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Archivo para Domingo, 9 de febrero de 2014

Pureza del corazón.

Domingo, 9 de febrero de 2014
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Del blog À Corps… À  Coeur:

(…)

-¡Hermana agua! -gritó Francisco, acercandose al torrente-. Tu pureza canta la inocencia de Dios. Saltando de una roca a otra, León atravesó corriendo el torrente. Francisco le siguió. Tardó más tiempo. León, que le esperaba de pie en la otra orilla, miraba cómo corría el agua limpia con rapidez sobre la arena dorada entre las masas grises de rocas. Cuando Francisco se le juntó, siguió en su actitud contemplativa. Parecía no poder desatarse de ese espectáculo. Francisco le miró y vio tristeza en su rostro.

-Tienes aire soñador -le dijo simplemente Francisco.

-¡Ay si pudiéramos tener un poco de esta pureza -respondió León-. también nosotros conoceríamos la alegría loca y desbordante de nuestra hermana agua y su impulso irresistible!

Había en sus palabras una profunda nostalgia, y León miraba melancólicamente el torrente, que no cesaba de huir en su pureza inaprensible.

-Ven -le dijo Francisco, cogiéndole por el brazo. Empezaron los dos otra vez a andar. Después de un momento de silencio, Francisco preguntó a León:

-¿Sabes tú, hermano, lo que es la pureza de corazón?

-Es no tener ninguna falta que reprocharse -contestó León sin dudarlo.

-Entonces comprendo tu tristeza -dijo Francisco-, porque siempre hay algo que reprocharse.

-Sí -dijo León-, y eso es, precisamente, lo que me hace desesperar de llegar algún día a la pureza de corazón.

-iAh!, hermano León, créeme -contestó Francisco-, no te preocupes tanto de la pureza de tu alma. Vuelve tu mirada hacia Dios. Admírale. Alégrate de lo que El es, El, todo santidad. Dale gracias por El mismo. Es eso mismo, hermanito, tener puro el corazón. Y cuando te hayas vuelto así hacia Dios, no vuelvas más sobre ti mismo. No te preguntes en dónde estás con respecto a Dios. La tristeza de no ser perfecto y de encontrarse pecador es un sentimiento todavía humano, demasiado humano. Es preciso elevar tu mirada más alto, mucho más alto. Dios, la inmensidad de Dios y su inalterable esplendor. El corazón puro es el que no cesa de adorar al Señor vivo y verdadero. Toma un interes profundo en la vida misma de Dios y es capaz, en medio de todas sus miserias, de vibrar con la eterna inocencia y la eterna alegría de Dios. Un corazón así está a la vez despojado y colmado. Le basta que Dios sea Dios. En eso mismo encuentra toda su paz, toda su alegría y Dios mismo es entonces su santidad.

-Sin embargo, Dios reclama nuestro esfuerzo y nuestra fidelidad -observó León.

-Es verdad -respondió Francisco-. Pero la santidad no es un cumplimiento de sí mismo, ni una plenitud que se da. Es, en primer lugar, un vacío que se descubre, y que se acepta, y que Dios viene a llenar en la medida en que uno se abre a su plenitud. Mira, nuestra nada, si se acepta, se hace el espacio libre en que Dios puede crear todavía. El Señor no se deja arrebatar su gloria por nadie. El es el Señor, el Unico, el Solo Santo. Pero coge al pobre por la mano, le saca de su barro y le hace sentar sobre los príncipes de su pueblo para que vea su gloria. Dios se hace entonces el azul de su alma. Contemplar la gloria de Dios, hermano León, descubrir que Dios es Dios, eternamente Dios, más allá de lo que somos o podemos llegar a ser, gozarse totalmente de lo que El es. Extasiarse delante de su eterna juventud y darle gracias por Sí mismo, a causa de su misericordia indefectible, es la exigencia más profunda del amor que el Espíritu del Señor no cesa de derramar en nuestros corazones, y es eso tener un corazón puro, pero esta pureza no se obtiene a fuerza de puños y poniéndose en tensión.

-¿Y cómo hay que hacer? -preguntó León.

-Es preciso simplemente no guardar nada de sí mismo. Barrerlo todo, aun esa percepción aguda de nuestra miseria; dejar sitio libre, aceptar el ser pobre; renunciar a todo lo que pesa, aun el peso de nuestras faltas; no ver más que la gloria del Señor y dejarse irradiar por ella. Dios es, eso basta. El corazón se hace entonces ligero, no se siente ya el mismo, como la alondra embriagada de espacio y de azul. Ha abandonado todo cuidado, toda inquietud. Su deseo de perfección se ha cambiado en un simple y puro querer a Dios.

(…)

*

Eloi LECLERC, Sabiduría de un pobre, Ed. Marova (Col. Maran Atha). Cap. X, pp. 112-116, Madrid 1992, 164 páginas.

***

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“Salir a las periferias”. 9 de febrero de 2014. 5 Tiempo ordinario (A). Mateo 5, 13-16

Domingo, 9 de febrero de 2014
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Jesús da a conocer con dos imágenes audaces y sorprendentes lo que piensa y espera de sus seguidores. No han de vivir pensando siempre en sus propios intereses, su prestigio o su poder. Aunque son un grupo pequeño en medio del vasto Imperio de Roma, han de ser la “sal” que necesita la tierra y la “luz” que le hace falta al mundo.

“Vosotros sois la sal de la tierra”. Las gentes sencillas de Galilea captan espontáneamente el lenguaje de Jesús. Todo el mundo sabe que la sal sirve, sobre todo, para dar sabor a la comida y para preservar los alimentos de la corrupción. Del mismo modo, los discípulos de Jesús han de contribuir a que las gentes saboreen la vida sin caer en la corrupción.

Vosotros sois la luz del mundo. Sin la luz del sol, el mundo se queda a oscuras y no podemos orientarnos ni disfrutar de la vida en medio de las tinieblas. Los discípulos de Jesús pueden aportar la luz que necesitamos para orientarnos, ahondar en el sentido último de la existencia y caminar con esperanza.

Las dos metáforas coinciden en algo muy importante. Si permanece aislada en un recipiente, la sal no sirve para nada. Solo cuando entra en contacto con los alimentos y se disuelve con la comida, puede dar sabor a lo que comemos. Lo mismo sucede con la luz. Si permanece encerrada y oculta, no puede alumbrar a nadie. Solo cuando está en medio de las tinieblas puede iluminar y orientar. Una Iglesia aislada del mundo no puede ser ni sal ni luz.

