios mismo les acoge en su preocupación y cuidado, de manera que así pueden confiar y buscar el reino (Lc 12, 28. 31).

La naturaleza, incluso allí donde es más frágil (lirios) y más ambigua (cuervos), aparece así como signo de Dios. Por eso, la primera actitud del hombre ante la vida (incluso ante la que parece más ambigua) ha de expresarse en forma de confianza, como dice el libro de la Sabiduría: «Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa no las habrías creado» (cf. Sab 12, 16-18).

Cinco enseñanzas

1. Dos signos complementarios: pájaro y planta. El cuervo es la voracidad, el canto desagradable, el mal agüero, la falta de agradecimiento («cría cuervos y te sacarán los ojos», dice el refrán). El lirio es hermosura, pureza de intenciones, pero es también fragilidad, porque se consume en unos días. Pues bien, Jesús ha sabido vincular estos dos signos como expresión inquietante y gozosa de gracia. Entre cuervos y lirios vivimos, en fragilidad, en riesgo, pero en el fondo quien sepa ver sabe que existe providencia.

2. Leído en un nivel racionalista, este pasaje no resuelve nada. ¿Qué sentido tiene la belleza de un lirio, un hombre, que mañana morirá? ¿No sería mejor no haber nacido para terminar de esa manera? Y en el caso del cuervo: ¿Merece la pena vivir de carroña, alimentándose de muerte? Además, indirectamente, este pasaje sirve para destacar las dos preocupaciones que agobian a los hombres: la ansiedad por la comida (supervivencia) y la ambición por el vestido (apariencia), que convierten la existencia de muchos en angustia y guerra.

3. De la despreocupación a la tarea de la vida. En un primer momento, este pasaje nos lleva a superar el nivel de las preocupaciones. En ese plano más hondo, la vida no es tarea, sino gozo de vivir: Antes de hacer nada somos, y así hemos de vivir, como experiencia de Reino. Pero, en un segundo momento, ese ser ha de volverse ocupación, como veladamente dice el mismo Jesús. Los cuervos no siembran ni siegan y los lirios no hilan ni tejen, pero los hombres, en cambio, deben sembrar y segar, hilar y tejer si quieren comer y vestirse (cf. Gen 2).

3. Oposición, reconciliación. Eso significa que los hombres deben “trabajar”, pues han superado el nivel del contacto inmediato con la naturaleza (en el que se mueven, cada uno en su nivel el lirio y el cuervo), pero han de hacerlo sin el agobio que les vuelve esclavos de la producción y del consumo, impidiéndoles vivir desde la gracia. La angustia por la producción y posesión de bienes hace a los hombres enemigos, pues las cosas que producen y quieren atesorar son limitadas. En contra de eso, la búsqueda del Reino les vincula en amor, pues las cosas de Dios no se pierden al darse, sino que sólo se tienen y gozan cuando se comparten. De esa forma se distinguen el plano de la ley y el de la gracia.

5. Del cuidado por la vida a la experiencia de gratuidad. Lirio y cuervo viven inmersos en la naturaleza, no saben que viven. El hombre, en cambio, ha salido de la tierra madre, y sólo puede vivir si se preocupa por su pan y su vestido, pero sin dejar que esa preocupación le angustie o le lleve a un enfrentamiento de muerte con los otros. Jesús nos dice que el camino del hombre entre las cosas no le lleva a la muerte, sino a la fraternidad y al Reino, que ilumina su presente y llena de sentido su existencia. El Dios de Jesús no es un ídolo duro que nos entrega a la angustia y a la lucha sin remedio, sino un Padre que sabe lo que necesitamos y nos abre con un amor más grande y un cuidado superior hacia el futuro ya presente de su Reino.

Confianza en Dios, trabajo, comunión al servicio del Reino

Ciertamente, Jesús sabe que este mundo es espacio de riesgo y que, si no buscamos el Reino de Dios, podemos convertirlo en campo de batalla angustiosa de todos contra todos («Se levantará nación contra nación y reino contra reino»: Mc 13, 8). Pero, en sí mismo, como lugar donde se expresa el cuidado de Dios y puede buscarse su Reino, este mundo es bueno. No es lugar donde tenemos que morar como extranjeros, sino lugar y casa de Dios donde podemos amar y trabajar, en un gesto en el que pueden distinguirse estos niveles.

Ciertamente, los hombres deben trabajar para vivir: siembran y siegan (a diferencia de las aves), hilan y tejen (a diferencia de las flores); pero su trabajo no ha de ser esclavitud y agobio, sino como expresión y signo de una gracia más alta. La certeza de que hay Dios nos impulsa no sólo a contemplar el mundo, en gesto de gozosa admiración, sino que nos lleva también al compromiso de la búsqueda del Reino, que se expresa sobre todo en el amor hacia los otros.

La confianza en la naturaleza, creada por Dios, está en el fondo del mensaje de Jesús y es componente radical de su evangelio, en contra de todas las posibles tentaciones de evasión, misticismo o gnosis negadora de la vida. Por eso debemos trabajar para vivir sobre la tierra, pero el trabajo ha de encontrarse abierto al Reino. La inmersión en la naturaleza no basta. El equilibrio del mundo resulta insuficiente, como suponen y añaden de formas complementarias los dos evangelistas, expandiendo el mensaje de Jesús.

Contexto evangélico

‒ Lucas 12, 22-31 pone de relieve la experiencia de la confianza radical: «No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino» (12, 32). Pero luego, de manera paradójica, traduce esa confianza como entrega a favor de los demás: Aquellos que confían en el Reino se liberan del agobio inmediato por los bienes (12, 30-31), pero no para vivir desentendidos, sino para darlos en limosna, como don para los otros (12, 33-34).

La presencia del Reino, simbolizada en los lirios del campo, aparece así como principio de trasformación económica, de manera que las mismas posesiones (que podían ser signo de egoísmo) vienen a mostrarse como principio real de gratuidad entre los hombres.

‒ Mateo 6, 25-32 sitúa este pasaje en un contexto marcado por el riesgo de la idolatría económica y por la exigencia de superación de una vida hecha de oposiciones. Ciertamente, incluye un dicho de sabiduría popular («No os preocupéis por el mañana, pues el mañana traerá su propia preocupación…»; 6, 34), pero lo define a través de la sentencia anterior (no podéis servir a Dios y a la mamona: 6, 24) y de la siguiente (no juzguéis y no seréis juzgados: 7, 1. De esa forma, los lirios y los cuervos vienen a mostrarse como signo de un compromiso de vida a favor de los demás.

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