“Vosotros sois la luz del mundo”. Domingo 9 de febrero de 2014. 5º domingo de tiempo ordinario.
Leído en Koinonia:
Is 58,7–10: Romperá tu luz como la aurora
Salmo responsorial 111: El justo brilla en las tinieblas como una luz
1Cor 2,1–5: Les anuncié el misterio de Cristo crucificado
Mt 5,13–16: Sois la luz del mundo
Las lecturas de hoy tienen como tema central la justicia de Dios, expresada plenamente en el amor misericordioso para con el prójimo. El relato que leemos del profeta Isaías se enmarca en el contexto del ayuno, en donde se realiza una fuerte crítica al pueblo de Israel por sus prácticas religiosas desarticuladas de la fe y la justicia con los pobres. El profeta llama a realizar el verdadero culto a Yahvé, ligado íntimamente con la justicia y la misericordia. Las diferentes prácticas religiosas deben salir del corazón y deben dar el fruto de una verdadera justicia social, concretizada en el compartir del pan con el hambriento, en la solidaridad con los que sufren, en preocuparse visceralmente por los hermanos pobres, pues en ellos, en los abatidos, en los mal vistos, es donde el mismo Dios se revela; es en ellos donde la luz de Dios se hace presente; es donde el Dios de Israel verdaderamente habita.
En relación con lo anterior, Pablo expresa a los corintios que el misterio de Dios anunciado por él no se fundamenta en la sabiduría humana, sino en el mismo Señor crucificado, lo cual significa que es Dios quien ha actuado en Pablo y en la comunidad. Es relevante que Pablo se refiera a la cruz de Cristo como el elemento esencial de su predicación. Con ello quiere hacer presente el verdadero rostro de Dios que se revela no a los sabios ni a los poderosos, sino a los más vulnerables de la sociedad. De ahí que el anuncio de la Palabra transformadora de Dios no pertenezca al mundo de la sabiduría humana, sino a la fuerza salvífica del Espíritu de Dios; es decir, que la fe y su debido comportamiento moral, sintetizado en la justicia y en la misericordia, sea una iniciativa exclusiva de Dios, una acción liberadora que penetra en el corazón del ser humano y que lo empuja a actuar de una manera coherente con la Palabra escuchada. Por tanto, el anuncio del misterio de Dios realizado por Pablo a la comunidad griega de Corinto es su propia experiencia de Cristo; lo que realmente anuncia es la vivencia de ese mensaje.
El evangelio de hoy, de Mateo, expresa cuál es la misión de los creyentes de todos los tiempos: ser sal y luz para el mundo. Tanto la sal como la luz son elementos necesarios en la vida cotidiana de las familias. La sal da sabor a las comidas, conserva los alimentos, purifica; en la antigua Palestina servía para encender y mantener el fuego de los hornos de tierra. Por su parte, como es sabido, la luz disipa las tinieblas, ilumina y orienta a las personas; es la metáfora perfecta que emplea el AT para hacer referencia a Dios; y es la tarea de los profetas y en especial la del Mesías: ser luz de las naciones (Is 42,6). Sal y luz, entonces, hablan de la tarea del seguidor fiel de Jesús: Expresar la fe, su integración con el proyecto de Dios a través del testimonio de vida, a través de las buenas obras, de los buenos frutos; tiene la misión de mantener el sabor y la luminosidad de la Palabra de Dios en todo tiempo y lugar del mundo –empresa que únicamente se logra por medio de una conciencia plena de la necesidad de fomentar en la comunidad mundial la justicia y la solidaridad entre los hermanos.
¿Y cuando la Iglesia no es «luz del mundo», sino que también aporta su oscuridad, el pecado de sus fieles y hasta de sus sacerdotes, y la falta de renovación para ser sal de la tierra? También hay que preguntarse eso. Porque la frase del evangelio no es una declaración dogmática que nos haga inmunes al mal… El mal y el pecado también se adentran en nuestras vidas, y en la del colectivo eclesial, y hace falta coraje para verlo, para reconocerlo, y para combatirlo. Combatir el mal, también cuando lo vemos dentro de nuestra propia Iglesia, es un deber. No es mayor amor el de que prefiere callar… Ciertamente que la denuncia del mal de la Iglesia tiene que ser por amor, pero un amor probablemente conflictivo, que encontrará resistencias. Pero el amor no es capaz de callar de forma cómplice, cuando se siente en la obligación de combatir el mal, precisamente por amor.
Para la revisión de vida
La palabra, sin el testimonio de vida, es increíble; pero el testimonio de las obras, sin la palabra que interprete el testimonio, puede ser ininteligible. Palabra y testimonio mutuamente se necesitan. ¿Cómo va en mi vida ese binomio de palabra y testimonio? ¿Qué predomina? ¿Qué falla? Se conjuntan y apoyan mutuamente?
Para la reunión de grupo
– ¿Cuáles de los métodos que hoy tenemos para conservar los alimentos existían en tiempos de Jesús?
– ¿Era grande el valor que los antiguos daban a la sal? ¿Por qué?
– ¿Por qué la expresión “negar el pan y la sal”?
– ¿Qué puede querer decir Jesús al hablar de que sus discípulos deben ser “sal de la tierra”?
– ¿Qué decir de la luz?
Para la oración de los fieles
– Para que los cristianos, como la sal con los alimentos, estemos en contacto con el mundo y no nos aislemos, roguemos al Señor…
– Para que también los cristianos nos dejemos influenciar por todo lo bueno que encontramos en la vida de tantos hombres y mujeres, de tantos pueblos y religiones, como algo con lo que Dios nos interpela y nos ayuda a crecer en santidad y en comunión…
– Para que, como la sal, demos sabor a lo que nos rodea…
– Para que “brillen nuestras obras ante los hombres” y mujeres…
– Para que la palabra de la Iglesia vaya avalada por su compromiso…
– Para que el compromiso de los cristianos sea interpretado correctamente mediante la confesión explícita de la fe…
Oración comunitaria
Dios Padre y Madre universal, que en Jesús nos has invitado a compartir la Buena Nueva que él nos trajo; haz que los cristianos hagamos valer socialmente los valores de amor y servicio del Evangelio, para que a nuestros hermanos les sea más fácil reconocer la presencia que ya tú tienes en todos ellos y así seamos efectivamente “sal y luz de la tierra”. Nosotros te lo pedimos con la mirada puesta en Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro.
Señor, Jesús, amado mío, permite que este indigno siervo tuyo, pueda ser sal, pueda ser luz, para quien estan an mi entorno, permite que yo pueda dar un poco de consuelo, que sepa escuchar y que pueda ayudar a quien lo requiera, y trasmitir el amor de Abba.