El Papa Francisco ha visto que la Iglesia vive hoy encerrada en sí misma, paralizada por los miedos, y demasiado alejada de los problemas y sufrimientos como para dar sabor a la vida moderna y para ofrecerle la luz genuina del Evangelio. Su reacción ha sido inmediata: “Hemos de salir hacia las periferias”.

El Papa insiste una y otra vez: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrase a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termina clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos”.

La llamada de Francisco está dirigida a todos los cristianos: “No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos”. “El Evangelios nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro”. El Papa quiere introducir en la Iglesia lo que él llama “la cultura del encuentro”. Está convencido de que “lo que necesita hoy la iglesia es capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones”.

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Contribuye a construir una Iglesia más fiel a Jesús. Pásalo.

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“Vosotros sois la luz del mundo”. Domingo 9 de febrero de 2014. 5º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 9 de febrero de 2014

Leído en Koinonia:

Is 58,7–10: Romperá tu luz como la aurora
Salmo responsorial 111: El justo brilla en las tinieblas como una luz
1Cor 2,1–5: Les anuncié el misterio de Cristo crucificado
Mt 5,13–16: Sois la luz del mundo

Las lecturas de hoy tienen como tema central la justicia de Dios, expresada plenamente en el amor misericordioso para con el prójimo. El relato que leemos del profeta Isaías se enmarca en el contexto del ayuno, en donde se realiza una fuerte crítica al pueblo de Israel por sus prácticas religiosas desarticuladas de la fe y la justicia con los pobres. El profeta llama a realizar el verdadero culto a Yahvé, ligado íntimamente con la justicia y la misericordia. Las diferentes prácticas religiosas deben salir del corazón y deben dar el fruto de una verdadera justicia social, concretizada en el compartir del pan con el hambriento, en la solidaridad con los que sufren, en preocuparse visceralmente por los hermanos pobres, pues en ellos, en los abatidos, en los mal vistos, es donde el mismo Dios se revela; es en ellos donde la luz de Dios se hace presente; es donde el Dios de Israel verdaderamente habita.

En relación con lo anterior, Pablo expresa a los corintios que el misterio de Dios anunciado por él no se fundamenta en la sabiduría humana, sino en el mismo Señor crucificado, lo cual significa que es Dios quien ha actuado en Pablo y en la comunidad. Es relevante que Pablo se refiera a la cruz de Cristo como el elemento esencial de su predicación. Con ello quiere hacer presente el verdadero rostro de Dios que se revela no a los sabios ni a los poderosos, sino a los más vulnerables de la sociedad. De ahí que el anuncio de la Palabra transformadora de Dios no pertenezca al mundo de la sabiduría humana, sino a la fuerza salvífica del Espíritu de Dios; es decir, que la fe y su debido comportamiento moral, sintetizado en la justicia y en la misericordia, sea una iniciativa exclusiva de Dios, una acción liberadora que penetra en el corazón del ser humano y que lo empuja a actuar de una manera coherente con la Palabra escuchada. Por tanto, el anuncio del misterio de Dios realizado por Pablo a la comunidad griega de Corinto es su propia experiencia de Cristo; lo que realmente anuncia es la vivencia de ese mensaje.

El evangelio de hoy, de Mateo, expresa cuál es la misión de los creyentes de todos los tiempos: ser sal y luz para el mundo. Tanto la sal como la luz son elementos necesarios en la vida cotidiana de las familias. La sal da sabor a las comidas, conserva los alimentos, purifica; en la antigua Palestina servía para encender y mantener el fuego de los hornos de tierra. Por su parte, como es sabido, la luz disipa las tinieblas, ilumina y orienta a las personas; es la metáfora perfecta que emplea el AT para hacer referencia a Dios; y es la tarea de los profetas y en especial la del Mesías: ser luz de las naciones (Is 42,6). Sal y luz, entonces, hablan de la tarea del seguidor fiel de Jesús: Expresar la fe, su integración con el proyecto de Dios a través del testimonio de vida, a través de las buenas obras, de los buenos frutos; tiene la misión de mantener el sabor y la luminosidad de la Palabra de Dios en todo tiempo y lugar del mundo –empresa que únicamente se logra por medio de una conciencia plena de la necesidad de fomentar en la comunidad mundial la justicia y la solidaridad entre los hermanos. Leer más…

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“La sal y la luz.” Domingo 5º TO. Ciclo A. 9 de febrero 2014

Domingo, 9 de febrero de 2014
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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El evangelio de este domingo consta de dos breves parábolas.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del candelero, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.

Diseccionando el texto

Aunque empiezan de forma muy parecida, el desarrollo de las dos parábolas es distinto.

La primera consta dos elementos: afirmación (vosotros sois la sal) y advertencia sobre el peligro de perder el sabor.

La segunda es más compleja, consta de cuatro elementos: entre la afirmación (vosotros sois la luz) y la advertencia sobre el peligro de meter la lámpara en el armario, encontramos una nueva imagen sobre la ciudad en lo alto del monte, y termina con una exhortación a hacer brillar nuestra luz.

Pido perdón por destripar el texto, pero lo hago para dejar claro la difícil tarea de los evangelistas, que reunieron palabras pronunciadas por Jesús en diversos momentos, y no tenían la posibilidad moderna de marcar bloque y trasladar o borrar sin enorme gasto de tiempo y de dinero.

El contexto: las parábolas y las bienaventuranzas

El evangelio de Mateo sitúa estas dos parábolas inmediatamente después de las bienaventuranzas (que se habrían leído el domingo pasado si no hubiera coincidido con la fiesta de la Presentación). Las bienaventuranzas hablan de las personas que pueden interesarse por el mensaje de Jesús y entenderlo; de las que pueden entrar a formar parte de la comunidad cristiana (el reinado inicial de Dios) por los motivos más diversos en su actitud ante Dios y el prójimo. Proclamando los valores más inauditos, son un canto de esperanza para todos los que se sienten marginados por la sociedad y el estamento religioso: Dios Rey los acoge como súbditos.

Pero Mateo, siempre tan realista, no quiere que los cristianos lancemos las campanas al vuelo, que nos sintamos maravillosos y al seguro. Por eso, antes de entrar en el cuerpo central del Sermón del Monte, nos da un doble toque de atención con estas dos parábolas.

Los dos peligros

Leídas juntas, las dos parábolas pretende ilusionar a los oyentes recordándoles que Dios les ha concedido la capacidad de dar sabor, y energía para iluminar a todos los hombres, redundando en gloria de Dios.

Pero caben dos peligros: el prime­ro, perder la energía (parábola de la sal); el segundo, ocultarla (parábola de la luz del mundo).

¿Cómo se puede perder la energía? Más adelante, en la parábola del sembrador, Mateo ofrece unas pistas cuando habla de la semilla sembrada entre cardos: las preocupaciones mundanas y la seducción de la riqueza lo ahogan, y no da fruto (Mt 13,22).

¿Cómo conservar la energía? Si tomamos como modelo a Jesús, sus dos fuentes de energía fueron la oración (tema que subrayan los cuatro evangelios) y el contacto directo con el prójimo, especialmente con los más necesitados (enfermos, marginados).

¿Cómo ocultar la luz? Dejándonos arrastrar por lo cómodo y fácil. Jesús fue luz del mundo porque no se recluyó cómodamente en su mundo, prefirió el esfuerzo, el riesgo, el cansancio, la adversidad y la muerte.

¿Cómo hacer que brille nuestra luz?

La primera lectura, tomada del c.58 de Isaías, encaja perfectamente con la parábola de la luz.

Así dice el Señor:
Parte tu pan con el hambriento,
hospeda a los pobres sin techo,
viste al que ves desnudo,
y no te cierres a tu propia carne.
Entonces romperá tu luz como la aurora,
en seguida te brotará la carne sana;
te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor.
Entonces clamarás al Señor, y te responderá;
gritarás, y te dirá: «Aquí estoy.
Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia,
cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente,
brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.

Tras la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia (año 586 a.C.), la situación del pueblo judío fue trágica, incluso después de la vuelta del destierro (año 538 a.C.). La capital siguió prácticamente despoblada hasta mediados o finales del siglo V (época de Nehemías) y la situación económica era de absoluta penuria. El pueblo se sentía como un cuerpo enfermo y sumergido en tinieblas.

En esas circunstancias de desánimo, busca la solución en una serie de ceremonias religiosas, especialmente el ayuno (que implicaba no sólo abstenerse de alimentos sino también realizar otros ritos, como cubrirse de saco y ceniza, etc.), para ganarse el favor de Dios. Pero Dios no hace nada. Y el pueblo se queja y protesta. «¿Para qué ayunar si no haces caso?» Dios responde por medio del profeta: si quieres que tu situación mejore, que brille tu luz en las tinieblas, que rompa tu luz como la aurora, comprométete con el que pasa hambre, tiene sed, está desnudo y sin techo (las famosas obras de misericordia, que se conocían ya en el antiguo Egipto); destierra la opresión y la maledicencia.

Hay una idea capital en esta lectura. Cuando habla de los necesitados termina diciendo: «y no te cierres a tu propia carne». El hambriento, desnudo o sin techo no es un ser extraño, ajeno a mí, al que hago un favor si me apetece. Es mi propia carne, que reclama cuidado y atención, como un miembro cualquiera de nuestro cuerpo.

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Dom 9. 2. 14. Ciudad sobre el Monte, Sal-Lux .

Domingo, 9 de febrero de 2014
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Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 5, tiempo ordinario. Ciclo A. «Como una ciudad elevada sobre el monte, que no puede ocultarse… Vosotros sois sal de la tierra, sois la luz del mundo». Así describe Jesús a la Ciudad-Testimonio que debe ser la Iglesia verdadera

La Iglesia ha de ser Ciudad de la Sal que sirve para conservar y sazonar los alimentos. De sal viene “salario”, una de las formas primeras de dinero, un saquito de sal para los “voluntarios” de la vida, que no se les pudra la carne, que no pierda su gusto el cocido. Así han de ser los cristianos, sal del mundo, no sal que lo destruye todo cuando se vuelve insípida, convirtiendo la tierra en salares, llanuras inhóspitas de muerte, como en el Mar de la Sal, a unas leguas de Jerusalén.

‒ Ha de ser Ciudad de la Luz, faro y guía para los hombres y los pueblos, como quiso ser Jerusalén desde antiguo (cf. Is 60)
. Conservar el mundo con la Sal, alumbrarlo con la Luz de la esperanza, de la vida, esa es la tarea de la Iglesia. Luz necesita este mundo, pues hay muchos que se empeñan en cerrar los ojos y en cegar a los demás, haciéndoles esclavos, en contra de Jesús que vino a ofrece luz…

Mi encuentro con el tema de esta ciudad Sal y Luz fue muy antiguo. Recuerdo que era niño cuando los estudiantes mercedarios de Poio crearon, bajo auspicios de mi tío A. Ibarrondo, una revista titulada Sal-Lux, Sal y Luz… (allí hacia el año 1950).

Más tarde tuve el honor de ser por algún algún tiempo (1962-1964) director de esa revista. Nuestro lema era entonces el evangelio de este domingo: La Iglesia es Sal y Luz, ciudad elevada sobre el monte.

Queríamos ser Sal-Lux, buena Sal que conserva lo antiguo y lo mantiene, firme luz que sirve de guía a las naves y a las gentes, como aquella luz del faro que peinaba el agua de la ría. Muchos conservamos renovadas aquellas convicciones. Buen domingo a todos.

Texto. Mateo 5,13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.”

1. Ésta es la Iglesia del Monte, de la que habla Jesús

Una ciudad que es Monte, Monte de Piedad (¡eso eran los bancos antiguos!), Monte de Sal, altura de Luz, para los pueblos. Evidentemente, esta imagen no se entiende a la primera en las inmensas llanuras, tierras bajas infinitas…, sino entre pueblos y gentes que viven en torno a montañas, donde las ciudades se construyeron sobre las colinas, como en la tierra de Jesús, como en Jerusalén, ciudad del monte, altura hermosa, lugar donde deberían alumbrarse todas las naciones (cf. 2, 2-4; 60, 1 ss; Ap 21-22)

En contra de la ciudad-banco que se cierra en sí misma, como un cofre. El sistema quiere cerrarlo todo bajo llave, en el gran armario del Dios-Capital, considerado como fundamento o sustancia (cf. Lc 15, 13) de todo lo que existe, ‘mamona’ antigua (Mt 6, 24; Lc 16, 13), ídolo supremo de la modernidad. Ésta es la ciudad perverso y fuerte, porque engaña o enmascara todas las relaciones humanas, en clave de producción, al servicio del mercado donde el capital culmina su despliegue, para volver hacia sí mismo, en términos de efectividad y progreso, en compra-venta pura, encerrando a todos en su cárcel.

El evangelio se expresa y brilla como ciudad alta,montaña que se eleva, que emociona, que vincula con Dios (contemplación) y que reúne en amor a todos los hermanos. Éste es el monte de la piedad y del amor, de la concordia y de la vida, un tema querido para Jesús y para San Juan de la Cruz. Ésta es la ciudad del “buen capital” (cabeza, cabezo, altura), que no es moneda para tener, producir y vender (y capitalizar), sino don para dar y compartir. El hombre moderno siente vacío y por eso quiere asegurar la vida en lo que tiene, es decir, en el capital y así se pervierte (vierte mal) y construye formas de vinculación humano o globalización que destruyen a los pobres. Pues bien, en contra de eso, la Iglesia no tiene otra respuesta que el amor gratuito, desde su propia pobreza, en entendida en forma de comunión gratuita de la vida.

En ese monte donde sólo habita el amor de Dios, que es Sal que todo lo conserva, que es Luz que todo alumbra, ha situado Jesús su ciudad, elevada en amor, que atrae y vincula a todos los hombres… Desde esa ciudad del monte ha querido Jesús que bajen sus enviados (cf. Mt 28, 16-20) para anunciar a todos los hombres las buena nueva de la concordia…

2. Las dos ciudades

‒ La Ciudad de la pura Ley asegura a cada uno en lo que tiene, afirmando en su grandeza a los grandes
, de manera que ella afirma que la realidad es jerárquica, conforme a una fortuna que a unos habría hecho dioses y a otros mortales. Pues bien, por encima de la Ley está el Amor generoso, que supera toda jerarquía, pues da gratuitamente lo que tiene. De esa forma, la misma riqueza se vuelve pobreza, regalo completo, pues busca una forma más honda y generosa de riqueza, que no es tener para sí, frente a los otros, sino dar de sí, para que los otros sean y puedan también darme y gocemos juntos, en comunión de vida regalada.

El que interpretar la vida como Capital debe defenderlo y defenderse, para así mantener lo que tiene, producir más y venderlo, para asegurar la propia vida en lo tenido, es decir, en algo externo. Esta idolatría del Capital (no el capital como lenguaje de relación económica) nace de la envidia mimética que nos enfrenta a unos con otros: para ser lo que soy y tenerme a mí mismo debo dominar al otro o competir con él, pues de lo contrario él me dominaría. Esta idolatría es la máxima miseria, pues me impide saber lo que es amor en gratuidad y recibir gratuitamente el amor de los demás, sin miedo ni afán de supremacía. Frente a esa idolatría se eleva el ministerio cristiano del amor, como gesto de pobreza que enriquece y lleva a compartir la vida.

‒ La ciudad del monte del amor es lugar donde la vida se comparte y se conserva (Sal), es lugar donde la vida alumbra, ilumina, abre caminos de vida. Quien ama es rico al dar, esto es, dándose a sí mismo, regalando su propia realidad de un modo gratuito, sin cálculos de rentabilidad. Así decimos que Dios ha creado por amor todas las cosas, por pura generosidad, sin pedir nada a cambio, dándose a sí mismo. Es más, así podemos añadir que en su plenitud la creación se vuelve encarnación: Dios se ha dado de tal forma que ha venido a introducirse en nuestra carne, a ser carne en nosotros, quedando de esa forma en manos de aquellos a quienes suscita con su don, de aquellos que reciben su regalo y le reciben.

El capital busca seguridades, para mantenerse por encima y conseguir su provecho. El que ama, en cambio, se regala y da de tal manera que renuncia a su propia seguridad, poniéndose a merced de sus amados.

Así hace Dios al encarnarse en Cristo (y en cada uno de los hombres). En la raíz del amor se descubre siempre su poderosa fragilidad, tanto en el encuentro de dos enamorados, como en el nacimiento de un niño y en el misterio de la muerte, entendida de un modo pascual. En ese fondo de amor se asientan todos los ministerios, como hemos visto en la primera parte de este libro, al ocuparnos de Pablo, que interpreta el amor (1 Cor 13) como centro y sentido de todos los servicios cristianos (1 Co 12-14).

3. Iglesia, el testimonio de la vida

La iglesia es la comunión de aquellos que creen en el Dios que es Vida-Amor, revelado por Jesús como principio de apertura universal. Ciertamente, ella asume ese mensaje de Jesús como guía y signo de santidad para sus fieles, y así lo muestran sus manuales de moral y de piedad. Pero normalmente, en cuanto institución, ella se ha sentido dispensada de cumplir el evangelio (¡el sermón de la montaña!), de manera que ella (con su jerarquía) ha ocupado desde el siglo IV-V d.C. (y de un modo más intenso desde el XI-XII) espacios de poder social, y ha tomado riquezas que dice tener para los pobres, pero que acaban valiendo por sí mismas, para bien de la propia iglesia . Leer más…

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“Ordinario apetito”, por Dolores Aleixandre.

Domingo, 9 de febrero de 2014
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Leído en su blog Un grano de mostaza:

No confundir con “apetito ordinario” ni asociarlo sólo con temas gastronómicos. Estoy citando nada menos que a San Juan de la Cruz cuando dice en la Subida al Monte Carmelo: “Lo primero, traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas sus cosas, conformándose con su vida”. (I, Cap. 13,3). Así lo suelta, sin más contemplaciones, dejándonos con la inquietud de qué será eso del “apetito” y qué le añade lo de ser “ordinario”.

En realidad, de apetitos sabemos todos bastante en su versión de deseos, gustos, afanes, inclinaciones o ganas, asociadas estas muchas veces al comer y beber. A Eva el fruto del dichoso árbol prohibido le “tentaba el apetito, era una delicia de ver y deseable para tener acierto” (Gen 3,6). David dijo un día que le apetecía beber el agua de una fuente de Belén que estaba precisamente en poder de los filisteos. Como siempre hay gente dispuesta a hacer lo que sea para contentar al jefe, allá que se fueron tres de sus hombres arriesgando sus vidas para traérsela. Entonces él cayó en la cuenta de lo insensato que había sido y, en vez de bebérsela, la derramó por el suelo de puro remordimiento (2 Sam 23,15ss).

A otros el apetito les da por lo sexual, como a Amnón, hijo de David, un tipo incestuosísimo: se enamoró de su hermanastra Tamar que estaba divina de la muerte, le dijo que le apetecían unos buñuelitos que le salían a ella riquísimos y que se los llevara a su alcoba. Comprenderán que no voy a ponerme a contarles aquí lo que sigue, pero los mayores de 18 años pueden leerlo en 2 Sam 13.

Mejor vuelvo al texto de San Juan de la Cruz: “…la cual (vida de Cristo) deben considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como se hubiera él”. Considerar: es decir, conocerla, recordarla, estudiarla, contemplarla y hasta aprendérsela de memoria. Saber más sobre sus gustos y apetitos: le gustaba madrugar, por ejemplo, y estar a solas con su Padre en el monte; prefería comer en compañía; se le iba el corazón hacia la gente más perdida; le impacientaban los fariseos y sus rigideces; no se dejaba acaparar por la familia; le importaba la gente y les hacía preguntas: “¿Qué queréis que haga por vosotros?, ¿A quién buscáis? ¿Qué te parece, Simón?, ¿De qué venís hablando por el camino?, ¿Quieres curarte?, ¿Ves algo?, ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? ¿Quién me ha tocado el manto?, ¿Quién soy yo para vosotros?”… Sabía acoger los gritos y las lágrimas de la gente abatida y derrotada: “Ánimo, no tengas miedo, yo no te condeno, vente conmigo, tus pecados te son perdonados, levántate, sal fuera, vete en paz…”

Procuraba con extraña fijación tener cerca a sus discípulos, caminar con ellos, comer en su compañía. Ellos se comportaban tal y como eran: cerriles y obtusos, escuchándole a medias, enredando en sus móviles mientras les hablaba del Reino. Pero él estaba inmunizado contra la decepción: los quería tal como eran sin poderlo remediar, lo mismo que le pasa con nosotros para dicha nuestra.

Si lo de imitarle y conformarnos con su vida nos sobrepasa, podemos al menos ir a más en lo de conocerle y discurrir nuevas maneras de hacerlo, a mí se me ocurre esta: bajarnos de internet los cuatro Evangelios y convertir nuestros artilugios electrónicos en GospelPad, Gospelphone, whatsapGospel, onetouchGospel, smartGospel, androidGospel…

Si mi propuesta consigue un éxito viral (acabo de aprender este adjetivo), al mirar a los que van sentados enfrente de nosotros en el metro enfrascados en sus móviles, podremos preguntarnos: ¿Estarán jugando a explotar caramelos de colores o aprendiéndose de memoria las bienaventuranzas…?

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Entrevista a Enrique Martínez Lozano, psicoterapeuta y teólogo: “El camino espiritual es reconocer quiénes somos y conectarnos a ello”, por Lala Franco

Domingo, 9 de febrero de 2014
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 Leído en Alandar:

Para Enrique Martínez Lozano la espiritualidad es un viaje a la plenitud.

Enrique Martínez Lozano es un autor y conferenciante de éxito. Psicoterapeuta y teólogo, se ha secularizado hace un año, lo que no ha cambiado un ápice la tarea a la que se dedica en exclusiva desde hace una década: el acompañamiento espiritual de grupos mediante el aprendizaje de la meditación en talleres y retiros por toda la geografía nacional. Autor de numerosos libros, escribe un comentario semanal del Evangelio en clave no-dual. La espiritualidad es, para él, un viaje a la plenitud de nosotros mismos que nos convertirá en personas unificadas y compasivas. La espiritualidad es su tema. El tiempo y el papel se quedan escasos para contener el río de su pensamiento y su experiencia.

Enrique, ¿qué es la espiritualidad?

Por decirlo de un modo sencillo, “espiritualidad” hace referencia directa a la dimensión profunda de lo real. Podría añadirse que lo “espiritual” es todo lo real, en su “doble cara”: lo visible y lo invisible, lo manifiesto y lo inmanifestado… pero no como dos realidades añadidas, sino como los dos rostros de lo único real.

¿Cuáles son, según tu experiencia, las aspiraciones del hombre de hoy en el terreno espiritual? ¿Hay sed de Dios?

Hay sed de interioridad, de profundidad, de silencio, de plenitud… Porque no se puede soportar demasiado tiempo la anemia. La búsqueda es expresión del hambre y de la sed de aquello que no puede ser satisfecho con ningún objeto. ¿”Dios”? Siempre que no lo confundamos con la misma palabra ni con ninguna de nuestras imágenes mentales. El maestro Eckhart decía, en el siglo XIII: “No tengas ningún dios pensado, porque cuando cambie tu pensamiento, ese dios caerá con él”. Y Charo Rodríguez, una poetisa amiga, escribe: “Solo el Dios encontrado,/ningún dios enseñado puede ser verdadero,/ningún dios enseñado./Solo el Dios encontrado puede ser verdadero”. Es comprensible que las personas vivan aferradas a imágenes de Dios con las que han convivido desde niños. Sin embargo, para que haya crecimiento espiritual, antes o después se hace imprescindible reconocer que son solo imágenes y dejar caer cualquier representación mental. Solo entonces, estamos disponibles para experimentar y saborear el misterio.

A Dios, dices, no lo podemos pensar, solo vivir. Pero, ¿cómo vivir a Dios?

Seamos o no conscientes de ello, Dios ya se está viviendo en todos nosotros, en todo lo que es. Un Dios “separado” es solo una proyección mental. Lo “dejamos vivir” sencillamente en la medida en que caemos en la cuenta de ello. Ahí mismo empezamos a percibir y vivir la no-dualidad. “Vivir a Dios” es exactamente igual a “vivir nuestra verdadera identidad”. Y eso requiere, lógicamente, des-identificarnos del “yo” que creíamos ser. Por eso, puede decirse que el camino espiritual consiste en la desapropiación del yo, no por ningún tipo de voluntarismo ético, sino porque hemos comprendido que nuestra identidad es otra. Y, en “lo que somos”, no hay ningún tipo de dualidad con “lo que es”. Eso es, por otro lado, lo que vivió Jesús, tal como lo expresa Jean Sulivan, en una de las frases que me parecen más hermosas sobre él: “Jesús es lo que acontece cuando Dios habla sin obstáculos en un hombre”. Eso es “vivir a Dios”.

¿No es el reconocimiento de la presencia algo común a las tradiciones religiosas?

Efectivamente, más allá de las palabras que usemos –presencia, consciencia, plenitud, vacío, Dios…-, las religiones surgen habitadas por un mismo anhelo: desvelar el misterio de la existencia, responder a las preguntas: “¿quién soy yo?” y “¿qué sentido tiene todo esto?”, apuntar hacia el misterio último –la mismidad- de lo que es… La pena es cuando se absolutizan y remiten a ellas mismas –contra esta tendencia autorreferencial de la religión está hablando mucho el papa Francisco- o se enredan en palabras o creencias, a las que atribuyen un (imposible) valor absoluto. Las religiones tienen tendencia a caer en una doble trampa: buscar el poder y confundir su creencia con la verdad. Justo lo opuesto a lo que enseñaba Jesús. Eso hace que aparezcan ante la gente con un aire de superioridad, que provoca cada vez más recelos, cuando no rechazo abierto. En un movimiento de autodefensa, la religión esgrime que su creencia no es aceptada debido al relativismo actual. Pero, con frecuencia, el condenado “relativismo” no es sino una etiqueta descalificadora que usa quien no puede o no sabe convivir fácilmente con el pluralismo.

Es decir, que religión y espiritualidad no son identificables…

No. Podemos considerar la religión como el “mapa” y la espiritualidad como el “territorio”; o, en otra imagen clásica, la religión es la “copa”, mientras la espiritualidad es el “vino”. Mientras se percibe así, no hay ningún problema. Religión y espiritualidad no están identificadas, pero tampoco tienen por qué estar reñidas. El problema llega cuando las religiones se olvidan de que son solo una construcción humana que busca “canalizar” el anhelo, un medio al servicio de lo que somos. Cuando eso ocurre, la religión, en lugar de unir, separa y excluye. La espiritualidad, por el contrario, es siempre inclusiva, por una razón muy simple: porque constituye nada menos que el territorio de nuestra “identidad compartida”, más allá de los “mapas” que utilicemos. Esto explica también que pueda existir legítimamente una “espiritualidad religiosa”, al lado de una “espiritualidad laica” (Marià Corbí) o una “espiritualidad atea” (André Comte-Sponville). En mi opinión, las religiones están llamadas a vivirse como “servidoras” de la vida de las personas y de la espiritualidad.

¿Qué hay en la tradición religiosa católica para saciar la sed espiritual de que hablábamos al inicio?

Una profunda riqueza: la persona de Jesús de Nazaret; la sabiduría de los textos fundantes; una tradición ininterrumpida de experiencia mística, aunque en ocasiones haya quedado “nublada” o velada por aspectos institucionales que parecían ocupar y controlar todo; una tradición secular de humanización y entrega, al lado, sin embargo, de actitudes y comportamientos fanáticos, autoritarios, violentos, culpabilizadores y represores. La historia cristiana me parece un espejo patente de lo que es la ambigüedad de lo humano; o, expresado de otra forma, de lo que es capaz de hacer el ego incluso con lo más sagrado.

Hay muchas prácticas cristianas que ayudan a una rica experiencia interior. ¿No tenemos ahí un tesoro por redescubrir?

Sin duda, la tradición cristiana es un tesoro por redescubrir y, en algunos casos, incluso por estrenar, si confrontamos nuestra vivencia –y la de la Iglesia- con lo que fue Jesús de Nazaret. En ese redescubrimiento, me parece que ha de ocupar un lugar esencial lo que fue el “camino” más característico de Jesús: la compasión hacia el ser humano en necesidad. Y, simultáneamente, toda la gran tradición contemplativa, que ha sido considerada habitualmente en la Iglesia como algo marginal.

Hablemos, pues, de meditación…

La meditación no es, en primer lugar, un método ni una práctica, sino un modo de vivir o un modo de ser, un estado de consciencia, caracterizado precisamente por la no-dualidad. Al estar habitualmente identificados con la mente, necesitamos “ejercitarnos” en superar esa inercia y, así, poder descorrer el velo que nos impide reconocer nuestra verdadera identidad. En este sentido, meditar consiste en estar en el presente, acallar la mente y atender a lo que está aconteciendo. Son tres modos de expresar lo mismo, ya que esas tres cosas no pueden darse sino simultáneamente.

Eso me lleva a preguntarte por el prestigio de lo oriental, de lo budista en concreto. ¿Cuál es la razón de ese prestigio?

Primero, que contiene mucha sabiduría y mucha experiencia. No hace mucho tiempo, un budista me comentaba: “Entre nosotros, damos prioridad a la experiencia que conduce a la sabiduría, al «despertar»; vosotros, en cambio, dais preferencia a las creencias y a la sumisión a la autoridad religiosa”. Por otro lado, aunque es cierto que el maestro Eckhart, Teresa de Jesús o Juan de la Cruz son exponentes sublimes de la experiencia mística, ellos, a diferencia de los maestros de Oriente, no dan una “pedagogía” para avanzar por ese camino contemplativo. Al mismo tiempo, nos hemos hecho conscientes, como decía antes, de que toda religión no es sino un “mapa” que intenta desvelar el misterio del existir o apuntar hacia el “territorio” anhelado que somos. Es importante acercarnos a todos ellos y a la sabiduría que aportan.

¿Cómo cultivar la espiritualidad, cuál es tu propuesta para avanzar en el camino espiritual?

La respuesta también es sencilla: creciendo en consciencia de quienes somos. Al final, todo se ventila en la respuesta adecuada a esta pregunta: “¿Quién soy yo?”. Mientras la respuesta sea inadecuada, permaneceremos en la ignorancia y el sufrimiento –aunque seamos personas muy “religiosas”-; por el contrario, la respuesta adecuada, liberándonos de ello, tiene sabor de plenitud. Lo que ocurre es que la respuesta no puede venir desde la mente (el modelo mental de conocer) porque, al ser una parte de lo que somos, su respuesta es inevitablemente reductora; nos hace creer que somos, apenas, una estructura psicofísica, un “yo individual”; es decir, reduce nuestra identidad al “yo-idea”. Cuando se trabaja a partir de esa creencia, todo –el mismo trabajo psicológico e, incluso, la propia vivencia religiosa- resulta empobrecido. La respuesta adecuada no puede ser resultado de un razonamiento o de una elaboración conceptual. Porque no podemos ser nada que podamos pensar, ya que todo lo pensado necesariamente es un objeto (mental).

Únicamente podemos conocer lo que somos… cuando lo somos. Y, para ello, necesitamos silenciar la mente y, así, acceder a una experiencia directa, inmediata y autoevidente de nuestra verdadera identidad. Aquí se da una hermosa y profunda paradoja: ni podemos pensar lo que somos, ni somos lo que podamos pensar. Una paradoja que encuentra un atractivo paralelismo en lo que nos dice la física cuántica: “lo que vemos no es real y lo real no podemos verlo”. El camino espiritual no es otra cosa que reconocer quiénes somos y vivirnos conectados a ello. A esto las tradiciones espirituales lo han llamado “despertar”, un estado de consciencia que se caracteriza por la sabiduría (comprensión) y la compasión.

Publicado en alandar nº304

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Cáritas Cádiz rechaza la donación de una obra de teatro en la que un joven se enamora de un cura.

Domingo, 9 de febrero de 2014
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Me gustaría saber si miran con tanto escrúpulo otras donaciones… ¿No habrán recibido nunca dinero de fuentes oscuras? ¿Se niegan a recibir dinero de quienes recortan y recortan subvenciones y dependencias?…  ¿Se sienten cómodos en una Iglesia diocesana con tanto patrimonio? A esto se le llama HIPOCRESÍA. Leemos en Religión Digital:

La Asociación Andaluza para las Artes Escénicas y Audiovisuales (Escenopán) ha denunciado hoy la decisión de Cáritas Cádiz de romper el convenio firmado con ellos alegando “coherencia con los principios que rigen en la Iglesia”, en relación a una obra de teatro en la que un joven se enamora de un sacerdote.

Según ha señalado Escenopán en un comunicado, esta decisión, que hace alusión a la comedia musical “Diluvium”, supone romper un convenio por el que Cáritas iba a recibir los beneficios de esta obra y sus sucesivas representaciones para ayudar a combatir la pobreza, un objetivo que persiguen ambos colectivos desde distintos ámbitos.

La nota indica que el convenio ya suspendido tenía un carácter anual por el que Cáritas recibiría el 70% de los beneficios de las producciones generadas por el colectivo teatral durante todo el año.

La comedia musical “Diluvium”, la primera producción de Escenopán, es una adaptación libre del musical italiano “Aggiungí un Posto a Tavola” -que en los años 70 se puso en escena en España con el nombre ‘El diluvio que viene’-, escrita y dirigida por el sanroqueño Juan Carlos Galiana, en la que un joven se enamora del cura del pueblo (en la versión original es una chica la que se enamora del sacerdote), y éste se debate entre amar al chico o seguir con su tarea en la comunidad, mientras Dios le encarga la salvación de su parroquia ante un segundo diluvio.

La obra se estrenó el 31 de enero en el teatro Florida de Algeciras (Cádiz) con dos llenos absolutos, y las próximas funciones se desarrollarán en San Roque (Cádiz) el 22 y el 23 de febrero.

Cáritas ha decidido romper el convenio, firmado el 31 de diciembre, tras tener conocimiento del contenido de la obra.

En la carta remitida el 5 de febrero a Escenopán, en la que comunican la decisión, el colectivo afirma que “hace referencia expresa y única a la obligación que les vincula de velar por la coherencia entre las acciones de obtención de recursos y los propios fines institucionales que conforman a Cáritas como organismo oficial de la Iglesia.

Escenopán se ha mostrado, sin embargo, crítico con esta decisión, ya que el colectivo apela a “la plena identidad entre el fin de lucha contra la pobreza y marginación social que desde un principio rige todas sus actividades, según recogen expresamente los Estatutos fundacionales, y los fines que siempre han determinado y determinan la acción y trayectoria de Cáritas en nuestro entorno social”.

El colectivo teatral, no obstante, “tiende la mano a futuras colaboraciones a Cáritas ya que siguen unidos por los mismos objetivos: la lucha contra la marginación social“, bajo la idea de “convertirnos en una fábrica de cultura para combatir la pobreza”. (RD/Agencias)

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El Cardenal López Rodríguez llama “sinvergüenza” al jesuita Mario Serrano

Domingo, 9 de febrero de 2014
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Lo conocíamos por su homofobia militante y descarnada. Ya estábamos acostumbrados a sus insultos… Le han  “cazado” en acción perdiendo los papeles en una misa sin saber que era siendo grabado… ¿Qué va a decir ahora? ¿que se le ha malinterpretado.? Cuando la Dictadura militar brasileña pretendió asesinar a Pero Casaldáliga, el papa Pablo VI, en un gesto que le honró afirmó: “Quien toque a Pedro, toca a Pablo”…. Pues bien, esto es un déspota que avergüenza a sus hermanos y pisotea la dignidad de un hermano nuestro, de un compañero jesuita…, papa Francisco, actúe en consecuencia.

Leemos en Religión Digital:

Reprimenda pública del purpurado que pierde los papeles en una misa

El religioso defiende el derecho de los hijos de los haitianos a ser dominicanos

El Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez aparece en un video llamando la atención a los jesuitas por defender a los haitianos. En este video López Rodríguez le llama sinvergüenza al padre Mario Serrano, que encabeza los reclamos de miles de dominicanos, hijos de padres indocumentados, para que sus documentos les sean entregados.

“Por qué razón ustedes están apoyando, aquí hay cosas que se deben cambiar. Tengo dentro una profunda laguna…fui educado por jesuitas, y si quiero a los jesuitas, pero con este sinvergüenza no me interesa nada. Se ha dedicado a los grupos de izquierdistas a hacer lo que a él le da la gana”.

Apuntó: “A mi hay que respetarme en este país aunque ese señor se crea que es el supremo pontífice. Yo estoy muy incómodo, moralmente no acepto que un sacerdote ande diciendo tonterías públicamente. Aquí está el superior jesuita. Dígale: cállese y punto. ¿Quién es usted para andar hablando tonterías? Defendiendo a los haitianos (inaudible)”.

En medio de una misa y ante cientos de religiosos, el arzobispo de Santo Domingo no pudo más y arremetió contra la Compañía de Jesús. Nicolás de Jesús López Rodríguez recriminó a los jesuitas su apoyo al reclamo de nacionalidad de los descendientes de haitianos que nacieron y residen en la República Dominicana. Y tronó: “A mí hay que respetarme en este país, como cuenta Andrés Beltramo.

El discurso del purpurado, contrariado hasta los gritos, quedó registrado en un video casero y se convirtió en una bomba cuando fue dado a conocer por el canal de televisión SIN. Ni bien se difundió la grabación, desde diversos sectores se comparó la actitud del arzobispo con la del Papa Francisco, quien ha apelado numerosas veces a la misericordia y cuyo primer viaje como pontífice fue a Lampedusa, la isla italiana de los inmigrantes ilegales.

Todo ocurrió la tarde del domingo 26 de enero, durante la misa conclusiva de un encuentro organizado por la Conferencia Dominicana de Religiosas y Religiosos (Condor) en el auditorio de la Casa Santa Pablo en Santo Domingo. López Rodríguez arremetió especialmente contra el sacerdote jesuita Mario Serrano, director del Centro Bonó y quien ha encabezado numerosas protestas públicas a favor de los haitianos”.

Tengo dentro una profunda laguna, fui educado por los jesuitas, quise y quiero a los jesuitas, pero con este sinvergüenza no me interesa nada. Que se ha dedicado, con unos grupos izquierdistas, a hacer lo que a él le da la gana. ¡A mí hay que respetarme en este país, aunque ese señor se crea que es el supremo pontífice! Yo estoy muy incómodo, molesto. No acepto que un sacerdote ande diciendo tonterías públicamente. Aquí está el superior de los jesuitas, dígale: ‘cállese y punto’. ¿Quién es usted para andar hablando tonterías?“, exclamó.

El padre Mario Serrano es un defensor activo de los inmigrantes y de los dominicanos de ascendencia haitiana.

“Nadie ha hecho por Haití como la República Dominicana y, por lo tanto, no es cierto que un jesuita esté haciendo más que el propio cardenal que dijo luchar, con todos los medios posibles, ” naturalmente defendiendo a la República Dominicana.

“Excúsenme pero me siento profundamente molesto, con los jesuitas mis formadores en el seminario, porque no han puesto en su sitio al señor Mario Serrano. Que se ponga en su sitio, yo no soy compañero de él. Así que por favor, tengan la bondad, de poner las cosas en su sitio. Usted es un religioso, usted sométase a la obediencia o, sino, deje la congregación y dedíquese a otra cosa”, apuntó.

 

Mientras el cardenal arengaba los sacerdotes presentes se iban encogiendo, algunos miraban el suelo en actitud reflexiva y avergonzada ante el espectáculo del cardenal fuera de sí.

Desde hace meses y en varias ocasiones López Rodríguez ha cuestionado el accionar del Centro Bonó en contra de una sentencia del Tribunal Constitucional que, en septiembre de 2013, emitió una sentencia en la cual estableció que no son dominicanos los hijos de extranjeros en tránsito nacidos en el país desde 1929. Esa decisión afectó prácticamente a tres generaciones personas que han vivido toda su vida en la República Dominicana e incluso contaban con la nacionalidad, gracias a otras determinaciones legales.

En su momento el Centro expresó su “más profunda indignación ante la sentencia absurda, insensata e injusta mediante la cual el TC crea la figura de personas extranjeras en tránsito en un período que abarca 85 años, para justificar la desnacionalización de miles de dominicanos y dominicanas de ascendencia haitiana“.

 

El dictamen y sus consecuencias han dividido a la opinión pública en el Caribe, aunque el presidente dominicano prometió que se buscarán nuevas soluciones jurídicas que incluyan a los registros civiles.

Las razones del enfrentamiento

El Cardenal López Rodríguez ha expresado públicamente su apoyo a la sentencia 168 del Tribunal Constitucional, que despoja de la nacionalidad dominicana a todos los nacidos desde 1929 hasta la fecha de padres considerados residentes en condiciones irregulares.

Por el contrario, el padre Mario Serrano, jesuita, apoya el reclamo de las personas desnacionalizadas, porque la Constitución de la República Dominicana, proclamada en el año 2010, establece que el nuevo mandato para la adquisición de la nacionalidad no aplica para quienes nacieron antes de la puesta en vigencia de esa nueva Carta Magna.

El padre Mario Serrano desarrolla su labor pastoral y social desde el Centro Juan Montalvo de los Sacerdotes Jesuitas.

Amenazas de muerte contra el padre Serrano

El sacerdote Mario Serrano denunció este jueves, en el programa Voces Propias, de la radiemisora Z-101, que había sido amenazado de muerte por nacionalistas extremistas que lo acusan de traicionar a la República Domincana y de supuestamente servir a la causa de los haitianos. “Te vamos a mandar para donde está Sonia Pierre“, rezaba uno de los mensajes recibidos por el padre Mario Serran, quien lo reveló en una entrevista con los intelectuales Carlos Francisco Elías y Olaya Dotel, en el programa Voces Propias.

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Varios activistas LGTB rusos detenidos por enarbolar banderas arco iris y pancartas contra la discriminación.

Domingo, 9 de febrero de 2014
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Este viernes han dado comienzo los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi. Y lo han hecho como desgraciadamente era de esperar: con las autoridades rusas haciendo gala de la homofobia más descarnada y deteniendo a varios activistas LGTB en Moscú y San Petersburgo.

En Moscú, diez activistas eran detenidos en plena Plaza Roja por ondear banderas arco iris mientras entonaban el himno nacional ruso. La acción era un remedo a pequeña escala de la iniciativa ”Live and let love”, de la que os informamos hace pocos días y que congregó en el estadio olímpico de Estocolmo a cientos de personas para cantar el himno ruso rodeados de banderas arco iris. De hecho, entre los activistas detenidos en Moscú había dos ciudadanos suecos, que fueron los primeros en ser liberados. Los activistas rusos permanecieron varias horas más bajo arresto y sometidos al parecer a maltrato policial. Y es que hacer ondear banderas arco iris parece haberse convertido en un “peligroso delito” en la Rusia olímpica. Hace pocos más de dos semanas recogíamos la detención de otro activista cuando lo hacía al paso de la antorcha por su ciudad,  Voronezh, camino de Sochi.

En San Petersburgo, cuatro activistas eran detenidos cuando portaban una pancarta en la que simplemente podía leerse en ruso “la discriminación es incompatible con el movimiento olímpico. Principio 6 de la Carta Olímpica”. Entre las personas detenidas se encontraban las activistas Anastasia Smirnova (de la organización Russian LGBT Network), Alexandra Semenova (de Coming Out, una organización LGTB local) y una mujer embarazada. En el momento de la detención la protesta ni siquiera había comenzado: el grupo estaba preparando la pancarta y haciéndole fotos antes de trasladarse a otro lugar cuando por sorpresa han aparecido varios coches de policía.

Según informa la web de Coming Out, los activistas de San Petersburgo han permanecido detenidos durante tres horas y liberados bajo la acusación de manifestación ilegal. Se exponen a una multa de entre 20.000 y 30.000 rublos (entre 425 y 649 euros), una cantidad de dinero muy elevada para un ciudadano ruso.

Os dejamos con imágenes de las detenciones en Moscú:

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